descargar 129.48 Kb.
|
CAPÍTULO IV Ingreso al conflicto 1. Presentación de los puntos de vista de las partes 1. ¿Quién habla primero? 2. La pregunta de acceso 2. Los relatos de las partes 1. Posición y relato 2. Las historias que la gente cuenta - Narrativas 3. Escuchando el relato de las partes 4. Componentes narrativos y rasgos de una narración 5. Desempeño de los abogados de parte en esta etapa 3. Diagrama del conflicto: posiciones 1. Diagrama del conflicto 2. Concepto de posición 3. ¿Cómo reconocemos las posiciones? 4. ¿Cómo se formula la posición? 5. ¿Qué hacer con ellas? 6. ¿Por qué superar las posiciones? Recibidos los asistentes, explicado y convenido el marco de trabajo, éste es el momento en que nos disponemos a ingresar en la materia a trabajar en nuestra mediación y, así como en la etapa anterior el eje de la comunicación circulaba predominantemente desde el mediador hacia los asistentes, ahora se trasladará la palabra a las partes y sus abogados, si los hay, para que expongan las cuestiones que desean desplegar. 1. Presentación de los puntos de vista de las partes 1. ¿Quién habla primero? Es preocupación de los mediadores que los primeros momentos construyan o ayuden a construir, lentamente, a través de participaciones equilibradas, el concepto de neutralidad. Todas las decisiones que impliquen dar prioridad a uno de los participantes, pueden sensibilizar este aspecto. Por lo tanto, es natural preguntarse qué parte hablará primero sin que esta elección afecte la construcción de la imagen del mediador. La situación puede ser analizada como un mero problema de orden, sin incidencia en el contenido de la mediación; o como una cuestión que afecta su contenido. Desde el primer punto de vista, cualquier criterio ordenador objetivo, bien presentado, podría lograr este efecto: "Usted, que está sentado a mi derecha", "Como se estila, las damas, primero...", entre muchos otros criterios populares. Desde el segundo, no parece irrelevante la decisión: "¿Requirente o requerido?", "¿Parte o abogado?" Por lo general, la práctica muestra que en la reunión conjunta se le da la palabra a quien solicitó la mediación. La idea subyacente es que el requirente es quien formulará el reclamo inicial, y que más allá de los que aparezcan posteriormente expuestos por unos y otros, comienza -50/0 comienza- a presentar el tema de esta mediación y permite ir esbozando la agenda. A veces dejamos librado a la espontaneidad el uso de la palabra, con miras a una mayor naturalidad de la conversación. Suele suceder, entonces, que comience a hablar quién ha sido convocado -tal vez sea el menos tímido o quien tenga mayor facilidad para hablar- sin que resulte claro si lo que expresa coincide con los temas que está buscando la otra parte y, tal vez, por razones defensivas genéricas frente al desconocimiento del reclamo, plantee temas de controversia que quizá expandan no sólo los temas de la mediación sino, lo que es peor, escalen el conflicto. Nos parece un criterio útil, que satisface orden y contenido, que comience quién pidió la mediación. Ahora bien, si reflexionamos este punto en relación con la neutralidad, la otra parte podría eventualmente sentir que no sólo está ingresando en un ámbito que propuso la parte convocante, sino que además es postergada en el uso de la palabra. Para despejar esta eventual suspicacia, una buena idea es remitir la decisión a una regla o costumbre, invocándola como un criterio objetivo: "Por lo general, los mediadores solemos escuchar primero a quien pidió la mediación para conocer lo que desea conversar aquí, e inmediatamente lo escucharemos a usted" o "Podría comenzar la conversación cualquiera de ustedes pero, por lo general, los mediadores...." La frase sugiere que hay prácticas generalizadas, que se han vuelto estándares. Que ya haya pautas establecidas dentro del proceso de la mediación, es siempre una idea que afianza el método como más probado. A la vez no parece ser el mediador el que toma la decisión, sino costumbres que no dependen de él y que él conoce y acepta. Vale la pena señalar que en esa intervención hay otra idea interesante que comienza a esbozarse: cada vez que privamos a alguien de algo -la palabra, un espacio, una posibilidad dentro del procedimiento-, lo compensamos, concediéndolo bajo otra forma, o garantizando que se dará enseguida. Sin embargo, también podría ocurrir que la situación real sugiriera otra cosa, y que quien pidió la mediación ceda la palabra al otro, o que el convocado se desborde o muestre un alto grado de ansiedad. En estos casos, podemos adoptar intervenciones de distinta intensidad, ya sea demostrando que quien conduce el proceso es el mediador a través de estas variantes: "En seguida lo escucharemos, pero quisiera conocer qué cosas nos reúnen aquí" o "Cualquiera puede comenzar, pero es importante conocer que llevó a X a pedir la mediación" o mostrar una mayor flexibilidad, preguntando: "¿Quién desea comenzar?", "¿Desea comenzar Usted?" o "Como en definitiva nos escucharemos todos, comencemos con Ud." Siempre es posible dejar fluir libremente la conversación. Sin excesiva rigidez, solemos inclinarnos, por tomar la decisión nosotros, con los cuidados del caso, aún cuando sugiera un cierto intervencionismo, que, de todos modos, siempre está dirigido al procedimiento. En la sala de espera dos abogados conversaban amigablemente. Eran dos apoderados de sus respectivas empresas, partes de esta mediación. Al haber observado la buena relación entre ellos la mediadora resolvió, luego de confirmar que habían estado antes en otras mediaciones y recordar brevemente algunas pautas del procedimiento, preguntar quién quería comenzar a hablar. Uno de los abogados dijo: "Comienzoyo". Inmediatamente el otro contestó: "No me importa quien comience, pero me parece poco amable de tu parte. Yo te hubiera cedido la palabra". Esto dio lugar a una discusión, que obviamente tenía un trasfondo que la mediadora desconocía, pero que se habría evitado si no hubiera sido tan flexible en esta primera etapa, en la que tan poco sabía de los participantes Es insoslayable advertir que esta elección en la prioridad para hablar tiene un efecto importante en la comunicación entre las partes, particularmente en cuanto a la construcción de las narrativas que están comenzando a gestarse en este momento de la mediación. Como veremos más adelante, es posible que quien hable primero, condicione o "colonice" la narración del que lo hará después, quien probablemente, construirá su propio relato dando respuesta a esta llamada historia primaria. No es sencillo revertir este giro que adopta la conversación, pero el mediador debe conocer esta probable configuración: ha privilegiado el uso de la palabra por parte del requirente que hablará desde su perspectiva, y el otro, que lo está escuchando, se concentrará en rebatir. Deberá utilizar alguna destreza para modificar esta dirección del discurso. Una posibilidad podría desdoblarse así: l) Preguntar a la parte cómo ve la cuestión, más que su opinión sobre lo que ha dicho el otro; 2) Detener cuando sea posible lo que es mera respuesta: "No es necesario que usted conteste a todo lo que escuchó, sino que nos diga qué piensa del problema". Intentamos, así, desplazar la atención puesta en la réplica hacia el problema central que comienza a esbozarse. Insistimos en que no es fácil modificar el curso que toma la interacción. Se trata de decidir entre escucharlos por separado o aceptar algún grado de inevitable colonización. Tal vez estamos privilegiando que se escuchen todos, pero separando internamente lo que es respuesta de lo que es perspectiva sobre el tema. 2. La pregunta de acceso Cualquiera sea la elección que se considere conveniente respecto de quién comenzará a hablar, sea el interesado mismo o su abogado, es importante recordar que la narración siempre debe ser estimulada con una pregunta, y entre las diferentes clases de preguntas, una pregunta abierta que genere la mayor soltura posible en el destinatario: ¿Qué lo trae a mediación? ¿Qué tema quisiera que tratemos en esta reunión? O una afirmación con sentido interrogativo: Sería útil para comenzar que usted contara qué lo lleva a pedir esta reunión. Podría suponerse que la pregunta abierta tal vez genere excesiva locuacidad o dispersión. No importa: es el momento para impulsar la expresión. Si se desvía de nuestro foco útil, buscaremos recursos para encauzarla. 2. Los relatos de las partes 1. Posición y relato La posición, lo que los participantes en la mediación manifiestan querer obtener a través del proceso, aquello que plantean como su objetivo o su meta al solicitar una reunión de mediación o en su primera presentación, no suele ser una frase que se expresa aisladamente. Por el contrario, suele ser sustentada en un relato del cual es conclusión. Ese relato es la historia del conflicto desde la perspectiva de quien habla, construida como una teoría que tiende a establecer la responsabilidad del otro u otros participantes en la forma en que se dieron los acontecimientos, de los cuales el hablante resulta víctima o sujeto pasivo, en tanto no parece haber contribuido con su obrar al devenir de los hechos. Lejos estamos de creer en un deliberado propósito de falsear la realidad. 2. Las historias que la gente cuenta - Narrativas Recordemos algunas breves citas en las que reconocidos narradores dan cuenta de lo que entienden por el acto de narrar. Y es que aunque pertenezcan a marcos referenciales aparentemente distintos, preferimos concebir el pensamiento como un continuo que no admite compartimentos estancos a la hora de preguntarnos acerca de las narrativas, personales o colectivas, ficcionales o no. En efecto, desde un punto de vista más amplio, también podríamos establecer la conexión con un orden diferente de relatos, ya que las historias o narrativas que nos contamos son de distintos niveles. Hay historias que están emparentadas con los mitos, así tenemos civilizaciones diferentes con narrativas diferentes. Podemos describir una especie de genealogía de las historias de cada civilización así como una ontogenia que recapitula la filogenia. Cada individuo recapitula lo que sufrió o experimentó la especie, el grupo o la cultura de pertenencia4. Estas narrativas o historias son construcciones lingüísticas que afectan a las personas individualmente e influyen sobre ellas quizá no como mandatos, pero sí con una pregnancia que destierra el ejercicio de la crítica. Para Maturana, tal como lo entiende Alejandro Piscitelli, en una entrevista realizada en 1998, las narrativas serían como autopistas que tienen ciertos atractores que nos invitan a recorrerlas, aunque hay mucha gente que no quiere ir por las autopistas y toma atajos o caminos laterales. Escuchemos algunas voces que quienes ejercitan el arte de narrar, ponen en boca de sus personajes: "Puedo intentar contarte (...) Pero con una condición: debes escuchar lo que diga como si te fuera extraño, aceptar lo inexacto, las intercalaciones imprudentes, los cortes arbitrarios, las incoherencias y también mi torpeza. Recuerda que la arbitrariedad es la base de toda memoria: en ella, como en toda creación, el concepto de tergiversación no existe." María Negroni "La memoria en estado puro no existe; para narrar nuestra propia vida tendríamos que empezar borrando todas las versiones que de ella nos hemos contado y que, de alguna manera, determinan lo que somos en igual medida que nuestro actos/' Héctor Bianciotti "La vida de uno no es lo que sucedió, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda." Gabriel García Márquez "Mi relato será fiel a la realidad o, en todo caso, a mi recuerdo personal de la realidad, lo cual es lo mismo. Los hechos ocurrieron hace muy poco, pero sé que el hábito literario es asimismo el hábito de intercalar rasgos circunstanciales y de acentuar los énfasis." Jorge Luis Borges "La memoria está construida con lo que se recuerda y, también, con lo que se ha decidido olvidar. Es tan difícil recordar bien. Incluso las cosas más importantes que te han sucedido en la vida. Todo lo que sabes es que han ocurrido y entonces, siendo consciente de esto, inventas su recuerdo y después, enseguida, esos despachos inexactos se convierten en algo mucho más trascendente que todo aquello que verdadera y fielmente pudo haber ocurrido. Así, nuestra realidad está sostenida por pilares de irrealidad enterrados en cimientos tan débiles como los del relato de un sueño a la mañana siguiente. Así, nuestro pasado es nada más que fragmentos sueltos a los que les falta el antes y el después. Piezas sueltas de un reloj que no sabemos cómo volver a armar." Rodrigo Fresan Juan José Saer reclama para el autor de ficción el privilegio de sumergirse en "la masa fangosa de lo empírico y de lo imaginario, que otros tienen la ilusión de fraccionar en rebanadas de verdad y falsedad" y no reivindica ni lo falso ni lo verdadero como opuestos que se excluyen, sino como conceptos problemáticos que encarnan la principal razón de ser de la ficción, como el medio más apropiado para tratar sus relaciones complejas. Por otra parte, la narración será completada por el lector o quien escucha con sus propios supuestos y significados, de manera que el mismo relato no podrá ser nunca leído o escuchado en forma idéntica, generándose tantos relatos como lectores o escuchas haya. 3. Escuchando el relato de las partes Cuando me dispongo a escuchar el relato de las partes en la mediación, asisto a la escena descripta por Saer: "El relato va cobrando orden y sentido a medida que es proferido, no solamente para el oyente, sino también, e incluso en mayor medida, para el relator, más atento a la coherencia del relato que su oyente, ya que, concentrándose en la formación de sus frases, de sus conceptos, estructurando sus recuerdos, sus interpretaciones, sus fragmentos de recuerdos y de interpretaciones, es menos vulnerable a las interferencias sensoriales que su oyente, para quien la historia es un compuesto heterogéneo de palabras vagas y opacas, a las que casi no presta atención, y de tramos transparentes gracias a los cuales su imaginación, que se enciende y apaga con intermitencias, fabrica visiones expresivas y nítidas." Intentamos contarles con un breve recorte de un caso, la facilidad con la que, en esa escucha, completamos con los supuestos propios la narración de las personas, de las que poco o nada sabemos en ese momento, al comienzo de la primera audiencia. Esto también habla -entre otras cosas- de la dificultad de la abstinencia, como una de las formas posibles de describir o conceptualizar la neutralidad, que será tema de otro capítulo. Inicio la audiencia pidiéndole a Laura que cuente por qué la ha solicitado. - Es por la manutención de las nenas. Hasta ahora podía darles de comer. Nunca he pedido nada, pero ahora muchas veces están sólo con una taza de mate cocido. Le pregunto por los nombres y edades de las nenas y me cuenta que se llaman Romina, de nueve años, y Vanesa, de siete. Agrega que tiene otra niñita de tres años, en igual situación de necesidad, pero que no es hija de Pedro. Le pregunto cuánto hace que se separaron y me contesta que ya han pasado seis años. Le pregunto cómo se han arreglado hasta ahora y me contesta nuevamente que ella nunca le pidió nada a Pedro por las nenas, pero que ahora ya no puede más. Insisto en preguntar si alguna vez habían hablado de este tema o si tenían algún tipo de acuerdo al respecto y me contesta que no. Una vez más afirma. - Yo nunca le pedí nada, pero ahora no les puedo dar de comer. Momento difícil, si los hay, para la neutralidad del mediador, este de tornar la mirada hacia el padre allí presente, con el previo relato sobre el estado de necesidad extrema de las niñas, con esa sola taza de mate cocido en sus estómagos operando en nuestras cabezas, y una suposición de que Pedro no ha realizado aportes para satisfacer las necesidades de sus hijos durante seis años. Esforzándome en una sonrisa, le digo a Pedro que es difícil para quien habla en segundo término no intentar contestar a lo que ha dicho la otra parte, pero que trate de contar cómo ve él las cosas. Pedro dice entonces - Cuando Laura decidió irse de la casa y poner fin a la convivencia, las nenas eran muy chiquitas, tenían tres y un año. Ella quiso llevárselas con ella en contra de mi voluntad. Acepté porque eran nenas que necesitaban a su mamá. Pero sí hubo un acuerdo. Laura no dice que tenemos cuatro hijos y que cuando ella se fue, dejó a Juan, de nueve años, y Francisco, de seis, a mi cargo. Ante mi pregunta, insiste: - Hubo un acuerdo sobre la manutención de nuestros hijos; ella se fue de la casa y nos dejó llevándose a las nenas y se comprometió a atenderlas y ocuparse de lo que les hiciera falta, y yo me quedé con los dos varones más grandes y he sobrellevado las dificultades de su adolescencia sólo y no les hice faltar nada. Hubo un acuerdo, los cuatro hijos eran de los dos y cada uno se hizo cargo del 50% de los alimentos de nuestros hijos. Éste es un relato acerca del desconcierto, acerca de esa forma en que las situaciones nos descolocan y nos obligan a pensar sobre nuestros supuestos. Pero también es un claro ejemplo de la narración de la historia del conflicto como una teoría de la responsabilidad, en la que se construyen vínculos lógicos, causales entre los actores sus acciones y los desenlaces definidos como problemas. También es un ejemplo de cómo el primer relato presentado no sólo coloniza los relatos siguientes sino la escucha del segundo. En el desempeño del rol del mediador, es importante también reconocer que todo el tiempo estamos formulando hipótesis a partir de los dichos de las partes, pero también de nuestros propios supuestos, que se cuelan sin que nosotros tengamos plena conciencia de hasta qué punto nos comprometen en la construcción de esas hipótesis. Esto nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de diferenciar nuestros propios supuestos, que de alguna manera completan en nuestras cabezas la narración que escuchamos, del material que los participantes ponen sobre la mesa, con el propósito de abstenernos de apoyarnos en ellos o en nuestras propias valoraciones a la hora de elegir una intervención adecuada. |