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ESCENA III Roberto sale. La luz se esfuma tras él y asciende sobre el recinto de Mónica. Antonieta lee mientras se desplaza. Es otro día. La música puede acompañar, bastante baja, la lectura. Antonieta: ¿Por qué en su pecho como móvil lira de las obras de Dios vibra el acento? ¿Por qué feliz su corazón suspira al ver el campo, el mar, el firmamento? ¿Por qué el... ¡Ay!... del dolor, la voz del niño de la indigencia el anhelante ruego, la voz del infortunio o del cariño hacen latir su corazón de fuego? Porque sabe sentir en su alta esfera de lo tierno y lo grande el noble encanto. Porque es de la mujer la vida entera admiración y amor, martirio y llanto. Vive cual flor que amaga el torbellino. Ser hermosa y ser pura: ésa es su gloria. Ser tierna y consolar es su destino. Amar, sufrir, llorar: esa es su historia... Entra Mónica por la rampa superior cargada de paquetes. Se acerca a su recinto. Mónica: Escuché voces... Antonieta: Leía...es un poema sobre la mujer de mi tiempo. El hombre que lo escribió, si viviera ahora se pegaría un tiro... Antonieta ve el papel donde se halla escrito el poema. Duda. Lo rompe en varios pedazos- Mónica: (Dejando los paquetes sobre un sillón) Por un momento me alegré. Creí que habías seducido al cartero, al panadero... Antonieta: (Pudorosa) ¡Mónica! Mónica: (Ríe) ¡Me encanta decirte porquerías! Antonieta: Pues abandona esa fea costumbre... (Mónica ríe) ¡No me sulfures!... Mónica: (Ríe con más ganas) ¡Sulfures!... (Antonieta se muestra disgustada) Perdona... Es que vivir contigo es como instalarse en una máquina del tiempo... (Mónica abre el paquete. Extrae un vestido súper sensual y se lo ubica encima, como probándolo) Es para mi nuevo show... ¿Qué tal? Antonieta: Adecuado para un lupanar. Mónica: ¿Qué es eso? ¿Una venta de lupas? Antonieta: Un prostíbulo. Mónica: ¡Ah, entonces está bien!... (Sigue probando el vestido) Me queda precioso. Antonieta: ¡Indecente!... Mónica: (Se dedica a regar algunas plantas) ¡Ah... tengo algunas cositas que contarte... Antonieta: ¿Sí? ¿Cuál es la fábula de hoy? La de ayer estuvo muy simpática. Eso de que te montabas en un combo de jetas... Mónica: ¡Jumbo Jet! Antonieta: Y llegas a Europa en ocho horas. ¡Brutal! Mónica: ¿Aun no lo crees? Antonieta: Querida Mónica, según prestigiosos científicos el hombre no puede superar la barrera de los setenta kilómetros por hora. Una velocidad mayor le arrebataría los éteres. Mónica: ¿Éteres? Antonieta: Los fluidos vitales. Mónica: Sí, claro, los fluidos... Hay que explicarle eso a los millones de personas que todos los días se montan en un avión. Antonieta: Estoy prevenida contra tus tomaderas de pelo, Mónica... Y dime... ¿Cuáles son las cosillas que tienes para contarme? Mónica: Una explicación a lo que te ocurrió. Antonieta: (Sumamente interesada) ¿Cómo? ¿Qué averiguaste? ¿Quién te informó? Mónica: Soy curiosa... Me dediqué a investigar desde que llegaste aquí... Antonieta: Desconfiada... Mónica: Fui al cementerio y, en efecto, tus huesos no se encuentran en la tumba... Antonieta: Los llevo puestos. Mónica: Hablando y hablando tropecé con un señor que vive al lado del cementerio. Es un señor que toca trombón y la noche que resucitaste estaba ensayando con mucho entusiasmo. Medio borracho, según me contó. Antonieta: ¿Qué tiene que ver? Mónica: En cierto momento dio una nota tan especial, de sonido tan extraño, que todos los cristales de su casa reventaron en pedazos. El trombón explotó entre sus manos y los perros del vecindario se volvieron como locos y ladraron durante días... Antonieta: No veo la relación. Mónica: Tengo una teoría. Mónica se sienta. Antonieta: ¿Cuál? Mónica: Por una posibilidad entre millones, este señor que es un señor normal, bonachón y dueño de una pescadería, dio con su trombón una nota exacta a la que harán oír las trompetas del Juicio Final. Antonieta: ¿Nota exacta?... Mónica: Por lo visto tú fuiste el único cadáver que la escuchó... Antonieta: Ajá... (Pausa corta) ¿Y? Mónica: Bueno... ¡Plim!... Resucitaste... Antonieta: (Con la indignación que le crece) ¡Plim!...y listo. Mónica: ¡Plim! Antonieta: Así de fácil. Mónica: Sorprendente. Antonieta: ¿Quieres sugerir que no soy objeto de un designio divino? Mónica: No me parece. Antonieta: ¿Así que no tengo nada que ver con Lázaro? ¿Ah? ¿Con la resurrección de la Virgen María y la salida entre los muertos de Nuestro Señor Jesucristo? Mónica: Creo que no. Antonieta: (Iracunda) ¡Que todo es consecuencia ridícula de la borrachera burdelaria de un horroroso señor bonachón que toca un apestoso e infernal trombón! Mónica: Los factores coinciden. Antonieta: Pues... ¡Me niego! ¡Me niego! ¡Me-nie-go! Mónica: Estás en tu perfecto derecho. Antonieta: ¡No acepto esa historia fraudulenta y ridícula! Mónica: Me tiene sin cuidado. Antonieta: ¡Yo, para que lo sepas, soy la avanzada del arrepentimiento! Mónica: ¿Cómo? Antonieta: ¡La guía de los miles de millones de muertos que surgirán del polvo! Mónica: Exageras, nieta... Antonieta: ¡La venganza que hará morder la ceniza a un mundo invadido por Lucifer, los aparatos de Lucifér y la filosofía de Lucifer! Mónica: ¡Basta! ¡Ya basta! Antonieta: ¡Quemaremos todos los televisores, aspiradoras y secadores de pelo! Mónica: ¡Estoy harta! ¡Harta de tus negaciones! Antonieta: (Se enfrenta como una fanática religiosa) ¡Arrepiéntete adoradora de la nevera y la licuadora! ¡Arrepiéntete! Mónica: (Furiosa) ¿Sabes lo que eres? ¿Ah?... ¿Lo sabes? Antonieta: (Calmándose) ¡Respéteme que soy su abuela! Mónica: ¡Una cursi! ¡Una pretenciosa!... Nada de codearte con cualquier muerto orillero... ¡Nada de eso! ¡Lo tuyo es Lázaro, la Virgen y Jesucristo! Antonieta: Son mis iguales aunque te mueras de la envidia... Mónica: ¡Descarada!... Todo lo ves con sospecha. Te duele la cabeza y pides Panacea Esplénica porque te niegas a admitir la existencia de la aspirina. Te persignas ante la aspiradora, la cocina eléctrica... ¡Te da terror abrir la nevera! Antonieta: ¡Ya la abro! Mónica: ¡Para ti todos son artefactos de Satanás! Antonieta: ¡Lo son! Mónica: ¡Claro, el diablo es un experto en electrodomésticos! Antonieta: (Tímida) Ya no me dan tanto miedo, Mónica.. Mónica: ¡Pretendías hacer un fogón a leña!... ¿O es que ya se te olvidó? Sustituir la luz eléctrica por lámparas de carburo. ¡De carburo!... ¡Dios mío, no crees que el hombre llegó a la luna y no sales de este lugar para nada!... ¡No puede ser! ¡No puede ser! Antonieta: Te ruego, Mónica, que me tengas paciencia. Mónica: Se me agotó. Antonieta: Sé que estoy... como confusa... ¿No?... Quiero comprender. Aceptar lo que me toque... pero vengo de un mundo distinto... Regresé de la misma muerte... ¿Crees que es fácil? Mónica: (Convencida ante el último argumento) No. No lo es. Antonieta: Pero estoy adelantando... (Se aproxima a Mónica y le muestra el pelo) ¿Qué tal? Esta mañana me lavé el pelo con shampoo. Mónica se muestra incrédula. Mónica: ¿Seguro? Antonieta: (Entusiasmada) Sí, mi pequeña... ¡Y... y puse a caminar el televisor!... Mónica: (Asombrada) ¿Tú prender el televisor? Antonieta: ¡Como lo oyes, Mónica!... Me dije: “Antonieta, pareces una pazguata, muchacha. Una tarajalla como tú, con más de un siglo en el lomo y con remilgos de niña popoff”... Entonces me le acerqué... Lo vi... ¡Me persigné y le di al botón! Mónica: (La abraza) ¡Qué bien! Antonieta: Y sabes... descubrí. una cosita... Mónica: ¿Cuál? Antonieta: (Pausa corta) Estoy... nuevecita. Mónica: ¿Cómo? Antonieta: Intocada. Mónica: ¿Qué quieres decir? Antonieta: ¡Eso!... ¡Por estrenar!... (Ríe) Qué atrevimiento... (Mónica no entiende nada) Soy... soy virgen de nuevo. Mónica: Eso lo arreglas fácil con dos salidas a la calle. Antonieta: ¡Qué horror! Mónica: ¿Te parece demasiado tiempo? Antonieta: La virginidad es la dote más preciada de la mujer. Mónica: Esa fortuna la perdí en un viaje a la playa. ¡Todo un tesoro perdiéndose en ese arenero!... Antonieta: No me interesa ese tipo de intimidades... (Pausa corta. Se concentra) En lo que a mí respecta la virginidad cambia muchas cosas... (Ve a Mónica) Mi situación con Roberto, por ejemplo... Mónica: ¿Mi abuelo? Antonieta: Si soy virgen quiere decir que no soy su mujer. Mónica: A menos que sea una virginidad con efecto retroactivo. Antonieta: (Inmersa en su entusiasmo) ¡No soy su mujer! ¡No lo soy! Mónica: Te alegras. Antonieta: ¡Muchísimo! Mónica: Hasta ayer el abuelo era la luz de tus ojos. Antonieta: Porque me consideraba suya. ¿No entiendes la lavativa?... Al ser su mujer tenía que guardarle respeto y consideración. Soportar su carácter. ¡Soportarlo con dignidad a todo él!... ¡Era... era horrible, Mónica! Mónica: Este sí es un cambio violento. Antonieta: Cuarenta años viví al lado de ese monstruo... Mónica: ¿Monstruo? Antonieta: Todo el tiempo serio. Inflexible. En su casa yo era un mueble más. Un diván con la capacidad de criar hijos... Mónica: ¿Por qué no te divorciaste? Antonieta: ¿Divorciarme? ¿Cómo se te ocurre? ¡El matrimonio es para toda la vida!... Mónica: ¡No es así!... Antonieta: ¡Quizá hoy no sea así!... Pero... ¿En mi tiempo?... El divorcio para una mujer decente era inconcebible. Eras execrada socialmente. Pasabas a ser una apestada en la familia. Mónica: Mi matrimonio duró dos años y creo que fue demasiado tiempo... Antonieta: (Con cierto alivio) Bueno, ya todo eso pasó. Ahora soy de nuevo una señorita. Mónica : ¿Señorita? Antonieta: Una virgen que puede examinar con suma atención las proposiciones que puedan hacerle... Mónica: ¿Y la oración? ¿Y el ayuno? Antonieta: (Suspira levemente) Somos tan débiles... Ciertamente no podemos dar mucho crédito a los votos de nuestra carne inconsecuente... Mónica: (Se dirige a laterql tras recoger los paquetes y el vestido) Me voy a dar un baño y cambiarme las pantaletas... Antonieta: ¡Procaz!... ESCENA IV Se ilumina sector elevado. Aparece el Arcángel en toda su majestad. Una música de circunstancias gloriosas lo acompaña, como es usual. Su rostro, a pesar de las connotaciones celestiales que lo adornan, indica un terrible mal humor. Se desplaza en dirección a Antonieta. Arcángel: (Furioso) ¡Muy bonito! Antonieta: (Antonieta cae de rodillas) ¡Un ángel! ¡Un ángel! Arcángel: ¡Un buitre! ¡Un vampiro, eso es lo que soy, para chuparte la sangre! Antonieta: ¡Un ángel! Arcángel: ¿Qué haces tú aquí, si puede saberse? Antonieta: ¿Yo? Arcángel : Sí, tú, necia...¡Estúpida! Antonieta: Yo... estaba muerta... ¿No?... Entonces... Arcángel: (Cerca de Antonieta) ¡Deberías estar hecha polvo! Antonieta: ¡No tengo la culpa! (Grita) ¡Mónica! ¡Mónica! Arcángel: (Con risa perversa) No puede escucharte, Este es un diálogo íntimo entre tú y yo. Antonieta: ¡Soy inocente! Arcángel: (La remeda) “Soy inocente” “No tengo la culpa”. (Amenaza) ¡Lo que me provoca es darte un aletazo! Antonieta: (Separándose un poco) ¡Cuidado! Arcángel: (Acercándose) ¡Dos aletazos! ¿Sabes el lío gordo que armaste? Antonieta: ¿Yo? Arcángel: (Remeda) ¿Yo?... ¡Qué interrogación tan brillante!... (La observa despectivamente) ¿Por qué tú? ¿Ah?... (Como para si) ¿Por qué no un difunto distinguido?... Pasteur, Aristóteles, Sigmund Freud. O, en el reducido campo femenino de la inteligencia una Mata Hari, Madame Curie... (Mira a Antonieta) Pero no, tenía que ser algo como tú... Una mujercita insignificante cuya mayor hazaña creativa se encuentra centrada en los buñuelos... ¡Los buñuelos! Antonieta: No soy ninguna mujercita insignificante Arcángel: ¿Quieres saber lo que ocurre allá arriba? (Señala con un dedo) ¿Más y más arriba? Antonieta: Si usted quiere decírmelo. Arcángel: Todas las almas piden la resurrección. ¿Qué tal? ¡Todas quieren darse su paseíto por aquí, igual que tú!... ¡Ah, como les encanta una terrenalidad! ¡Un pecadillo!... Uno les da dicha eterna y se aburren. ¿Quién los entiende? Antonieta: Fue un señor que toca trombón. Estaba medio borracho y... Arcángel: ¡Lo sabemos!... Pero no debiste salir del cementerio. Tu deber era permanecer en la tumba, como un ser ya muerto que se honra en serlo. Antonieta: No me gustan los cementerios. Arcángel: Pero no... la niña tenía que salir. La comía el gusanillo dé la curiosidad. Antonieta: ¡Yo no decidí vivir, señor ángel! Arcángel: ¡Arcángel! ¡Arcángel para la próxima vez! Antonieta: Señor arcángel... En todo caso fue Dios el que me regresó a la tierra. Arcángel: ¿Dios? ¡Estás blasfemando! ¡El infierno será poco para ti! Antonieta: ¡No me amenace! Arcángel: ¡No me grites, resurrecta!... Antonieta: ¡A mucha honra! Arcángel: (Saca la espada. Amenaza) ¡Insolente! Antonieta: (Lo enfrenta) ¡Dale! ¡Dale, pues!... (Arcángel se calma. Respira agitado) ¿Qué es una muerte más? Pausa Arcángel: (Guarda la espada) No puede ser... (Pausa corta) No puedes estar aquí... Antonieta: ¿Qué hago? Arcángel: (Alterándose) ¿Y me lo preguntas? Antonieta: (Alterándose igualmente) ¡De buenas maneras!... ¿Ah?... Lo cortés no quita lo valiente... Arcángel: (Bajo) No hay antecedentes... Ni la más remota referencia... Nadie meditó sobre este imprevisto. Antonieta: ¿Cuál? Arcángel: ¡Un borracho con un trombón!... Ojalá ese señor no caiga en manos de los serafines. Antonieta: ¿Qué tienen que ver los serafines? Arcángel: (Con paciencia) Los serafines, mi querido montón de polvo recompuesto, fueron creados por Dios con la única misión de tocar las trompetas del Juicio Final. ¿Captas la tragedia? Antonieta: No mucho. Arcángel: Durante miles de millones de años... ¿Escuchaste bien?... ¡Miles de millones de años!... Antonieta: Han aprendido a tocar la trompeta, supongo. (Pausa corta. Sonríe) Bromeaba... Continúa, por favor... Arcángel: Los pobrecitos han volado de aquí para allá, de galaxia en galaxia, desvelados y con la trompeta en las manos. Todos atentos y concentrados en la orden divina de levantar las huestes de cadáveres. Cada serafín ansiando tocar la primera nota. ¡Anhelándola! ¡Deseando ser el primero en abrirle los párpados a un difunto! (Pausa corta) Llevaban apuestas cruzadas de todo tipo. Puedo jurar que cada uno de ellos apostó con todos sus iguales por ser el primero. ¿Te imaginas?... ¿Te imaginas la torta cósmica que significa en el ámbito celestial la aparición de un borracho?... ¿De un gordo mofletudo, grasoso, hijo de su madre, que agarra un trombón?... Antonieta: ¡Y les quita la nota! Arcángel: ¡La nota más esperada en el universo! Antonieta: Es para ponerse a llorar. Arcángel: Es lo que hacen. ¿No has notado cómo han aumentado las lluvias? Antonieta: ¿Y Dios? Arcángel: (Pausa corta. Simulando) Muy bien, gracias. Antonieta: ¿Qué hace? Arcángel: Pues... (Carraspea) En El Limbo... Antonieta: ¿Seguro? Arcángel: En cura de sueño. Antonieta: ¿Tan preocupado está? Arcángel: Eso parece... Antonieta: ¿Circulan otras teorías sobre su comportamiento? Arcángel: (Dudando) Este.., sí. Francamente, sí. Algunos sostienen que acudió allí con toda premeditación ya que las tinieblas que rodean el lugar son impenetrables, salvo para El. Antonieta: ¿Con qué objeto? Arcángel: En el Limbo puede reírse con libertad ante todo lo que ocurre. Antonieta: ¿Reírse? Arcángel: Como lo oyes... Teoría que no puede desestimarse pues todo... ¡Absolutamente todo!... entra en sus designios. Hasta el hecho de un imbécil tocando la nota de El Juicio Final en un trombón terráqueo. Antonieta: ¿Y por qué no se ríe ante todos? Arcángel: Dios, siendo como es El Más Excelente Humorista conocido, considera que sólo El puede disfrutar a plenitud sus propios chistes. Antonieta: ¡Qué egoísta! Arcángel: ¿Qué dices, blasfema? (Pausa corta. Saca una libreta) Hay verdades que ni deben pensarse siquiera. Antonieta: Señor arcángel, lo único que deseo es conocer mi misión. Arcángel: (La estudia de arriba a abajo) Ninguna. Antonieta: ¿Cómo? Arcángel: Sólo estoy aquí para informar sobre tu estado. Antonieta: (Asombrada) ¡Pero!... no sé... Creo que podrían aprovecharme. Arcángel: ¿De qué manera? Antonieta: Algo importante.... Mostrar al mundo descreído la verdad sobre la condenación eterna. ¡El Juicio Final! ¡Lo terrible de...! Arcángel: (Interrumpiéndola) ¡Ya! ¡Ya!... (Pausa corta) ¿No te has visto? Antonieta: (Se sitúa ante el espejo. Se contempla. Tras ella se coloca el arcángel) ¿Verme? Arcángel: La figura joven, el encanto... Antonieta: (Coqueta. Se retoca el pelo) Gracias, qué gentil... Arcángel: ¿Por qué supones que la gente te creerá? Antonieta: ¡Lo harán! Arcángel: Lo más probable es que termines en un hospital psiquiátrico, flotando en un caldo de tranquilizantes. Antonieta: ¡Tengo testigos!... El testimonio de mi nieta, la tumba vacía, el certificado de defunción... Arcángel: Bien, bien.., Supongamos que te creen. ¿Ah?... Todo el mundo se convence... ¿Te imaginas el pánico y la corredera aquí abajo? ¡La inaudita orgía que se armaría ante la inminente llegada del Juicio Final?... Antonieta: Quizá prefieran rezar antes que meterse en orgías. Arcángel: ¡Como se nota que conoces al hombre! (Amenazante) Escucha... ¿Por qué no nos ayudas y te quedas tranquila? ¿Sí? (Suave) Muy tranquila... (Le grita) ¡Total y absolutamente paralizada! ¿Es que no te basta con tener alteradas las esferas celestiales? Antonieta: (Aturdida ante los razonamientos) Me callo. Me olvido de cualquier misión. Arcángel: Perfecto. (Saca un lápiz para anotar) ¿Estado de salud? Antonieta: Inmejorable. Al principio jaquecas, aturdimiento. Arcángel: Normal. Son los síntomas del período post resurrección... ¿Funciones locomotoras? Antonieta: ¿Loco qué? Arcángel: (Con paciencia) Camina... Antonieta camina con pasos que pretenden ser gráciles. Arcángel: Salta. Antonieta da dos saltitos. Arcángel: ¿Memoria? Antonieta: Excelente, aunque mi nieta dice que es un tanto arcaica... Arcángel: A ver los dientes... (Examina los dientes de Antonieta) Abre más la boca... Antonieta: Me siento como una yegua. Arcángel: (Anotando) Total, resurrección perfecta. Antonieta: Era de esperarse. ¿O no? Arcángel: ¿Con un trombón? (Ríe siniestramente) Tienes suerte, niña. ¡Mucha suerte! Con ese instrumento deberías haber resucitado de noventa y tres años con los achaques en flor.... Antonieta: (Un poco asustada) ¿Y eso... de pronto... puede ocurrir? Arcángel: Eso pregúntaselo al Señor que está en el Limbo. Antonieta: (Lloriquea) ¡No quiero ser una vieja! Arcángel: Ser anciana te ayudaría en todos tus propósitos de penitencia. ¿No te parece?... Calmaría ciertos ardores propios del joven estado físico que ahora posees. Antonieta: Para ser santa no es necesario ser fea y achacosa. Arcángel: Pero ayuda, niña. Ayuda. Antonieta: Estoy bien así. Arcángel: Por lo pronto no metas preocupaciones místicas en tu cabeza. ¡O cambios en tu estado corporal! Nuestro Señor, por lo general, se ríe durante un buen rato de sus bromas... ¡Y hay que ver el tiempo que para Dios significa un buen rato!... (Guarda la libreta) Bien, te dejo... ¡Y abandona los fanatismos y predicaderas!... Antonieta: ¿Me abandonas? Arcángel: Tengo mis ocupaciones... Antonieta: ¿Qué hago? Arcángel: Vivir, tonta. Antonieta: Pero... esta época. Arcángel: ¿Qué tiene? Antonieta: Está llena de obras del demonio: artefactos eléctricos, vestimenta escasa, divorcios... Arcángel: Sí, es un tiempo más fácil de vivir... Antonieta: ¿Fácil? Arcángel: Amorcito, si llegas a conocer las exquisiteces de la Edad Media bendecirías tu suerte... Antonieta: Soy virgen de nuevo. Arcángel: ¡Aleluya! El arcángel inicia su ascenso a las regiones sagradas. Antonieta: ¡Hey!... (El arcángel se vuelve) ¿Puedo utilizar el secador de pelo? Arcángel: Querida niña, en la Bienaventuranza abundan los secadores de pelo. (Remueve su cabellera) ¿De dónde crees tú que salió este peinado? |
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