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ACTIVIDADES DE REPASO: MORFOLOGÍA 1ª PARTE: SUSTANTIVOS, ADJETIVOS, DETERMINANTES Y PRONOMBRES.
Aunque asombrosos, estos sucesos no resultan oscuros, sin embargo, ni en su génesis, ni en su manifestación, ni en su proceso: el historiador posee todos los datos para, llegada la oportunidad, organizarlos dentro de un relato congruente y claro, desde la tormentosa sesión del gabinete, espontáneamente reunido en Palacio al cundir la noticia del asesinato de Bocanegra, hasta el momento presente: la disputa surgida en aquella reunión ministerial de emergencia, con secuela de insultos, bofetadas y puñetazos entre los miembros del gobierno. Francisco Ayala, Muertes de perro Asombrosos: adjetivo calificativo, masculino, plural, grado positivo. Sucesos: sustantivo común, contable, concreto, individual, masculino, plural.
El capitán se fue a por él derecho, y en cuanto el inglés tendió la espada para defenderse a distancia, afirmó un pie, avanzó el otro, dio un rápido toque de su acero contra el enemigo, y apenas apartó aquel la espada, Alatriste lanzó un golpe lateral con la vizcaína para desviar y confundir el arma del contrario. Un instante después, este había retrocedido otros cuatro pasos y se batía a la desesperada, la espalda contra el muro y sin espacio para obrar, mientras el capitán se disponía, metódico y seguro, a meterle tres cuartas de acero por el primer hueco y zanjar la cuestión. Lo que era cosa hecha, pues, aunque el mozo reñía con valor y buen puño, era demasiado fogoso y estaba ahogándose en su propio esfuerzo. En esas, Alatriste oía a su espalda el tintineo de las espadas del italiano y el otro inglés, su resuello y sus imprecaciones. Arturo Pérez-Reverte, El capitán Alatriste
La abuela Tecla está sentada en una butaca roñosa al lado de su cama, y mamá le está cepillando el pelo. Debió de ser guapa la abuela. Labios gruesos y extrañamente rosados, ojos claros, el derecho semicerrado, cabello amarillento y ralo, la sombra de un bigote sobre las comisuras de la boca. Clava la barbilla en el pecho y sonríe, pero con el ceño fruncido, como si desaprobara su propia sonrisa. El lado derecho de la cara se le cae y el ojo de ese lado soporta un párpado que más parece una cara de almendra seca. Juan Marsé, Rabos de lagartija
En realidad, nunca le había gustado aquel cuadro. Tenía algo de inquietante y deforme que le resultaba molesto. Prefería una casa con más color y placentera. Un paisaje como los que se pintaban antes. Algo bonito de verdad, con las cosas en su sitio, donde los campos fueran verdes, los tejados rojos y el cielo azul. Pero aquel era un cuadro de valor. Todo el mundo que entendía de pintura se lo decía. Un valor que, aseguraban los entendidos, se multiplicaría en el futuro, cuando el autor fuese uno de esos individuos que parrandeaban en el lienzo. Manuel Rivas, ¿Qué me quieres, amor?
Puedes ir tú, nosotros te esperamos aquí. No se convencerán por lo que yo le hable. Yendo usted en persona y contándoselo bien, es seguro que no se pierde. En usted tiene fe, pues con lo poquito que le oyó explicar de su enfermedad ya se tiene por curada, y no le entra más el arrechucho. Con que volvamos, si le parece bien. Déjame, déjame que lo piense […] Pensaba Nazarín que iban demasiado bien aquellas penitencias para ser tales penitencias, pues desde que salió de Madrid llovían sobre él las bienandanzas. Nadie le había tratado mal, no había tenido ningún tropiezo; le daban limosna casi siempre que la pedía, y le eran desconocidas el hambre y la sed. Y, a mayor abundamiento, gozaba de la preciosa libertad, la alegría se desbordaba en su corazón y su salud se robustecía. Ni un triste dolor de muelas le había molestado desde que se echó a los caminos, y, además, ¡qué ventura no cuidarse del calzado ni de la ropa ni inquietarse por si el sombrero era flamante o viejo, o por si iba mal o bien pergeñado! Benito Pérez Galdón, Nazarín. REALMENTE PUEDES AMPLIAR TODOS LOS EJERCICIOS INTENTANDO SEÑALAR LA CATEGORÍA MORFOLÓGICA DE CADA UNA DE LAS PALABRAS QUE APARECEN EN TEXTOS O ENUNCIADOS. 2ª PARTE: VERBOS
Aquello sucedió a los diecisiete años. Estábamos en la playa por la tarde y de repente veo unos brazos que sobresalen del agua. Eran tres muchachas que habían sido arrastradas mar adentro por la resaca y cuando llegué hasta ellas ya estaban casi ahogadas. Las cogí como pude procurando mantenerles la boca fuera del agua y fui poco a poco acercándome a la playa.
PASIVA:
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3ª PARTE: ADVERBIOS/LOCUCIONES ADVERBIALES; PREPOSICIONES/LOC. PREP, CONJUNCIONES/LOC CONJ
Se oyeron pronto los pasos del prior: menudos, quedos, rápidos. Abrió la puerta. Pasaré yo delante para encender. Cierre enseguida. Aquí dentro también hace frío, pero no está helado, como el claustro.
a) por los codos b) sobre todo c) a la greña d) en gran parte e) de corazón f) a derechas g) a diestro y siniestro h) a pedir de boca
Estoy sentado en un banco cuya dureza me impide encontrar una posición que me permita dormir un rato. Alguien se mueve allá dentro. Sé que es imposible porque el expendio está contra un rincón en donde no hay puerta alguna. Sin embargo, a cada momento es más evidente que hay alguien encerrado. Me hace señas y alcanzo a distinguir una sonrisa en ese rostro impreciso, no sé si de mujer o de hombre. Me dirijo hacia allí con las piernas entumecidas por el frío y por la incómoda posición en que he estado durante tantas horas. Alguien susurra allá dentro palabras ininteligibles. Acerco la cara a la reja protectora y escucho un murmullo: “Más lejos, tal vez”. Álvaro Mutis, Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero
a) Realmente, no sé a qué se dedica b) Me comentó secretamente sus planes para el domingo. c) Lo encontré casualmente comprando el periódico. d) Se sintió mal repentinamente. e) Nos pidieron que saliéramos inmediatamente de allí. f) Generalmente, voy los viernes al cine. g) Es una persona que elabora sus trabajos cuidadosamente. h) Su actividad es mirada recelosamente.
Aunque había cumplido ya cincuenta y tres años, estaba tan bien conservado que parecía mucho más joven. Era alto, enjuto de carnes, ágil y recio, con poquísimas canas aún, atusados y negros los bigotes y la barba, muy atildado y pulcro en toda su persona y traje y con ojos expresivos y grandes. No le faltaba muela ni diente, que los tenía sanos, firmes y muy blancos e iguales. Pasaba don Paco por hombre de amenísima y regocijada conversación, salpicada de chistes con que hacía reír sin ofender ni lastimar al prójimo y por hábil narrador de historias. Juan Valera, Juanita la Larga
Desembarcamos sobre la ribera del mar, y dormidos esperamos a la divina Eos. Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, envié a unos compañeros al palacio de Circe. No dejó Circe de percatarse que habíamos llegado de Hades y se presentó enseguida para proveernos. Y con ella sus siervas llevaban pan y carne en abundancia y rojo vino. Y colocándose entre nosotros dijo la divina entre las diosas: Desdichados, vosotros que habéis descendido vivos a la morada de Hades; seréis dos veces mortales, mientras que los demás hombres mueren sólo una vez. Pero vamos, comed esta comida y bebed este vino durante todo el día de hoy y al despuntar la aura os pondréis a navegar; que os mostraré el camino y os aclararé las incidencias para que no tengáis que lamentaros de sufrir desgracias por trampa dolorosa del mar o sobre tierra firme.
Debo confesar que soy nervioso, muy, muy nervioso, tremendamente nervioso. Pero, ¿por qué motivo os empeñáis en decir que estoy loco? Aquella enfermedad había agudizado mis sentidos, pero no los había destruido ni embotado. Sobre todo tenía un oído agudísimo. Oía todas las cosas del cielo y de la tierra, e incluso muchas cosas del infierno. ¿Cómo, pues, puedo estar loco? ¡Escuchad y observad con cuánta cordura y con cuánta calma puedo contaros toda esta historia! Es imposible decir en qué momento entró por primera vez la idea en mi cerebro; pero, una vez concebida, me persiguió día y noche. No había motivo alguno. Pasión, no la había tampoco. Yo quería al viejo. Nunca me había hecho ningún mal. No codiciaba su oro. ¡Creo que era su ojo! Tenía un ojo de buitre…, un ojo azul pálido con una catarata en él. Edgard Alan Poe, El corazón delator.
Mit-sah, el hijo de Castor Gris, estaba en el bosque recogiendo leña cuando se topó con el muchacho al que Colmillo Blanco había mordido. Sintiéndose fuerte porque varios compañeros estaban dispuestos a ayudarle, el muchacho recibió a Mit-sah con burlas e insultos. Muy pronto Mit-sah se sintió perdido, porque estaba solo contra siete u ocho muchachos de su edad. No lejos de allí, el joven lobo presenciaba el enfrentamiento. Era una lucha entre los hombres y pensaba que no era asunto suyo; pero cuando advirtió que su amo estaba en un aprieto, de un salto se situó en medio del combate. En pocos minutos, los muchachos habían huido y Colmillo Blanco regresó triunfalmente a la tienda de Castor Gris. Cuando Castor Gris supo lo sucedido, ordenó que premiaran al joven lobo con una ración doble de carne. Colmillo Blanco nunca había visto tanta carne junta y, cuando poco después se tumbó tranquilamente junto al fuego, sintió que aquel día había aprendido una nueva ley: “sus” dioses eran intocables y era su deber atacar a cualquiera que intentara hacerles daño. Jack Londo, Colmillo Blanco.
En una de las visitas que, como remanso en la lucha diaria hago a la vieja y silenciosa Toledo, sucedieron estos pequeños acontecimientos que, agrandados por mi fantasía, traslado a las blancas cuartillas. Vagaba una tarde por las estrechas calles de la imperial ciudad con mi carpeta de dibujo debajo del brazo, cuando sentí que una voz como un inmenso suspiro pronunciaba a mi lado vagas y confusas palabras. Me volví apresuradamente y cuál no sería mi asombro al encontrarme completamente solo en la estrecha calleja. Y, sin embargo, indudablemente, una voz extraña, mezcla de lamento, voz de mujer sin duda, había sonado a pocos pasos de donde yo estaba.
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