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14 Miré nuevamente hacia la ventana por donde había salido y vi allí mi cuerpo luminoso —al que en adelante llamaré así—; descubrí que él era como un verdadero puente entre mi vida mental consciente y mi vida física y que actuaba como transmisor de vibraciones entre mi cuerpo físico y el mental. Más tarde, analizando cuanto estaba viviendo en esos instantes, llegué a las siguientes conclusiones: 1.- Durante el sueño, el cuerpo luminoso puede separarse del físico y actuar libremente, en su propio plano, pero sin alejarse mucho del cuerpo físico. 2.- Que el hombre o YO, puede separarse también del cuerpo luminoso, dejándolo cerca del físico, mientras él puede actuar libremente en su estado o, mejor dicho, en otro plano, al que algunos llaman Plano Mental. Al contemplar más detenidamente a aquella multitud, percibí que todos los seres emanaban un ovoide de colores diferentes. En la mayoría de ellos, se erguía sobre su parte más ancha, apuntando hacia arriba la parte más estrecha; sus colores eran muy turbios y sucios y sus vibraciones muy lentas y groseras. Un pequeño número de ellos, por el contrario, llevaba la posición de su ovoide invertida, con pocos colores, muy nítidos, definidos y brillantes, constituidos por materia más fina y transparente. Entre estos últimos, algunos tenían la cabeza rodeada de un color amarillo, otros de rosado y otros, de azul. Supuse, por la sensación que me produjeron, que éstos eran, respectivamente, sabios, afectuosos y devotos. Había otra característica particular en las luces emitidas: los colores nítidos y brillantes se hallaban siempre en la parte superior del cuerpo, en tanto que los colores turbios, sucios y confusos se encontraban en la parte inferior, como si cada cualidad se manifestara en un color particular, en un tipo especial de materia y color de luz. Los colores limpios permanecían inalterados por mucho tiempo, en tanto los colores sucios desaparecían y cambiaban con mucha rapidez, como sí fuesen devorados por el viento. Sentí antipatía por los seres de colores turbios y deduje intuitivamente que se debía a que eran faltos de desarrollo 15 mental y psíquico, mientras que los de colores limpios habían alcanzado un nivel muy adelantado de esas facultades. Después de contemplar muy detenidamente todo aquello, sentí que comprendía lo siguiente: El YO SOY - Dios, mora en la parte superior, más alta, de nuestra mente y a EL, por afinidad, sólo se puede llegar por pensamientos elevados y altruistas, en tanto que los pensamientos inferiores no tienen acceso sino a sectores también inferiores del yo inferior. Entre otras características de las auras de los seres de luminosidad límpida, me percaté de que algunos la tenían salpicada de motas opacas y borrosas de color escarlata; otras tenían el cuerpo más definido. El cuerpo luminoso de algunos, muy pocos, era de una sorprendente belleza, muy bien delineado y brillante, con una franja de color lila sobre la cabeza, envuelta en una nube brillante de color amarillo, debajo de la cual había una ancha franja azul; a través del cuerpo otra franja rosada y, la parte inferior del cuerpo, de color verde. Algunos cuerpos vibraban de muchas maneras distintas al mismo tiempo, generando un aspecto feo, molesto y hasta horrible, con sus vibraciones contagiosas, que causan enfermedades nerviosas a quienes fueren sensibles y estuvieren agobiados por inquietudes y preocupaciones. Esos seres me dieron la impresión de ser enfermos que padecían tumores que les arrebataban la vitalidad. Aquéllos con aura blanca o descolorida me produjeron miedo y repugnancia, como si estuviera ante seres infames y malignos, dispuestos a devorarme. Miraba yo a un niño, de colores hermosos y brillantes, libres de toda mácula, cuando sentí una urgente necesidad de volver a mi cuerpo y, casi instantáneamente, me introduje en él y desperté asustado. Mí amiga estaba cerca de mí y trataba de cubrir mi espalda destapada. ¿Cómo está? —me preguntó. Estaba bien... estoy bien. Y la luz del día llegaba a mí a través de las persianas. 16 Capítulo Segundo El Segundo Día Por la mañana, mi estado general era calamitoso. Sentía que la muerte aleteaba a mi alrededor y ese aleteo me producía un raro placer. Nunca tuve miedo a la muerte, pero en aquel estado, la idea de morir se había convertido en una sensación grata. Vino el médico. Mientras me examinaba, tuve que ocultar mi impaciencia, porque anhelaba estar solo, para poder analizar con calma lo que había vivido en la noche pasada. Finalmente, me inyectó penicilina; recetó otros remedios; cobró su visita, y salió prometiendo volver al día siguiente. Cuando pude estar solo, hice los siguientes razonamientos y llegué a las siguientes conclusiones. La experiencia de la noche previa fue algo muy especial. Mi mente permaneció tan lúcida durante la noche, como lo estaba en esos momentos. Según mis observaciones, el hombre sin desarrollo, mientras duerme, vive una existencia muy vaga y, al despertar, su cuerpo físico recuerda muy poco o nada de su vida durante el sueño, en tanto que el hombre desarrollado, a través de su sueño físico se convierte, por medio de su poder mental y deseos, en servidor del mundo y trabajador consciente en la obra universal. Ahora era urgente para mí, comprender bien cuanto había visto. Particularmente necesitaba darme una explicación para esa insólita penetración recíproca que se hacían aquellos seres que se atravesaban entre sí sin siquiera percatarse de la existencia del otro. Si no se trataba de entes de naturaleza inmaterial, como los campos electromagnéticos, las ondas de radio o los rayos X, por ejemplo, podría explicarme su comportamiento recordando que el espacio vacío dentro de los átomos es infinitamente mayor que el volumen de la materia que los constituye y que ese hecho permite, a un ser que vive en el mundo luminoso, que pueda ocupar el mismo espacio de un ser que habita en el mundo físico. O tal vez, ¿sería esta substancia lo que las ciencias ocultas han llamado éter, presente en toda la materia conocida, desde 17 el sólido más denso, hasta el gas más rarificado? ¿Será, quizás, un fenómeno producido por el espacio relativista? ¿Será un mundo que se desenvuelve en una dimensión espacial adicional? Sólo así un ser que vive en el mundo luminoso o astral —como lo llaman los místicos—- puede ocupar el mismo espacio que un ser que vive en el mundo físico, sin que ninguno esté consciente de la existencia del otro, ni se estorben en sus movimientos. Una de esas hipótesis necesariamente debe ser la correcta, según pienso, porque no encuentro otra explicación. Mi amiga y anfitriona quiso darme de comer, pero le rogué que no lo hiciera, porque no tenía apetito; en cambio quería dormir. Ella, entonces, acomodó las almohadas, me cubrió y, después de decir «hasta luego», salió cerrando tras sí la puerta. Cinco minutos después, me sentí otra vez fuera de mi cuerpo. Nuevamente comencé a estudiar mi cuerpo. Le tuve cariño, sin saber por qué. Lo contemplé un rato, durante el cual le di gracias por haberme alojado durante tantos años. En aquel momento no sufría y lo veía como algo ajeno a mí, después de ser mío, privativa e inseparablemente, durante toda mi vida. No me detuve mucho tiempo en el análisis de mis sensaciones, porque en ese estado me volvía como un niño al que cualquier novedad le distrae. Era de día y veía las cosas y los seres tan claramente como lo había hecho durante la noche anterior. Ahora descubrí, al ver el Sol, que me parecía ser un inmenso órgano tocado por seres invisibles; no se oía sonido alguno, pero mi hábito de asociar sensaciones con música, me había llevado la noche anterior y ahora, a imaginar que cuanto veía estaba acompañado por sonidos indescriptiblemente bellos. Aquella luz tan intensa no provenía del Sol ni de otra fuente similar, lo que me convenció de que se trataba de una ilumi- 18 nación inmaterial, como la luz de todo lo que me rodeaba, razón por la cual no se la podía ver con los ojos del cuerpo físico. Lo único parecido a ello era el fenómeno que me acontece siempre, antes de entrar en el sueño profundo que, según creo, lo ha constatado la mayoría de las personas. En el momento de entrar en el verdadero sueño y perder definitivamente el estado de conciencia, con los ojos cerrados, se comienza a ver nítida y claramente ciertos paisajes con muchas personas. Varias veces he dibujado aquellos parajes y caras por completo desconocidos para mí. Muchos amigos me han confirmado que han vivido este fenómeno a la hora de dormir. De nuevo me asomé a la ventana y vi, como si fuera con los ojos y al igual que la noche anterior, una multitud de seres, en el mismo estado que ya describí, con aquella quietud y lentos movimientos; pero esta vez me percaté de que había también mucha gente con sus cuerpos físicos, que caminaban por el parque rápidamente, atravesando los cuerpos etéreos que se encontraban allí, sin percatarse los unos de la presencia de los otros. Los transeúntes entraban en la atmósfera de aquellos seres, como si pasaran por el campo luminoso de un farol de la calle. Otra vez quise estar en el parque, y allí estuve. Para ello me dividí, como antes, en tres seres. A decir verdad, no encuentro las palabras adecuadas para relatar y describir el fenómeno que tenía lugar en ese instante: yo sentía que mi cuerpo físico estaba acostado en la cama. Veía (¿Podría decir que yo veía? ¿con qué ojos veía, si los míos estaban cerrados, en mi cuerpo que dormía?). No sé, pero tenía la evidencia de que mi cuerpo luminoso estaba en la ventana contemplando (contemplando, ¿cómo?). Perdón: estaba de pie, junto a la ventana frente al parque en el que yo me encontraba. No me satisface esa descripción y no se me ocurre otra que pudiera ser más comprensible para el lector. Tal vez tenga mejor suerte con un ejemplo, aunque resulte un poco burdo. Suponga, querido lector, que usted está enamorado y que se halla lejos de su amada. En un momento de nostalgia, saca 19 de su cartera un retrato de ella y lo mira con plena atención, con toda su ternura y todo su sentimiento. En ese estado, podría decirse que usted está entres partes simultáneamente: mientras su cuerpo físico se halla en un lugar distante del ser querido, su atención está fija en el retrato, ajena a cuanto sucede a su alrededor, y su corazón y todo su amor están en torno al original de esa fotografía, alejados de la percepción emotiva que podría inspirarle su contorno. De esa manera, se puede decir que usted es una unidad, pero en ese instante se ha dividido en tres, para atender a su mente y sentimientos. Esta es la mejor explicación que he encontrado. Sólo añadiré que yo sentí que mi cuerpo estaba acostado y dormido; que mi otro cuerpo me esperaba en la ventana, mientras que mi yo consciente estaba en el parque, junto con la multitud. Por lo tanto, estaba separado de mis cuerpos y, al mismo tiempo, unido a ellos. Es un principio de física que dos cuerpos materiales no pueden ocupar el mismo lugar, al mismo tiempo; pero millones de vibraciones y notas musicales pueden ocupar el mismo lugar, en el mismo instante, como sucede cuando una orquesta interpreta la Novena Sinfonía de Beethoven. De aquí podemos deducir que, al hablar del cuerpo físico y de los otros cuerpos invisibles del hombre, debemos comprender la idea de los diversos «Planos de Existencia». La palabra «planos», en su acepción general, significa capa o superficie plana de sustancia material. Esta es una manera de comprenderla, limitada al concepto de lugar. Por "plano", en nuestro caso, se entiende un estado de conciencia —como lo son la alegría o la tristeza— y no un lugar. Cuando muchos instrumentos suenan al mismo tiempo, innumerables vibraciones llenan el aire; sin embargo, quien escucha, puede fijar la atención de su oído en determinado instrumento y hasta seleccionar ciertas notas; simultáneamente, ninguna de las demás se pierde, porque todo el conjunto orquestal se reúne en el pequeño espacio del tímpano auditivo. Otro ejemplo nos ofrece la naturaleza: cada color tiene su lugar en la escala vibratoria de la luz. Por medio de un prisma 20 de cristal se puede descomponer la luz blanca en siete colores visibles. Todos ellos están en cada punto del espacio por donde pasa el rayo del Sol y se manifiestan por descomposición de la luz. Pero existen, más allá del campo de la visión humana, colores invisibles, porque sus vibraciones son demasiado altas o demasiado bajas, de modo que no pueden ser percibidas sino por medio de instrumentos apropiados. En ciertos sistemas telefónicos pueden pasar varios despachos en varios idiomas, por los mismos conductores, sin interferirse unos con otros. La atmósfera puede estar llena de emisiones de radiodifusión, sin que haya interferencia porque, normalmente, cada una de ellas no advierte la presencia de las demás ni recibe su influjo. De la misma manera, podemos concebir varios mundos que ocupan el mismo lugar en el espacio, pero cada uno con diferente tónica de vibración, de suerte que los seres vivientes en uno de dichos mundos (y aquí está la solución del misterio), por la diferencia vibratoria, desconocen totalmente la existencia de los otros seres que cohabitan con ellos. Luego, «los planos de la vida representan grados diferentes de vibración o de energía vibratoria, y no de materia». «La Materia, aun en su más sutil modalidad, es una muy baja modalidad de energía vibratoria» (Ramacharaka). De esta manera, no se debe comprender que se trata de «lugares», cuando aquí se habla de los planos de existencia extramaterial que constaté fuera de mi primer cuerpo físico. Ahora surgen miles de preguntas: ¿cómo puede existir un parque que esté lleno de gente sin su cuerpo?, ¿cómo asomarse a una ventana sin estar físicamente allí?, etcétera. Perdón, querido lector: he descrito hasta ahora el primer plano de mi existencia. En mi vida física, puedo mirar por aquella ventana, al parque y sus árboles, que están frente a mi habitación. En esas condiciones, no se podría explicar, cómo pude bajar desde el séptimo piso —donde yo estaba ubicado— hasta el parque, para juntarme con aquella multitud, en la que nadie percibía siquiera mi presencia a su lado. Por lo tanto, decir «bajar» y «subir» resulta confuso, porque estaba en el parque, sin tomarme la molestia de usar el ascensor o descender por la escalera, y tenía la sensación de encontrarme abajo y arriba al mismo tiempo y por añadidura, 21 acostado en la cama. Yo era como una cuerda de violín que emite notas diferentes según la tensión a la que esté sometida. De esta manera, el paso de un estado a otro puede concebirse como un cambio de vibración de la energía que anima a todas las cosas. No puedo explicar más, querido amigo lector. El asunto es inaccesible a los sentidos corporales; pero la mente lo comprende sin palabras. Este plano, llamado por los espiritualistas plano astral o luminoso (San Pablo), parece estar compuesto, según se ha visto, de numerosos planos y subplanos que se extienden desde el más cercano al mundo físico hasta el más distante de la percepción humana o mundo espiritual y, entre estos dos extremos, puede observarse una innumerable variedad de fenómenos y fases de existencia. Como ya dije, mientras estaba en aquel estado tan raro y nuevo para mí, me pareció ver espectros y otras apariciones de seres muertos que yo había conocido; aunque lo más curioso era la presencia de algunos animales y de muchas personas que vivían todavía en el mundo físico. Así mismo, ya dije que todos en general tenían cuerpos luminosos, si bien con luces muy diferentes unos de otros, a quienes yo percibía de manera muy detallada, en tanto que muchos de ellos no se percataban de la existencia de sus vecinos, a punto tal que se interpenetraban y atravesaban sin darse cuenta de ello. Entre tanto, por el color, yo podía distinguir intuitivamente lo bueno o superior, de lo inferior. Lo que correspondía a sentimientos elevados, según el concepto humano, tenía colores nítidos, claros y brillantes, mientras que lo burdo poseía colores sucios y confusos. Al parecer, mi vida en este estado ha dejado de ser una serie de días de conciencia despierta y de noches de olvido. Comencé a actuar e ir de un lado a otro, porque descubrí que poseía gran movilidad y podía trasladarme a grandes distancias de mi cuerpo físico —que estaba sumido en sueño— y de aquél que se hallaba junto a la ventana, que vigilaba a los dos: al dormido y al que se le alejaba. |
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