descargar 55.43 Kb.
|
Todo, pues, depende de lo que deseáis que sea la vida. Si os proponéis que la vida sea una serie de conflictos, entonces la expansión militar es inevitable. Mas si la vida está destinada a ser vivida dichosamente, con pensamiento, con solicitud, con afecto, entonces el militar, el soldado, la policía, el abogado, son un estorbo. Pero el abogado, el policía y el militar no van a abandonar sus profesiones, como tampoco vosotros dejaréis vuestros hábitos de explotación, ya sea en lo psicológico o exteriormente. Es pues muy importante, señor, que usted descubra por sí mismo qué objeto tiene el vivir, no que lo aprenda de alguien, sino que lo descubra por sí mismo, lo cual significa darse cuenta de sus actos de todos los días, de sus diarios pensamientos y sentimientos. Y cuando lo perciba plenamente, esa percepción le revelará el verdadero objeto . Pregunta: ¿Qué lugar ocupa el arte en la educación? KRISHNAMURTI: No se muy bien qué es lo que usted entiende por arte. ¿Entiende que es colgar cuadros en su aula, o ayudar al niño a hacer un dibujo conforme a un modelo, porque usted ha aprendido algo de técnica? ¿O bien entiende usted que se trata de enseñar al niño a ser sensible, no a usted como maestro, ni a lo que usted dice, sino sensible a las miserias, a las confusiones, a las penas de la vida? ¿Desea enseñarle simplemente a pintar, o quiere usted que él esté despierto a la influencia de la belleza, no de tal o cual cuadro o estatua, sino a la belleza en sí? En la civilización moderna, señor, la belleza aparece tan sólo a flor de piel: en vuestro modo de vestir, de pintaros el rostro, de peinar vuestro cabello, de caminar. Discutimos sobre arte, y si la belleza está en la superficie, o si es cuestión de amor; si es exterior, o estriba en comprender el proceso íntimo del pensamiento. Tal como nuestra sociedad está construida, más nos interesa la expresión externa: el semblante, el “sari”, que aquello que es interior. No importa lo que seáis por dentro, pero debéis presentar una apariencia pasable y usar lápiz labial. Lo que sois por dentro no tiene importancia. De suerte que más nos interesa la técnica que el vivir, la mera expresión que el amor. Por lo tanto, nos valemos de las cosas externas como medio de disimular nuestra fealdad interior, nuestra íntima confusión. Escuchamos música para escapar a nuestro dolor. En otras palabras. Llegamos a ser espectadores, no jugadores. Para ser creadores habéis de conoceros a vosotros mismos, y ello es en extremo difícil; pero aprender una técnica es comparativamente fácil. De modo que, cuando habláis del arte en la educación, no sé exactamente qué queréis decir. Es obvio que a las influencias ambientales externas les corresponde su lugar: pero cuando lo externo se ve acentuado, la confusión interior no se comprende, y así la comprensión íntima, la belleza interior, se ven desconocidas; y sin belleza interior, ¿cómo puede haber una expresión externa de belleza? Y para cultivar la belleza interior, es precisó que primero os deis cuenta primero de la confusión intima, de la íntima fealdad, porque la belleza no surge de por sí. Para ser sensibles a la belleza, tenéis que comprender lo feo y lo confuso; y sólo cuando el orden nace de la confusión, hay belleza. Pregunta: ¿A quién llamaría usted un maestro perfecto? KRISHNAMURTI: No, evidentemente, al maestro que tiene un ideal, ni al que comercie con la enseñanza, ni al que ha fundado una organización, ni al que sirve de instrumento al político, ni al que está ligado a una creencia o a un país. El perfecto maestro es ciertamente el que nada pide para sí, el que no está en las redes de la política, del poder, de la posición. Nada pide él para sí, porque interiormente es rico. Su sabiduría no reside en los libros; su sabiduría está en la vivencia, y la vivencia no es posible si él busca un fin. La vivencia no es posible para el que atribuye más importancia al resultado que a los medios; para el que desea mostrar que ha preparado tantos o cuantos estudiantes que han pasado brillantes exámenes, que han recibido diplomas universitarios de primera clase, o lo que sea. Es obvio que, como la mayoría de nosotros desea un resultado, prestamos escasa atención a los medios empleados, y por lo tanto nunca podremos ser perfectos maestros. Lo cierto, señor, es que para que un maestro sea perfecto, él tiene que estar más allá y por encima del control de la sociedad. Debe enseñar sin que se le diga lo que ha de enseñar; y ello significa que no debe tener posición alguna en la sociedad. No debe tener ninguna autoridad en la sociedad, porque, en cuanto tiene autoridad ya forma parte de la sociedad; y como la sociedad está siempre en proceso de desintegración, un maestro que forme parte de la sociedad no podrá nunca ser un maestro perfecto. Debe estar fuera de ella, lo cual significa que nada puede pedir para sí. La sociedad, por lo tanto, debe ser lo suficientemente esclarecida para proveer a sus necesidades. Pero nosotros no queremos tal sociedad esclarecida, ni tales maestros. Si tuviéramos tales maestros, la sociedad actual estaría en peligro. La religión no es la creencia organizada. La religión es la búsqueda de la Verdad, que no es de ningún país, de ninguna creencia organizada, que no reside en ningún templo, iglesia o mezquita. Sin la búsqueda de la Verdad, ninguna sociedad puede existir durante mucho tiempo; y mientras exista, tiene forzosamente que producir desastres. El maestro, ciertamente, no es el mero dador de información, sino alguien que señala el camino de la sabiduría; y el que indica la sabiduría no es el “gurú” (guía espiritual). La verdad es mucho más importante que el maestro. Por lo tanto vosotros, que sois los buscadores de la verdad, tenéis que ser a la vez estudiante y maestro. En otros términos, tenéis que ser perfectos maestros para crear una nueva sociedad; y para que el perfecto maestro surja en vosotros, debéis comprenderos a vosotros mismos. La sabiduría empieza con el conocimiento propio; y sin conocimiento propio, la mera información conduce a la destrucción. Sin conocimiento propio, el aeroplano llega a ser el más destructivo de los instrumentos en nuestra vida; pero con conocimiento propio, es un medio de ayuda humana. Un maestro, pues, tiene evidentemente que ser alguien que no esté en las garras de la sociedad, que no juegue a la política del poder ni busque posición o autoridad. Él ha descubierto en sí mismo aquello que es eterno, y por lo tanto es capaz de impartir ese conocimiento que ayudará a los demás a descubrir sus propios medios de esclarecimiento. Pregunta: ¿Qué lugar ocupa la disciplina en la educación? KRISHNAMURTI: Yo diría que ninguno. Un momento, que ya me explico mejor. ¿Qué fin persigue la disciplina? ¿Qué entendéis por disciplina? ¿Qué ocurre cuando vosotros, que sois los maestros, aplicáis la disciplina? Forzáis, compeléis; hay coacción, así sea en forma bondadosa, delicada, lo cual significa conformidad, imitación, temor. Pero diréis: “¿Cómo es posible dirigir una gran escuela sin disciplina?” No es posible. Es por eso que las grandes escuelas dejan de ser institutos educacionales. Son institutos productivos, ya sea para el caudillo o para el gobierno, para el director o para el propietario. Señor, si usted quiere a su hijo, ¿lo somete a disciplina? ¿Lo compele? ¿Lo encaja en un molde de pensamiento? Lo observa, ¿no es así? Trata de comprenderlo, procura descubrir cuáles son los móviles, los impulsos, las urgencias, qué hay detrás de lo que él hace; y, comprendiéndolo, usted le asegura un ambiente propicio, suficientes horas de sueño, alimento conveniente, y juego en la medida justa. Todo eso implica el querer a un niño. Pero nosotros no amamos a los niños porque en nuestro corazón no hay amor. Los criamos, nada más. Y, naturalmente, si tenéis muchos debéis disciplinarlos, y la disciplina se convierte en un modo fácil de eludir las dificultades. La disciplina, después de todo, significa resistencia. Creáis resistencia contra aquello que disciplináis. ¿Imagináis que la resistencia traerá comprensión, pensamiento, afecto? La disciplina sólo puede erigir muros en torno vuestro. La resistencia es siempre exclusiva, mientras que la comprensión es inclusiva. La comprensión os viene cuando investiguéis, cuando inquirís, cuando buscáis hasta descubrir, lo cual requiere cuidado, consideración, pensamiento, afecto. Esas cosas no son posibles en una escuela grande: lo son tan sólo en una pequeña escuela. Pero las pequeñas escuelas no resultan lucrativas para el propietario privado o el gobierno, y puesto que vosotros, que tenéis la responsabilidad del gobierno, no os interesáis realmente por vuestros hijos, ¿qué importa eso? Si amarais a vuestros hijos, no como simples juguetes, como pasatiempo que os divierte un rato y después os resulta un engorro, si realmente los amarais, ¿permitiríais que todas esas cosas continúen? ¿No querríais saber qué comen, dónde duermen, qué hacen durante todo el día, si se les golpea, si se les reprime, si se les destruye? Pero esto significaría una investigación, tener consideración por los demás, ya se trate de vuestro propio hijo o del de vuestro vecino; y vosotros no tenéis consideración alguna, ni por vuestros hijos ni por vuestra esposa o esposo. El asunto está, pues, en vuestras manos, señores; no en las del gobierno o sistema alguno. Si todos nosotros nos interesásemos por los niños, mañana mismo tendríamos una nueva sociedad, pero en realidad no nos interesamos, y por eso no tenemos tiempo. Tenemos tiempo para el “puja” (ceremonia religiosa), para ganar dinero, para divertirnos, pero no para consagrar nuestro pensamiento o nuestra atención al niño. No estoy haciendo retórica. Este es un hecho, y vosotros no queréis hacer frente al hecho. Porque hacer frente al hecho significa que deberíais renunciar a vuestras diversiones y distracciones; ¿y pretenderéis decir que vais a abandonarlas? Por cierto que no. Arrojáis pues, los niños a las escuelas, y el maestro no se interesa por ellos más de lo que os interesáis vosotros. ¿Y por qué habría de hacerlo? Para él se trata de su empleo, de su dinero; y así la cosa continúa. ¡Y aquí nos reunimos toda una tarde para hablar de educación! Es realmente un mundo maravilloso el que hemos logrado. Es un mundo bien falso, superficial y repelente, si lo miráis detrás del telón; y el telón lo decoramos en la esperanza de que en el escenario todo andará bien. Señores, yo no creo que vosotros los educadores, ni los padres, os dais cuenta de cuán serias están las cosas. La catástrofe que está produciéndose en este país es evidente; pero vosotros no queréis despojaros de todo y empezar de nuevo. Deseáis hacer reformas que son remiendos, y ese es el porqué de todas estas preguntas. Señores, es preciso un nuevo punto de partida, y no puede haber reforma parcial; porque el edificio se derrumba, los muros ceden, y el fuego lo destruye. Tenéis que abandonar el edificio y empezar nuevamente en otra parte, con diferentes valores, con otros cimientos. Pero aquellos que lucran con la educación, ya se trate del Estado o del individuo, seguirán como antes porque no ven la destrucción, el deterioro, la degradación. Los que ven, en cambio, la totalidad de la catástrofe, no sólo en unos pocos lugares sino en el mundo entero, tienen que despojarse de todo y empezar de nuevo. No pretendo que nadie se desnude del saber sobre cosas externas, del conocimiento técnico. Bien sé que de eso nunca será posible despojarse. Se trata de la desnudez interior, de que os veáis tal como sois, de que veáis vuestra fealdad, vuestra brutalidad, vuestra crueldad, vuestros engaños, vuestra deshonestidad, vuestra falta absoluta de amor. Viendo todo eso, podéis empezar de nuevo y ser honestos, claros, sencillos, directos. Sólo entonces, por cierto, existe una posibilidad de que surja un mundo nuevo y un orden nuevo. La paz no llega mediante reformas que son remiendos. La paz no llega por el mero ajuste de las cosas tal como están. La paz llegará tan sólo cuando comprendamos lo que es, y no en la superficie sino a fondo. La paz podrá surgir tan sólo cuando la ola de destrucción que es la ola de nuestra propia acción- quede detenida. Señores, ¿cómo podremos tener amor? No persiguiendo el ideal del amor sino tan sólo cuando no haya odio, cuando no haya, codicia, cuando haya consideración, cuando haya generosidad; pero un hombre entregado a la explotación, a la codicia, a la envidia, nunca podrá conocer el amor. Cuando hay amor, los sistemas tienen muy poca importancia. Cuando hay amor hay solicitud, consideración, no sólo para con los niños sino para con todo ser humano. Marzo 13 de 1948. |