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Educando al Educador - ▓CONFERENCIA PRONUNCIADA POR JIDDU KRISHNAMURTI EN BOMBAY, INDIA, 1948▓ KRISHNAMURTI: Señor presidente y amigos: Se me han enviado muchas preguntas, y me propongo contestar esta tarde tantas como me sea posible. Todas estas preguntas han sido redactadas de nuevo, pero se ha conservado de ellas lo substancial. Algunas preguntas eran repetidas, y nos pareció que sería mejor combinarlas y escribirlas de nuevo y hay aquí unas 15 ó 16 preguntas. Pero antes de darles respuesta, desearía decir algo. A través del mundo está tornándose cada vez más evidente que el educador necesita que se lo eduque. No es cuestión de educar al niño sino más bien al educador, pues él lo necesita mucho más que el estudiante. El estudiante, después de todo, es como una tierna planta que ha menester de guía, de ayuda; pero si el que brinda ayuda es incapaz, estrecho, fanático, nacionalista y otras cosas más, es natural que su producto sea lo que él es. Paréceme, pues, que lo importante no es tanto la técnica de lo que se ha de enseñar, que es secundaria, lo que tiene primordial importancia es la inteligencia del propio educador. Bien sabéis que, a través del mundo, la educación ha fracasado, porque ella ha producido las dos guerras más colosales y destructivas de la historia: y, puesto que ha fracasado, el mero hecho de substituir un sistema por otro paréceme absolutamente inútil. Si existe, empero, una posibilidad de cambiar el pensamiento, el sentir, la actitud del maestro, entonces podrá tal vez surgir una nueva cultura, una nueva civilización. Porque es obvio que esta civilización tiene probabilidades de ser completamente destruida; la próxima guerra acabará probablemente con la civilización de Occidente, tal como la conocemos. Tal vez en este país seremos también afectados por ella de un modo profundo. Pero en medio de este caos, de esta miseria, confusión y lucha, resulta por cierto extraordinariamente grande la responsabilidad del maestro, ya se trate de un empleado del gobierno, de un instructor religioso o del que imparte mera información; y los que, teniendo la educación como medio de vida, no hacen más que medrar con ella, a mi modo de ver no tienen lugar alguno en la estructura moderna de la sociedad, si es que un orden nuevo ha de crearse. Nuestro problema, pues, no es tanto el niño, el muchacho o la niña, sino el maestro, el educador: éste necesita mucho más que el estudiante que se lo eduque. Y educar al educador es mucho más difícil que educar al niño, porque el educador ya está definido, fijo. Su función es raramente rutinaria, porque en realidad no le interesa el proceso del pensamiento, el cultivo de la inteligencia. No hace más que impartir la instrucción; y un hombre que sólo brinda informaciones cuando el mundo entero cruje en sus oídos, no es ciertamente un educador. ¿Pretenderéis decir que la educación es un medio de vida? Considerarla medio de vida, explotar a los niños para provecho de uno mismo, a mí me parece sumamente contrario al verdadero propósito de la educación. De suerte que al contestar todas estas preguntas, el punto principal es el educador, no el niño. Podéis proporcionar el ambiente apropiado, los útiles necesarios, y todo lo demás; mas lo importante es que el propio educador descubra lo que toda esta existencia significa. ¿Por qué vivimos, por qué luchamos, por qué educamos, por qué hay guerras, por qué hay lucha comunal entre hombre y hombre? Estudiar todo este problema, hacer que entre en acción nuestra inteligencia, es por cierto la función de un verdadero maestro. El maestro que nada exige para sí, que no se vale de la enseñanza como medio de adquirir posición, poder, autoridad; el maestro que enseña realmente, no para beneficiarse ni siguiendo una línea dada, sino dándole al niño inteligencia, desarrollándosela y despertándosela porque cultiva la inteligencia en sí mismo un maestro así ocupa ciertamente el principal lugar en la civilización. Porque, al fin y al cabo, todas las grandes civilizaciones han tenido por cimientos los instructores, no los ingenieros y los técnicos. Los ingenieros y los técnicos son absolutamente necesarios, pero los que despiertan la inteligencia moral, la inteligencia ética, son evidentemente de suprema importancia: y ellos pueden ser moralmente íntegros y estar libres del deseo de poder, de posición, de autoridad, tan sólo cuando nada piden para sí mismos, cuando están más allá y por encima de la sociedad, y no se hallan bajo el control de los gobiernos; y cuando están libres de la coacción que implica la acción social, la cual siempre es acción de acuerdo a una norma. Es preciso, pues, que el maestro esté más allá de los límites de la sociedad y sus exigencias, para que le sea posible crear una, nueva cultura, una nueva estructura, una nueva civilización. Pero actualmente nos interesa tan sólo la técnica de cómo educar al niño o a la niña sin cultivar la inteligencia del maestro; y ello ante todo aprender una técnica e impartir esa técnica a mi parecer, es absolutamente vano. Hoy nos preocupa el niño, no el cultivo de la inteligencia que le ayudará a habérselas con los problemas de la vida. Al contestar, pues, estas preguntas, espero que seáis indulgentes conmigo si no entro en ningún detalle particular, y si me ocupo principalmente, no de la técnica sino del modo correcto de abordar el problema. Pregunta: ¿Qué papel puede desempeñar la educación en la actual crisis mundial? KRISHNAMURTI: En primer término, para comprender qué papel la educación puede desempeñar en la crisis mundial del presente, debemos comprender cómo la crisis ha llegado a producirse. Si eso no lo entendemos, la mera edificación sobre los mismos valores, en el mismo terreno, sobre los mismos cimientos, traerá más guerras, nuevos desastres. Tenemos, pues, que investigar cómo ha llegado a producirse la crisis actual, y al comprender las causas comprenderemos inevitablemente qué clase de educación necesitamos. Es obvio que la crisis actual es el resultado de los falsos valores; de los falsos valores en la relación del hombre con la propiedad, con sus semejantes y con las ideas. La expansión y predominio de los valores sensorios engendra necesariamente el veneno del nacionalismo, de las fronteras económicas, de los gobiernos soberanos y del espirita patriótico, todo lo cual excluye la cooperación del hombre con el hombre para beneficio del hombre, y corrompe su relación con los demás hombres, que es la sociedad. Y si la relación del individuo con los demás es impropia, la estructura de la sociedad tiene por fuerza que desplomarse. De un modo análogo, en su relación con las ideas el hombre justifica una ideología ya sea de izquierda o de derecha, sean buenos o malos los medios empleados- a fin de lograr un resultado. De suerte que la mutua desconfianza, la falta de buena voluntad, la creencia de que un buen fin puede ser alcanzado pos malos medios, el sacrificio del presente por un ideal futuro, todo ello, evidentemente, es causa del actual desastre. No es posible dedicar tiempo a entrar en todos los detalles, pero a primera vista puede uno comprender cómo se ha producido este caos, esta degradación. Todo esto, por cierto, tiene por origen los falsos valores y la dependencia en que uno se halla con respecto a la autoridad, a los dirigentes, ya sea en la vida diaria, en la pequeña escuela o en la gran universidad. Dirigentes y autoridad son factores de deterioro para cualquier cultura. No bien depende uno de otra persona, ya no depende de sí mismo, y donde no hay autodependencia es obvio que tiene que haber conformidad, la cual finalmente desemboca en la dictadura de los Estados totalitarios. Al comprender, pues, todas estas cosas, al comprender las causas de la guerra, de la presente catástrofe, de la presente crisis moral y social, y al ver a un tiempo las causas y los resultados, uno empieza a percibir que la función del educador consiste en crear nuevos valores, no en reducirse a implantar valores existentes en la mente del estudiante, lo cual no hace más que condicionarlo, sin despertar su inteligencia. Más cuando el propio educador no ha visto cuáles son las causas del caos presente, ¿cómo puede él crear nuevos valores, como puede despertar inteligencia, cómo puede impedir que la próxima generación continúe en la misma huella, que al final conducirá a un desastre aun mayor? Entonces, por cierto, tiene importancia que el educador no se reduzca a implantar ciertos ideales y transmitir mera información, sino que consagre todo su pensamiento, todo su esmero, todo su afecto, a crear el ambiente apropiado, la atmósfera conveniente, para que, cuando el niño crezca y alcance la madurez, sea capaz de habérselas con cualquier problema humano que se le plantee. La educación, pues, está en íntima relación con la actual crisis mundial; y todos los educadores, al menos en Europa y América, están dándose cuenta de que la crisis es el resultado de una educación errónea. La educación sólo puede ser transformada educando al educador y no simplemente creando una nueva norma, un nuevo sistema de acción. Pregunta: ¿Tienen los ideales algún lugar en la educación? KRISHNAMURTI: Por cierto que no. En la educación, ideales e idealistas impiden la comprensión del presente. Este es un problema tremendo, y procuraremos tratarlo en cinco o diez minutos. Es un problema sobre el cual se basa toda nuestra estructura. Es decir, tenemos ideales, y de acuerdo a esos ideales educamos. ¿Pero los ideales son necesarios para la educación? ¿Los ideales no impiden en realidad la verdadera educación, que es la comprensión del niño tal cual es y no tal como debiera ser? Si yo deseo comprender a un niño, no debo tener un ideal de lo que él debiera ser. Para comprenderlo, tengo que estudiarlo tal cual es. Pero colocarlo en el armazón de un ideal es simplemente forzarlo a seguir determinado modelo, le convenga o no le convenga; y el resultado es que él siempre se halla en contradicción con el ideal, o bien se adapta de tal modo al ideal que deja de ser un ser humano y actúa como simple autómata sin inteligencia. ¿Un ideal no resulta, pues, un real estorbo para la comprensión del niño? Si vosotros como padres queréis realmente comprender a vuestro hijo, ¿lo miráis a través de la pantalla de un ideal? ¿O simplemente lo estudiáis, porque en vuestro corazón hay amor? Lo observáis, vigiláis sus estados de ánimo, su idiosincrasia. Como en vosotros hay amor, lo estudiáis. Es cuando carecéis de amor que tenéis un ideal. Observáos y lo notaréis. Cuando no hay amor, tenéis esos enormes ejemplos e ideales mediante los cuales, forzáis al niño, lo sometéis. Pero cuando tenéis amor lo estudiáis, lo observáis, y le dais libertad para ser lo que él es: lo guiáis y lo ayudáis, no a ir al ideal, no de acuerdo a cierta norma de acción, sino para traerlo a lo que él es. En este asunto surge el problema de lo que se llama el “mal muchacho”, si es que puedo emplear ese término para definir rápidamente y con firmeza un caso determinado. Para hacerlo que cambie y no sea malo, no necesitáis por cierto tener un ideal. Si un chico es mentiroso, no tenéis que inculcarle el ideal de la verdad. Estudiáis por qué dice mentiras. Puede que haya diversas razones; probablemente está asustado o evitando algo. No necesitamos analizar las diversas razones que puede haber para mentir. Pero es obvio que, cuando un niño miente, hacerlo que se adapte a un dechado de verdad que en vuestro ideal- no le ayuda a librarse de las causas que lo inducen a mentir. Tenéis que estudiarlo, que observarlo, y hacer eso lleva mucho tiempo; exige paciencia, cuidado, cariño; y como no, tenéis nada de eso, lo encajáis en un molde de acción que denomináis “ideal”. Un ideal evidentemente, es una escapatoria muy barata. La escuela que tiene ideales, o el maestro que los sigue, es evidentemente incapaz de tratar con un niño. No tenéis que aceptar automáticamente lo que yo digo, ni negarlo. Observad, simplemente. Después de todo, la función educativa consiste en producir un individuo integrado que sea capaz de habérselas con la vida inteligentemente, totalmente, no parcialmente ni como técnico o idealista. Pero el individuo no puede ser integrado si sólo se guía por una norma idealista de acción. Es obvio, señores y señoras, que los maestros que se vuelven idealistas, que siguen una norma de acción llamada “ideal”, son bastante inútiles. Si los observáis, veréis que ellos son incapaces de amar, que tienen el corazón duro y la mente seca. Porque el estudiar, el observar al niño, exige mucho más atención, mayor afecto, que encajarlo en un molde idealista de acción. Y yo creo que los meros ejemplos, que son otra forma del ideal, también son desalentadores para la inteligencia. Es probable que lo que estoy diciendo sea contrario a todo lo que vosotros creéis. Deberéis pensarlo detenidamente, porque este no es asunto para negar ni aceptar. Es preciso ahondarlo con un cuidado muy grande. No soy dogmático; pero como hay muchas preguntas, tengo que ser muy breve y conciso. Lo que un ideal implica es obvio. Cuando el maestro persigue un ideal, es incapaz de comprender al niño, porque entonces el futuro, el ideal, resulta más importante que el niño, que es el presente. El tiene cierto fin en vista, que considera justo; y obliga al niño a adaptarse a ese ideal. Eso, ciertamente, no es educación, ¿verdad? Eso es igual que producir automóviles. Tenéis el diseño y hacéis pasar al niño por el molde, con el resultado de que creáis seres humanos que son meros técnicos, que no tienen relación humana con los demás y sólo campean por sí mismos, por su propia ganancia, en lo político, en lo social osen el seno de la familia. Evidentemente, es mucho más fácil seguir un ideal que observar, proceder con cuidado, despertar el amor a los niños y la humanidad. Y esa es una de las calamidades de la educación moderna: que el llamado “ideal”, el fin en vista, ya se trate de una, ideología de la extrema izquierda o de la derecha, se haya convertido en una norma de acción, dando origen a la presente catástrofe mundial. Pregunta: ¿Es posible la educación para la “creatividad” o la “creatividad” es puramente accidental y por lo tanto nada puede hacerse para facilitar su aparición? KRISHNAMURTI: La pregunta, para expresarla diferentemente, es si aprendiendo una técnica seréis creadores. Es decir, practicando, por ejemplo, el piano, el violín, aprendiendo primera técnica de la pintura, ¿seréis músicos, seréis artistas? ¿Surge la “creatividad” mediante la técnica, o la “creatividad” es independiente de la técnica? Podéis ir a una escuela y aprender todo lo que hay que saber acerca de pintura, acerca de la profundidad del color, la técnica de cómo manejar el pincel, y todo lo demás; ¿pero os convertirá en pintores capaces de crear? Mientras que si sois creadores, cualquier cosa que hagáis tendrá su propia técnica. Una vez fui a ver a un gran artista en París. No había aprendido una técnica. Deseaba decir algo, y lo decía en arcilla y luego en mármol. La mayoría de nosotros aprendemos la técnica pero muy poco tenemos que decir. Descuidamos, pasamos por alto la capacidad de descubrir por nosotros mismos; tenemos todos los instrumentos del descubrimiento, y nada encontramos directamente. El problema consiste, pues, en ser creador, la cual trae su propia técnica. ¿Y qué ocurre cuando queréis escribir un poema? Lo escribís; y si tenéis una técnica, tanto mejor. Pero si no tenéis técnica alguna, no importa; escribís el poema, y el deleite está en escribirlo. Después de todo, cuando escribís una carta de amor no os preocupáis por la técnica; la escribís con todo vuestro ser. Mas cuando no hay amor en vuestro corazón, buscáis una técnica, cómo poner las palabras juntas. Señores, si no amáis, no dais en la tecla. Creéis que podréis vivir dichosamente, creativamente, aprendiendo una técnica, y la técnica es lo que destruye la “creatividad”, lo cual no significa que no debáis tener una técnica. Después de todo, cuando deseáis escribir un hermoso poema, tenéis que conocer el metro, el ritmo y todo lo demás. Pero si queréis escribirlo para vosotros mismos, no para publicarlo, entonces eso no importa. Escribís. Sólo cuando queréis comunicar algo a otro, se necesita una técnica apropiada, la técnica justa, para que no haya mala interpretación. Pero el ser creativo es por cierto un problema del todo diferente, y ello exige una extraordinaria investigación dentro de uno mismo. No se trata de un don. El talento no es “creatividad”. Uno puede ser creativo sin tener talento. ¿Qué entendemos, pues, por “creatividad”? Ella es, sin duda, un estado del ser en que el conflicto ha cesado completamente, un estado del ser en el que no hay problema ni contradicción. La contradicción, el problema, el conflicto, son el resultado de acentuar demasiado el “yo”, lo “mío”: “mi” éxito, “mi” familia, “mi” patria. Cuando eso está ausente, el pensamiento mismo cesa, y hay un estado de ser en el cual la “creatividad” puede surgir. Es decir, para, expresarlo de otro modo, cuando la mente deja de crear, hay creación. Una de las causas de los problemas es vuestra creencia, vuestra codicia, etc. Y la mente crea mientras tenga un problema, mientras ella sea la que origina los problemas. Una mente que está encadenada a un problema, que está atada a la creación de su propio problema, jamás puede ser libre. Sólo cuando la mente está libre y ya no crea su propio problema, puede haber creación. |