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Una serie de ensayos del presidente Ikeda en los que reflexiona sobre sus encuentros con diversas figuras mundiales. Anatoli Logunov – Creatividad: El manantial compartido de la ciencia y la filosofía “Este puede ser un fracaso personal”, me dijo el doctor Anatoli Logunov, el renombrado físico ruso, “pero creo que es imposible reducir la marcha. Yo siempre estoy haciendo algo. Me siento muy natural cuando estoy trabajando; es mi estado normal”. Pero cuando uno se encuentra con él, nunca no parece apurado. Se mueve hacia adelante con calma, como el poderoso río Volga, sin prisas, sin descanso, siguiendo su propio camino. Con una luenga barba, completamente blanca, que me recuerda a Tolstoy, tiene el aire distinguido del antiguo gran caballero ruso que es. El credo del doctor Logunov es: “Vivir es crear”. “Las personas”, dice él, “deben creer que ellas y su trabajo son útiles y necesarios para los demás, que sus vidas están dedicadas a la creación. El grado o escala de esa creación no es el tema”. En nuestro diálogo, discutimos la cuestión, “¿Qué es lo más importante para la gente?” y él dijo, “Yo creo que es el sentido de misión. Todos deberían poder mirar atrás a lo largo de sus vidas y decir, ‘Hice un buen uso del tiempo que se me dio’”. Sus propios logros son un ejemplo que viene muy bien al caso. Muy temprano en su carrera, se ubicó en la vanguardia del mundo de la investigación en física atómica. En 1967, a los 40 años de edad, completó la construcción del mayor protón sincrotrón –un acelerador de partículas utilizado para hacer que las partículas atómicas choquen a casi la velocidad de la luz. Las colisiones producen nuevas partículas, y estas son entonces estudiadas, brindando nuevas ideas respecto a la naturaleza de la energía y la materia. El doctor Logunov acuñó el término “proceso inclusivo” para expresar el complejo proceso del nacimiento de las partículas, que ahora es ampliamente utilizado en todo el mundo. A él también se le pidió la construcción de un centro de investigación desde el principio. En el pequeño pueblo de Protvino, a más de 100 kilómetros de Moscú, él estableció esta nueva “ciudad de la investigación”. Esta colosal tarea le impidió concentrarse únicamente en su investigación. “Fue una nueva experiencia, pero así es la vida. Debemos hacer todo lo que la vida requiere de nosotros. Definitivamente, la experiencia me enriqueció”. Hoy, unas 8.000 personas trabajan en el centro de investigación de Protvino. En agradecimiento por sus esfuerzos, a menudo es llamada “Ciudad Logunov”. Su directo acercamiento puede parecer simple, pero es dramáticamente diferente a la manera en que muchas personas viven su vida. En lugar de preguntar, “¿Qué quiero de mi vida?”, él pregunta ,“¿Qué es lo que la vida quiere de mí?” Esto refleja un verdadero sentido de misión personal y una creativa manera de vivir. No hay lugar para la queja con una actitud como esa. Cuando elogié sus logros, el doctor Logunov respondió, “Lo que yo he logrado no es nada. Mi maestro sí que es grande”. Esa sola actitud es prueba de la integridad de Logunov. Su maestro fue el matemático ruso Nikolai Bogolyubov, un genio en el campo de la física que publicó su primer documento científico a los 14 años de edad. Bogolyubov solía decir medio en broma, “Lo más importante es tener ideas; las precisas fórmulas matemáticas siempre pueden agregarse después”. Es evidente que el doctor Logunov está lleno del espíritu de su maestro –todo lo que hace está enraizado en el reconocimiento de que la ciencia es algo creado por los seres humanos. Esto puede parecer muy obvio, pero ¿no olvidamos acaso y con mucha frecuencia las cosas que son muy obvias? Logunov cree que ningún libro de texto, ninguna lectura o material de estudio es tan importante como un intercambio de ideas vivo entre las personas. Nosotros hemos realizado dos series de diálogos, publicados como The Third Rainbow Bridge en 1987 y Science and Religion en 1994. La publicación de nuestro primer diálogo arqueó muchas cejas: la idea de un diálogo entre un budista y un importante erudito de una nación comunista violaba todas las convenciones aceptadas. Por esa época, el doctor Logunov era rector de la Universidad Estatal de Moscú y vicepresidente de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética. Él revisó su manuscrito del diálogo una y otra vez, tal vez para asegurarse de que estuviese de acuerdo con la ideología estatal. Debido a sus esmerados esfuerzos, un diálogo con un líder religioso de una nación libre y capitalista se publicó en la Unión Soviética por primera vez. Se me ha dicho que esto creó una apertura que posibilitó la subsecuente publicación de una variedad de diálogos entre estudiosos estadounidenses y soviéticos. Cuando, hace más de 20 años se me preguntó respecto a mi primera visita a la Unión Soviética, por qué un líder religioso viajaba a una nación atea, yo respondí, “Porque allá hay personas”. Las personas son personas, independientemente de lo diferente que pueda ser su ideología. El diálogo siempre es posible. Mientras mayor sea la diferencia en la ideología, más importante se hace el diálogo. Basado en esta creencia, yo visité la Unión Soviética en 1974, a pesar de toda una tormenta de críticas. Cuando estaba considerando la visita, supe que aun cuando las ideologías de nuestros dos países eran diferentes, el tema clave era si una amistad entre el Japón y la Unión Soviética beneficiaría a la humanidad. Ninguno tenía posibilidad de beneficio si nos concentrábamos en nuestras diferencias; eso sería irresponsable e insensible para con las futuras generaciones. Alguien tenía que atravesar la gruesa y gélida pared de desconfianza y abrir la puerta de la amistad. Una vez que se abriera esa puerta, con seguridad aparecería cualquier cantidad de posibles soluciones para nuestras diferencias mutuas. Yo propuse que la relación de ciencia y religión sea el tema de nuestro segundo diálogo, porque este es un tema esencial que necesita ser tratado conforme nos aproximamos al siglo XXI. El doctor Logunov amplió este tema cuando habló en la Universidad Soka en junio de 1993: “Causando una destrucción como la de la contaminación ambiental, la raza humana está amenazando su propia supervivencia sobre este planeta. Por lo tanto, el poder de la religión es necesario para resucitar a la humanidad... La religión dirige el reino espiritual humano, y la creatividad reside en ese reino. Los avances científicos, mientras tanto, dependen de esta creatividad. En este sentido, podemos considerar a la ciencia como una parte de la religión”. La hija del doctor Logunov, Vera, abrazaba una fe religiosa incluso bajo la estructura ideológica de la ex Unión Soviética. Debido a que el doctor Logunov era un importante miembro del gobierno y del partido, él fue advertido acerca de esto por un líder del partido que era amigo suyo. “Haga algo acerca de esto”, se le dijo. “¿Cómo se vería cuando la hija de un prominente materialista es religiosa?”. El doctor Logunov me dijo, “Ahora entiendo los sentimientos de mi hija, porque ella tenía una fe religiosa, aun en la época en que el estado comunista parecía tan perdurable como el monte Everest. La incomprensible dimensión espiritual de la existencia llamada vida no puede ser medida en los términos de la materia o por el poder de la ciencia. Debemos considerarla desde una perspectiva diferente, más sutil”. Él también criticaba a los “clérigos profesionales”, que trataban de obstruir el diálogo entre la ciencia y la religión. Lo que ellos no entienden, decía él, es que el corazón del Budismo es la misericordia, que no contradice ni a la ciencia ni a las demás religiones. Agregó que en tiempos recientes la palabra “misericordia” ha sido considerada obsoleta en Rusia, pero en realidad la misericordia es precisamente lo que necesita la sociedad rusa contemporánea. El doctor Logunov carece completamente de intereses propios y de ambición política. Desde que era joven, había tenido un ferviente deseo de buscar la verdad en su forma fundamental, y ese deseo todavía arde fieramente en él en la actualidad. Cuando pienso en su honestidad y coraje, recuerdo las palabras de Fyodor Dostoyevsky, quien dijo, “Todos los que han concebido un sincero deseo de buscar la verdad ya son terriblemente poderosos”. En el verano de 1993, el único hijo del doctor Logunov, Oleg, murió repentinamente por una aguda forma de leucemia. Oleg era un importante físico de la Universidad Estatal de Moscú, especializado en el estudio de los láser. Yo ofrecí ayudar de cualquier manera que fuese posible, pero la enfermedad avanzó rápidamente y murió poco después. Oré sinceramente por su eterna felicidad y envié a su padre una carta de condolencias. En su respuesta, el doctor Logunov me decía, “Afrontando la muerte de mi hijo, pensé seriamente en el tema de la vida y la muerte. Estoy decidido, de ahora en adelante, a vivir tanto por mí como por mi hijo”. Como un gran río, el doctor Logunov acepta valientemente todo lo que llega a él y siempre avanza. En una de nuestras conversaciones, él me dijo: “La vida no permite el estancamiento. Nos guste o no, la vida está presentándonos continuamente nuevas situaciones y poniéndonos en circunstancias completamente inesperadas. Las palabras del poeta ruso Aleksandr Blok son sorprendentemente ciertas: ‘La vida es una lucha continua; el descanso sólo llega en nuestros sueños’”. |