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![]() REVISTA AMAUTA DIRECTOR Cristóbal Arteta Ripoll COMITÉ EDITORIAL Rafaela Vos Obeso Arnold Tejada Valencia Ángel mancilla Sánchez Manuel Torres Polo Aquiles Escalante César Mendoza COMITÉ DE REDACCIÓN Elvira Chois de Borja Oscar Darío Cárdenas Eleucilio Niebles Reales Félix Álvarez Cabrera Julio Núñez Madachi Reserva Derecho de Autor Resolución Min. Gobierno No. 004562 de Diciembre 11 de 1986 EDICIONES ![]() AMAUTA A.A. Nº 30035 – Barranquilla Levante de Textos: Carmen Rosa Borras Se autoriza la reproducción parcial o total de los artículos citando la fuente. Todos los artículos son responsabilidad exclusiva de sus autores INDICE Josef Fernando de Mier y Guerra en la provincia de Santa Marta. Siglo XVIII. (César Mendoza Ramos) Valores para el mejor desempeño profesional (Arnold Tejeda Valencia) Intelectuales y Pseudointelectualidad (Eduardo Lasprilla) Elementos para una visión del desarrollo productivo déla Costa Atlántica. (Jairo Parada Corrales) El Currículo y el Proyecto Educativo (Moisés Saade Márquez) Los héroes y las heroínas en las obras de Soledad Acosta de Samper. (Rafaela Vos Obeso) Historia y Sociología en la música costeña del siglo XIX. (Adolfo González Henríquez) Semántica, Lógica y Pedagogía. (Eleucilio Niebles Reales) Ética Ambiental, Educación y Vida. (Cristóbal Arteta Ripoll) Los sarcasmos de Ramón Vinyes y la "Mano Negra" barranquillera. (Jaime Colpas Gutiérrez El Instituto de Investigaciones Etnológicas y sus revistas. (Aquiles Escalante) Qué sais - je?: Miguel Montaigne (Rubén Darío Arroyo Osorio) Nuestra Amira de America. (Álvaro Tirado Arciniegas) Perspectiva de los estudios avanzados. (Cristóbal Arteta) JOSEF FERNANDO DE MIER Y GUERRA EN LA PROVINCIA DE SANTA MARTA. SIGLO XVIII Por: César Mendoza Ramos (*) Durante el siglo XVIII, la España borbónica hizo un balance de sí misma y buscó la manera de modernizar su economía, instituciones y sociedad. Una ideología reformista de inspiración ecléctica planteó objetivos pragmáticos. El punto de arranque de las reformas se estableció en la propia situación española, especialmente en su débil situación económica y política. Las soluciones se buscaron en diferentes escuelas de pensamiento. Las ideas de los fisiócratas fueron invocadas para establecer la primacía de la agricultura y el papel del Estado; el mercantilismo, para justificar una explotación más eficaz y racional de las colonias; el liberalismo económico, para erradicar las restricciones comerciales e industriales y, la ilustración, que ejerció su influencia no tanto en el campo de la filosofía y de las nuevas ideas, como en la preferencia de la razón y de la experimentación entendidas como contrarias a la autoridad y a la tradición. La presencia de estas tendencias divergentes entre los ideólogos del reformismo borbónico ayuda a explicar las inconsistencias de sus formulaciones políticas y económicas. Para los Borbones se trataba de reformar las estructuras existentes, más que de establecer otras nuevas. El principal objetivo económico era el de mejorar la agricultura. El siglo XVIII presenció una intensificación y especialización de la producción agropecuaria para los mercados exteriores. Durante e. se propuso una nueva política de poblamiento, orientada a reunir la población rural dispersa en poblados y ciudades, concentrando a los indios en "reducciones", centros de composición racial mixta. Además de fundarse nuevos pueblos, algunos fueron reorganizados e incluso reconstruidos y repoblados, mientras otros fueron trasladados de lugar. El propósito de estas medidas era el de contribuir a un mayor control económico, político y administrativo de la población rural indígena, mejorar la productividad, catequizar a los indios y reforzar las defensas contra los indios hostiles al dominio español. El siglo XVIII americano ha sido considerado un período de expansión, en correspondencia con el desarrollo europeo, que sucedería al siglo XVII, el llamado siglo de la "depresión". Para la Nueva Granada, recientes trabajos consideran al siglo XVIII como de reanimación o como el de un desarrollo más acentuado de procesos que vienen del siglo anterior. Se produjo una expansión del comercio trasatlántico, de la minería, agricultura tropical y ganadería en función de ese comercio; la reanimación de la economía interna, aunque ello se cumpliese con altibajos más sensibles de lo que es común advertir a través del estancamiento o retroceso de regiones de antiguo dinamismo y, del rápido avance de otras. En su conjunto, acondicionamiento de la economía colonial a los desarrollos del mercado mundial, con prevalencia de la demanda metropolitanas y su efecto de beneficiar ciertas producciones y ciertas regiones, debilitando otras. En el marco de estas reformas a la política colonial, surge la necesidad de reorganizar el espacio. De garantizar procesos de dominio más eficaces sobre un conjunto de territorios -espacios vacíos- y grupos humanos –indios insumisos, población negra cimarrona y arrochelada- precariamente organizados y por fuera de los controles de la sociedad colonial blanca y mestiza. A este período corresponden las acciones de hombres como Antonio de la Torre y Miranda, quien dirige el ordenamiento - espacial en el Sinú y las Sabanas; Joseph Palacios de Vega, ordenador del espacio del Nechí y bajo Cauca; Francisco Pérez de Vargas,, en Tierradentro; Andrés Berdugo y Oquendo, en Cundinamarca; Juan Antonio Mon y Velarde, en la provincia de Antioquia y, Josef Fernando de Mier y Guerra en la gobernación de Santa Marta. Durante el siglo XVIII se hicieron los más grandes esfuerzos por ordenar política, económica y administrativamente un espacio dirigido por los cambios introducidos por la dinastía borbónica. DON JOSEF FERNANDO DE MIER Y GUERRA ENTRA EN ESCENA. El Caballero de la Orden de Santiago y vecino de la Villa de Mompox, Josef Fernando de Mier y Guerra, fue la figura más importante del proceso de ordenamiento espacial en la gobernación de Santa Marta durante del siglo XVTII. Nació en lugar de Mier, en el Real Valle de Peñamellera; hijo legítimo de Don Dionisio de Mier y Doña Isabel Guerra de Mier. Fue dos veces Alcalde Ordinario del Estado Noble. Entre 1739 y 1741 prestó ayuda a Cartagena y Santa Marta; plazas amenazadas por la nación inglesa, que había declarado la guerra a España. A este período corresponde su nombramiento como "maestre de campo y cabo superior de las armas" primero de las ciudades de los Reyes de Valle de Upar, Pueblo Nuevo y San Miguel de Tamalameque, después de toda la provincia de Santa Marta. Nombramientos hechos por Don Juan de Vera, teniente coronel de los reales ejércitos, gobernador y capitán general de "esta ciudad de Santa Marta y su provincia, con la de Río del Hacha y su granjería de perlas, por el rey nuestro señor, etc.", confirmados por el Virrey del Nuevo Reino de Granada, Don Sebastián de Eslava. Su participación en la defensa de la ciudad y plaza de Santa Marta fue notoria. En 1740 ante los requerimientos del gobernador de la provincia, don Juan de Vera, envió inicialmente ciento treinta y siete hombres para defender la ciudad de un posible ataque británico, costeando la expedición con su propio peculio, por no tener las cajas reales de la ciudad de Santa Marta dinero alguno. Ese mismo año, por petición del gobernador bajó con doscientos hombres más para defender la ciudad. Prueba de esta colaboración con la ciudad es la certificación hecha por Don Juan de Vera, el 18 de junio de 1740. En ella dice: "Y estando en este servicio le libré orden para que con la mayor brevedad hiciese una revista de inspección de toda la provincia para reconocer la gente que fuese hábil y al propósito para la defensa de esta plaza contra la nación inglesa, la que no finalizó por haberle sido librado por mi segunda orden para que con la mayor brevedad remitiese a esta plaza la gente que de pronto pudiese juntar para la urgencia en que me hallaba, lo que ejecutó remitiendo a ella ciento treinta y siete hombres, cuyos costos por mi orden suplió y así mismo le previne continuase la citada revista y prevención de gente; que siendo precisa más, le libré tercer orden, mandándole bajase a esta plaza con doscientos hombres y que supliese los costos de su transporte (que importaron mil trescientos treinta y seis pesos y dos reales de los que ha hecho gracia y donación a su majestad) ". Todas estas órdenes, anota don Juan de Vera, fueron ejecutadas puntualmente. Mantuvo, además, la guarnición por dos meses, aportando unos siete mil pesos, hasta que se dio providencia de los situados de Santa Fe y Quito. La guerra con la nación inglesa puso de manifiesto las debilidades de Cartagena y Santa Marta como puertos y plazas militares. Estas se encontraban prácticamente incomunicadas. No contaban con fuentes de abastecimientos, sobre todo, de alimentos por períodos de tiempo largo, lo que las hacía demasiado accesibles en caso de ataques externos. A pesar de su magnífica ubicación para los contactos de todo tipo con el mundo exterior, presentaban un doble problema. Primeramente, se veían frente a serias dificultades para comunicarse con las provincias del interior del virreinato del Nuevo Reino de Granada y, el segundo, era la dificultad que ofrecía su comunicación con las comarcas internas de sus vastas provincias. . En la coyuntura creada por la guerra con los británicos, uno de los grandes problemas para estas plazas era el de cómo abastecerlas de carne, maíz, trigo y de hombres para su defensa. La precariedad de vías de comunicación en estas provincias se acentuaba en la época de lluvia o de sequía. Ríos, canales y ciénagas obstruían el paso de ganados, alimentos y todo tipo de mercancías entre las distintas regiones de estas provincias, lo que permitió a particulares, autoridades locales y provinciales tomar conciencia de la situación y la decisión de hacer algo por superarla. En la provincia de Santa Marta don Josef Fernando de Mier, estimulado por el gobernador y el virrey, desempeñaría un importante papel en la construcción de caminos. De Mier y Guerra abrió caminos para comunicar la provincia del Río de la Hacha con Cartagena, centro consumidor del ganado vacuno criado en la región del Alto Ariguaní y el Valle del río Cesar. Entre 1740 y 1745 abrió dos caminos desde el río Cesar y El Paso del Adelantado, sobre el territorio Chimila, para abastecer a Cartagena, ciudad que padecía el sitio del Almirante Vernon. El virrey Eslava, en carta enviada a de Mier y Guerra el 18 de febrero de 1742, reconoció su empeño en la construcción y apertura del camino de Tenerife; camino por el que José Rabadán y don Francisco del Campo habían conducido "hasta ochocientas reses" con un descanso de "ocho días en la Sabanas de Ángel" para proseguir su viaje a Tenerife, donde se reducirían a carne salada en cantidad de "quinientas arrobas o fueren correspondientes al consumo de seis y media fanegas de sal, de las dieciséis y media que han recibido del gobernador de Santa Marta los alcaldes de Tenerife; y desde aquí se conducirá el resto del ganado vivo al playón de Bocachica o al pasto que sea más cómodo en las cercanías de esta ciudad, para ocurrir con prontitud a cualquiera urgencia, y la carne salada se beneficiará de la mejor calidad que induzca su duración". En la misma carta, se le pide a de Mier que le comunique a Don Bernardo Campuzano que "ponga en la citada sabana de San Ángel las ochocientas reses que tiene empotreradas, conduciéndolas desde su hato". Dos meses después, 15 de abril de 1742, el virrey Eslava insiste en la necesidad de proveer de ganados y carne salada a la plaza de Cartagena a "fin de que no se llegue a padecer en esta ciudad la falta de carnes, si bien será conveniente advierta a vuestra merced a todos los criadores e interesados no extrajeran de los hatos y estancias vacas de crías ni terneras ni que se reduzcan a carnes saladas, pues fuera de la prohibición que hay para que no se permita esto, es necesario reparar la subsistencia de las futuras provisiones", agregando que para "facilitar en todos los tiempos el transporte de los ganados, he convenido en que se abra otro camino que sale de la Sabana de San Ángel al sitio de San Antonio, como se lo prevengo a don Julián Trespalacios''. Las ventajas que ofrecía el nuevo camino fueron ponderadas por el virrey Eslava en dicha correspondencia, en especial las ventajas que ofrecía a los ganaderos y comerciantes de la región, como al propio Mier Por la certificación hecha por Don Francisco Ignacio de Acosta y don Francisco de las Cuevas y Estrada, alcaldes ordinarios de la villa de Tenerife, sabemos que la apertura del canino de Tenerife al Valle de Upar, motivados por las urgencias de carnes de la plaza de Cartagena, fue financiado en el tramo Tenerife-Sabanas de San Ángel por de Mier, quien, además, proporcionó los cincuenta y tres hombres que se emplearon para su perfeccionamiento. El tramo Valle de Upar-Pueblo Nuevo fue encargado a don José Ravadán y a los cabildos de dichas ciudades. Estos caminos permitieron superar en parte los problemas de abastecimientos que padecía la plaza de Cartagena, hecho por el cual fue premiado don Josef Fernando. Pero la labor de don Josef Fernando de Mier no se redujo a la apertura de caminos en la Provincia de Santa Marta. Desde 1742, mientras se ocupaba de abrir el camino de San Ángel, desarrolló un ambicioso y sistemático programa de poblamiento. La expansión de la frontera blanca y mestiza durante el siglo XVIII se inicia por el norte del territorio chimila, en la zona de la Isla de Pestagua al frente de San Nicolás de Barranquillas, Soledad y Malambo y un poco al sur, por la manga del Piñón. Como acertadamente anota el historiador José Agustín Blanco, las entradas o expediciones punitivas que se emprendieron contra los chimilas no fueron empresas de conquista. Se trató de cortas y rápidas campañas con las que los vecinos de Barranquilla, Soledad y Santo Tomás espantaban a los indios bravos y los mantenían del otro lado del río Magdalena; impidiendo de esta manera que "cayeran sobre las mazorque-ras o los yucales, o que se llevaran las ahuyamas o dieran muerte al ganado o le regalaran su flechazo a un esclavo o a algún criado, como sucedió en 1753 cerca a Malambo". En tres décadas, de Mier y Guerra fundó una serie de pueblos en la margen derecha del río Magdalena, refundo otros y abrió caminos que hicieron posible la comunicación entre los territorios de as distintas provincias de la Costa Caribe, y entre éstas y el interior del virreinato. Hechos que obligaron a la nación chimila a retirarse al centro de la provincia, donde la manigua y la selva se constituyeron en sus aliados naturales, para una sobrevivencia limitada. Contribuyó a esta supervivencia la existencia de un patrón de poblamiento disperso, lo que dificultó su localización y, por lo tanto, las entradas. La presión sobre las tierras cultivadas e incultas obligó durante el siglo XVIII, época de guerra de exterminio contra los chimilas, a fundar y refundar pueblos que culminaron con la reducción del hábitat natural de aquellas comunidades indígenas que tuvieron la osadía de resistir a unos pueblos y a unas culturas consideradas extrañas. En la Costa Caribe del Virreinato de la Nueva Granada, el predominio de una frontera abierta facilitó el proceso de expropiación a las comunidades aborígenes, entre ellas, a la insumisa nación chimila. Tanto Valledupar como Valencia de Jesús alentaron "una carrera sobre las tierras ocupadas por los chimilas a los cuales desalojaron de las llanuras que se abrían entre la Sierra de Santa Marta y el río Magdalena", territorios privilegiados por el fundador de Mier. Dentro de las fundaciones pueden mencionarse El Banco (1744), San Sebastián de Buenavista (1745), Tamalamequito (1746), Guamal (1747), Chimichagua (1749), Chiriguaná (1749), Menchiquejo, San Ángel, San Zenón, San Fernando de Oriente, Santa Ana, Pinto, Pijiñoy Cerro de San Antonio (1750), Sitio Nuevo (1751), Plato y Heredia (1754), Salamina (1765), Guáimaro (1766), Remolino (1768) y El Piñón (1770). Para poblar estas fundaciones se recurrió al concurso de varias etnias. Ejemplo de ello lo constituye la fundación de Nuestra Señora del Carmen de Barranca Bermeja, cuya matrícula de vecinos del 23 de enero de 1748, arrojó la siguiente composición: - 31 vecinos blancos y almas… 115 - 53 vecinos mestizos y almas… 215 -19 vecinos pardos y almas 78 - 23 vecinos zambos y almas… 101 - 6 vecinos negros y almas… 29 131 vecinos y almas… 535 Fuente: Matrícula de los vecinos de la Nueva Fundación de Nuestra Señora del Carmen de Barranca Bermeja: Enero 23 de 1748. Blancos pobres, mestizos, pardos, zambos y negros constituían la base de la población de las nuevas fundaciones. Esto es posible inferirlo del estudió de las matrículas de las nuevas fundaciones. Un ejemplo de esto lo constituye el sitio de San Femando de Carvajal, que tenía cincuenta vecinos y doscientos diez y ocho almas. De los cincuenta vecinos, seis eran blancos, veintisiete eran mestizos y diecisiete zambos. También hicieron parte de estas poblaciones delincuentes indultados. El 10 de marzo de 1752, don Josef Fernando solicita se le conceda la facultad de indultar delincuentes para destinarlos a las nuevas fundaciones. Interesado en fundar dos poblaciones, "la una en la entrada del monte de Garupar, camino real y preciso para el tráfico común de aquella provincia y tierra caliente pero fertilísima y propia de pan coger y grandes sabanas para crías, y la otra en el paraje que llaman Punta de Ternera, seis leguas más abajo de la Barranca del Rey, no menos iguales sus terrenos a los antecedentes de Garupar y sin disputa utilísima y coadyuvantes a la contención de la bárbara nación chimila, facilitación del tráfico de harinas de Rábago y demás sus favorables efectos que se esperan véome precisado a exponer a vuestra excelencia el pensamiento que tengo y es: que se me hallara, con facultad de admitir en ellas cuantos fugitivos por varios delitos andan vagantes y descarriados, sirviéndole de bastante indulto la fundación y vecindad, más breve y pronto lograría concluir y perfeccionar con algunos buenos pobladores y de bríos dichas dos agregaciones, y las otras que pretendan e intenten en adelante, pues sujetos de tal calidad necesitan y les son oportunos por ser de consideración el riesgo que hay de chimilas en dichos parajes". Desde luego, no faltaron para este tipo de exigencias razones de tipo religioso y de justicia. Consideró don Josef Fernando que unir esta gente en lugares bajo el catolicismo y que conozcan la subordinación, especialmente de quienes han delinquido y logrado no caer en manos de la justicia, era lo necesario. Don Josef Fernando de Mier contó con el apoyo de los hacendados que ocupaban orillas, playones, islas y anegadizos del Magdalena, ríes conjuntamente organizaron los ataques a la nación chimila. Un informe escrito en 1767 por Manuel Campuzano indica el verdadero sentido de las fundaciones y refundaciones. En el se anotaba que las mejores tierras de la provincia de Santa Marta las poseían los chimilas, hecho que podía evitarse fundando poblaciones. La presión sobre la tierra en manos de los indios la hizo el binomio sector privado -hacendados, vecinos pobres, mestizos, etc.-Estado, interesados en consolidar y ampliar procesos de dominio. Una orden del Virrey José Alfonso Pizano, marqués de Villar, referente al poblamiento de San Sebastián de la Sierra Nevada del 13 de marzo de 1750 sugiere que en dicho pueblo pueden establecerse "todas las personas libres que se hallaren sin agregación alguna, así en las sabanas de Tolú como en otros parajes de ambas provincias, al fin del cultivo de aquella fértil tierra, retirar los indios infieles y facilitar el tráfico y comercio de unos pueblos con otros", autorizando inmediatamente a don Josef Femando de Mier, "toda la comisión y la facultad que en derecho se requiere y es necesaria, para que por si y las personas que eligiere de su confianza pueda obligar a toda la gente libre y vaga de uno y otro sexo de cualquier calidad o condición que sean, a que residan en sociedad en el expresado pueblo de San Sebastián, sus inmediaciones o donde tuvieren por más conveniente, repartiéndoles las tierras que le pareciere correspondientes, guardando en esto lo dispuesto por las leyes reales de estos reinos". De Mier en su informe del 27 de noviembre de 1751 presentado al virrey Pizarro aclara sobre la compensación de las tierras donde se erigieron las fundaciones de Santa Ana y San Fernando, destacando como incentivo para la fundación de poblaciones, el reparto de tierra entre los vecinos. Las nuevas fundaciones no marcharon al margen de conflictos. De Mier tuvo que enfrentarse a algunos vecinos y a las autoridades eclesiásticas. En 1750, 28 de junio, el marqués de Santa Coa expuso al virrey las dificultades que se presentaron con don Josef Mier, dificultades asociadas a celo por jurisdicciones y sobre todo, a problemas de tierras creados por las nuevas fundaciones. Fueron frecuentes las solicitudes de de Mier al gobernador de la provincia de Santa Marta y al virrey para que algunos vecinos no obstaculizaran su potoca de fundación de nuevos pueblos. Finalmente es bueno señalar que la fundación de pueblos siguió los patrones establecidos en las leyes de Indias, señalando plazas, trazando calles, repartiendo lotes y fijando los ejidos, procedimientos que, como señala Fals Borda, le permitieron entrar en posesión de grandes porciones de territorio Al referirse a la fundación de Sapayán, de Mier comenta la manera como se eregían los nuevos poblados. Primero se reconocía por él o uno de sus comisiónanos el espacio donde se iba a hacer la nueva fundación; segundo, se buscaba la persona independiente que sigilosamente aliste la gente que hay dispersa más inmediata a la situación deputada" o de las ciudades, villas, sitios o fundación más inmediata; tercero, se le ayudaba y se le protegía hasta construir sus casas; cuarto, se recluta de las rochelas gentes para engrosar la población de la fundación, y quinto, "cómprese ornamento y todo lo demás necesario para que el cura más inmediato o sacerdote, que a mis solicitudes pueda conseguirles espiritualmente les administre y diga misa en la capillita que con el santo titular de la fundación, es una de las primeras casas que se hacen y en este estado se conserva y mantiene hasta que la fundación por sí o junto con otra, la más inmediata, puede mantener un cura y regularmente el primer año de pago estipendios, haga fiestas, etc.". Todos estos esfuerzos fueron compensados con creces a don Josef Fernando de Mier, quien se convirtió en uno de los más grandes terratenientes del Caribe colombiano durante el siglo XVIII, junto al marqués de Santa Coa y don Josef de Hoyos. |
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