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EL EJERCICIO DEL AUTOCONOCIMIENTO SAMAEL AUN WEOR EL EJERCICIO DEL AUTOCONOCIMIENTO Bueno, aquí, todos reunidos, vamos a platicar un poco sobre las inquietudes del Espíritu; ante todo se necesita COMPRENSIÓN CREADORA... Lo fundamental en la vida es, realmente, llegar uno a CONOCERSE A SÍ MISMO: ¿De dónde venimos, para dónde vamos? ¿Cuál es el objeto de la existencia? ¿Para qué vivimos, por qué vivimos?, etc., etc., etc. Ciertamente, aquella frase que se puso en el frontispicio del Templo de Delfos es axiomática: “NOSCE TE IPSUM” (“Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”)... Conocerse a sí mismo es lo fundamental; todos creen que se conocen a sí mismos, y realmente no se conocen. Así que es necesario llegar al pleno conocimiento de sí mismos; esto requiere incesante AUTOOBSERVACIÓN, necesitamos vernos tal cual somos... Desafortunadamente, las gentes admiten fácilmente que tienen un cuerpo físico, mas cuesta trabajo que comprendan su propia Psicología, que la acepten en forma cruda, real. El cuerpo físico aceptan que lo tienen porque pueden verlo, tocarlo, palparlo, mas la Psicología es un poco distinta, un poco diferente. Ciertamente que, como no pueden ver su propia psiquis, como no pueden tocarla, palparla, para ellos es algo vago que no entienden. Cuando alguna persona comienza a observarse a sí misma, es señal inequívoca de que tiene intenciones de cambiar; cuando alguien se observa a sí mismo, se mira a sí mismo, está indicando que se está volviendo diferente a los demás... En las diversas circunstancias de la vida, podemos nosotros AUTODESCUBRIRNOS. Es de los distintos eventos de la existencia de los que nosotros podemos sacar el “Material Psíquico”, necesario para el despertar de la Conciencia. En relación pues, con las personas, ya sea en la casa, ya sea en la calle, en el campo, en la escuela, en la fábrica, etc., los Defectos que llevamos escondidos afloran espontáneamente, y si estamos alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra, entonces los vemos; Defecto descubierto, debe ser comprendido íntegramente, en todos los niveles de la Mente. Si por ejemplo, pasamos por una escena de ira (supongamos), tendremos que comprender todo lo que sucedió. Supongamos que tuvimos una pequeña riña; tal vez llegamos a un almacén, pedimos algo, el empleado nos trajo otra cosa que nosotros no habíamos pedido; entonces nos irritamos ligeramente: – Señor, le decimos, pero si yo he pedido tal cosa y usted me está trayendo tal otra; ¿no se da cuenta usted que estoy de afán, no puedo perder mi tiempo? He ahí una pequeña riña, un pequeño disgusto; es obvio que necesitamos comprender qué fue lo que pasó... Si llegamos a casa, debemos de inmediato concentrarnos, profundamente, en el hecho sucedido, y si ahondamos en los motivos profundos que nos hicieron actuar de esa forma y de esa manera, y regañar al empleado, o al mozo, porque no nos trajo lo que habíamos pedido, venimos a descubrir nuestra propia autoimportancia, es decir, nos hemos venido a creer muy importantes. Obviamente, ha habido en nosotros, eso que se llama “engreimiento”, “orgullo”, “irritabilidad”... He ahí la impaciencia, he ahí varios Defectos: La impaciencia es un Defecto, el engreimiento es otro Defecto; la autoimportancia, sentirnos muy importantes, he ahí otro Defecto; el orgullo, sentirnos muy grandes y ver con desprecio al mozo que nos estaba sirviendo, todos estos motivos nos hicieron comportarnos en forma inarmónica. De paso hemos DESCUBIERTO VARIOS YOES que deben ser trabajados, comprendidos; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo del engreimiento, habrá que comprendérsele totalmente, habrá de analizársele; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo del orgullo; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo de la autoimportancia; habrá de estudiarse a fondo lo que es el Yo de la falta de paciencia, lo que es el Yo de la ira, etc. Es un grupo de Yoes; cada uno debe ser comprendido, por separado, estudiado, analizado. Tenemos que aceptar que detrás de ese pequeño e insignificante suceso, se esconden un grupo de Yoes, y que esos, naturalmente, pues, están activos. Hay que ESTUDIARLOS A CADA UNO POR SEPARADO; dentro de cada uno de ellos está embotellada la Esencia, es decir la Conciencia; entonces hay que DESINTEGRARLOS, aniquilarlos, reducirlos a polvareda cósmica. Para desintegrarlos, tendremos que concentrarnos en la DIVINA MADRE KUNDALINI, suplicarle, rogarle que los reduzca a polvo; pero primero hay que comprender el Defecto (supongamos la ira), y luego, después de haberlo comprendido, entonces, rogarle a la Divina Madre Kundalini la elimine; después de comprender la impaciencia, suplicarle a ella elimine tal error. Después de comprender la autoimportancia. ¿Por qué nos creemos importantes? Si nosotros no somos más que míseros gusanos del lodo de la tierra. ¿En qué basamos nuestra autoimportancia? ¿En qué la fundamentamos? Realmente no hay un basamento para nuestra autoimportancia, porque nada somos; cada uno de nosotros no es más que un vil gusano del lodo de la tierra... ¿Qué somos ante el Infinito, ante la Galaxia en que vivimos, ante esos millones de mundos que pueblan el espacio sin fin? ¿Para qué sentirnos autoimportantes? Así, analizando cada uno de nuestros defectos, los vamos comprendiendo, y defecto que vayamos comprendiendo, debe ser eliminado con la ayuda de la Divina Madre Kundalini. Es obvio, que habrá que suplicarle a ella, habrá que rogarle elimine el Defecto que uno vaya comprendiendo... En una escena, pues, toman parte varios Yoes. Pongamos otra escena. Una de celos por ejemplo; incuestionablemente, es grave. En una escena de celos entran también varios Yoes. Si el hombre se encuentra de pronto, que su mujer está hablando con otro hombre, que en forma muy quedito; en fin, ¿Qué quiere decir eso? Sentirá celos, posiblemente que sí, ¿y le formará pelea a la mujer? Es claro. Pero si observamos esa escena, veremos que allí hubo celos, ira, amor propio, varios Yoes: el Yo del amor propio se sintió herido, los celos entraron en actividad, ¿la ira? También... Cualquier escena, pues, cualquier acontecimiento, cualquier evento, debe servirnos de base para el Autodescubrimiento; en cualquier evento venimos a descubrir que tenemos dentro de nosotros mismos varios Yoes, eso es obvio, varios Yoes... Por todos estos motivos, se necesita que nosotros estemos alertas y vigilantes, como el vigía en época de guerra; es indispensable el estado de ALERTA-PERCEPCIÓN, de ALERTA-NOVEDAD. Si no procedemos en esa forma, la Consciencia continuará metida dentro de los agregados psíquicos que en nuestro interior cargamos y no despertaría jamás. Tenemos que comprender que estamos dormidos; si la gente estuviera despierta, podría ver, tocar y palpar las grandes realidades de los Mundos Superiores; si las gentes estuvieran despiertas, recordarían sus vidas pasadas; si las gentes estuvieran despiertas, verían la Tierra tal como es. Actualmente no están viendo la Tierra tal como es Las gentes de la Lemuria veían el mundo como es; sabían que el mundo tiene Nueve Dimensiones por todo, diríamos Siete Fundamentales y veían al mundo pues, en forma multidimensional; en el Fuego percibían las SALAMANDRAS o criaturas del Fuego; en las Aguas percibían a las criaturas acuáticas, a las ONDINAS, a las NEREIDAS; en el Aire, eran claros para ellos los SILFOS, y dentro del Elemento Tierra veían a los GNOMOS. Cuando levantaban los ojos hacia el Infinito, podían percibir a otras humanidades planetarias; los planetas del espacio eran visibles para los antiguos, en forma distinta, pues veían el AURA DE LOS PLANETAS y también podían percibir a los GENIOS PLANETARIOS. Pero cuando la Consciencia humana quedó enfrascada dentro de todos esos Yoes o agregados psíquicos que constituyen el mí mismo, el yo mismo, el Ego, entonces la Conciencia se “durmió”; ahora se procesa en virtud de su propio embotellamiento. En tiempo de la Lemuria, cualquier persona podía ver, por lo menos, la mitad de un “HOLTAPAMNAS”; un HOLTAPAMNAS equivale a cinco millones y medio de tonalidades del color. Cuando la Consciencia quedó metida entre el Ego, los sentidos se degeneraron; en la Atlántida ya tan sólo se podía percibir un tercio de las tonalidades del color, y ahora, apenas si se perciben los siete colores del Espectro Solar y unas pocas tonalidades... Las gentes de Lemuria eran diferentes: Para ellos las montañas tenían alta vida espiritual; los ríos, para ellos, eran el cuerpo de los Dioses; la Tierra entera era perceptible para ellos como un GRAN ORGANISMO VIVIENTE, era otro tipo de gentes, diferentes, distintos. Ahora, desgraciadamente, la humanidad ha involucionado atrozmente. Por estos tiempos la humanidad está, pues, en estado de caducidad. Si no nos preocupamos nosotros por autodescubrirnos, por conocernos mejor, continuaremos con la Consciencia dormida, metida entre todos los Yoes que llevamos en nuestro interior... Los psicólogos, normalmente, creen que tenemos un solo Yo, y nada más. En Gnosis se piensa diferente: En Gnosis sabemos que la ira es un Yo, que la codicia es otro Yo, que la lujuria es otro Yo, que la envidia es otro Yo, que el orgullo es otro Yo, que la gula es otro Yo, etc., etc., etc. Virgilio, el poeta de Mantua, el autor de “La Eneida”, decía que “aunque tuviéramos mil lenguas para hablar y paladar de acero, no alcanzaríamos nosotros a contar nuestros defectos, a enumerar nuestros defectos cabalmente”... ¡Son tantos!... ¿Y dónde vamos a descubrirlos? Solamente en el terreno de la vida práctica se hace posible el Autodescubrimiento. Cualquier escena callejera es suficiente para saber cuántos Yoes entraron en actividad. Cualquier Yo que entre en acción, hay necesidad de trabajarlo para comprenderlo y desintegrarlo; sólo por ese camino se hace posible liberar la Conciencia; sólo por ese camino se hace posible el despertar. A nosotros nos debe interesar, primero que todo, el DESPERTAR, porque mientras continuemos así como estamos, dormidos, ¿qué podemos saber de los Misterios de la Vida y de la Muerte? ¿Qué podemos saber de lo Real, de la Verdad? Para poder uno llegar a conocer a fondo los Misterios de la Vida y de la Muerte, se necesita, indispensablemente, despertar. Es posible despertar si uno se lo propone; más no es posible despertar si la Conciencia continúa embotellada entre todos esos Yoes... Vivimos dentro de un mecanismo bastante complicado; la vida se ha vuelto profundamente mecanicista, en un ciento por ciento; la LEY DE RECURRENCIA es terrible, todo se repite... La vida podríamos compararla a una rueda que está girando incesantemente sobre sí misma: Pasan los acontecimientos una y otra vez, siempre repitiéndose; en realidad de verdad, nunca hay una solución final para los problemas; cada cual carga problemas, pero la solución final en realidad de verdad no existe, y si hubiera una solución final para los problemas que uno tiene en la vida, esto significaría que la vida no sería vida, sino muerte. Así pues, la solución final no se conoce. Gira la RUEDA DE LA VIDA, siempre pasando los mismos acontecimientos, repitiéndolos en forma más o menos modificada, más o menos alta o baja, pero repitiéndolos. Llegar a la solución final, impedir que la repetición de eventos o circunstancias prosiga, es algo más que imposible. Entonces, lo único que tenemos nosotros es que aprender a saber cómo vamos a reaccionar ante las distintas circunstancias de la vida. Si siempre reaccionamos de la misma forma, si siempre reaccionamos con violencia, si siempre reaccionamos con lujuria, si siempre reaccionamos con codicia ante los hechos diversos que se repiten una y otra vez en cada existencia humana, no cambiaríamos nunca, porque los acontecimientos que ustedes están viviendo actualmente, ya los vivieron en la pasada existencia. Esto significa que, por ejemplo, si ahora están ustedes sentados escuchándome, en la pasada existencia también estuvieron sentados escuchándome (no estaban aquí mismo, en esta casa, pero sí en cualquier lugar de la ciudad). Así también, en la antepasada estuvieron sentados escuchándome, en la trasantepasada estuvieron también sentados escuchándome y yo estuve hablándoles a ustedes; es decir, siempre esta Rueda de la Vida está girando y los acontecimientos van pasando, siempre son los mismos. Así pues, es imposible impedir que los acontecimientos dejen de repetirse; lo único que podemos hacer es CAMBIAR NUESTRA ACTITUD hacia los acontecimientos de la vida. Si nosotros aprendemos a NO REACCIONAR ante ningún impacto proveniente del mundo exterior; si aprendemos a ser serenos, impasibles, entonces sucederá que podremos evadir, o podremos evitar que los acontecimientos produzcan en nosotros los mismos resultados. Supongamos: Vamos a ver, por ejemplo, en una pasada existencia estuve platicando aquí, con nuestro hermano gnóstico, con el Dr, H. D., sobre un acontecimiento que cité en mi libro titulado “El Misterio del Áureo Florecer”. Hablábamos de aquella existencia en la cual me llamé yo Juan Conrado (Tercer Gran Señor de la Provincia de Granada), en la antigua España, en la época de la Inquisición, cuando el Inquisidor Torquemada hacía desastres en toda Europa: Quemaba viva a la gente en la hoguera... Ciertamente, había yo llegado a él con el propósito de pedir una amonestación cristiana para alguien; tratábase de un Conde que me zahería constantemente con sus palabras, que hacía mofa de mí, etc. En aquella época andaba yo de “Bodhisattva caído” y por cierto que no era una mansa oveja; el Ego estaba bien revivo, pero quería evitar un nuevo duelo, no por temor, sino porque ya estaba cansado de tantos duelos, pues tenía fama de ser un gran espadachín, claro... Me llegué muy temprano ante las puertas del Palacio de la Inquisición; un fraile ahí, un “monje azul” que contestaba a la puerta, me dice: – ¡Qué milagro de verle a usted, Señor Marqués, por aquí. – Muchas gracias, su Reverencia, vengo a solicitar una audiencia con el Señor Inquisidor, Monseñor Tomas de Torquemada... – ¡Imposible! –dijo–, hoy hay muchas visitas; sin embargo, voy a tratar de conseguir para usted, la audiencia... – Muchas gracias, su Reverencia –le dije por adaptarme, naturalmente, a todos los convenios de aquella época–. En realidad de verdad tenía que adaptarse uno, o de lo contrario se le ponía la cosa grave... En todo caso, el monje aquel desapareció como por encanto; y aguardé pacientemente que regresara. Al fin regresó; ya de regreso, me dice: – |
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![]() | «Vamos ahora, te probaré con el placer: gozarás de lo bueno.» Pero he aquí, esto también era vanidad. A la risa dije: «Enloqueces»;... | ![]() | Brutalidad de la novela, pero desea explicar que su espíritu salvaje corresponde a la vida de la frontera del Oeste tal como se... |
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