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Los muertos, a lo nuestroSon las nueve del día veintinueve. Va acabando diciembre. Salgo al campo, comienzo otro paseo solitario. Casi nadie en la calle. Obreros que trabajan --con buen humor, según suenan sus voces— levantando esqueletos de edificios. Es un bosque de grúas este pueblo: ¿qué clase de colmena habrá de ser mañana? Sería interesante tener junto a la imagen de ahora mismo, y junto a las que guardo desde hace medio siglo en la memoria, la que va a ofrecer cuando… pase otro medio siglo. Aunque mejor no verlo: los muertos, a lo suyo. Voy saliendo del pueblo, camino a campo abierto. Casi nadie en el campo; en el camino, nadie. Ateridos, sedientos los bancales. Para regar, hogaño un clerical hisopo ha empleado el buen Dios, en lugar de las lluvias generosas. La tierra está sedienta. La tierra está sedienta. Fría y triste, deshilachada niebla. Campos abandonados: ni pájaros ni gente. La oscura desnudez de los almendros, la austera sequedad de los olivos. A desierto ya huelen estos campos. Desierto y marabunta de urbanismo. Serán de ver los resultados cuando pasen algunas décadas. Aunque mejor no verlo: los muertos, a lo nuestro… Gójar, a veintinueve de diciembre. 29 ¡Feliz año nuevo! Otra vez fin de año; las mismas tonterías y pamplinas de hace doce meses: que el estruendo festivo, que las uvas, las felicitaciones en un esemeese por el móvil. Felicidad, bla, bla, felicidad. Y los personajillos de la tele luciendo sus estúpidas sonrisas, soltando sus más ñoñas flatulencias. Y las personajillas de la tele luciendo sus estúpidos peinados, exhibiendo sus carnes de gimnasio. Imposible sería imaginar unas divinidades más ridículas, aunque tengan millones de devotos. Es cierto que los ritos hacen falta, que el viento de la vida nos dispersa; y es bueno que se junten a la mesa, al menos una noche cada año, hijos, padres, abuelos, bisabuelos. Lo triste es que inevitablemente en no pocos momentos del bullicio de la celebración del año nuevo, brilla con esplendores excesivos el mamarracho humano. 30 Regreso1 No como un dios: he amado como un hombre; por ello muero. 2 Enterrador, que se vayan ya todos; tú y yo bastamos. 3 Bajo esta losa con mi nombre grabado hay sólo tierra. 31 Pax tecumNo atraigan tu atención, oh peregrino, los huesos que hay debajo de esta roca: son tierra ya, son polvo del camino; mas deja que esta losa sea mi boca para darte la paz con que termino: que no te arrastre una esperanza loca; que no te espante, caro camarada, este trance final: esto no es nada. 32 ViajeroAcodado en la borda, concentrado en la contemplación de ese paisaje de mar y cielo, ajeno y abstraído de la otra inmensa máquina, aunque no tan inmensa, la nave en la que va por el océano… No de distinto modo ese viajero que en la nave tierra el universo cruza, gusta de situarse en una cumbre, de sentarse en el pico de algún monte para mirar los cielos. 33 Can sin amo Vivo en estado de melancolía, de alta postración, y vago por las calles solitarias ni a la sombra ni al sol. Ni oigo los sonidos de la vida ni mi voz interior. Vivo en estado de melancolía como un rey sin bufón. Y creo que conozco los motivos de mi sordo dolor: la maldición que me espetó mi musa, cansada de que yo atienda a sus mensajes, los escriba y los eche al cajón. “Con tu encierro me tienes hasta el chichi. Ya no oirás más mi voz, la voz que pongo cuando estoy dictando a un fiel admirador. Con este adiós de enfado me despido: ¡que te jodan, mamón!” Con esta maldición ando vagando como un can que perdió el amo en cuyo hogar se cobijaba, la casa de su amor. Vivo en estado de melancolía, de alta postración; y vago por las calles solitarias ni a la sombra ni al sol. 34 |