Resumenes # 128 y 129






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GLORIA CUENCA | 06:00 a.m.

Comunicación y democracia

Hay interdependencia entre los procesos de comunicación con la actividad democrática

La relación entre comunicación y democracia es importante. Hay interdependencia entre los procesos de comunicación con la actividad democrática. Sin democracia es imposible que la comunicación se efectué en forma plenaria. Tampoco la libertad de comunicarse, en todas sus especificaciones (pensamiento, opinión, prensa, información, réplica y retroalimentación) existe. A su vez, la inexistencia de la diversas formas comunicacionales, son un indicador de la falta de democracia que impera.

Nuestra Constitución, en dos artículos, el 57 y el 58, establece la garantía de la Libertad de Expresión. El 58, en especial, señala: “la comunicación es libre y plural”, bella frase que cada día se parece más a un sueño que a la realidad. El legislador, en este caso los constituyentes del 99, nunca pensaron que el problema de la libertad de expresión llegaría a estos niveles trágicos. Nunca se habló de la terrible “hegemonía comunicacional” en aquellos años. Tampoco pensó el Gobierno que los medios independientes resistirían de tal manera y mucho menos que los periodistas aguantarían de manera firme y democrática, todas las infamias -sí han sido infamias- contra los periodistas y los medios, que van desde la muerte, la prisión, el exilio, la persecución, la agresión verbal y física, el “bozal de arepa”, los robos de equipos, el cierre de estaciones de televisión y radio, los maltratos a colegas periodistas -en este año suman más de 205 agresiones- sin importarles si son periodistas de aquí o corresponsales extranjeros agredidos y robados. A esto se agrega la suspensión de señales internacionales, caso de NTN24, la expulsión de CNN (aun cuando después se arrepintieron) y la prohibición de trabajo a Fernando Del Rincón para cubrir las elecciones en San Cristóbal.

Al constatar que no pueden con los medios ni con los periodistas, deciden acorralarlos con multas, no dar divisas para el papel, mandan a testaferros a comprarlos a fin de lograr total adhesión. ¡Qué disparate tan grande! Todavía no entienden y no quieren saber: el socialismo real fracasó, no sirvió. Los analistas ponen las causas en dos problemas fundamentales: 1°. La economía, (“estúpidos”) el modelo no funciona, no funcionó, ni funcionará. 2°. La falta de libertad de información y expresión, que ocasiona una distancia irrecuperable entre gobernantes y gobernados. ¿Quieren peores resultados?

Periodista / Prof. universitaria


Armando Durán

¿Qué hacer?

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14 de julio 2014 - 00:01

El pasado jueves, monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, volvió a meter el dedo en la llaga de la crisis. Y lo metió a fondo, tanto como hace pocos días hicieron Luis Ugalde por una parte y la CEV por otra. “Venezuela –fue la sustancia de esta declaración de Padrón a la que la todos debemos hacerle muchísimo caso– reclama un cambio urgente en todos los órdenes”.

Es preciso destacar que en ningún momento habló Padrón de aplicar remedios más o menos cosméticos para ganar un poco más de tiempo o a lo sumo para reformar sobre la marcha este o aquel matiz concreto del problema, sino de entender de una vez por todas el carácter global de la crisis, cuyos aspectos esenciales son dos. Primero, que la crisis que agobia a los ciudadanos no son simples errores en la aplicación de políticas públicas más o menos equivocadas, sino un problema estructural –la propia naturaleza del régimen chavista– y su solución hay que abordarla teniendo en cuenta que ella abarca la totalidad de la vida ciudadana e institucional. En segundo lugar, que para remediar esta realidad alterada por la anacrónica visión ideológica de los gobernantes de turno no se puede esperar a mañana (mucho menos hasta el año 2019, mucho menos a las elecciones parlamentarias de 2015, como el régimen, Acción Democrática, Copei, Primero Justicia y UNT pretenden que hagamos), sino que debe asumirse con la mayor diligencia y celeridad. O sea, que la solución de la actual crisis venezolana requiere un cambio muy profundo del sistema político y económico, sin mentiras que ya no engañan a nadie, y que ese vuelco radical y necesario para enderezar antes de que sea demasiado tarde este catastrófico rumbo que no nos lleva a ninguna parte debe efectuarse de inmediato.

Las palabras de Padrón resultan en este momento particularmente oportunas, porque estamos en vísperas del III Congreso del PSUV, cuyo desarrollo quizá nos permita medir la magnitud de las diversas corrientes internas que hoy se disputan la dirección del partido y la ruta que a partir de agosto debe seguir el gobierno para evitar el colapso del país a muy corto plazo. Y porque quizá entonces, si en efecto una fracción importante del chavismo denuncia los disparates oficiales, sea posible que la MUD también decida salir de su patético silencio, que tanto le ha servido al régimen para legitimarse dentro y fuera de Venezuela. Tengo la impresión de que solo si se produce este cambio en la perspectiva desde la cual acometer la crisis podrá frenarse la marcha de Venezuela hacia el desconocido abismo de la materia más negra del universo.

La situación a la que se refiere Padrón es, sin duda, la peor que ha sufrido Venezuela desde la Guerra Federal. A la suma de todas las escaseces que hoy en día padecen los ciudadanos, debemos añadir que la desmesura política de unos y otros ha terminado por hacerse palpablemente dramática. Por ejemplo, ¿podía alguien imaginarse que Henry Ramos Allup, en su condición de secretario general de Acción Democrática, llegaría al extremo de acusar públicamente a la dirigencia estudiantil, a Leopoldo López y a María Corina Machado como los responsables de las muertes y otras tantas atrocidades cometidas en realidad por las fuerzas represivas, oficiales y paramilitares del régimen? ¿Es ese el camino que nos propone la MUD para escapar de los desastres de la crisis?

Nunca antes se ha tenido esta certeza de que el gobierno, con el respaldo inexplicable de una oposición que ya nada tiene que ver con los sentimientos y las urgentes necesidades existenciales de los ciudadanos, sea capaz de gobernar. Mucho menos de acometer la crisis con alguna posibilidad de éxito. Pero lo cierto es que lo único que se percibe en estos días difíciles es la convicción generalizada de que si seguimos por este sendero de la improvisación, la ignorancia y la indefinición permanente el país se hundirá sin remedio en una mengua física y espiritual sin precedentes en nuestra historia republicana.

Es en este amenazante marco de desorden supremo e incoherencia (la revolución socialista y antiimperialista de Venezuela convocando por boca de su zar financiero, Rafael Ramírez, al Fondo Monetario Internacional a venir en su ayuda) que se produce el llamado agónico de Padrón. Solo escuchándolo con muchísima atención podremos entender los peligros que acechan a quienes vivan en un mudo que ahora parece estar construyéndose al revés. Solo así podremos llegar a colocarnos en la enigmática encrucijada de nuestra futura historia como nación. ¿Qué hacer para asimilar el sentido exacto de esta seria advertencia que les hace a todos los ciudadanos el jefe de los obispos venezolanos? ¿Qué hacer para no fracasar ni perecer en el intento de restaurar la democracia en Venezuela? ¿Qué hacer?


Recuperemos el manejo de los conflictos

La búsqueda del acuerdo obliga a comprender al otro y expresar preocupación por sus intereses

MARTHA LÍA GRAJALES PINEDA |  EL UNIVERSAL

lunes 14 de julio de 2014  12:00 AM

Dos situaciones, que se presentaron en dos comunidades populares de Caracas, ilustran muy bien el curso que pueden tomar los conflictos según como se les administre.

El primer conflicto se presentó en una comunidad de la parroquia San Agustín. El motivo, la ampliación de la casa de una nueva vecina que afectaba las ventanas de otros dos vecinos. Los ánimos se caldearon y los voceros de los consejos comunales intervinieron, primero, propiciando la actuación de instituciones con competencia en la materia. El procedimiento que propusieron resultaba tan engorroso, que hacía aún más complejo el conflicto. Así que en un segundo momento, decidieron hacerlo ellos mismos. Al principio fue difícil, y en medio del diálogo salía una que otra puya entre las partes, pero poco a poco se fue llegando a un consenso. Las personas involucradas nunca perdieron el protagonismo en el manejo del conflicto, que no escaló hacia la violencia, y lograron acordar medidas que dejaron satisfechas a todas las partes.

El segundo conflicto se presentó en una comunidad de El Junquito mientras una familia estaba arreglando su casa, se cayó una viga doblando la teja de cinc del techo del vecino. El vecino molesto por lo ocurrido, buscó a unos amigos armados, quienes confrontaron al responsable del hecho. El responsable del hecho a su vez buscó a otro amigo, también armado, para que les pusiera un parado a los que lo confrontaron. Finalmente, el vecino que causó el daño en la teja de cinc, la reparó, pero las familias que hasta antes de que se presentara el incidente mantenían una buena relación, se han distanciado y se han amenazado mutuamente.

Cuando el conflicto nos desborda, y requerimos la intervención de un tercero, según el tercero que intervenga, marca que el conflicto sea una oportunidad para el fortalecimiento de la convivencia y el autogobierno, o por el contrario se convierta en un conflicto más grave, que fragmente la organización social y disminuya su poder colectivo.

Los conflictos mal manejados pueden dar lugar a conflictos más graves, que incluso terminen causando la muerte, lesiones, o el abandono del barrio de las personas involucradas en el conflicto.

La ausencia de mecanismos propios de las comunidades para manejar sus conflictos, les resta protagonismo en la administración de los mismos, y se los entrega a las instituciones o a otros terceros, que no necesariamente dejan satisfechas a las partes, lo hacen más engorroso, y las fragmentan.

Recuperar el protagonismo en el manejo de los conflictos, en cambio, permite construir los criterios de justicia desde las propias comunidades, y como dice Uprymny, hacer el derecho más permeable a lo popular; además de fortalecer dos virtudes democráticas esenciales: el autogobierno, pues les enseña a manejar sus propios problemas; y la convivencia solidaria, pues la búsqueda del acuerdo, obliga a comprender al otro y expresar preocupación y consideración por sus intereses y valores.

martha_lia@yahoo.com

Elsa Cardozo

Hace un siglo

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13 de julio 2014 - 00:01

“Según que van transcurriendo los días, el mundo va enterándose de que el conflicto europeo es una catástrofe de proporciones inauditas en la historia”.

Así se escribía desde Caracas, en agosto de 1914, sobre la Gran Guerra que recién comenzaba. Eran palabras de Jesús María Semprum quien, como otros intelectuales venezolanos, había anticipado las dimensiones de un conflicto fraguado entre el agrietado sistema europeo de alianzas, las tensiones nacionalistas de la paz armada y el empuje de la segunda revolución industrial. Era difícil prever la duración de aquella guerra ante la cual, mientras nuestra intelectualidad desarrollaba en sus escritos y tertulias reflexiones tan refinadas como las que recogió en sus páginas El Cojo Ilustrado, el gobierno se decidía por la neutralidad. Una posición nunca formalmente declarada, pero asumida desde los primeros días de agosto de 1914 con una mezcla de argumentos jurídicos internacionales impecables y propuestas muy sensatas, al lado de inocultables intereses y manifestaciones de simpatía con Alemania, cuidando no chocar con los aliados que la enfrentaban.

Tal neutralidad, que por justificadas razones fue la política prevaleciente en nuestro continente hasta 1917, era también para el gobierno venezolano una manera de aislarse del escrutinio internacional justo cuando terminaba de desenmascarar su naturaleza autoritaria y personalista para imponer su idea de unión y paz nacional. De modo que el régimen que reprime nacionalmente es el mismo que condena “el impulso de la fuerza bruta en el mundo”, en palabras del epistolario del propio Gómez. No tomar partido ante el conflicto le permitía mantener un razonable margen de maniobra interior y exterior, no solo político sino, por supuesto, económico.

Abundaron las recomendaciones al Benemérito: dejar la neutralidad a tiempo de acercarse a los aliados y quedar mejor ubicados en el mapa de posguerra, decía César Zumeta; mantenerla porque los alemanes podrían salir victoriosos y serían el mejor contrapeso al poder de Washington, aconsejaba Laureano Vallenilla Lanz. Pero el discurso neutral se sostuvo aún después del momento cuando casi todo el hemisferio americano lo abandonó en solidaridad con Estados Unidos.

No eran únicamente de naturaleza geopolítica y de expresión de afinidades hacia Alemania o Inglaterra las reflexiones sobre la guerra. En sus primeras semanas, escéptico ante las iniciativas pacifistas que la precedieron, Luis Urbaneja Achelpohl la consideró “libertadora para los pueblos” a los que se había hecho insoportable la carga de las rivalidades comerciales y los recelos entre las potencias en “paz armada”. Pedro Fortoul Hurtado la contemplaba como parte de “la ley providencial del progreso” que, en lugar de significar “una ilógica vuelta a la barbarie”, era un “violento cambio de rumbo de la civilización” que tendría el efecto de una “universal renovación”.

Para otros comentaristas tempranos eran de lamentar las vacilaciones de los pacifistas, pero también la persistencia de las violencias criticadas a otros en el pasado y entonces.

Al hablar de “nuestro público” escribe Semprum, abatido por el mundo y el país: “Desde que se declaró la guerra y se tuvo noticias de que en ella tomaban parte las grandes potencias militares de Europa y de que la carnicería consiguiente sería espantable, el público no duerme tranquilo, invadido por un linaje de fiebre aguda, regodeándose con las noticias de las batallas y las cifras que expresan los muertos y heridos, en enfermiza delectación morosa”. En suma, no se equivocó el cronista que al augurar una “catástrofe inaudita” anticipó su estela: “No hay tal vez una sola esfera del pensamiento y de la actividad del hombre en la cual no haya de ejercer la presente conflagración una influencia más o menos honda”.

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ | 06:00 a.m.

Caliche

La palabra “caliche” es frecuente en el lenguaje periodístico, al menos en nuestro país

La palabra “caliche” es frecuente en el lenguaje periodístico, al menos en nuestro país. El Drae registra como venezolanismo la undécima acepción de dicho sustantivo: “Noticia o información de poca importancia”. Sin embargo, son muchas más las acepciones que aparecen en ese diccionario. Veamos: “caliche. Piedra pequeña que introducida por descuido en el barro, se calcina al cocerlo. 2. En los melones y otras frutas, señal que queda por un daño recibido. 3. Costra de cal que suele desprenderse del enlucido de las paredes. 4. Sustancia arenosa que aflora en abundancia, especialmente en el desierto de Atacama, al norte de Chile. Contiene nitrato de sodio y otras sustancias, y constituye la materia prima para la obtención del nitrato de Chile. 5. And. Raja en una vasija. 6. coloq. Mur. Hito (II juego). 7. Bol. y Perú. calichera. 8. Col. caliza. El Salv. jerga (II lenguaje especial de ciertas profesiones). 10. Perú. barrera (II Montón de tierra que queda después de haber sacado el salitre). 11. Ven. Noticia o información de poca importancia (…)”.

Según Ángel Rosenblat, “caliche” es “la noticia sin importancia, la crónica anodina, de relleno, el artículo pesado e indigesto, la foto matadora…”. Él afirma, además, que “caliche” es “un derivado despectivo de cal”, de allí su aplicación en el lenguaje de la albañilería.

Lo cierto es que en Venezuela el vocablo “caliche” ha ido mucho más allá y se ha extendido a muchas cosas y a las personas. El Diccionario del habla actual de Venezuela, de R. Núñez y F. J. Pérez, registra las siguientes aplicaciones: “1. Residuo de la cal que queda después de una lechada. 2. Mezcla de cal y arena. 3. coloq. Mala suerte. 4. Llan coloq. Persona que se enferma continuamente. 5. Llan coloq. Mancha que queda en una pared que no ha sido bien pintada. 6. Zul coloq. Sustancia blanquecina que suele salir en el prepucio del pene. 7. Zul coloq. Parte del friso de una pared que se ha desprendido de ella. 8. Zul coloq. Abstinente sexual. 9. period. Plomo que ya se ha utilizado para la impresión de un periódico. 10. period. Noticia, artículo, crónica o fotografía en un periódico que no tiene importancia, es aburrido o está como relleno. 11. juv. Persona que no tiene documento de identidad. 12. delinc. Persona nacida en la República de Colombia”.

grealemar@cantv.net

Retienen pasaporte y prohíben salida del país

Según la legislación niños, niñas y adolescentes tienen los mismos derechos que cualquier adulto

MANUEL ALFREDO RODRÍGUEZ |  EL UNIVERSAL

domingo 13 de julio de 2014  12:00 AM

El padre del niño acude ante el juez y narra que en enero de 2010 nació su hijo, quien también es hijo de su esposa, la cual mantiene doble nacionalidad: venezolana e italiana. Explica que ello consta en la correspondiente acta de nacimiento que consigna en el tribunal. El padre indica que su cónyuge se fue a vivir a otra ciudad al quedar embarazada y teme que su esposa se lleve al niño fuera de Venezuela con destino a Italia, sin precisar fecha de retorno. Añade que es víctima de amenazas y que su pareja busca impedirle el contacto con el menor. Advierte que hay grandes probabilidades de que esto ocurra ya que la familia materna de su hijo es de nacionalidad italiana y tienen familiares en ese país.

El artículo 466 de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, autoriza al juez, previa solicitud de la parte interesada, a ordenar cualquiera de estas medidas: Prohibición de salida del país al niño, niña, adolescente, su padre, madre, representantes o responsables, o a terceras personas que ejerzan la responsabilidad de crianza. También incluye la retención del pasaporte del niño, niña o adolescente e incluso, dar la autorización para viajar en situación de extrema necesidad.

Según la legislación vigente los niños, niñas y adolescentes tienen los mismos derechos que cualquier adulto. En Venezuela, aquellos dejaron de ser objeto de tutela jurídica para convertirse en sujetos plenos de derecho. En otras palabras, los niños, niñas y adolescentes son titulares de todos los derechos consagrados en el ordenamiento jurídico sin discriminación alguna. Tienen el derecho a ser criados y desarrollarse en el seno de su familia de origen, tal y como lo asienta la Convención sobre los Derechos del Niño. Ante el riesgo manifiesto que el niño sea trasladado fuera del país sin la respectiva anuencia del padre, si bien pareciera restringir el derecho constitucional al libre tránsito del menor (artículo 50 de la Carta Magna), la medida persigue garantizar el derecho a la protección contra el traslado ilícito.

El juez sentenció lo siguiente: 1º Prohibición de salida del país del niño. 2º Retención del pasaporte de la República Bolivariana de Venezuela del menor de edad. 3º Notificar a la madre del niño para informarle de esta decisión judicial. 4º Participar a la Oficina del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) sobre estos particulares para la ejecución inmediata de la medida. 5º Ordenar a la madre del menor que consigne ante el juzgado el mencionado pasaporte a la mayor brevedad posible.

Doctor en Derecho

asomivis@gmail.com

@UCV_MAR

www.protejase.com.ve

Víctimas... ¿hasta cuándo?

MIBELIS ACEVEDO DONÍS |  EL UNIVERSAL

lunes 14 de julio de 2014  12:00 AM

"Por esos parajes el alma yerra,
desaparece, vuelve, se acerca y se aleja,
ajena a sí misma e inasequible,
ora segura, ora insegura de su existencia,
mientras el cuerpo es, es y sigue siendo,
y no tiene dónde cobijarse".
Wislawa Szymborska

No se precisa una epidermis especialmente entrenada en el arte de auscultar ánimos para advertir que el abatimiento se está convirtiendo en compañero asiduo de los venezolanos. Nuestro país, mismo que –gracias a cifras provistas por entes oficiales- insistía año tras año en exhibirse en las pasarelas de naciones "más felices del mundo" (según World Happiness Report de ONU, que mide, entre otras variables, PIB real per cápita, esperanza de vida sana o la libertad percibida a la hora de tomar decisiones en la vida) hoy parece alejarse de ese canon de bienestar que se resumía en la amable seña del optimismo local. Algunos expertos dan cuenta del deterioro: "más de la mitad de mis consultas responden a cuadros de depresión y ansiedad generados por la situación-país: ruptura de vínculos familiares, decisión de emigrar, incapacidad para procesar una nueva realidad económica, stress post-traumático, ataques de pánico, miedo a ser asaltado, a perder la propia vida o la de seres queridos...", es la turbadora revelación de una psicóloga y amiga. La desesperanza, la paranoia, la anticipación de la agresión, la respuesta defensiva, los colmillos expuestos como rótulo de amenaza, son claves ahora de una conducta que debe leerse con atención.

Sometido a toda suerte de maltrato, bien sea por exceso, por déficit o por quiebre de soportes identificatorios  –ya son 16 años de inmersión en la tóxica dialéctica de un discurso de guerra, que baila cheek-to-cheek  junto al caos, la falta de Auctoritas, la anomia- y como es de esperarse en procesos donde la psiquis es sometida a agresión sistemática, el venezolano pasa espasmódicamente de víctima a victimario: no es de extrañar por tanto el ardoroso, grosero tenor de los insultadores de redes sociales, por ejemplo, o las peleas caninas entre personas que se disputan la última botella de aceite del anaquel, o la intolerancia , la anarquía en el tráfico, el desbordamiento que registra algún inusitado linchamiento de delincuentes. Pareciera como si producto de la repentina toma de conciencia del hostigamiento o de la propia indulgencia patológica, la tradicional víctima se revelara contra la agresión, respondiendo erráticamente a la violencia con más violencia. El psiquiatra francés Louis Crocq, especialista en Victimología, dice al respecto que las personas amenazadas, acosadas o difamadas son víctimas psíquicas. Tal como víctimas de guerra, se las ha colocado en un estado de sitio virtual que las ha obligado a permanecer constantemente a la defensiva.

Así, ante la agresión, se pueden esperar dos posibles reacciones: una, rebelarse y combatir. La otra, someterse y aceptar la dominación, con lo cual, el agresor valida y completa sus objetivos. En este punto, surge una pregunta crítica: más allá de las conductas impulsivas y aisladas, ¿los venezolanos nos estamos acostumbrando a ser maltratados?

Como un rehén quebrado por la sevicia de su carcelario, y a merced de un colapso que no solo abarca lo económico y social, sino sobre todo lo moral, nuestra paciencia se pone a prueba en las largas colas para comprar productos escasos y caros, ante imposiciones de cambios dramáticos en nuestro nivel de vida; reducidos por la amenaza múltiple del hampón, abrumados por un discurso que, desde todos los flancos, cabalga sobre la perversa lógica del odio polarizador, deshumanizante, y la áspera afrenta del "porque me da la gana". Somos sociedad "que se ha acostumbrado a la arbitrariedad y la fuerza del poder, y en lugar de enfrentarse busca convivir con ella y adaptarse, con astucia, como mejor pueda a este tipo de situaciones que se han prolongado durante años", explica el psicólogo social Axel Capriles; "nos están forzando a un cambio de identidad colectiva". Depositarios de esa patología del acostumbramiento, el cuadro de síntomas conduce hacia diagnóstico gravoso: la sociedad venezolana está enferma.

"Esto ya no se aguanta", musita Ana, a cuestas el íntimo naufragio de la pérdida del hijo asesinado en el barrio, mientras su espalda se cimbra nuevamente para continuar con la labor de limpieza de la oficina a donde acude a diario. El cuerpo doloroso, "que es y sigue siendo", como reza el poema  de Szymborska, da cuenta también de la tortura. Luego de la montaña rusa a la que nos ha sometido el reciente período de protestas y su siniestro saldo; presas de la frustración por un diálogo comatoso, cuando apenas se iniciaba el esbozo de revisiones que sólo podía acometer el Gobierno; enfrentados entre bandos y chocando dentro de ellos, nuestra abotargada psiquis sigue resistiendo, adaptándose, eventualmente sublevándose sin que la aguja del hosco entorno apunte cambios. En un país que fue "feliz", la pesadumbre se hace crónica, nos domeña.

¿Hasta cuándo?

@mibelis

Pedro Llorens

Denles lo que pidan

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13 de julio 2014 - 00:01

Los militares venezolanos han mandado siempre, estando o no en el poder, aunque nunca como ahora, tanto que el jefe del Estado les promete públicamente lealtad, en lugar de exigírsela a ellos (lo hizo el 24 de julio durante el acto conmemorativo de la Batalla de Carabobo).

“De mí recibirán lealtad y amor sin límites”, dijo textualmente… y es una de las pocas promesas que está cumpliendo y con creces, si tomamos en cuenta que les creó el banco de la FANB, Agrofanb, Emitra (Empresa Militar de Transporte) y Tvfanb; les aumentó varias veces los salarios, les aprobó millardos para lo que pidan (no faltan diputados lambiscones que lo consideran “poquito”)… y, por si fuera poco, promovió el fallo de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que legitima la participación de militares activos en actos políticos como marchas y mítines.          

En tiempos de los adecos (en el de los copeyanos ni se diga) a los militares se les permitió cobrar inmorales comisiones, especialmente en la compras de armamento (Gonzalo Barrios, ministro del Interior propuso pagarles lo que se iban a ganar y cancelar las adquisiciones)… y los gobernantes miraban a otro lado en los casos de tortura que se hicieron en sus teatros de operaciones para boicotear la pacificación.

Los niveles de corrupción, de permisividad y de impunidad crecieron en la misma medida en que aumentaban los precios del petróleo y la danza de los millones permitía a una banda de retrógrados levantar las fachadas de estuco de su revolución… y, sin embargo, pone la mano en el fuego por “la honestidad con que se asume la carrera de las armas para garantizar a la patria su destino de paz y estabilidad”.

A estas alturas habrán aprendido a pagar chin-chin y a no pedir factura por los trabajos que hacen (como ocurrió durante el Plan Bolívar 2000) y conocerán, aunque sea de referencia, la famosa frase del presidente mexicano Álvaro Obregón: “No hay ningún general que pueda resistir un cañonazo de 50.000 pesos”… y prueba de ello fue el coronel Jesús Guajardo, quien recibió una recompensa de 52.000 pesos, además de un ascenso a general, por preparar la emboscada y el asesinato de Emiliano Zapata el 10 de abril de 1919, cuatro meses antes de que el inquebrantable defensor de los derechos del campesino cumpliera los 40 años de edad.

Para colmo, según analistas políticos, piropos, aumentos y concesiones no han logrado que los uniformados se acerquen más a Miraflores y menos a la presidencia del Parlamento.

Inseguridad desbordada

Plan Patria Segura es un fracaso, muchos venezolanos huyen al exterior por temor a ser asesinados

NOEL ÁLVAREZ |  EL UNIVERSAL

lunes 14 de julio de 2014  12:00 AM

Cada día se agudiza el problema de inseguridad, pese a los sucesos cada vez más graves que estremecen a la opinión pública, a las protestas de los ciudadanos, alertas de los medios, individualidades, expertos, el Gobierno nacional sigue negando la crisis, hablando de disminución del delito, pregonando que el Plan Patria Segura es exitoso, la cifra de asesinatos en Venezuela supera a cualquier país en guerra. El hampa desbordada hace de las suyas, vivimos un toque de queda, después de las 8 de la noche, a no ser porque haya colas en las autopistas, Caracas y las principales ciudades de la provincia, lucen solitarias, parecen pueblos fantasmas.

Es insólito que nuevamente en El Cambur, sector donde en enero de este año lamentablemente fueron asesinados la actriz Mónica Spear y su esposo, se vuelvan a registrar lamentables sucesos. Con estupor leímos, como en días pasados varios vehículos que transitaban por la autopista Valencia- Puerto Cabello, al pasar por "El Cambur" fueron atacados con objetos contundentes para detener su marcha y proceder a robarlos. Los conductores continuaron con sus vehículos destrozados, hasta llegar al puesto de la Guardia Nacional.

¿Qué esconden en el sector El Cambur? ¿Por qué si saben que es una guarida de delincuentes, no logran apresar a los responsables? No se requiere de habilidades especiales para que la policía pueda de una vez por todas desmantelar las bandas que allí operan y que mantienen en zozobra a los que se ven obligados a transitar por esa vía. Es inaceptable que esas bandas sigan actuando con la mayor impunidad. La situación no es exclusiva de esa región del país, autopistas y carreteras de Venezuela son verdaderas guillotinas por su mal estado, ausencia de señalización, iluminación y, por si fuese poco, están llenas de malandros que emplean el mismo "modus operandi" que los de "El Cambur".

El Plan Patria Segura es un fracaso, muchos venezolanos huyen al exterior justamente por temor a ser asesinados. Llegan las vacaciones y la gente siente miedo de viajar, los ciudadanos extranjeros reciben alertas de sus países señalando que nuestro país es un destino de alto riesgo. Es una ironía afirmar que Venezuela es un país chévere, que se llenará de turistas extranjeros, que podemos hacer turismo interno, ecológico, cuando la inseguridad nos acecha, la escasez de productos se agrava, los apagones forman parte de la cotidianidad y el racionamiento de agua cada día es más severo. Es hora que el Gobierno tome en serio el tema de la inseguridad, porque actualmente no cumple con su deber de garantizarnos la vida.

Coordinador Nacional de "Gente" Generación Independiente

@alvareznv

Sanciones... otra vez

Una acción unilateral del gobierno de EEUU no va a ser bienvenida por las mayorías en Venezuela

LUIS VICENTE LEÓN |  EL UNIVERSAL

domingo 13 de julio de 2014  12:00 AM

Fui invitado por el Washington on Latin American (WOLA) para participar en un evento público que analizaba los posibles impactos (no necesariamente deseados) de la potencial aplicación de sanciones a un grupo específico de funcionarios públicos venezolanos acusados de violar derechos humanos.

Ya había escrito antes mi opinión sobre el tema. Para mí, las sanciones unilaterales no tienen sentido y pienso más bien que los apoyos se deben canalizar por otras vías institucionales. Pero además considero que la historia del conflicto venezolano es mucho más compleja que lo que plantean los discursos convencionales de los radicales de ambos lados y que conducen a interpretaciones foráneas simplistas y sesgadas. Finalmente, una acción unilateral del gobierno de EEUU no va a ser bienvenida por las mayorías en Venezuela por su percepción de acción intervencionista y sólo generará argumentos más sólidos al gobierno para "demostrar" que hay una conspiración para tumbarlo, la perfecta excusa para justificar la actual crisis, generando empatías con los independientes, unificando al chavismo y logrando que la comunidad internacional latina reaccione con solidaridad primaria.

Esa sigue siendo mi opinión, pero en esta oportunidad no vine sólo a expresar lo que pienso, sino a compartir lo que piensan los venezolanos sobre el tema y para eso usamos los resultados de la última encuesta nacional Datanálisis terminada el 27 de mayo.

Arranquemos por decir que el 70% de la población cree que la situación del país es negativa y, sin embargo, el 73% no está de acuerdo con que el gobierno norteamericano tome alguna acción unilateral y esto incluye al 55% de quienes se consideran opositores y el 64% de los independientes. El 70% de los entrevistados considera inadecuado que se apliquen sanciones contra Venezuela, pero incluso cuando hicimos la prueba ácida de preguntar sobre sanciones específicas contra funcionarios acusados de cometer violaciones contra derechos humanos, conseguimos que el 54% está en contra, frente a 38% a favor.

El tema más relevante lo conseguimos cuando preguntamos cuáles podrían ser las motivaciones de EEUU para aplicar sanciones contra funcionarios venezolanos. La respuesta fue demoledora. El 44% cree que esta sería una excusa para provocar un golpe de Estado y quedarse con el control del petróleo, mientas un 16% piensa que es un mecanismo encubierto para atacar a Maduro. Sólo 20% cree que es simplemente un mecanismo de castigo a funcionarios públicos que han violado los derechos humanos.

Estoy convencido que la propuesta de sanciones no tiene la intención de quedarse con nuestro petróleo ni intenta provocar un golpe de Estado. Es más bien una combinación de factores que incluye la real preocupación de muchas personas decentes en EEUU sobre violaciones de derechos humanos en Venezuela mezclado con los clásicos intereses políticos electorales internos, que juegan un papel importante para algunos políticos de zonas de alta concentración migratoria antichavista (venezolana y cubana) en vísperas de las elecciones del Congreso. Pero la percepción en Venezuela es distinta y su efecto secundario es contrario al objetivo deseado por quienes en realidad lo hacen con un genuino interés de ayudar.

Es importante que estos temas se lleven al seno de los organismos multilaterales y especializados en derechos humanos y lograr que se pronuncien y denuncien cualquier violación que en efecto haya ocurrido y presionen al gobierno a castigar y rectificar. Tomar la ruta individual del "big brother" suele terminar siendo más bien un "big mistake" o como dice Marino Alvarado de Provea, un autogol desde la media cancha.

@Luisvicenteleon

Luisvleon@gmail.com
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