CASTILLA El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Nadie responde... Al pomo de la espada y al cuento de las picas el postigo va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules, y en los ojos. lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. "Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!" Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: "¡En marcha!" El ciego sol, la sed y la fatiga... Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. M. MACHADO
CANTAR DEL MÍO CID El Campeador se dirigió a su posada;
cuando llegó a la puerta, la halló bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso, así ellos acordaran:
que a menos que la rompiese, no se la abrirían por nada.
Los de mío Cid a altas voces llaman,
los de dentro no les querían responder palabra.
Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba,
sacó el pie del estribo, un fuerte golpe daba;
no se abre la puerta, que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años a mío Cid se acercaba:
«Ya Campeador, en buen hora ceñiste espada
«El rey lo ha vedado, anoche entró su carta,
«con gran mandamiento y fuertemente sellada.
«No os osaríamos abrir ni acoger por nada;
«si no, perderíamos los bienes y las casas,
«y aún además los ojos de las caras.
«Cid, en nuestro mal vos no ganáis nada;
mas el Criador os guarde con todas sus virtudes santas».
Esto la niña dijo y tornó para su casa.
Ya lo ve el Cid que del rey no esperaba gracia.
Partióse de la puerta, por Burgos aguijaba,
llegó a Santa María, luego descabalga;
hincó las rodillas, de corazón rogaba.
La oración hecha, luego cabalgaba;
salió por la puerta, el río Arlanzón pasaba.
Junto a la villa de Burgos en la glera acampaba,
mandó plantar las tiendas, después descabalgaba.
Mío Cid Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó espada,
acampó en la glera que nadie le abre su casa;
están junto a él los fieles que le acompañan.
Así acampó mío Cid como si fuese en montaña.
COMENTARIO Dos textos. El primero del siglo XX, el segundo del XII, ocho siglos los separan. Autores, M. Machado y un juglar anónimo, seguramente de la zona de San Esteban de Gormaz. Dos recreaciones de un mismo tema, la desesperación del Cid y sus hombres al ver que nadie les abre sus puertas para darles cobijo y asilo tras las largas jornadas que llevaban recorridas por la estepa castellana y es una niña de nueve años la encargada de decirle las causas.
No es extraño que M. Machado no pudiera sustraerse a escribir este poema recreando tiempos pasados. La acción se desarrolla en Castilla y para él el paisaje castellano es como para su hermano un microcosmo, todo objeto lírico, lleno de emoción y de enorme carga emotiva. La estructura externa es diferente: Los juglares, actores y cantores errantes que pertenecen al Mester de Juglaría, se dedicaban a la recitación de los cantares de gesta, obras de origen épico que narran hazañas de héroes usando la tirada métrica, versos indefinidos de arte mayor en torno a las 16 sílabas con cesura y rima asonante, a caballo entre la lírica y el género narrativo. Machado se decanta por una silva estrofa de origen italiano traído por Garcilaso, compuesta por un número indeterminado de versos y rima libre, pero al autor le gusta arromanzada. La interna es prácticamente la misma: Planteamiento, la llegada a Burgos buscando un sitio para descansar. El nudo la aparición de esa niña, la única que se atreve a hablarles y el desenlace, la partida para no hacer daño a los habitantes del lugar. El tema y la idea principal, en ambos, las consecuencias que le acarreó al Cid y a los suyos, el destierro y la ¿deslealtad? al rey. La vigencia de los valores atribuidos al personaje siguen siendo válidos pese al tiempo transcurrido pero el lirismo del poema machadiano sube la tensión al máximo. Con su estilo azoriniano que consiste en decir mucho en pocas palabras y frases cortas.
El ciego sol, la sed y la fatiga Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. No se puede decir más con menos. Sol, sed, fatiga, imposible seguir, no pueden más o, por lo menos, así piensa el Cid del estado de los suyos que él autor reduce a doce.
Es la estampa de otro gran hombre, Jesucristo y los doce apóstoles que magnifica aún más la figura de D. Rodrigo.
Son pinceladas como las de los mejores pintores que no sólo nos narran la escena sino que además podemos imaginárnosla como si de un cuadro se tratara. Y aún sigue, -polvo, sudor y hierro-, es la imagen que dan, sucios por el largo viaje a través de la terrible estepa castellana, encharcados en sudor por el calor, embutidos en sus armaduras de hierro, preciosas metonimias que los dejan reducidos sólo a eso. Hay que imaginar la decepción al ver que nadie les abre sus puertas. Únicamente se atreve a acercárseles una niña a la que el juglar añade el detalle de la edad, de nueve años y un Machado que se recrea en el personaje por medio de contrastes (terribles golpes, eco ronco/ voz pura y de cristal), metáforas (oro pálido nimba), abundante adjetivación (terribles, ronco, pura, débil, blanca, curiosa, asustada...) metonimias ( es toda ojos azules y en los ojos, lágrimas) frases muy cortas, enumeración...que hace que el lector la vea, la escuche, sienta la angustia de su ruego, imagine a esos hombres agotados y oiga la voz de Cid dando la orden de seguir la marcha A los terribles golpes de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal, responde... Hay una niña muy débil y muy blanca en el umbral. Es toda ojos azules, y en los ojos. lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. "Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El cielo os colme de venturas... ¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!" Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces guerreros, y una voz inflexible grita: "¡En marcha!" En los cuatro últimos versos, el tiempo se detiene. Todos han escuchado a la niña y esos feroces guerreros esperan la decisión de su señor que no se hace esperar pues con voz inflexible grita: “¡En marcha!“ El personaje no ha perdido su condición de caballero leal, fiel servidor, buen compañero, empatía, generosidad y valentía que le caracterizaba ya en el poema del siglo XII.
Tal vez porque sean los que a cualquier persona de cualquier época deberían acompañar. M. Machado pertenece al Modernismo, movimiento paralelo a la generación del 98, generación que aúna sus voluntades tras el gran desastre sufrido por España tras perder las últimas colonias que les generó una intensa preocupación por su patria y el espíritu de una sociedad, según ellos, ramplona y apática. Pero los modernistas prefieren evadirse de los problemas del momento, escapar de una realidad que les abruma como en su día, en el siglo XVII, los culteranos frente a los conceptistas. Por ello buscan tiempos pasados, paisajes exóticos, héroes legendarios pero también la intrahistoria, rebuscando en nuestras raíces pues entre estas dos vertientes de la literatura del siglo XX no hay tantas divergencias, salvo en la proporción de autores y la salvedad del género utilizado. Hoy, un siglo después, tal vez tengamos más necesidad que nunca de recordar figuras como el Cid con un liderazgo que no vemos en muchas de las personas que tienen los problemas del país en sus manos ni con su enorme generosidad para pensar más en los que representan y no sólo en ellos. Los valores van cambiando, los tiempos también pero nunca debemos olvidar la responsabilidad que cada uno de nosotros, y ahora incluyo a todos, tenemos ante los demás y hacia nosotros mismos. |