Stratford on Avon, Reino Unido, 1564-id., 1616 Dramaturgo y poeta inglés. Tercero de los ocho hijos de John Shakespeare, un acaudalado comerciante y político






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WILLIAM SHAKESPEARE
(Stratford on Avon, Reino Unido, 1564-id., 1616) Dramaturgo y poeta inglés. Tercero de los ocho hijos de John Shakespeare, un acaudalado comerciante y político local, y Mary Arden, cuya familia había sufrido persecuciones religiosas derivadas de su confesión católica, poco o nada se sabe de la niñez y adolescencia de William Shakespeare.
Parece probable que estudiara en la Grammar School de su localidad natal, si bien se desconoce cuántos años y en qué circunstancias. Según un coetáneo suyo, William Shakespeare aprendió «poco latín y menos griego», y en todo caso parece también probable que abandonara la escuela a temprana edad debido a las dificultades por que atravesaba su padre, ya fueran éstas económicas o derivadas de su carrera política.
Sea como fuere, siempre se ha considerado a Shakespeare como una persona culta, pero no en exceso, y ello ha posibilitado el nacimiento de teorías según las cuales habría sido tan sólo el hombre de paja de alguien deseoso de permanecer en el anonimato literario. A ello ha contribuido también el hecho de que no se disponga en absoluto de escritos o cartas personales del autor, quien parece que sólo escribió, aparte de su producción poética, obras para la escena.
La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor.
Su estancia en la capital británica se fecha, aproximadamente, entre 1590 y 1613, año este último en que dejó de escribir y se retiró a su localidad natal, donde adquirió una casa conocida como New Place, mientras invertía en bienes inmuebles de Londres la fortuna que había conseguido amasar.
La publicación, en 1593, de su poema Venus y Adonis, muy bien acogido en los ambientes literarios londinenses, fue uno de sus primeros éxitos. De su producción poética posterior cabe destacar La violación de Lucrecia (1594) y los Sonetos (1609), de temática amorosa y que por sí solos lo situarían entre los grandes de la poesía anglosajona.
Con todo, fue su actividad como dramaturgo lo que dio fama a Shakespeare en la época. Su obra, en total catorce comedias, diez tragedias y diez dramas históricos, es un exquisito compendio de los sentimientos, el dolor y las ambiciones del alma humana. Tras unas primeras tentativas, en las que se transparenta la influencia de Marlowe, antes de 1600 aparecieron la mayoría de sus «comedias alegres» y algunos de sus dramas basados en la historia de Inglaterra. Destaca sobre todo la fantasía y el sentido poético de las comedias de este período, como en Sueño de una noche de verano; el prodigioso dominio del autor en la versificación le permitía distinguir a los personajes por el modo de hablar, amén de dotar a su lenguaje de una naturalidad casi coloquial.
A partir de 1600, Shakespeare publica las grandes tragedias y las llamadas «comedias oscuras». Los grandes temas son tratados en las obras de este período con los acentos más ambiciosos, y sin embargo lo trágico surge siempre del detalle realista o del penetrante tratamiento psicológico del personaje, que induce al espectador a identificarse con él: así, Hamlet refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral entre venganza y perdón; Otelo, la crueldad gratuita de los celos; y Macbeth, la cruel tentación del poder.
En sus últimas obras, a partir de 1608, cambia de registro y entra en el género de la tragicomedia, a menudo con un final feliz en el que se entrevé la posibilidad de la reconciliación, como sucede en Pericles. Shakespeare publicó en vida tan sólo 16 de las obras que se le atribuyen; por ello, algunas de ellas posiblemente se hubieran perdido de no publicarse (pocos años después de la muerte del poeta) el Folio, volumen recopilatorio que serviría de base para todas las ediciones posteriores.

COMENTARIO SOBRE LOS SONETOS DE WILLIAM SHAKESPEARE

Felicidad matrimonial
Se ha opinado mucho sobre la vida personal del autor y sobre su presunta bisexualidad, especulación que encuentra su base principal en una originalísima colección de sonetos que fue publicada, al parecer, sin su consentimiento. También se ha sospechado la existencia de alguna o algún amante que hiciera desgraciado su matrimonio, ya que la que fue su mujer y madre de sus tres hijos era bastante mayor que él y se encontraba embarazada antes de la boda. Esta sospecha se asienta en una famosa cita de su testamento: "Le dejo mi segunda mejor cama", pasaje que ha suscitado las más dispares interpretaciones y no pocas especulaciones. La más general tiene que ver con que la relación de la pareja no era del todo satisfactoria. Pero otra apunta en sentido contrario, ya que el dramaturgo le habría dedicado un hermoso soneto a su señora esposa titulado The World's Wife ("La Esposa del Mundo").
Se ha seguido muy de cerca, además, la crueldad de Shakespeare con respecto a la figura femenina en sus sonetos y, en consecuencia, de la ingenuidad del hombre que cae atrapado en sus redes. Los temas de la promiscuidad, lo carnal y la falsedad de la mujer —descripta y criticada humorísticamente por el dramaturgo— son pruebas suficientes para los que parten de la base de que tendría cierta predilección por los hombres y un repudio hacia la coquetería de las damas, en todo caso, siempre mencionadas en alusión a su superficialidad e intereses materialistas.

Véase parte del siguiente fragmento de su soneto 144:

Dos amores tengo yo de disfrute y desesperación

los cuales como dos espíritus aún me sugieren que

el mejor ángel es un hombre blanco y derecho, y

el peor espectro, una mujer de color enfermizo.

Para ganarme pronto al infierno, mi mal femenino

se llevó al mejor ángel de mi lado,

y corrumpiría a mi santo para ser un demonio,

arruinando su pureza con su fétido orgullo (...)
Se puede apreciar claramente la dura crítica shakesperiana hacia el papel de una mujer que, a primera vista, parece interponerse entre el romance del dramaturgo y su mecenas. Quienes desmienten este supuesto, lo hacen objetando que la voz poética del soneto no tiene porqué coincidir con la personalidad del autor.
Lo cierto es que Shakespeare parodia su perspectiva, como vemos en la cita:

Los ojos de mi señora no son nada como el sol,

el coral es por lejos más rojo que sus rojos labios;

si la nieve es blanca, ¿por qué entonces sus pechos son oscuros?

Si el cabello fuera alambre, negros alambres crecerían de su cabeza (...)
Toda esta problemática se enturbia si nos detenemos por un instante a analizar algunos de sus más afamados pasajes teatrales. En una de sus comedias, titulada Como gustéis, Shakespeare pone de manifiesto la corrupción del mundo masculino y la capacidad de una mujer –Rosalinda – para restaurar el orden inicial y llegar a la paz. Sin embargo, a pesar de que la heroína de la trama es una figura femenina, ésta se arma de valor y es capaz de grandes hazañas recién cuando asume el papel de un hombre, Ganímedes –personaje mítico y homosexual que se había enamorado de Júpiter.

Adentrándonos en la tragedia, el caso del Rey Lear es también muy representativo. Aquí el autor destaca la ceguedad de los hombres, sobre todo de Lear, que destierra a su hija Cordelia por ser la única de las tres hermanas en expresar su honestidad. Estudios feministas apuntarían a que Shakespeare atacaba a su sociedad contemporánea, y que utilizaría nombres y lugares ficticios para huir de persecuciones de la corte. Defiende a la mujer y le hace ver a los hombres que el silenciarla terminaría en catástrofe, como así sucede en el desenlace de Lear. Otras opiniones sobre la obra expresan que la mujer no podía acceder al trono, según el dramaturgo, porque esto implicaría caos y controversias. Cuando el rey Lear adjudica el poder a sus dos hijas mayores, Goneril y Regan, éstas cambian su conducta bruscamente para con su padre y lo someten a una agobiante tortura que irá consumiendo su vida poco a poco. El gobierno se deteriora y el séquito real se desmorona hasta que un hombre reasume el mando.

SONETOS DE AMOR DE WILLIAM SHAKESPEARE


I
De los hermosos el retoño ansiamos

para que su rosal no muera nunca,

pues cuando el tiempo su esplendor marchite

guardará su memoria su heredero.

Pero tú, que tus propios ojos amas,

para nutrir la luz, tu esencia quemas

y hambre produces en donde hay hartura,

demasiado cruel y hostil contigo.
Tú que eres hoy del mundo fresco adorno,

pregón de la radiante primavera,

sepultas tu poder en el capullo,

dulce egoísta que malgasta ahorrando.
Del mundo ten piedad: que tú y la tumba,

ávidos, lo que es suyo no devoren.

II
Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos

y ahonden surcos en tu prado hermoso,

tu juventud, altiva vestidura,

será un andrajo que no mira nadie.

Y si por tu belleza preguntaran,

tesoro de tu tiempo apasionado,

decir que yace en tus sumidos ojos

dará motivo a escarnios o falsías.
¡Cuánto más te alabaran en su empleo

si respondieras: " Este grácil hijo

mi deuda salda y mi vejez excusa ",

pues su beldad sería tu legado!
Pudieras, renaciendo en la vejez,

ver cálida tu sangre que se enfría.

III
Mira a tu espejo, y a tu rostro dile:

ya es tiempo de formar otro como éste.

Si no renuevas hoy su lozanía,

al mundo engañas y a una madre robas.

¿Quién es la bella del intacto seno

que tu cultivo marital desdeñe?

y ¿quién tan loco para ser la tumba

de un amor egoísta sin futuro?
Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo,

la gracia de su abril, su primavera;

así, de tu vejez por las ventanas,

aunque mustio, verás tu tiempo de oro.
Mas si pasar prefieres sin memoria,

muere solo y tu imagen morirá.

IV
Derrochador de encanto, ¿por qué gastas

en ti mismo tu herencia de hermosura?

Naturaleza presta y no regala,

y, generosa, presta al generoso.

Luego, bello egoísta, ¿por qué abusas

de lo que se te dio para que dieras?

Avaro sin provecho, ¿por qué empleas

suma tan grande, si vivir no logras?
Al comerciar así sólo contigo,

defraudas de ti mismo a lo más dulce.

Cuando te llamen a partir, ¿qué saldo

podrás dejar que sea tolerable?
Tu belleza sin uso irá a la tumba;

usada, hubiera sido tu albacea.

V
Las horas que gentiles compusieron

tal visión para encanto de los ojos,

sus tiranos serán cuando destruyan

una belleza de suprema gracia:

porque el tiempo incansable, en torvo invierno,

muda al verano que en su seno arruina;

la savia hiela y el follaje esparce

y a la hermosura agosta entre la nieve.
Si no quedara la estival esencia,

en muros de cristal cautivo líquido,

la belleza y su fruto morirían

sin dejar ni el recuerdo de su forma.
Mas la flor destilada, hasta en invierno,

su ornato pierde y en perfume vive.


VI
No dejes, pues, sin destilar tu savia,

que la mano invernal tu estío borre:

aroma un frasco y antes que se esfume

enriquece un lugar con tu belleza.

No ha de ser una usura prohibida

la que alegra a quien paga de buen grado;

y tú debes dar vida a otro tú mismo,

feliz diez veces, si son diez por uno.
Más que ahora feliz fueras diez veces,

si diez veces, diez hijos te copiaran:

¿qué podría la muerte, si al partir

en tu posteridad siguieras vivo?
No te obstines, que es mucha tu hermosura

para darla a la muerte y los gusanos.

VII
¡Ve! si en oriente la graciosa luz

su cabeza flamígera levanta,

los ojos de los hombres, sus vasallos,

con miradas le rinden homenaje.

Y mientras sube al escarpado cielo,

como un joven robusto en su edad media,

lo siguen venerando las miradas

que su dorada procesión escoltan.
Pero cuando en su carro fatigado

deja la cumbre y abandona al día,

apártanse los ojos antes fieles,

del anciano y su marcha declinante.
Así tú, al declinar sin ser mirado,

si no tienes un hijo, morirás.


XV
Cuando pienso que todo lo que crece

su perfección conserva un mero instante;

que las funciones de este gran proscenio

se dan bajo la influencia de los astros;

y que el hombre florece como planta

a quien el mismo cielo alienta y rinde,

primero ufano y abatido luego,

hasta que su esplendor nadie recuerda:
la idea de una estada tan fugaz

a mis ojos te muestra más vibrante,

mientras que Tiempo y Decadencia traman

mudar tu joven día en noche sórdida.
Y, por tu amor guerreando con el Tiempo,

si él te roba, te injerto nueva vida.

XVI
¿Y por qué no es tu guerra más pujante

contra el Tirano tiempo sanguinario;

y contra el decaer no te aseguras

mejores medios que mi rima estéril?

En el cenit estás de horas risueñas.

Los incultos jardines virginales

darían para ti vivientes flores,

a ti más semejantes que tu efigie.
Tendrías vida nueva en vivos trazos,

pues ni mi pluma inhábil ni el pincel

harán que tu nobleza y tu hermosura

ante los ojos de los hombres vivan.
Si a ti mismo te entregas, quedarás

por tu dulce destreza retratado.


XVII
¿Quién creerá en el futuro a mis poemas

si los colman tus méritos altísimos?

Tu vida, empero, esconden en su tumba

y apenas la mitad de tus bondades.

Si pudiera exaltar tus bellos ojos

y en frescos versos detallar sus gracias,

diría el porvenir: " Miente el poeta,

rasgos divinos son, no terrenales ".
Desdeñarían mis papeles mustios,

como ancianos locuaces, embusteros;

sería tu verdad " transporte lírico ",

" métrico exceso " de un " antiguo " canto.
Mas si entonces viviera un hijo tuyo,

mi rima y él dos vidas te darían.


XVIII
¿A un día de verano compararte?

Más hermosura y suavidad posees.

Tiembla el brote de mayo bajo el viento

y el estío no dura casi nada.

A veces demasiado brilla el ojo

solar, y otras su tez de oro se apaga;

toda belleza alguna vez declina,

ajada por la suerte o por el tiempo.
Pero eterno será el verano tuyo.

No perderás la gracia, ni la Muerte

se jactará de ensombrecer tus pasos

cuando crezcas en versos inmortales.
Vivirás mientras alguien vea y sienta

y esto pueda vivir y te dé vida.


XIX
Mella, Tiempo voraz, del león las garras,

deja a la tierra devorar sus brotes,
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