La primera expedición misionera salesiana al Amazonas






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NOTAS:
(1. MEGGERS Betty 1981)

(2. HAFFER J. 1969)

(3. MEGGERS Betty, 1981)

(4. LATHRAP D. W. 1970)

(5. Del Rey, 1970,I:108)

(6. RIONEGRO Froilán de, 1929)

(7. GILLIJ S. 1965)

(8. GILLIJ, Salvatore, 1965.1)

(9. MOREY, Robert y Nancy, 1983)

(10. GUMILLA, José. 1963.)

(11. GILLIJ, Salvatore, 1965)

(12. GILUJ, Salvatore 1965)

(13.ANUARIO ESTADÍSTICO, 1936. Ministerio de Fomento. Caracas.)

(14. BOADAS R. Antonio. 1983)

CAPITULO III
Las primeras misiones en el Amazonas.

Antecedentes
1. El proceso evangelizador
El sistema de trabajo que emprendió la Iglesia, bajo un denominador común de sumisión al Estado colonial, fue el de Reducciones o Pueblos de Misión, que tuvo pocas variantes, según las zonas y órdenes religiosas que de ello se ocuparon.

Aunque su inicio debemos colocarlo en los primeros años de la Conquista, la Reducción como concentración de indígenas en poblados, partió de la intención de Bartolomé de Las Casas (1516) de «formar comunidades de indios», intención que no pudo concretizarse en el intento malogrado de Cumaná (1520).

El Obispo Vasco de Quiroga, fundó en Michoacán (México) los «pueblos hospitales» con el mismo objetivo (1531).

Las Reducciones más famosas las lograron los Jesuitas en Maynas (Provincia de Quito, 1619) y anteriormente las más nombradas de Paraguay (1609).

La reducción era un modelo evangelizatorio específico. Fue un modelo de adaptación a la vida colonial, en los estrechos límites permitidos por el Patronato real. Adaptación en el sentido de cierto respeto o instrumentación de las lenguas indígenas, algunas costumbres y ciertas creencias. Fue un método integral; asumía la vida en su totalidad: trabajo manual, educación familiar, vida política, recreación etc.

Se desarrolló sobre todo en zonas de frontera: Orinoco, Llanos, Norte de México, Alto Perú, Paraguay... El fin último era la homogeneización en la fe y la misión proselitista al servicio de la Corona.

La reducción fue un control hegemónico: España y Portugal entendieron la Misión como una estructura de control político y cultural. Era para ellos una empresa política de refuerzo y defensa de fronteras y fue apoyada y subsidiada, mientras sirvió para tal fin. Fue uno de los factores básicos en el proceso de homogeneización de las etnias indígenas para conformar la «Cristiandad», modelo religioso de la época.

Hubo diferencias metodológicas que hay que hacer notar, sobre todo en lo que se refiere a la relación con el poder colonial. Unas misiones permitían un mayor control por parte del Estado; estaban más ligadas a su servicio. Para otras (Jesuitas), en referencia al «indio encomendado», el indio «reducido», era sinónimo de «indio libre». Tenían algunas estructuras anticolonialistas, alcanzando el máximo poder posible dentro del marco férreo de la Colonia; fueron soportadas como mal menor por los Habsburgo (1519-1700) y erradicadas posteriormente por los Borbones (1767).

Este modelo civilizatorio se impuso, basado en la superioridad tecnológica y en la mentalidad etnocéntrica del europeo. La introducción del hierro produjo una revolución cultural; más que un proceso de pasaje, fue un salto.

El gobierno civil y religioso fue siempre detentado por el misionero con una organización más o menos rígida que imponía un régimen totalmente diferente al de las naciones indígenas: el trabajo común en las tierras, la especialización excesiva, y sobre todo la anulación de la fuerza religiosa del shamán y la ridiculización de su religiosidad. Por parte de los indígenas hubo siempre manifestaciones claras y conscientes de que la Reducción era un disimulado cautiverio.

El excesivo paternalismo fomentó la tutela del indígena e impidió su liberación. Expulsado el jesuíta, las reducciones desaparecen, produciéndose un descalabro en el indígena, al que se le había castrado su voluntad de lucha.

Resumiendo, podemos concluir que la acción misionera en América fue no sólo una institución proselitista, sino que fue una de las empresas-guía más conspicuas del Estado; un instrumento político e ideológico que resultó muy apto para reforzar y defender las fronteras, pacificar a los nativos y abrir camino a la ocupación europea. (1). Se inscribió así como un arma poderosa y eficaz para la implantación colonial en América.

Pero eso no impide valorar y reconocer la labor individual y colectiva de misioneros y Órdenes religiosas que trabajaron con la mayor entrega, buena voluntad y fe y muchas veces en situaciones verdaderamente heroicas y en conflicto con los poderes coloniales, que aún hoy, a distancia de siglos, no podemos sino admirar. Basta recordar que en sólo 4 años murieron 29 misioneros en las regiones del Orinoco. Hoy en día, los juristas de fronteras agradecen los documentos misionales dejados por estos hombres, así como los lingüistas aprovechan el enorme material dejado por estos hombres que iniciaron con gran esfuerzo y nulas comodidades, el estudio de las más variadas lenguas americanas. Así como, en lo personal, demostraron claramente un auténtico amor y entrega a estos pueblos indígenas.

Desde los lejanos tiempos de la Colonia, la Iglesia estuvo presente en el Amazonas venezolano por medio de varias denominaciones misioneras. Un repaso a esta actividad misional primigenia es necesario para comprender el proceso histórico del Estado Amazonas.
2. La Compañía de Jesús (Jesuitas)
La primera misión en territorio amazonense fue creada por los PP. Jesuitas de la Provincia de Santa Fe, que ya en el siglo XVII habían creado numerosas reducciones en los llanos del Casanare, hasta que llegaron a orillas del Orinoco, donde fundaron varios pueblos: Parararuma en 1733, Carichana en 1736, Cabruta y Anabeni en 1739 y Atures en 1747.

Fue el raudal de Atures el lugar escogido para levantar una misión que controlara lugar tan estratégico. Se fundó primero en la orilla derecha del Cataniapo y se conoció con el nombre de «San Juan Nepomuceno de los Atures». Después la trasladaron a la izquierda del mismo río.(2). Posiblemente, este traslado se debió al ataque de los Guaipuinabes, dirigidos por Ymo y Cayamu.

El 4 de Febrero de 1744 el jesuita P. Román, movido por las noticias traídas por los indígenas del Alto Orinoco, salió Orinoco arriba y llegando a Atabapo se encontró con una embarcación de portugueses, que le explicaron la comunicación con las tierras del Brasil. El descubrimiento del Casiquiare como canal que une las dos hoyas hidrográficas, la del Orinoco y la del Amazonas, tuvo una gran importancia desde el punto de vista geográfico y también desde el punto de vista político, pues así se aseguró a la corona española el dominio de esas tierras en las que ya incursionaban los portugueses. (3)

A los Jesuitas se debe el conocimiento, descripción y estudio primeros de las tierras orinoquenses. Además del P. José Gumilla autor del «Orinoco Ilustrado» y del P. Salvatore Gillij, autor del «Ensayo de Historia Americana», grandes conocedores y difusores de esta zona de Venezuela, debemos recordar a grandes misioneros y fundadores de pueblos como el P. Bernardo Rotella, el P. Roque Lubián, el P. Francisco Olmo (primer párroco de S. Femando de Atabapo), el P. Román, etc.

En 1750, reinando en España Fernando VI, se determinó designar una Comisión mixta entre España y Portugal que debería fijar los límites entre las posesiones de ambas naciones en Sudamérica, para evitar ambigüedades y contiendas. Tal Expedición de Límites, creada por Real Cédula el 19 de Junio de 1753 se inició ese mismo año. Estuvo integrada por el Jefe de Escuadra de la Real Armada D. José Iturriaga; D. Eugenio de Alvarado, coronel de Infantería; D. Antonio de Urrutia, Capitán de Navío y el Capitán de Fragata D. José Solano. Esta Expedición tenía la misión de subir todo el Orinoco y llegar al Río Negro hasta el lugar establecido para determinar los límites.

Esta Expedición fue el primer contacto oficial de la Colonia con estas tierras, posterior al contacto con los misioneros jesuitas.

La Comisión de Límites solicitó a los Jesuitas que les acompañaran algunos misioneros. Por falta de personal no pudieron complacerlos, lo que produjo las primeras fricciones y llamaron entonces de la Misiones Capuchinas de los Llanos al P. José Antonio Jerez y a otros dos compañeros.(4)
3. Los PP. Capuchinos
Con la Expedición de Iturriaga-Solano llegaron los primeros misioneros Capuchinos al Amazonas venezolano. Se inician acompañando a los expedicionarios hasta el Río Negro, destacándose la actuación del P. José Antonio de Jerez, que envió dos informes muy descriptivos de las actividades de los expedicionarios, de las nuevas tierras y las naciones indígenas que encuentran.

La presencia de la Expedición de Límites en el Amazonas venezolano (1754-1756), planteó de nuevo el problema de las demarcaciones jurisdiccionales y territoriales entre las familias u Ordenes misioneras.

El 20 de Marzo de 1734 se había firmado la Concordia de Guayana, confirmada por Real Cédula del Rey Felipe V el 16 de septiembre de 1736, por la cual quedaba establecido así el territorio de las diversas misiones:

- A los Capuchinos se les asignó el área que va desde Angostura hasta la boca del Orinoco.

- A los Franciscanos de Píritu, les correspondió desde Angostura hasta el Cuchivero.

- A los Jesuitas, desde el Cuchivero hasta las fuentes del Orinoco.

Además, los Capuchinos de Caracas misionaban en todos los poblados de los Llanos centrales, por lo que con la fundación de Cabruta por los Jesuitas, se renovaron los pleitos jurisdiccionales. Una Real Orden del 2 de Noviembre de 1762 confió a los Capuchinos andaluces los terrenos ubicados al Sur de los Raudales de Maipures, con lo cual se desgajaba de la jurisdicción jesuítica, todo el Alto Orinoco.

En 1765 se creó la Prefectura Misionera del Alto Orinoco y Río Negro, nombrando prelado de la misma a Fray José Antonio de Jerez. Era por entonces Capitán General y Gobernador de Caracas D. José Solano, uno de los jefes de la Expedición de Límites y gran protector de los misioneros Capuchinos.

Cuando en 1767 Carlos III expulsó a la Compañía de Jesús de todos los dominios españoles, los PP. Capuchinos se encargaron de las misiones jesuíticas.

La gran labor que hicieron los PP. Capuchinos se puede ver ya en los informes de Fray José Antonio de Jerez y otros misioneros que dejaron escritas sus andanzas por estas tierras.

No fue fácil su labor, teniendo en cuenta la relación turbulenta que sostuvieron con el Gobernador de Guayana, Manuel Centurión, que trajo como consecuencia una serie de desajustes en las misiones del Medio y Alto Orinoco. El gobernador Centurión nunca estuvo de acuerdo que las antiguas misiones jesuíticas pasaran a la administración de los Capuchinos, pues quería que pasaran ya a depender de la autoridad civil. El P. Andrés de Cádiz expone así sus impresiones:

«Nos ha tocado más sufrir las tiranías del Teniente Gobernador que todas las inclemencias del clima, enfermedades, privaciones etc... nos ha estrechado tanto y prensado de tal modo, que no nos deja ir a curarnos a Cabruta. Me ha usurpado la jurisdicción sobre los religiosos y él es el que dispone todo». (5)

En Amazonas los Capuchinos fundaron los pueblos de Santa Bárbara, San Antonio, S. Francisco Solano, S. Miguel de Davipe y S. Bartolomé. La Expedición de Límites había fundado ya San José de Maipures, San Fernando de Atabapo, San Carlos de Río Negro, Maroa y La Esmeralda, aunque varios de esos pueblos, entre ellos San Fernando, habían desaparecido y otros, languidecían con muy pocos habitantes.

A pesar de que en 1769 llegaron nuevos refuerzos de misioneros al Orinoco, fue tanto el hostigamiento del Gobernador Centurión que los PP. Capuchinos optaron por abandonar la región en 1771.
4. Los PP. Franciscanos de Píritu
A petición del propio Centurión, en 1772 se encargaron de las misiones del Medio y Alto Orinoco los Franciscanos de Píritu, quedándoles confiado el inmenso espacio que iba desde Angostura hasta el Brasil, comprendiendo todo el Amazonas.

En el año 1780, eran 19 los pueblos atendidos por los Franciscanos en el Orinoco y Río Negro. Pocos años después, Humboldt y Bompland efectuaron su viaje por el territorio, de lo que dejaron testimonios escritos, el mismo Humboldt, y el franciscano P. Ramón Bueno.

Cuando Cuevas y Echeverría, dirigiendo un cuerpo de infantería del ejército de Páez, liberaron al Amazonas del dominio español, fueron expulsados los misioneros franciscanos. Era el año 1817.
5. Vuelven los PP. Capuchinos
El 20 de agosto de 1841 el general Páez dictó un Decreto para organizar el Cantón de Río Negro (Amazonas) en Circuitos de Reducción.(6)

El Amazonas se dividió en seis Circuitos y el primer Director de esta Reducción fue el brasileño Pedro Joaquín Ayres (1842-1845). Esta experiencia fracasó nuevamente y los Capuchinos tuvieron que abandonar el territorio.
6.- Después de la Independencia
Expulsados los franciscanos del Alto Orinoco y Río Negro con la llegada de las fuerzas independentistas de Hipólito Cuevas (1817), la actividad de la Iglesia en este Territorio desapareció prácticamente por el lapso de casi un siglo (1845-1933). La presencia esporádica de algunos sacerdotes, no siempre muy edificante, chocó fuertemente con un sistema establecido en las bases de la extorsión y explotación del indígena, lo que los llevó a desanimarse y dejar el campo de trabajo.

Tavera Acosta (7) hace un minucioso recorrido sobre esta esporádica actividad eclesial. Fue el mismo iniciador del Proceso republicano, Hipólito Cuevas, quien ante la huida y la expulsión de los frailes franciscanos, solicitó del Gobierno que le enviara un sacerdote: «...es de primera necesidad que Ud. mande un sacerdote, para que bautice y case a tantos infieles que carecen de esta caridad». (8)

La petición de Cuevas fue concedida y en 1819 llegó a estas tierras el P. Clemente Pérez, pero murió ese mismo año.

Lo sustituyó el P. Mateo Manzaneda a quien en Atabapo le tocó cantar el Te Deum de Acción de Gracias el 18 de julio de 1822 con motivo de la promulgación de la Constitución Nacional en esa localidad.

En 1824 llegó de Brasil, recogiendo limosnas para construir una iglesia, el P. José Piazzi, que murió asesinado en San Fernando de Atabapo el 18 de diciembre del mismo año, para robarle. Ese asesinato tuvo resonancia enorme y un proceso judicial que duró doce años.

En 1831 vino de visita el párroco de Caicara, Fray Simplicio Mateus y en 1836 otro sacerdote de Caicara, el P. Claudio García visitó también San Fernando de Atabapo. Era hombre que «portaba trabuco y puñal, porque en Río Negro asesinan hasta a los sacerdotes».

De 1842 a 1843, restablecidas las Misiones en todo el Territorio Nacional, fueron enviados 6 sacerdotes Franciscanos al Amazonas, cinco de los cuales se fueron en 1844, abandonando sus misiones.

En 1844 vino Fray Manuel Alcaine y en 1846 Fray Fidel de Bidrá, que renunciará al año siguiente.

Para 1855 llegó al Territorio el Pbro. Luis Beltrand, francés, que dejó fama de usurero.

En 1864 aparece en San Fernando de Atabapo el Pbro. Lino Silva y al año siguiente el Pbro. Leopoldo Valentín Viña, «de conducta poco moderada». Ambos permanecieron poco tiempo.

En 1867, Fray Samuel Lucciani, italiano, fue expulsado por el Gobernador Fuentes en 1875. Este religioso fue el constructor de la Iglesia de San Fernando, destruida por Tavera Acosta para construir la nueva.

En 1880 llegó Fray Antonio de la Cruz, que duró muy poco y fue sustituido por el Pbro. Mauricio, de conducta escandalosa. Fray Antonio de la Cruz regresó a Atabapo ese mismo año y fue expulsado después por el Gobernador Carías.

En 1855 estaba en Atabapo el Pbro. Benito Cardoso que se metió en el negocio del caucho. En las memorias del Gobernador Manuel J. Molina, en 1885, recordando esta presencia eclesiástica, anunció «que se perderá hasta la conciencia de que existe un Dios» (9)

En 1888, aparecen por estas tierras el abate Collins, inglés, y el P. Francisco Tournis, francés.

Stradelli, el viajero italiano (1888), narra que «en San Fernando de Atabapo vive un cura que, seguramente para dar ejemplo a los fieles, convive públicamente amancebado con una india» (10). En 1889, narra Tavera Acosta, llegó de Colombia por el Guaviare, el P. José Calasanz, en misión muy distinta a la de su sacerdocio.

En 1895, llega el Pbro. Dr. Ricardo Arteaga, quien aspiró a la Gobernación del Territorio y fue apresado por el Gobernador Castillo. Luego se fugó a Brasil.

En 1899 llegó a Río Negro el Pbro. Miguel Ramos Morillas.
La situación de la organización eclesiástica en el Territorio, después de la caída de las Misiones, se englobaba en el contexto general de la Iglesia venezolana de la etapa post-colonial, sobre todo en las zonas rurales, por la escasez del clero, las fricciones Iglesia-Estado, causas que en el Territorio Federal Amazonas, se agravaban por la lejanía, el clima y el ambiente de aventurerismo colonizador que reinó en esta zona por más de un siglo.

Terminadas estas experiencias misioneras, más de un siglo se mantuvo el Amazonas sin ninguna presencia misionera organizada.

Fue en 1923 cuando, desde Brasil, el P. Juan Bálzola, salesiano, hizo un viaje de exploración por el Casiquiare hasta San Fernando de Atabapo, con permiso del Obispo de Guayana Mons. Sosa. En 1927, el también salesiano P. Marchesi, repitió la misma ruta adentrándose en Venezuela.

Los bautizos y matrimonios realizados en esos viajes se encuentran asentados en el Archivo de la Parroquia de S. Carlos de Río Negro.
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