J.-L. Cunchillos, J. M. Galán, J.-A. Zamora, S. Villanueva de Azcona (eds.),
Actas del Congreso "El Mediterráneo en la Antigüedad: Oriente y Occidente",
Sapanu. Publicaciones en Internet II (1998) [http://www.labherm.filol.csic.es]

UNA APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA Y CULTURAL
AL MAR DESDE LA TRAGEDIA GRIEGA
Juan Antonio Roche Cárcel
(Universidad de Alicante)
Nos dice Hermann Fränkel que, en el pensamiento arcaico griego, el hombre se veía a sí mismo por medio de una contrafigura religiosa imprescindible por la limitada existencia humana (FRANKEL:1993, 65). Creemos que los griegos también necesitaron de la naturaleza para autodefinirse y, especialmente, del mar, al que convirtieron igualmente en una contrafigura de la vida humana [1]. Este hecho es particularmente apreciable en la literatura y desde fechas muy tempranas. En efecto, ya en los poemas homéricos, como manifiesta E. Vermeule, se encuentran latentes una serie de imágenes marinas que van a cristalizar, en la poesía arcaica tardía y en las primeras fases de la clásica, en temas que convierten a la mar en reino de la muerte y en "contraparte externa de la mente humana, mudable, entenebrecida por súbitas tormentas" (VERMEULE:1984, 294-295). Por lo que se refiere a la tragedia, los temas que nos muestra en relación con el mar son -como vamos a comprobar a continuación- todavía más numerosos, variados y ricos de los que nos ha sugerido E. Vermeule. Y es que los trágicos, movidos por la dialéctica característica del pensamiento griego, antropomorfizaron el mar, con sus elementos, habitantes y fenómenos naturales, y fisiomorfizaron al hombre, con sus acciones, caracteres, sentimientos y estados de ánimo. Por eso creemos que las imágenes marinas que muestra la tragedia no sólo nos permiten conocer la idea que los griegos se hicieron del Hombre, sino también la que tuvieron de la Naturaleza. Precisamente esta comunicación pretende, con esa finalidad, hacer un inventario provisional de las imágenes marinas utilizadas por los principales trágicos.
Por lo que respecta a la idea del hombre, son multitud las imágenes marinas utilizadas por los trágicos que nos remiten a ella. Los fenómenos marinos y las fuerzas de la naturaleza [2], por ejemplo, les sirven para expresar sentimientos de miedo, de dolor o las desgracias [3] que asolan a los protagonistas. En el Prometeo encadenado de Esquilo se evidencian primitivos afectos y un dolor muy ancestral, muy cercano al miedo y al espanto. Así es, en esta obra, el trueno, el torbellino, la tormenta y el rayo unidos al vertiginoso movimiento producido por "la tierra agitada", "las vueltas del rayo", "el polvo levantado en torbellino", "los vientos desatados" y "la confusión del mar y del aire" [4] se conjuran de tal modo que expresan el agitado dolor y la injusticia [5] que asolan al protagonista. También las tormentas marinas son asimiladas a las desgracias humanas en diversas tragedias, como ocurre en la misma obra [6] o en la Andrómaca de Eurípides, donde Moloso, el hijo de ésta amenazado de muerte por Hermione, es puesto a salvo por Peleo llegando así "tras la tempestad violenta" que amenazaba su vida a "un puerto amparado del viento" [7]. Sobre todo en Eurípides, las tormentas le permiten conectar esas desgracias con el azar que dirige la vida de los hombres. En Las Troyanas, son los dioses los que levantan el oleaje que zarandea a los seres humanos [8] que, cuando "arrecia el vendaval, ya nada hacen, se cruzan de brazos y se dejan llevar a la deriva" [9]. Y es que, como insiste Hécuba en esta misma tragedia, "ir al azar es la mejor fortuna" [10]. De ahí que en el Ión, Eurípides considere que los personajes bogan en un mar de incertidumbres [11].
Otra imagen que igualmente conecta con los seres humanos es la de las olas. Unas veces, son sinónimo de las catástrofes que asolan a los protagonistas, lo que sucede habitualmente en obras de Eurípides -como el Hipólito [12], Alcestis [13], Héracles loco [14] y Medea [15]-, de Esquilo -como el Prometeo encadenado [16]- y de Sófocles -como el Edipo en Colono [17] y Antígona [18]-. En otras ocasiones, el movimiento de las olas sirve a los trágicos para expresar los flujos oscilantes que sufre la vida del héroe [19]-como tiene lugar en Las Troyanas [20] y en Héracles loco [21] de Eurípides y en Las Traquinias [22] y en Edipo Rey de Sófocles [23]- o la sucesión del tiempo cíclico con la que se ve envuelta su existencia -como sucede en el Prometo encadenado de Esquilo, en el que nos ha dejado al respecto una hermosa imagen: "la perpetua risa de las ondas marinas" [24]-.
También encontramos asociada en la tragedia, de un modo muy fructífero, la vida humana a una nave. Por un lado, es un símil de la situación personal que asola al personaje. Por ejemplo, en la Antígona de Sófocles, Ismene, que considera que su hermana está metida de lleno en una vida tormentosa, quiere compartir con ella "una navegación que entraña tanto riesgo" [25]. Es decir, que la vida de Antígona es semejante a la de una nave que viaja por el mar y que es azotada por la tormenta con gran peligro. También la existencia de Ayax -en el Ayax de Sófocles [26]- se ve envuelta por un "sangriento temporal", mientras que Héracles -en Héracles loco de Eurípides- se compara a "una barca remolcada" [27] y Hermiona -en la Andrómaca de Eurípides- con una mísera barca que sin remos no puede escaparse de los pesares que la azotan [28]. Por su parte, los males que asolan al rey de Las Suplicantes de Esquilo [29] anegan su alma sin que "pueda ganar la orilla ni hallar puerto que le abrigue contra sus desventuras" porque éstas son semejantes al "mar sin fondo de la desgracia". Más aún, la metáfora de la nave le sirve a Esquilo para definir, en Las Coéforas, al alma humana cuando ésta "fluctúa en un borrascoso mar" [30]. Por otro lado, la nave se usa como una metáfora de la ciudad. Es ésta una tradición literaria que surge en Egipto [31] y que, en Grecia, es mostrada por primera vez por Arquíloco, se hace famosa con Alceo [32] y tiene en los trágicos unos excelentes continuadores. En Los siete sobre Tebas de Esquilo [33], por ejemplo, la ciudad -la nave- es azotada por "olas de males", ya que está a punto de ser invadida, y, su rey, Eteocles, se llama a sí mismo el timonel de la ciudad [34]. En el Agamenón, del mismo dramaturgo, Egisto le recrimina a un pobre remero que le haya hablado sin ninguna falta de tacto, ya que los que ocupan el último banco de la nave -de la ciudad-, le deben la oportuna pleitesía al que manda [35]. También Sófocles, en la Antígona, emplea este símil del barco-ciudad, como veremos más adelante. En último lugar, Esquilo compara, en el Agamenón, el destino de los humanos con una nave señalándonos, en primer lugar, que está regida por Dios [36] y, en segundo, que, cuando aquél se tuerce igual que sucede en los barcos, entonces la prudencia puede impedir su absoluta ruina [37].
La mar es igualmente considerada por los trágicos como el reino de la muerte, especialmente por Esquilo y por Sófocles. Para el primero, morir es caer inevitablemente en las "redes" del destino, como dice el Coro de los Persas [38], y la muerte es siempre un movimiento de remos, de un rápido río que es el camino que tienen que recorrer los muertos. Así se escribe en Los siete sobre Tebas, donde un mensajero comunica al coro que la ciudad está salva, pero que los dos hermanos, Eteocles y Polinice, han muerto. En ese momento, el coro imita el movimiento de los remos, hermoso símil del de la barca de Aqueronte, expresando así su gemido por estas muertes. Para el segundo, la muerte se encuentra en "el oscuro fondo submarino", que es invadido por el oleaje del mar que "remolinea desde las profundidades de negruzca arena" [39]; la oscuridad es sinónimo de muerte y ambas se hallan en lo más profundo del mar.
El mar es utilizado, en algunas ocasiones, de un modo más personal sin que tenga una continuidad en el resto de trágicos. Esquilo lo asocia con la libertad, la guerra y el crimen. En Los siete sobre Tebas, por ejemplo, se compara a la libertad con "una mar serena" y a la servidumbre con "un azote de las olas" [40]. En el Agamenón, por su parte, es frecuente la relación del mar con la guerra y el crimen. En este drama encontramos un emotivo fragmento en el que un mensajero nos describe una implacable derrota en una batalla naval que ha tenido lugar durante una "mortal y negra noche de mar" de la que sólo la Fortuna salvadora pudo efectuar un milagro y salvar al personaje [41]. También hallamos en él otro significativo fragmento [42] en el que el coro de ancianos recuerda la partida, diez años atrás, de Agamenón y de su hermano Menelao con mil naves para salvar a Elena de las manos de Príamo. Creemos que el fragmento expresa el recuerdo del estado de confusión y de dolor que rodeó el ánimo de los reyes en el momento de partida. Los complejos sentimientos de los reyes al partir, que salen al exterior mediante los gritos de dolor y de guerra, son genialmente reforzados por Esquilo complicando la metáfora natural: los personajes son asimilados a buitres -un animal con connotaciones guerreras- y éstos, a su vez, al azotar el aire con los remos de sus alas, con naves: la guerra y el mar quedan así estrechamente conectados. Y en esta misma tragedia, los vencidos son asimilados a "atunes" atrapados por las redes griegas [43]. Por último, también el crimen puede ser comparado en el Agamenón con el mar. Clitemnestra nos cuenta cómo ha matado a su marido, Agamenón, envolviéndole en una red, "como quien coge peces" [44]. Sófocles, por su parte, conecta el mar con el amor, como hace en la Antígona donde escribe que el amor invencible se pasea por el mar [45].
Por lo que se refiere a la idea de la naturaleza que nos transmiten las imágenes marinas empleadas por los trágicos, lo primero que llama nuestra atención es que el mar es concebido como un espacio lleno de hombres y de dioses. En Esquilo se da con frecuencia una íntima convivencia de metáforas provenientes de la Naturaleza -del mundo marino- y de la Cultura -del mundo humano-. Por ejemplo en el Prometeo encadenado, el batido de las ondas de las orillas lo asemeja al mugido de la vaca -un animal muy aprovechado por el hombre- así habla de las "ondas mugidoras" [46]. También en esta misma obra, a los barcos los llama "carros de alas" y a las velas de éstos "alas de lino" [47]. Y es que Esquilo supo, como ninguno de los trágicos pudo hacer, unir íntimamente palabras referidas a la naturaleza a otras pertenecientes a la cultura; la cultura -el mundo humano- y la naturaleza -el mundo marino-, parece querer manifestarnos, pueden coexistir armónicamente. Ahora bien, esta convivencia tiene en él unos límites impuestos por la divinidad. En los Persas Darío nos dice que su hijo ha intentado "encadenar al sagrado Helesponto como un esclavo" e "impedir que corriesen las divinas [48] aguas del Bósforo", creyendo que podía ser "más poderoso que todos los dioses" [49]. Y es que el mar, para los griegos, fue, primero, un espacio natural sagrado que poco a poco fue siendo explorado y colonizado por naves y hombres. De esta exitosa penetración ha quedado en Esquilo un resto de culpabilidad, como si esa exploración fuera un sacrilegio. John Onians, nos confirma que la idea de no esforzarse por dominar la naturaleza se halla en esta tragedia (idea que, por lo demás, se encuentra también en la opinión griega más antigua [50]). La derrota de Jerjes -asevera- fue el castigo a su arrogancia u orgullo por someter a la naturaleza con ultrajes como la censura y construcción de puentes en el Helesponto y el trazado de un canal que cruzase la península de Atos (ONIANS: 1996, 23). El miedo ante los logros humanos también está estrechamente conectado en Sófocles con el asombro ante el dominio de la naturaleza. En un fragmento muy significativo y conocido de la Antígona [51] se canta la gloria del hombre que es considerado la cosa más formidable que existe y un dominador de los mares -"...El hombre avanza incluso al cabo de las rutas del grisáceo mar con borrascoso ábrego, atravesándolo bajo la amenaza de oleajes que braman en su derredor...Y el circunspecto hombre echa el lazo...y las marinas criaturas del océano con entramadas y bien trenzadas redes..."-. Sin embargo, como nos recuerda Martha C. Nussbaum (NUSSBAUM:1995, 101-102-119), la descripción del coro de las bondades humanas deja traslucir aspectos inquietantes que se encuentran por debajo de su aparente optimismo, ya que el camino del progreso humano está plagado de obstáculos. Por ejemplo, el barco con el que es asimilada la gloria del hombre es también vulnerable por las olas o las tormentas -es decir, por la naturaleza desatada- y, así, el hombre "aun poseedor...de cierta astucia...se desliza unas veces en pos del descalabro...". Podemos confirmar esta apreciación en otro fragmento de la obra [52], en el que Creonte nos dice que la ciudad -muy identificada con el mar [53]- ha sido de nuevo enderezada sólidamente por los dioses, "después de haberla estremecido con un mar de conmociones", y que es consciente de que la ciudad es la que salva a los ciudadanos si éstos van "navegando en cubierta de ella, avanzando derecha sin inclinarse ni a un lado ni a otro...". Es decir que la ciudad-barco es una barrera interpuesta contra los peligros exteriores -el mar- y que es un instrumento creado por el hombre para el sometimiento del azar y el dominio de la naturaleza. Sin embargo, Creonte no consigue controlar los problemas que se le presentan -pese a su poder, no puede doblegar a Antígona y su hijo termina muriendo- y, así, en la ciudad, como en el barco, las olas azotan sus costados y las corrientes se deslizan bajo su casco hasta que la furia desencadenada de la naturaleza consigue penetrar. Y es que Creonte no ha sido precisamente el "ciudadano de primera" al que Sófocles se refiere en el primer fragmento aludido, aquél que debe entrelazar "las normas de la tierra y la justicia de los dioses permaneciendo fiel al juramento prestado" [54]. Y ésto es lo que ha ocasionado su ruina y, por eso, la tragedia narra, en último extremo, el fracaso de Creonte, el de la concepción de la polis que dice representar y, con ellos, el del dominio de la naturaleza. Para Sófocles, pues, el poder de la polis, el amor a la patria sin el que los ciudadanos no son nada [55], está en estrecha relación con el amor hacia la naturaleza y con la omnipresencia divina y, por tanto, con los límites que éstas le imponen a la ciudad. Finalmente, en Eurípides también encontramos la presencia humana y divina en el mar. En el Alcestis [56], por ejemplo, se nos describe un paisaje natural que forma parte de los dominios del dios Apolo pítico y que se extiende desde territorios inhóspitos -la costa marina del Egeo- hasta terrenos de pastoreo o agrícolas. Y también la presencia humana y divina en el mar aparece conjuntamente, en el mismo dramaturgo, en Las Suplicantes, donde Teseo nos define al mar como un espacio comercial -nos habla de "surcar los mares para llevar de una costa a otra lo que aquí sobra y traer lo que de allá nos falta...", pero donde también nos dice que "¡...la razón del hombre ansía siempre superar al juicio de los dioses!..." preguntándose si esto no es una "locura de niños" [57].
Así pues, el mar es visto como un espacio de los dioses y de los hombres, mitad humano y mitad divino. Pero el mar infinito y la naturaleza agreste no gustan a los griegos. Precisamente el inmenso mar es sinónimo, en Esquilo, de dolor -como sucede en Las Coéforas-, y un espacio donde las palabras humanas se pierden, se tornan vanas -como le dice Prometeo a Hermes en el Prometeo encadenado [58]-. En Los Persas, por su parte, este trágico escribe que, cuando la vida del hombre "se dilata algún tanto", entonces los infortunios son infinitos [59], siendo éstos originados tanto en la tierra como en el mar, que antiguamente fue un símbolo de la infinitud [60]. Sófocles, por su parte, siente extrañeza y tristeza ante la naturaleza salvaje. El coro del Filoctetes considera imposible que este personaje haya podido resistir una vida tan triste y se pregunta cómo es posible que Filoctetes pudiera vivir solo oyendo "los rugidos de los acantilados", es decir, en estado salvaje. Porque Sófocles refleja esta situación utilizando precisamente el sonido que hacen las bestias salvajes -los rugidos- como imagen de la fiereza del choque de las olas en los acantilados y de la vida que lleva el personaje [61].
En conclusión, las imágenes marinas utilizadas por los trágicos nos enseñan, en primer lugar, que éstos concibieron al Hombre como un ser trágico asolado por las desgracias y agitado por el miedo y el dolor con la misma violencia e inmisericordia con la que los elementos y las fuerzas de la naturaleza azotan el mar o las olas los acantilados. Con una existencia insegura, acechada siempre por el peligro, y levantada o hundida por los dioses o por el azar, como ocurre con los flujos y los reflujos de las olas. Con una vida caracterizada por el movimiento, tal y como sucede con los barcos que surcan el mar movidos por los impulsos de los vientos y de los remos. Y con un destino mortal que, también en movimiento, los dirige hacia los lugares más profundos, igual que el oleaje es conducido al fondo del mar donde se halla la oscuridad y donde reina la muerte. Los trágicos creyeron, por tanto, que el hombre es un ser plástico, sometido a la incertidumbre, al dolor y a la muerte y con un alma que boga en un mar borrascoso cuyas ondas -como diría Esquilo- parecen reirse perpetuamente de la vida que sufren los humanos.
En segundo lugar, la aproximación que hemos hecho al mar desde la tragedia nos ha mostrado que los dramaturgos concibieron la naturaleza de una forma divinizada y domesticada [62] y que interrelacionaron ambas dialécticamente, componiendo un espacio existencial acotado donde coexistían los seres humanos y los dioses y ordenado por las relaciones entre ambos. Lo que queda más allá o fuera de la presencia humana o divina, esto es, el inmenso e infinito mar y su paisaje más agreste, a los trágicos o no les interesa, o les es extraño, o lo asocian al dolor y la soledad. Y es que, en tiempos de los griegos, todavía quedaban amplias zonas del mar por conquistar y aún sus grandes flotas no conseguían "ocultar" la inmensidad del espacio marino que resultaba así temible y mucho más poderoso que el hombre y sus naves [63]. Por otra parte, este mar tampoco lo conciben de un modo estático, ya que casi nunca está quieto, sino en contínuo movimiento; el mar para los trágicos [64] se acerca, pues, a la definición que dio F. Braudel del Mar Mediterráneo: un espacio-movimiento [65].
En definitiva, los trágicos griegos antropomorfizaron al mar y fisiomorfizaron a los humanos y nos dieron así una idea de cómo su pueblo concibió al Hombre y a la Naturaleza. Sin embargo, esto pudo ocurrir porque la vida del griego transcurrió paralela a la Naturaleza y porque estuvo íntimamente unido al mar.

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NOTAS
1.-
La naturaleza, para Bruno Snell, es el espejo en el que el ser humano puede contemplarse a sí mismo. En las comparaciones éste se observa al verse como reflejado en la naturaleza exterior. Las descripciones de fenómenos naturales, lo mismo que los de la vida animal, no son propiamente meras imágenes de una situación anímica, interesan a causa de sus propias formas vivientes; se consideran como portadores de fuerzas primarias iguales a las que actúan en el mismo hombre (SNELL:1965, 290). [vuelta al texto]
2.-
Las imágenes procedentes del juego de las fuerzas de la naturaleza -el viento, las olas- son símbolos de voluntad, de impulso, de resistencia o arrastre en la caída. Véase, Hermann Fränkel, Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, pg. 55. [vuelta al texto]
3.-
Ya en la Odisea encontramos la utilización del mar como sinónimo de tristeza. Por ejemplo, Odiseo "nada en lágrimas" o "derrama un mar de lágrimas". Véase la nota de Antonio López Eire de su edición de la Odisea, pg. 373. En la tragedia, también hallamos ejemplos significativos, como en el Prometeo:
PROMETEO: Sí; un mar desencadenado de crueles dolores...
(Prometeo encadenado,54).
E igualmente en las Coéforas, donde hallamos el empleo del mar como metáfora de la amargura:
ELECTRA: ¿Y para mí? Un mar de amargura inunda y agita mi corazón...
(Las Coéforas, 236).
Posiblemente este sentimiento tiene su raíz en el hecho de que el mar produce miedo a los marinos, ya que éstos viven en un permanente peligro. Véase, Jean Rougé, La marine dans l'antiquité, pg.211. [vuelta al texto]
4.-
Prometeo encadenado, pg. 67. Todas las citas de las tragedias son de las ediciones siguientes: Tragedias completas de Esquilo (DE CUENCA 1989), Tragedias completas de Sófocles (VARA 1995), Alcestes, Medea, Hipólito de Eurípides (GUZMAN 1993), Andrómaca, Heracles loco, Las Bacantes de Eurípides (RODRIGUEZ ADRADOS 1990), Las diecinueve tragedias de Eurípides (GARIBAY 1982). [vuelta al texto]
5.-
Según la opinión antigua el mar "se asociaba a la injusticia", matizando tanto Simónides como Solón esta consideración. Véase, Hermann Fränkel, Poesía y filosofía de la Grecia Arcaica, pg.219. En Esquilo observamos una cierta pervivencia de la opinión antigua. [vuelta al texto]
6.-
Considera qué tempestad y grande ola de males caerá sobre tí...
(Prometeo encadenado,65)
[vuelta al texto]
7.-
Andrómaca, Rodríguez Adrados, pg. 54. [vuelta al texto]
8.-
Esta imagen marina es utilizada también de un modo similar por Alceo -"...coro...una nave provista de bancos...pues no es mejor...dominar los vientos. Desde la tierra hay que tomar precauciones para la navegación si uno puede y tiene recursos, pero una vez que está en el mar, fuerza es correr con el viento que haya (adaptarse a los acontecimientos).."-. Véase, Lírica Griega Arcaica (poemas corales y monódicos, 700-300 a.C.), pg. 321. [vuelta al texto]
9.-
Las Troyanas, Garibay, pg. 275. [vuelta al texto]
10.-
Las Troyanas, Garibay, pg. 266. [vuelta al texto]
11.-
Ión, Garibay, pg.256. [vuelta al texto]
12.-
Hipólito, Guzmán, pg. 212. [vuelta al texto]
13.-
Alcestis,Guzmán, pg. 56. [vuelta al texto]
14.-
Héracles loco, Rodríguez Adrados, pg.124. [vuelta al texto]
15.-
Medea, Guzmán, pg. 127. [vuelta al texto]
16.-
Prometeo encadenado, pgs. 65 y 54. [vuelta al texto]
17.-
Edipo en Colono, pgs. 387-388. [vuelta al texto]
18.-
Antígona, pgs. 152-153. [vuelta al texto]
19.-
El viento y las olas, nos dice Hermann Fränkel, fueron siempre símbolo de lo inestable, vacilante y engañoso. Véase, Poesía y Filosogía de la Grecia Arcaica, pg. 436. [vuelta al texto]
20.-
Las Troyanas, Garibay, pg. 275. [vuelta al texto]
21.-
Héracles loco, Rodríguez Adrados, pg. 119. [vuelta al texto]
22.-
Las Traquinias, pgs. 93 y 120. [vuelta al texto]
23.-
Edipo Rey, pg. 238. [vuelta al texto]
24.-
Prometeo encadenado, pg. 33. [vuelta al texto]
25.-
Antígona, pg. 151. [vuelta al texto]
26.-
Ayax, pg. 50. [vuelta al texto]
27.-
Héracles loco, Rodríguez Adrados, pgs. 133 y 150. [vuelta al texto]
28.-
Andrómaca, Rodríguez Adrados, pgs. 58-59. [vuelta al texto]
29.-
Las Suplicantes, pg. 336. [vuelta al texto]
30.-
Las Coéforas, pg. 236. Arquíloco nos muestra una imagen semejante, en un fragmento que nos dice: "Cuando nuestras almas estén en los brazos de las olas...". Véase, Hermann Fränkel, Poesía y filosofía de la Grecia Arcaica, pg. 149. [vuelta al texto]
31.-
Esta información se la debo al profesor Josep Padró quien ha tenido la gentileza de mandarme su artículo "La nau de l' Estat:un tòpic mediterrani amb 4.000 anys d' història", escrito conjuntamente con su esposa, Dª. C. Piedrafita Carpena. En dicho artículo, sus autores nos indican que esta metáfora tiene, al menos 4.000 años, ya que se encuentra en textos literarios egipcios -como, por ejemplo Las lamentaciones de Ipuur-. [vuelta al texto]
32.-
Aparece también en los escolios, en Teognis y, además de en Esquilo, en Sófocles y en Eurípides. Esta metáfora tendrá su continuidad en el mundo romano, donde igualmente la hayamos, por ejemplo, en Cicerón. [vuelta al texto]
33.-
Los siete sobre Tebas, pg. l00. [vuelta al texto]
34.-
Los siete sobre Tebas, pg. 75. [vuelta al texto]
35.-
Agamenón, pg. 218. [vuelta al texto]
36.-
Agamenón, pg. 172. [vuelta al texto]
37.-
Agamenón, pg. 195. [vuelta al texto]
38.-
Los Persas, pgs. 123-124. [vuelta al texto]
39.-
Antígona, pgs. 152-153. También para Esquilo la muerte es la oscuridad -la barca de Aqueronte es de negras velas; la muerte es "la región donde nunca fijó Apolo su planta..."- y la luz el reino de Apolo:
CORO:...Ea, amigas, al viento de los gemidos, golpead con ambas manos vuestra cabeza e imitad el acompasado batir de los remos, propicio son para los navegantes que de continuo hace bogar por el Aqueronte la gemebunda barca de negras velas hacia la región donde nunca fijó Apolo su planta...
(Los siete sobre Tebas, l03).
[vuelta al texto]
40.-
Los siete sobre Tebas, pg. l01. [vuelta al texto]
41.-
Agamenón, pg. 186. [vuelta al texto]
42.-
Agamenón, pgs. 168-169. [vuelta al texto]
43.-
Los Persas, pg. 134. Este símil está basado en la actividad de la pesca del atún, como nos señala F. Braudel en El Mediterráneo, pg. 43, y como parece confirmar un poema de Ananio que nos informa de que "del mar tenemos el atún, que no es mal alimento, y con mitoto supera a todos los pescados...". Véase, Antología temática de la poesía lírica griega, pg.159. Nosotros creemos que Esquilo lo obtiene de la Odisea -"...Como los peces que los pescadores sacan del espumoso mar a la corva orilla de una red de infinidad de mallas yacen anmontonados en la arena...de este modo estaban amontonados los pretendientes los unos contra los otros..".Véase la Odisea, pg. 431. Aunque la imagen de los muertos como peces, como nos informa Emily Vermeule, aparece ya en los anales de las Campañas Asiáticas de Tutmosis III. Véase su libro, La muerte en la poesía y en el arte de Grecia, pg.296. [vuelta al texto]
44.-
Agamenón, pg. 211. [vuelta al texto]
45.-
Antígona, pgs. 158-159. [vuelta al texto]
46.-
Prometeo encadenado, pgs. 53. [vuelta al texto]
47.-
Prometeo encadenado, pgs. 44-46. [vuelta al texto]
48.-
Los subrayados son nuestros. [vuelta al texto]
49.-
Los Persas, pg. 145. [vuelta al texto]
50.-
Como nos informa Emilio Crespo, la alteración causada por el hombre puede ser destructiva, lo que es especialmente palpable en la Ilíada, en la que el muro de los aqueos fue derruido al final de la guerra de Troya recobrando la costa el estado natural alterado por el hombre. También lo es en Heródoto, en el que encontramos un sentimiento parecido al expresado en este fragmento de Los Persas de Esquilo: Jerjes, al construir el puente de barcos para que su ejército terrestre atravesara el Bósforo y al horadar el monte Atos para doblar con la flota el cabo de la península de Acte, no respetó las leyes de la naturaleza y por eso fue castigado. Véase de Emilio Crespo, "Textos sobre el paisaje de Grecia en la Antigüedad", pg. 53. Nosotros también hemos hallado en la Ilíada este sentimiento. El Escamandro -que aparece personificado- entra en cólera contra Aquiles ante las terribles matanzas que lleva a cabo en su seno, ya que su "corriente apacible está llena de muertos ahora y no dejan que en el mar divino derrame" sus aguas al ser atascadas por los muertos. Véase la Ilíada, pg. 393. Por otra parte, también Sófocles -como veremos a continuación- le teme a la capacidad destructiva del hombre. [vuelta al texto]
51.-
Antígona, pgs. 145-146. [vuelta al texto]
52.-
Antígona, pgs. 140-141. [vuelta al texto]
53.-
Esta opinión creemos que queda reforzada en el Edipo Rey, donde la ciudad une también su destino al de la naturaleza:
SACERDOTE:...unos todavía no con fuerzas para volar un largo vuelo... (imagen que compara a los niños con los pajarillos incapaces de volar)...Pues la ciudad, justamente como tú mismo lo observas, zozobra y no es capaz de levantar cabeza de las profundidades y del sangriento oleaje: se está consumiendo a causa de los brotes de la tierra que no llegan a aflorar, y se está consumiendo también a causa de los ganados vacunos que se echan a perder y a causa de los partos infecundos de las mujeres...
(Edipo Rey, 186)
[vuelta al texto]
54.-
Antígona, pgs. 145-146. [vuelta al texto]
55.-
Como dice Filoctetes, en Filoctetes, 336. [vuelta al texto]
56.-
Alcestis, Guzmán, pgs. 78-79. [vuelta al texto]
57.-
Suplicantes, Garibay, pg. 210. [vuelta al texto]
58.-
Prometeo encadenado, pg. 65. [vuelta al texto]
59.-
Los Persas, pgs. 141-142. [vuelta al texto]
60.-
Antes de Esquilo, en la literatura, la consideración del mar infinito aparece en la Ilíada y en la lírica. Dice Teognis: "Alas te he dado, con ellas / el infinito mar y la tierra toda / ligero en tu ascenso / recorrerás volando...." Véase, Antología temática de la poesía lírica griega, pg. 70. Después de él, todavía Platón utiliza al mar como sinónimo de infinitud. Véase, por ejemplo, El Banquete, Diálogos, vol III, pg. 262. [vuelta al texto]
61.-
Filoctetes, pgs. 321. [vuelta al texto]
62.-
Estos términos los hemos obtenido de Clarence J. Glacken, en Huellas en la Playa de Rodas. Naturaleza y cultura en el pensamiento occidental desde la Antigüedad hasta finales del siglo XVIII, especialmente de las pgs. 27-42 y 648-651, y son característicos de la concepción griega de la Naturaleza. La Tragedia, pues, reproduce esta concepción general de la cultura helena. [vuelta al texto]
63.-
A pesar de que en Salamina al parecer la flota griega comprendía 378 trirremes, más pentécontores, y la flota persa unas 3.000 embarcaciones (véase J. Rougé, La marine dans l'antiquité, pg. 100), los trágicos no veían al mar empequeñecido ante tamaña flota, sino más bien al contrario, ésta terminaba siendo destruida por el embate del poderoso mar. Por el contrario, durante el Imperio Romano, el mar se ve de otro modo. Son significativos a este respecto los versos del libro IV de la Eneida de Virgilio: "...Ya el mar todo de multitud de naos se ve cubierto: los remeros bogando fuertemente hacen saltar espumas con los remos y con las palmas de ellos el mar barren" -vs.587-589-, o el mar "todo sordo del vocear de los troyanos", v. 429 (los subrayados son nuestros; véase la edición de La Eneida de Virgilio edic. de Virgilio Bejarano). Es decir, que el poeta se imagina una flota enorme y poderosa, más grande que el propio mar. Y es que, como nos dice Carlos Barral, el mar de tiempos de los romanos es un mar "pacificado", un "lago de la ciudadanía". Véase, Carlos Barral, "Kalypso. Una reflexión sobre el Mediterráneo", pg. 18. [vuelta al texto]
64.-
Lo que los diferencia de los poemas homéricos, ya que -como nos dice Hermann Fränkel- el poeta homérico habla de "marineros" barcos, aún cuando estén varados en la costa. Es decir, que emplea regular y coherentemente epítetos persistentes para significar la inalterable naturaleza de las cosas. Véase, Hermann Fränkel, Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, pg.48. [vuelta al texto]
65.-
Véase, de F. Braudel, El Mediterráneo, pg. 58. [vuelta al texto]
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