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CASO HOMICIDIO DE FLOR CERVANTES: LA FISCALIA GENERAL DE LA NACION ACUSO A JUAN FERNANDO LONDOÑO POR EL DELITO DE HOMICIDIO. VICTIMA: FLOR CERVANTES. LUGAR DE LOS HECHOS: CALLE 22B NO. 68B-35 CASA NO. 7, URBANIZACIÓN EL SOL DEL SALITRE, EN BOGOTÁ DC. FECHA DE LOS HECHOS: 10 DE SEPTIEMBRE DE 2002. RESUMEN La Fiscalía argumenta que el acusado, JUAN FERNANDO LONDOÑO, disparó y dio muerte a su esposa en la entrada a su casa. La madrastra de ésta, un testigo presencial, sostiene que ella vio llegar al acusado en su carro y disparar un tiro de revolver que hizo blanco y mató a Flor Cervantes. El disparo ocurrió aproximadamente a las 10:00 PM., hora en que llovía y había bastante oscuridad. El acusado se ha declarado inocente. Afirma su inocencia de manera enfática y alega que él estaba en otra parte en el momento de la muerte de su esposa. Las siguientes, son declaraciones anteriores al juicio, rendidas ante los investigadores. RESUMEN DEL TESTIMONIO DE VIOLETA RICO VDA. DE CERVANTES TESTIFICA COMO SIGUE: Mi nombre es VIOLETA RICO VDA DE CERVANTES. Vivo en la calle 22b No. 68b-35 casa No. 7, Urbanización El sol del Salitre, en Bogotá Dc,. Tengo cuarenta y nueve años de edad. Soy viuda. Mi esposo, ANTONIO CERVANTES murió el 1 de octubre, de 1.989. No tuvimos hijos de nuestro matrimonio. Me casé con él en 1,981. Era mi primer matrimonio y el segundo matrimonio de él. Su primera esposa murió en 1.979. Ellos tuvieron una hija, FLOR, que tenía seis años de edad cuando yo me casé con él. FLOR era mi hijastra. Mi esposo había sido un abogado destacado en Bogotá Dc, y entonces, durante el primer año de nuestro matrimonio, él fue nombrado juez Penal del Circuito aquí en Bogotá. Él se desempeñó como juez hasta su muerte. Cuando me casé con el Sr. CERVANTES, él era el propietario de la casa donde vivo siempre he vivido allí. Claro está, FLOR, mi hijastra, también vivió allí hasta que ella se casó con JUAN FERNANDO LONDOÑO. En su testamento, mi esposo dejó todas sus propiedades a mi nombre, mientras yo viviera, y cuando yo muriera pasaría a FLOR. El testamento establecía que si FLOR moría antes que yo, yo podría disponer de esa propiedad como yo lo considerara conveniente. El testamento también estableció un fondo fiduciario para FLOR y para mí, con el Banco de Colombia y Compañía Fiduciaria de Bogotá como fideicomisario. También me designaba como tutora de FLOR hasta que ella cumpliera los dieciocho años de edad. El patrimonio de su padre me había dado un ingreso de $ 90.000.000 por año en promedio, básicamente proveniente de acciones, bonos, y otras inversiones. Debido a malas decisiones sobre inversiones, mis ingresos se redujeron a $ 45.00.000 por el año de 1.999. Yo había tomado una póliza de seguros sobre FLOR por US$ 150.000. Yo era la beneficiaria y la póliza ha sido pagada, con doble indemnización. Entonces yo recibí US$300.000 por esa póliza un par de meses después de la muerte de FLOR. La cláusula de doble indemnización incluía homicidios, a menos, claro está, que el beneficiario fuera el asesino. Yo necesitaba complementar mis ingresos. Por lo tanto en el 2000, por recomendación de un agente de bienes raíces, compré dos edificios de apartamentos en un sitio no muy recomendable del Barrio El Carmelo, entrando a ciudad Bolívar al sur de la ciudad. Todos los residentes eran personas de escasos recursos y muy conflictivas: cerca de 24 familias, o de lo que ellos llaman familias. El agente de bienes raíces dijo que yo estaba en una buena posición para recibir un ingreso regular porque los jueces sabían que yo era la viuda de un juez, y estarían “atentos a mis preocupaciones” en cualquier caso judicial que tuviera que ver con los edificios. En esos vecindarios, esos casos son un gran problema para los arrendadores. Yo tenía una compañía de arrendamientos para administrar los edificios, pero insistía en ir yo misma a recoger el pago de los alquileres. Hay que ser estricta con esas personas; con los arrendatarios, quiero decir. El primer día de cada mes yo iba hasta allá y recogía el pago de los alquileres: no aceptaba que me pusieran ningún “pero” ni ningún otro tipo de excusa. Si ellos no tenían ahí mismo el valor del alquiler, en efectivo o en una orden de dinero, yo únicamente llamaba por teléfono y daba los nombres y empezaba los procedimientos de lanzamiento con los abogados. Incluso si al día siguiente llegaban con la plata; pues bueno, de malas. Es muy importante que uno mantenga su credibilidad. Yo siempre llevaba mi .38, y era una buena cosa que así lo hiciera. Una vez este tipo se vino hacía mi con un cuchillo y yo le disparé, justo en la mitad del pecho. Homicidio justificado, dijo la policía. También me dijeron que yo estaba loca yendo personalmente a esos edificios a recoger el valor de los alquileres en esos edificios. Pero eso no ha impedido que siga haciéndolo. FLOR y yo vivíamos cómodamente. A pesar de que nunca la adopté formalmente como mi hija, yo siempre la consideré como hija mía. Yo la amaba y me cuidé de educarla como si fuera mi propia hija. Ella era tan joven, tenía únicamente cuatro años cuando su madre murió, que ella difícilmente la recordaba. Ella me llamaba “madre”, y nuestra relación siempre fue la íntima relación de una madre y una hija. Yo estaba interesada en su bienestar y en su futura felicidad y siempre quise aconsejarla como lo haría una madre. Yo sostuve a FLOR, la envié al colegio, yo la levanté. Para el bachillerato, ella fue al Colegio las Esclavas del Sagrado Corazón de Maria , un internado privado para niñas en esa época quedaba la autopista del norte con calle 220 aquí en Bogotá Dc, Allí se graduó en 1.993. Entonces, puesto que ella no quería ir a la universidad aquí en Colombia, la envié a la Escuela de Negocios de Columbia University en Nueva York en el de 1.997. Ella regresó a Colombia y encontró un trabajo en el Banco Ganadero. En el momento de su muerte, ella era la secretaria privada del Sr. Michael Rose, el presidente, y tenía un salario de $ 4.000.000 al mes. Claro está, cuando ella se casó ella también estaba recibiendo aproximadamente $ 1.700.000 mensuales del fondo en fiducia bajo los términos del documento de fideicomiso. Ahora, esa suma la estoy recibiendo yo. El fideicomiso de FLOR contenía una disposición de que yo mantendría la titularidad sobre el principal hasta que ella hubiera estado casada por cuatro años continuos. A partir de ese momento ella recibía control del capital para hacer con el lo que ella quisiera. Ella vivía en la casa conmigo y todo el ingreso del fideicomiso venía a mí para ser usado en nuestro beneficio como yo lo considerara conveniente. Yo le cobraba por alojamiento y alimentación y para los gastos de la casa únicamente las tarifas vigentes en el mercado por esas cosas y nunca le pedí que contribuyera al mantenimiento de la casa. Yo sabía que hubiera podido cobrar más pero yo no quería hacerlo – yo la amaba como mi propia hija. Hacia fines del año 99, FLOR empezó a salir con JUAN LONDOÑO. Una noche ella lo trajo a la casa y me lo presentó. Cuando yo le pregunté a él qué hacía para ganarse la vida, él dijo que era un “escritor” de cuentos y guiones de televisión, especialmente historias de detectives y de misterios sobre asesinatos. Me dijo que todavía no había vendido ni colocado en el mercado ninguna de las cosas que él había escrito. De hecho, él no había ganado un centavo con este trabajo. Pero dijo que estaba trabajando medio tiempo en una estación de gasolina, para sostenerse. Me dijo que él entonces vivía en la pensión de PAULA ANDREA DÍAZ, llamada pensión LA HERMANDAD, ubicada en la Calle 66 No. 13-56 en Chapinero. A mí no me gustó este hombre, lo admito. Y como FLOR continuó saliendo con él, eso aumentó el disgusto que yo sentía hacia él. Nunca lo aprobé. No pensé que él haría a Flor feliz si ella se casaba con él. Yo le advertí que no se casara con él; yo pensé que era mi deber hacia ella, como su madre. Le dije que pensaba que él era perezoso y no tenía metas y arruinaría la vida de ella. Le dije que debía salir con otros hombres jóvenes y que ella encontraría que le iba a ir mucho mejor que casándose con este tipo. Tal como ha resultado, lo que yo pensaba de él era cierto. En el diciembre de 2000, Juan vino a nuestra casa muchas veces. Él salía con Flor tres o cuatro veces a la semana. Ella me dijo que la gasolina del carro, y las comidas y los espectáculos a donde iban, los tenía que pagar ella porque “J estaba corto de dinero”. Yo me imagino que ella sentía lástima por él. A pesar de todo lo que yo hice para evitarlo, Flor me dijo en julio del año 2001 que iba a casarse con Juan. Yo me preguntaba cómo él pensaba que iba a sostener a su señora. Por lo que yo había visto, iba a vivir del dinero de ella. Muchas veces le dije a Flor que yo no pensaba que Juan era el hombre para ella, y que su propios padres, si estuvieran vivos, no aprobarían este matrimonio. Mientras más veía yo a Juan, más me disgustaba. Por lo que yo vi de él mientras él salía con Flor, yo pensé que era un perezoso bueno para nada. (Admito que de todas maneras yo nunca he tenido una buena opinión de los “escritores”.) Estaba convencida de que él le rompería el corazón. Yo pensé que era mi deber advertirle, como su propia madre lo hubiera hecho, que este hombre nunca la haría feliz. Yo decía que él era perezoso y que lo único que buscaba era el poco dinero que ella tenía, o que podía esperar recibir algún día. Pero ella se puso desafiante y dijo que tenía más de veintiún años y que ellos se casarían, no importaba lo que yo o cualquiera otro pudiera decir. Dijo que ella amaba a Juan. Ese fue el primer desacuerdo que tuvimos entre nosotras. Yo estaba muy triste. Hubiera hecho cualquier cosa para evitar ese matrimonio. Si lo hubiera podido hacer, ella estaría viva hoy. Pero ellos siguieron adelante y se casaron en Bogotá Dc, ante un juez, el 15 de noviembre, de 2001.Yo no asistí porque estaba enferma. Yo no quería hacer nada que pudiera indicar que aprobaba lo que ellos habían hecho, por lo tanto no envié regalo de matrimonio. Después de su matrimonio, Juan y Flor vivieron en un apartamento en el condominio Medina de la calle 72 con carrera 3, ella siguió trabajando en el Banco, pero Juan dejó su trabajo en la estación de gasolina de tal manera que él se pudiera quedar en la casa y dedicar todo su tiempo a escribir. Flor estaba sosteniéndolos a los dos. Eso era lo que yo me imaginaba que iba a pasar. Después de que se casaron, ellos venían a mi casa un par de veces al mes, y yo siempre fui educada con Juan. Él admitió que él no estaba recibiendo un centavo por lo que escribía. Acostumbraban a venir en el viejo Nissan Sunny de Juan. Yo no sé por qué Flor no compró un carro nuevo. Ella podía manejar. Ella tenía el dinero. Y Juan estacionaba el carro justo en la acera en frente de nuestra casa. Yo lo había visto allí muchas veces antes de la noche en que él le disparó a Flor. En algún momento a finales de julio, de 2002, una noche Flor llegó a la casa en un taxi. Ella y Juan se habían separado después de una ácida discusión. Me dijo que había tratado que Juan dejara de escribir y tomara un trabajo en el Banco, pero que él se había negado. Yo le dije que yo estaba contenta de tenerla de regreso en la casa sin Juan y que ciertamente ella podía vivir conmigo. Después de que se separaron, Flor vivió conmigo, y Juan se fue de nuevo a vivir en la pensión de PAULA ANDREA en Chapinero. Juan venía a nuestra casa más o menos dos veces a la semana y discutía con Flor buscando que ella volviera con él. Ella siempre se rehusó a hacerlo a menos que él dejara de escribir y consiguiera un trabajo “verdadero”. Yo siempre estuve presente durante esas discusiones. Yo no confiaba en él; y también tenía miedo que con sus palabras “dulces” él la iba a convencer que volviera. Por lo tanto insistía en estar presente. Después de todo, era mi casa y era mi deber cuidar del bienestar de Flor, como madre. Yo no quería ver que se le siguiera rompiendo el corazón aún más de lo que ya estaba roto. Le dije que no volviera con él y le urgí a que considerara divorciarse. Muchas veces, yo le dije a Juan de manera simple y directa lo que yo, la madre de Flor, pensaba sobre todo este asunto. Le dije que era perezoso y un inútil que esperaba vivir de los ingresos de su esposa. Delante de ella tuvimos unas fuertes discusiones, y en un par de oportunidades él me amenazó. Él dijo algo acerca de desquitarse porque yo había destruido su matrimonio con Flora. (No estoy segura de sus palabras exactas, pero eso era lo que él quería decir). Y en muchas oportunidades él amenazó con hacerme algo a mí, o a Flor, por destruir su matrimonio. Este hombre tenía un temperamento violento. A veces él trataba de convencerla que volviera con él; otras veces entraba en estado de cólera. Una vez a fines de agosto de 2002 él estaba en la casa discutiendo con Flor y se puso furioso y salió de la casa. Golpeó la puerta del frente tan duro que yo pensé que la había roto. Yo corrí hacia la puerta y la abrí, y lo vi mientras él caminaba por el sendero de la entrada. Vi que él se subía a su carro en la acera del frente. Lo puede ver claramente, a pesar de que eran cerca de las 9:30 PM. y estaba oscuro y lloviendo. Lo miré mientras se subía al carro, y entonces, antes de que él encendiera el carro y se fuera, yo vi que él se asomaba por fuera de la ventana y agitaba el puño en mi dirección. Yo estaba parada en la puerta, y pude ver y reconocer fácilmente su cara pálida rostro y chupada. Como lo dije, él tenía un temperamento incontrolable. Cuando venía a verla, él gritaba y decía que ella “no tenía corazón” y era “egoísta”, y después se volvía contra mí y me acusaba de destruir su matrimonio. Un par de veces él nos insultó y nos maldijo. Entonces él salía violentamente de la casa, pero unos pocos días después estaba de regreso, y volvía a pasar exactamente lo mismo. Flor nunca salía de la casa con él. Él le pedía que fuera con él a “hablar sobre nuestras cosas” donde yo no estuviera. Ella nunca lo hacía; decía que le tenía miedo. Cuando me dijo eso, yo le dije que nunca saliera de la casa con él. En esos momentos yo verdaderamente tenía miedo de que él le fuera a hacer algo violento. La última vez que él la visitó antes de matarla fue el 9 de septiembre de 2002. Yo estuve presente. Esa vez él no peleó con ella, y únicamente se quedó un pequeño rato, entre las 9:00 y las 10:00 PM. Él le pidió que volviera con él. Le dijo: “Flor, te estoy preguntado por última vez. Es mejor que me escuches ahora, si tu sabes lo que es bueno para ti”. Y ella respondió: “Juan, yo no vuelvo contigo a menos que tu consigas un trabajo de verdad y dejes esta tontería sobre seguir escribiendo”. El dijo: “Tu sabes que no voy a hacer eso. No voy a dejar mi trabajo, ni siquiera por ti”. Ella dijo: “Entonces así es como va ser. He terminado contigo, Juan. Siento mucho que hubiera resultado de esta manera.” Entonces Juan dijo: “Bueno, creo que ya no tiene sentido seguir intentándolo, por la forma como piensas. No te volveré a molestar. Pero no olvides esto – voy a hacer que lamentes lo que me has hecho, incluso si es la última cosa que hago en la vida”. Flor respondió, “¿Me estás amenazando?”, y él únicamente la miró de una manera maligna y llena de rabia. Entonces se volvió hacia mí y me dijo: “Usted es una persona malvada. Usted hizo que Flor se volviera en contra mía. Usted terminó este matrimonio y yo me voy a encargar que pague por eso. Usted es la culpable de cualquier cosa que pase de ahora en adelante”. Yo no puedo decir que esas fueron las palabras exactas usadas esa noche, pero recuerdo la esencia de lo que cada uno dijo. Juan salió de la casa cerca de las 9:30 PM. Justo antes de que él saliera de la casa, Juan fue a la habitación del lado para recoger su chaqueta Mientras él estuvo fuera, yo le dije a Flor: “Ese hombre es un perdedor. Prefiero morir antes que verte volver con él”. En ese momento Juan volvió a la habitación y me miró con rabia. Yo creo que él me oyó y eso me puso muy nerviosa. Si, yo tengo un revolver Smith and Wesson calibre .38, que compré hace algunos años. Estaba registrado. Lo mantenía en el cajón de la mesa de noche junto a mí cama en mi habitación en el primer piso de la casa. La última vez que la vi fue el primero o el dos de septiembre cuando yo estaba mirando en el cajón. En muchas ocasiones Juan me había visto guardar el revolver en ese cajón. Yo mire dentro del cajón un par de días después de la muerte Flor y estaba vacío. Yo no le dije nada a la policía sobre la desaparición del revolver porque no pensé que eso fuera importante. Únicamente lo mencioné cuando el detective me preguntó si yo era propietaria de un .38 y si podían verlo. Eso fue tres semanas después de la muerte de Flor. Francamente, yo creo que Juan se lo llevó. El revolver que ellos le encontraron a Juan no era el mío. El día siguiente, 10 de septiembre, era el cumpleaños de Flor. Comimos alrededor de las 6:00 PM., y yo le di como regalo un anillo. Cerca de las 7:00 PM., ella salió de la casa para ir al cine en Salitre Plaza. Dijo que volvería a la casa alrededor de las 10:00 PM. y se fue sola. El teatro queda cerca, y ella fue caminando. En ese momento no estaba lloviendo, pero ella se llevó un paraguas. Era una especie de tarde cálida. Después de que Flor salió, subí al primer piso. Me di cuenta que ella había dejado prendida la luz de su habitación – el dormitorio del frente en el costado Este de la casa. Yo entre a apagarla, y me di cuenta también que ella había dejado la llave de la puerta de entrada sobre la mesa de noche. También vi un pedazo de papel con algo escrito, pero no lo leí en ese momento. Decidí esperar que ella volviera, puesto que había olvidado sus llaves. A las 7:30 PM., sonó el timbre de la puerta del frente. Fui a contestar y abrí la puerta. En ese momento estaba lloviendo: no muy fuerte, solo una llovizna. Yo vi a Juan parado en el pórtico. Su carro, ese viejo Nissan Sunny blanco, estaba estacionado enfrente de la casa en la acera sur de la calle – mirando al Este. Él preguntó por Flor. Yo le dije que ella se había ido a Salitre Plaza al cine. Él quería saber cuando regresaría, pero yo le dije que no estaba segura. Se lo dije porque yo no quería que él la molestara otra vez después de lo que él había dicho la noche anterior –él había dicho que no la volvería a ver otra vez. Yo tenía miedo por ella. (Yo me imaginaba que él sabía que Flor por lo general iba al bar Aguacanela, en la Avenida Boyacá con calle 45, después de ver una película, y generalmente se quedaba hasta más o menos las 12:30 AM.. es uno de esos sitios donde venden cerveza, hamburguesas, y helados donde se reúne la gente joven del vecindario. Un sitio agradable y tranquilo cerca del cinema. Él habló clara y tranquilamente. Él tenía algo debajo del brazo derecho. Estaba envuelto en periódicos viejos, y yo no podía saber qué era. Él vestía una especie de chaqueta negra o de color azul oscuro. Alrededor de las 10:00 PM., el timbre sonó nuevamente. Yo fui y abrí la puerta. (La puerta abre hacia adentro.) Allí estaba Flor. Estaba parada en el pórtico, más o menos a un metro o metro y medio de la reja. Las luces a ambos costados de la puerta estaban encendidas. Yo también tenía encendidas las luces en los dos cuartos del frente del primer piso, y las cortinas de las ventanas estaban abiertas. Flor le daba la espalda a la calle. Estaba lloviendo y con nubes oscuras y no había luz de luna; había un farol en la acera del frente. En ese momento oí un carro que venía subiendo desde la calle 22B. No había más carros en la calle. Yo miré y vi un carro blanco –era un Nissan, del mismo estilo y forma que el carro de Juan. Vea usted, yo tenía la puerta abierta, y miré por encima de la cabeza de Flor mientras ella estaba abajo parada frente al pórtico. El carro venía muy rápido. De repente, yo oí el chillido de los frenos, y el carro se detuvo justo en la acera delante de nuestra casa. De repente me di cuenta que era el carro de Juan, y entonces Flor gritó, “Oh no... oh no, Juan!”, o algo así. Todo pasó en cuestión de segundos. Yo vi un hombre que se asomaba por fuera de la ventana del carro –sacaba su cabeza y sus hombros por fuera de la ventana delantera por el lado enfrente de nosotras. Él no tenía puesto un sombrero. Vi que tenía en la mano un objeto pequeño y oscuro, como una pistola o alguna clase de revolver. Entonces oí un tiro –solamente un tiro- y vi que Flor caía hacia atrás. Ella hizo como un giro y cayó en el pórtico, con su cabeza hacia la calle y los pies en dirección a la puerta. El carro aceleró calle arriba. Yo vi las luces traseras, pero no pude ver el número de la placa. El motor de este carro estuvo encendido durante todo esto –yo lo podía oír todo el tiempo que el carro estuvo parado al lado de la acera. El primer pensamiento que me pasó por la cabeza era que Juan le había disparado a mi hija. Yo puedo jurar positivamente que el rostro del hombre que se asomó por fuera del carro era el rostro de JUAN FERNANDO LONDOÑO y que ese era su carro. Yo vi su cara. Yo vi el carro. Yo sé que era JUAN. Como lo he dicho, yo había visto a Juan centenares de veces antes, ahí mismo junto a esa acera en ese carro –el Nissan blanco. Y yo lo había visto ahí mismo únicamente tres horas antes. Yo no estoy identificando un extraño a quien he visto por primera vez la noche del asesinato; yo he visto a Juan centenares de veces. Yo lo conozco; él no era un extraño. Y también reconocí el carro. JUAN es definitivamente el hombre a quien yo vi disparar el tiro desde el carro. Yo vi su rostro por un par de segundos, pero eso fue suficiente. Flor no me estaba bloqueando la vista; ella medía únicamente 1 m. 60 y ella frente al pórtico, mientras yo estaba en el escalón de la puerta, como treinta centímetros por encima del pórtico. Tenía un paraguas y lo estaba cerrando, pero ya lo había bajado cuando ella se volvió y miró hacia la calle. Las dos luces a los lados del pórtico estaban encendidas y. Las luces delanteras del carro estaban encendidas. No había ninguna luz de la luna. Estaba oscuro y lloviendo –no muy fuerte, pero había lluvia cayendo sobre el pórtico. Inmediatamente algunos vecinos llegaron corriendo y me llevaron dentro de la casa. Yo estaba en estado de choque. Llegaron algunos policías, pero yo no sé quién los llamó. Uno de los oficiales de policía –no puedo recordar su nombre- me hizo algunas preguntas, y yo le dije más o menos lo mismo que yo le he dicho a usted. Le dije que el marido de Flor era JUAN LONDOÑO y que vivía en la pensión de PAULA ANDREA, en Chapinero calle 66 con 13. Le dije que JUAN le había disparado y matado a su esposa, Flor, mi hijastra. Cuando llegó la ambulancia para llevar a Flor a la Clínica San Pedro Clavel, me fui con ellos, y allí un doctor determinó estaba muerta al ingreso al hospital. Entonces tuve que identificar el cuerpo de Flor a un hombre quien dijo que era el forense. Estoy segura que eran las 10:00 PM. cuando Flor regresó del cinema, porque en el momento que ella hizo sonar el timbre yo oí el reloj de la sala anunciar las diez. Yo solamente vi a Juan allá afuera en el carro por unos breves segundos, pero vi el carro por más tiempo. Por unos cuatro o cinco segundos lo estuve viendo llegar antes de que se detuviera. Y entonces vi a Juan asomarse por la ventana, apuntar, y dispararle Flor. El 10 de septiembre era el cumpleaños de Flor. Cuando Juan vino a mi casa más temprano esa noche preguntando por Flor, él no me dijo nada acerca de que ese día era el cumpleaños de ella. El paquete que él tenía debajo del brazo era suficientemente grande para esconder una pistola o un revolver. No tenía puesto un sombrero ni llevaba paraguas, y su chaqueta estaba empapado. Un día, mientras Juan y Flor estaban saliendo juntos, él vino a la casa a verla, y tenía una pistola. Él dijo que había estado disparando al blanco con la pistola. Aseguró que era un tirador muy experto. Después del entierro de Flor, yo estaba en la habitación de ella y recordé ese pedazo de papel que había visto en su mesa de noche la noche en que le dispararon. Entonces lo miré y era una carta de Juan dirigida a Flor. Yo reconocí la letra –era la letra de JUAN. En una oportunidad yo lo había visto firmar nuestro libro de huéspedes, y he visto su letra en sus cartas a Flor. La letra en la carta es la misma letra del libro de huéspedes y de las otras cartas. Yo recuerdo que en la mañana del 10 de septiembre llegó una carta por entrega inmediata, dirigida a Flor. Yo reconocí la letra de Juan en el sobre. (No, yo nunca he encontrado ese sobre.) Cuando Flor llegó a la casa, yo le entregué la carta. Esa noche durante la comida, ella dijo que la carta era de él. Nunca dijo lo que había en esa carta, y nunca conversamos sobre esto. Hay otra cosa que quizá yo debo mencionar, a pesar de que estoy segura que no tiene ninguna conexión. Antes de morir, mi esposo, el padre de Flor, fue juez por muchos años. Él tuvo a su cargo algunos juicios criminales bastante notorios, y estoy segura que durante ese tiempo hizo varios enemigos, en particular entre aquellos que él sentenció. Recuerdo un caso en particular, porque en agosto pasado leí en el periódico que la persona a quien mi esposo había sentenciado se le había otorgado libertad bajo palabra e iba a regresar a Bogotá Dc. El caso tenía que ver con un hombre de negocios bastante conocido que fue condenado por matar su socio de negocios. Hubo mucha publicidad y se habló que este asunto estaba relacionado con apuestas y crimen organizado. Durante el juicio y la sentencia mi esposo estaba bajo mucha presión. Dijo que él tenía que hacer su trabajo y hacer lo que la ley ordenaba. El jurado encontró que ese hombre –yo creo que su nombre es JOSE ORTIZ- era culpable, y mi esposo lo sentenció a algo así como a veinticinco años de cárcel. Esto pasó hace unos quince años, justo un par de años antes de la muerte de mi esposo. Durante la sentencia, ORTIZ dijo que era inocente y que había sido falsamente implicado por mi esposo y por los fiscales. Mi esposo dijo en sus observaciones desde el tribunal que él había discutido la sentencia conmigo (“mi esposa”), y que estaba seguro que era justa. Ojalá él no hubiera dicho eso. ORTIZ dijo que se vengaría de él y de mí (“de usted y de su maldita esposa”) por haber arruinado su vida y por haberle hecho perder su familia a causa de falsas acusaciones, aunque fuera la última cosa que hiciera. En ese momento mi esposo y yo estuvimos preocupados por esa amenaza, y recuerdo que por algún tiempo él habló sobre esto. También recuerdo que ORTIZ tenía una esposa y tres hijos, y que ella se divorció de él y se fue de la ciudad poco después de que él fue a la prisión. Naturalmente, cuando fue a prisión, el perdió su negocio. |
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