


La revolución romántica: conciencia histórica y nuevo sentido de la ciencia.La revolución romántica: conciencia histórica
El comienzo del siglo XIX viene marcado por el poder militar de
Napoleón Bonaparte, hasta su derrota en Waterloo (1815). Tras su caída y el
Congreso de Viena (1815), se restablecen las antiguas monarquías.
A partir de ahora, hasta mediados del siglo XIX, la dinámica política se caracteriza por los enfrentamientos entre las tendencias
absolutistas y
liberales. El liberalismo se convertirá en la gran doctrina del siglo XIX. El liberalismo es económico y político al mismo tiempo.
Económicamente, defiende que el motor del crecimiento es la iniciativa
privada: las personas deben ser libres para intervenir en el mercado, sin impedimentos por parte del Estado.
Políticamente, busca una reforma del
sistema electoral y consigue a lo largo del siglo XIX ampliar considerablemente el número de personas con derecho a voto.
En muchos países de Europa, el siglo XIX es también la época del
nacionalismo. Los movimientos nacionalistas tienen un elemento común: la creencia de que los pueblos con una historia, una lengua y unas costumbres propias constituyen una nación y, por lo tanto, tienen derecho a tener su
propio estado, independiente de los demás.
En la primera mitad del siglo XIX, se produjo un gran avance en la
mecanización de la industria del continente, con lo que se desarrolló la
burguesía industrial y la
clase obrera. Con la aparición de esta nueva clase social, el
proletariado, surgen nuevas ideologías que defienden los derechos de los trabajadores:
socialismo,
comunismo,
sindicalismo,
anarquismo... La doctrina de Carl Marx traerá consecuencias sociopolíticas transcendentales.
A mediados del siglo XIX, el
capitalismo se afianzó como
sistema económico dominante y estallaron
revoluciones burguesas, con la implantación de regímenes constitucionales que permitían la defensa de los intereses de esta clase. Estas revoluciones tuvieron lugar en distintas oleadas.
En 1830 un movimiento de protesta en
Francia provocó la sustitución del rey Carlos X, bastante conservador, por uno más
liberal,
Luis Felipe de Orleans. En Bruselas se produjo un
levantamiento contra el rey de Holanda, que tuvo como resultado la
independencia de Bélgica (1831).
En torno al año 1848 se dio el momento de más rigor y extensión de la actividad revolucionaria. En Francia se instauró la
II República francesa. En
Italia se crearon varias
repúblicas como Venecia o Roma. En
Alemania, los representantes de la mayoría de los estados pequeños propusieron la
unificación del país bajo la corona del rey de Prusia.
Las ansias de libertad de la época se trasladan también a los países iberoamericanos, varios de los cuales (México, Argentina...) logran la independencia en esta primera mitad del siglo XIX.
Nuevo sentido de la ciencia
A diferencia de siglos anteriores, en los que el científico era considerado un sabio que dominaba todos los campos del saber, en el siglo XIX se consolidó el proceso de
especialización del saber.
El
método experimental, heredado del empirismo inglés del siglo anterior, se convirtió en el eje fundamental de la mentalidad científica de la época. Todo podía y debía ser
demostrado empíricamente. El perfeccionamiento de los aparatos de medición ayudó a verificar cuantitativamente los datos y las hipótesis.
El ambiente especialmente favorable a la ciencia en la sociedad del siglo XIX quedó reflejado en la proliferación de
asociaciones científicas,
centros de investigación y
publicaciones que difundieron los descubrimientos de las diferentes ramas de la ciencia. El francés
Pasteur, con sus descubrimientos, renovó la medicina e inició la era de las
vacunas. El alemán Roberto
Koch descubrió el bacilo de la
tuberculosis y el inglés
Darwin desarrolló la teoría de la
evolución de las especies.
Otros inventos fundamentales fueron la
electricidad (Edison) y la
máquina de vapor (James Watt), que se aplicó al ferrocarril, a la navegación y a la industria textil.
Uno, de los hechos más decisivos fue el progreso en los
medios de transporte –gracias a los barcos de vapor, el ferrocarril, el automóvil y el avión– y de
comunicación, con el periódico, el teléfono, el telégrafo y la radio. Ello hizo que se incrementaran poderosamente las relaciones y el comercio entre los distintos países.
Los importantes
avances científicos y técnicos de este periodo transformaron extraordinariamente el modo tradicional de vivir.