Relatos de diciembre del 2001. Indice






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¿La única respuesta ante la crisis fue la actividad comunitaria?

No, había otras actitudes. Como los saqueos. Pero los saqueos en realidad los vivo de diferentes formas: la desesperación de la gente, la bronca de la gente y también el aprovechar la situación. Está todo mezclado. Y a veces es como “el todos contra todos”.
O sea que por un lado tenemos “el todos juntos” y por el otro “el todos contra todos”.

Claro, porque no hay una ley que regula. Por un lado todos somos iguales, todos estamos en la misma. Entonces todos nos asociamos con todos. Pero también al otro, como no hay una ley, le puedo sacar un beneficio. El Estado nos educa, nos posiciona, nos guía, cuando no hay un Estado es cuando viene el problema. Que fue lo que pasó ahí. Pasa por esa situación de impotencia, de no saber a dónde ir…
¿Te tocó vivir alguna situación de saqueo? (32:55)

Sí, en realidad creo que a todos. Me acuerdo que los saqueos empezaron muy lejos de mi barrio, los veía por tele. Y era eso en realidad: que vos lo veías muy lejos y cada vez se iban acercando más, más, hasta que se acercaban. Y… la televisión manejaba mucho eso… Yo veía que saqueaban en Capital Federal y decía “bueno es en capital, en provincia no” y cada vez los saqueos se iban acercando más y más y más hasta que bueno, me tocó a tres cuadras de mi casa, los supermercados… Y así. Igual recuerdo también esa imagen que es… escalofriante para mí, del chino llorando porque lo habían saqueado y la gente riéndose. Porque no sé si captaban la dimensión.
¿Un chino de tu barrio?

No, no. Hay un video en la tele, siempre de esa época, en el que muestran un chino llorando con desesperación porque le habían saqueado TODO el local. Y mucha gente se reía. Y eso me hace pensar que no todos se dan cuenta de la dimensión de esos hechos. Tal vez tenga que ver con esa lógica de “Si no quiere que le roben que se vaya a su país” bastante fea (tono infantil).

¿Alguna otra situación?

Una escena que me acuerdo mucho, que viene a mi mente siempre que pienso en el 2001. En realidad, todo mi análisis sobre el 2001, todo lo que te cuento ahora, viene después, por pensar en esto.

La situación es que estábamos en mi casa. Mi papá me había venido a visitar. Estábamos con mi hermana y mi… (piensa) mamá. En el barrio se empieza a escuchar que (pausa) los barrios del “fondo” (énfasis) (gesticula para atrás), que son como se llama a los barrios más feos de Moreno, iban a venir a saquear a nuestro barrio.
¿En qué época, esto?

Después de lo de diciembre. Me acuerdo de que era verano. Sí, después de diciembre. Pero antes de Dhualde.

Iban a venir a saquear a nuestro barrio. (pausa larga) Y yo decía, “Qué desesperación, no, qué feo. No papi, no quiero que pase, no quiero que pase, no quiero, no quiero, no quiero” Y digo, ahora si pienso que me van a venir a robar llamo a la policía, aunque no le tengo confianza a la policía, pero por lo menos existe simbólicamente, ponéle. En ese momento decía “mami, ¿por qué?” Y me dice “Y bueno, Alan, no sé.” Y nadie pensaba en llamar a la policía. Y yo decía “no quiero que pase. No entiendo. ¿Por qué? ¿Por qué?” y nadie me respondía. Es eso, la sensación de desesperación de “nadie nos va a responder”.

Lo que hicimos fue: yo llevé todos mis CDs de música al fondo y los escondí. Llevamos plata… o no, no sé, supongo que habremos llevado, no sé, diez pesos (risa) algo así. Y algunas cosas de valor… el equipo de música lo pusimos en el fondo. Lo tapamos. Dejamos tal vez la televisión, para que si venían se llevaran la televisión. La computadora la llevamos a lo que era la casa de mi abuelo, que se estaba construyendo. Dijimos “bueno, si nos van a robar nos van a robar acá adelante, no van a ir hasta atrás” (cita más rápido). Desarmamos toda mi casa. Mi colchón lo pusimos en la ventana. La mesa haciendo presión al colchón para que no pasaran. Las puertas con llave (tiembla la voz). Teníamos palos, baldes con piedras… y… es una locura contar esto. Siempre que lo cuento me… no es que me ponga mal, pero me da mucha bronca. Porque es el caos mismo. Y nadie llamó a la policía ¿Por qué? Porque no había nada. ¿Entendés? Y todo el barrio… algunos estaban en la puerta con armas (con escopetas, con palos). Nosotros sacamos la idea de “palos” de otros, o sea que yo, con 13 años, si venían a mi casa a robar me iba a defender con palos. ¿Entendés? Si hoy me vienen a robar a mi casa tengo miedo porque me van a pegar un tiro. Porque es lo que predomina. Si vienen a robar a tu casa te van a pegar un tiro y te van a matar, porque es la visión que se tiene hoy de la inseguridad. En ese momento no me puse a pensar que me venían a… a matar, me venían a sacar. ¿Te das cuenta la lógica? Hoy todo el mundo piensa que si te vienen a robar te van a matar, en ese momento uno no creía que lo iban a matar. El que entraba a tu casa, entraba a sacarte. Era lo que la televisión repetía todo el tiempo y era lo que vos creías que te iban a hacer.
¿Quiénes eran los que iban a venir a saquear?

Teóricamente iba a ser un barrio que estaba muy lejos de mi casa que es un barrio muy, muy pobre. Entonces toda esa gente era la que iba a venir acá, a nuestro barrio, que serán cuatro o cinco cuadras, a saquear. Porque ya habían saqueado los supermercados y ahora iban a venir a saquear casas.

Entonces los vecinos prendieron fuego un montón de cosas en cada una de las esquinas y estábamos encerrados en mi casa. A veces salíamos y veía todo mi barrio armado con todo lo que tenía. Con cualquier cosa, con un palo, con una piedra, con un arma, con cuchillos, con lo que sea. Si se veía que venía alguien a lo lejos, todos empezaban a gritar “Ahí vienen, ahí vienen”. Pero fuerte ¿no? Y todos empezaban a gritar. Yo decía: “¿Pero están viniendo en serio, ma?” Es insoportable. Horrible, creo que nunca tuve tanto miedo. Miedo e impotencia. Yo pensaba, “por qué me van a venir a sacar si yo no les hice nada… No es a mí a quien le tienen que venir a sacar”, pero en ese momento… ¡Nunca pasó! ¡Nunca vinieron a saquear nada!

Era como una voz que lo dijo. Pero vos fijáte la potencia que pueden tener una o dos voces en el contexto de la sugestión de la situación. En este momento si me dicen que van a venir a saquear mi casa yo no lo voy a creer como en el 2001. Pero en ese momento era posible, porque había pasado, entonces a vos te puede pasar también.
¿De quién fue esa voz? (40:40)

¡Gente del barrio! Que lo dijo por decir. Algunos pensaban que fue la policía. No sé por qué. Nadie llamó a la policía igual. NADIE. Porque qué iba a hacer, en ese momento no iba a hacer nada.


¿Pero, ustedes cómo se enteraron del supuesto saqueo?

Yo me acuerdo que vino, y me lo dijo mi tía. Y una vecina, que era amiga de mi hermana. Que a ellas se lo habrán dicho otros, y así. No era comprobable quién lo había dicho. Tal vez eran esos barrios del fondo. Tal vez pasó en algún otro barrio y eso fue condición para que alguien lo reprodujera y dijera: “puede pasar acá”.

Pero el tema es ver a tu barrio armado. Porque es algo de película. Es de película (más bajo, reflexivo). Tal vez si lo cuento en casa se ríen, pero para mí es traumático. Porque sos vos o el otro. Nadie te protege, nada.
¿Tenían algún contacto con el exterior mientras estaban atrincherados? ¿Miraban TV o algo así?

Qué palabra tan fea pero tan real. Emm… (duda). No, creo que no. Estábamos muy preocupados. Muy preocupados (voz baja) Imagináte, ver tapiada tu casa. Aparte no éramos sólo nosotros con una psicosis paranoica, era barrial. Era horrible ver que mi papá también tenía miedo, y lo veía en el no saber. No saber cómo responderme. No sabía qué iba a pasar. No me podía tranquilizar, de última me chamuya, si no sabe, pero ahí no podía, estaba desesperado también, sólo que no lo demostraba porque es el que tiene que estar más fuerte. Me acuerdo de haberle dicho: “¿Y si vienen qué hacemos?” Y él responder: “Y bueno, Alan, si vienen, vienen. Dejá que se lleven todo.” Y ahí también hay una dimensión de “no sirvo para nada”. Y es desestabilizante, cuando vos sos chico, que tus papás tengan tanto miedo como vos.
¿Podés decirme algo más de lo que vivían?

No sé, no se hablaba mucho. Estábamos todos nerviosos y con miedo. Me acuerdo sólo de pensar “¿Y si vienen qué hacemos?”. No nos preguntábamos por qué, no era raro; era feo, nomás. Era nuestra propia sociedad de cuatro, un país contra el resto. Y fue loco, porque nosotros estábamos re desunidos, mis papás estaban separados, pero ese día no. Cada uno se refugió en el otro. Y al final nos quedamos dormidos en el piso de la cocina.
¿Cuánto duró todo? ¿Cómo fue cuando les avisaron del saqueo?

A las siete de la tarde empezaron a correr las voces. 8.30, atrincherados. Ni cenamos ni nada. Antes vino mi tía y vino una amiga de mi hermana a decirnos. “Che, parece que vienen los del “fondo” a saquear acá, porque ya lo hicieron en otros barrios y ahora vienen para acá.” Y ella se fue corriendo. Se ve que se habrá corrido la voz. Hablaron entre los vecinos, se pusieron de acuerdo. Me acuerdo que yo dije que pusiéramos el colchón acá. Y mi mamá decía “¿Che, no será mucho?” Pero cuando vos ves que está el colchón, que al lado están con los palos, el otro con la escopeta, etcétera, te sugestiona y te da miedo. ¿Entendés?

Entonces, nos quedamos dormidos. Al otro día nos levantamos y ya había pasado. Pero nos levantamos con mucho miedo. Me acuerdo de pensar “Uy, no pasó… ¿No pasó?” Y salimos afuera a ver si había pasado. Como que nos quedamos dormidos. Dormimos muy poco igual, habremos dormido dos horas como mucho. Y cuando nos levantamos no había pasado nada. (risita) Era un día habitual y listo. Me acuerdo que era fin de semana porque si no, mis viejos tendrían que haber ido a trabajar, y no fueron.

Y bueno, nada, empezamos a desarmar todo. Supongo que mis viejos habrán hablado con los vecinos. Teníamos una sensación de “qué feo” pero nada más. Muy extraño. Después, alguna que otra noche, habremos escuchado lo mismo, pero ya no le dimos más bola.

¿Cuándo? (53:22)

Y… un mes y medio después, después de la sucesión consecutiva de presidentes. Pero ya no le dimos más bola. Porque después empezó a estabilizarse todo un poco. Pero bueno, cuando vuelve el Estado se estabilizan un poco las cosas, pero también hay que ver lo malo, porque no hay que olvidarse de que Kosteki y Santillán viene de la mano de este “Estado” que “vuelve”, con una idea de que hay que poner “orden”. Pero bueno, poco a poco mi familia fue saliendo de la crisis y hoy mis viejos tienen los dos trabajo estable, y demás.
Ficcionalización de una entrevista sobre diciembre del 2001

Autor: Roberto Scolari (estudiante Ciencias de la Comunicación, 2010)


Un día terrible



Como el remisero no quiere llevarla al segundo piso del Unicenter, debe subir por las escaleras mecánicas. Por alguna razón el hombre está apurado, parece no querer permanecer en el lugar ni un minuto más.
Mientras espera apoyada en la baranda se queda mirando unos televisores que están en la puerta de un local. Todos muestran las manifestaciones en Capital. Por la distancia, sólo alcanza a ver ‘¡hay heridos!’ en letras amarillas y grandes que ocupan el zócalo de una pantalla.
Tiene los ojos claros y el pelo castaño. Es muy delgada y de pequeña estatura. Es preciosa, la gente suele recordárselo cada vez que la ve. Sus amigas la comparan con cierta actriz que trabaja en telenovelas. Ella muestra inmediatamente su mayor cara de agrado y responde con una sonrisa que ha conquistado desde hombres hasta ancianas.
Apura el paso porque aún debe hacerse los “claritos”, ir a la estación de Martínez, tomar el tren hasta Retiro y después el subte para ir a trabajar. Llega a Giordano, se sienta, cruza las piernas y comienza a mirar una revista que hay en una mesita de madera. A su costado se encuentra un joven, de unos 24 o 25 años. Está tiñendo su pelo de un color platinado mientras habla de lo que hoy parece apasionarles a todos: las manifestaciones y los piqueteros.
–Por esto, gracias a Dios, existen los barrios privados, en este país es la única forma de estar seguro en tu propiedad- le comenta a la peluquera, una joven de pelo negro y piel morena que asiente con la cabeza demostrando poco interés en la charla, como si nada de lo que dijera el cliente le agradara.
-- Se lo tiene que bancar porque es el cliente – se dice a sí misma.
Mientras escucha la plática y ojea la revista, recuerda cierta conversación matutina con su madre que la altera: La señora le había advertido que no vaya al reconocido shopping, pues es víspera de Navidad por lo que estará repleto de gente entrando y saliendo de los locales con bolsas. Pero, para su sorpresa, la concurrencia es leve, aun menor que en otros días.
–Les debe haber pasado a todos lo mismo, ahora deben estar en el centro de Martínez o de San Isidro amontonados chocándose, creyendo que acá debe estar peor- piensa y sonríe, mientras se acomoda lentamente la peluquera, que acaba de finalizar su tarea con el hombre que posa frente al espejo y se revuelve el cabello con las manos. Saluda con un pequeño gesto de reverencia y una sonrisa –la reconoce—y le pregunta qué prefiere el día de hoy.
-- Voy a hacerme los claritos—responde llevando la punta de sus dedos a la cabeza.
La mujer se acerca con una gorra para hacer reflejos más un delantal en una de sus manos y un pequeño instrumento metálico y puntiagudo que utilizará para punzar la gorra, en la otra. Coloca el delantal, se pone unos guantes de látex y comienza.
-¡Qué día complicado hoy, menos mal que acá no pasó nada!—dice la mujer mientras continúa con su trabajo.
-- Si complicado, pero acá es obvio que no pasa nada, en el Centro hay protestas y quilombo todos los días—contesta ella con calma.
La pequeña pantalla que regularmente se encuentra apagada, está mostrando gente acumulándose en Plaza de Mayo y una barricada policial que intenta avanzar con los escudos en el pecho. Por primera vez la televisión capta realmente su antención.
--¡Pobre gente!—piensa pero rápidamente se contesta –pobres los que están mal en serio porque la mayoría le gusta hacer quilombo y chorearse lo que venga--.
Desde la planta baja comienzan a escucharse ruidos de golpes y gritos. Los oficiales de seguridad comienzan a correr de un lado al otro. Uno de ellos, con camisa blanca y pantalón negro, comienza a hablar agitado por un “handie”, pide que llamen a la central y grita enervado “vinieron para acá, están saqueando”. La mujer que hasta hacía un instante estaba pinchando la goma con el pequeño bisturí, está ahora corriendo y presionando pequeños botones negros ubicados en un compartimento que reposa en una pared lateral. Las luces se apagan, quedando el salón iluminado por las luces de los pasillos, mientras las persianas comienzan a cerrarse lentamente, dejándolas sólo a ella y a la empleada –el platinado hacía rato había abandonado el recinto--. Comienza a ponerse tensa, no dicen nada, sólo se escucha su respiración agitada y los golpes que son cada vez más fuertes, pues se escuchan cada vez más cerca. Aún no logra entender qué sucede, pero se queda en silencio como queriendo ocultar el cuerpo. Sólo mira a la empleada que está tiesa mirando el piso. Aprieta las braceras del sillón con fuerza y sólo repite para sí --¿por qué a mí?--.
Las persianas están cerradas por la mitad y las corridas retumban como si el piso entero fuera a caerse. Un golpe le llama la atención: la persiana de una buena vez ha tocado el suelo. Suelta un suspiro y mira hacia arriba, pero enseguida un hombre patea la reja y la asusta. Hay otro hombre a su lado que intenta levantar la reja valiéndose de un palo que utiliza como palanca.
Se escucha un insulto y los hombres salen corriendo. De a poco, la vorágine va acabando. El shopping regresa a la normalidad.
La peluquera vuelve al panel de botones y levanta nuevamente las persianas. Se acerca nuevamente hacia ella.
--Disculpáme, estamos un poco conmocionados y nos ordenaron que por seguridad cerremos. Te voy a retirar la gorra y te pido si, por favor, podés regresar mañana.
-- No creo que pueda volver mañana, pero si quieren cerrar—Contesta y se muerde tibiamente el labio inferior.
Se levanta, larga un fuerte suspiro, lo suficiente como para que los trabajadores del local la escuchen, se cuelga la cartera y sale caminando velozmente, susurrando una descarga sobre la mediocridad de los empleados y concluye con la conjetura de por qué, gracias a eso, el país está “así”. Abre con fuerza la puerta de salida que, a pesar de su furia iba a abrirse ya que es automática.
Se toma un taxi en las afueras del shopping. El reloj marca tres pesos como punto de partida. Llega a la estación de Martínez, le da quince pesos al taxi, el reloj marca trece. El taxista comienza a revisar lentamente la billetera buscando el cambio.
--Está bien, quédeselo—vocifera. Abre la puerta, se baja y la cierra con fuerza. Se toma el tren en la estación, llega a Retiro y corre hasta el subte. Camina hacia las escaleras y suena el celular.
--Hola mamá, ¿Qué pasa?—Llega por fin al subte.
-- Hija, quiero saber cómo te fue.
Las puertas están bloqueadas y hay una inscripción que dice, “Las líneas de subte están transitoriamente clausuradas”.
Golpea el cartel con fuerza; --Fue un día terrible, mamá.

Fragmentos del libro La Comuna de Buenos Aires, de María Moreno

Me interesa poder hacer algo que vi en Cozarinsky, Alan Pauls y Sergio Bizzio, que yo llamo de persuasión autobiográfica: una cosa que juega con la creencia del lector de que es autobiográfica, hasta que de pronto hay un dato inverosímil que es como una patada en la cara de la creencia y salta decididamente a la ficción.
María Moreno en la reseña sobre su libro La comuna de Buenos Aires, Radar libros, Página12, domingo 19 de junio de 2011


1 La revista Humboldt es una revista cultural que fomenta y participa del intercambio cultural entre Alemania y Latinoamérica, España y Portugal. En ella hacen uso de la palabra autores de las lenguas española, portuguesa y alemana, junto a otras voces del ámbito internacional. Humboldt aborda debates actuales sobre temas muy diversos de la vida cultural e intelectual a ambos lados del Atlántico.

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