Tenía cuatro años, me sentía muy solo, observando a un granero pero no sabía el porqué. Abrí la puerta sin saber por qué y me encontré a mucha gente mirándome






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fecha de publicación30.06.2016
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ANTWONE FISHER




Tenía cuatro años, me sentía muy solo, observando a un granero pero no sabía el porqué. Abrí la puerta sin saber por qué y me encontré a mucha gente mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Me sentía a gusto porque todos me sonreían y me miraban alegremente. Aquella gente parecía mi familia. Me empezaron a servir una tarta…. Y desperté! Sudaba mucho, estaba asustado y empecé a respirar muy fuerte. Fui a ducharme porque no paraba de sudar. Estaba mirándome al espejo y un compañero de la marina fue a insultarme. Me dijo que haber si me estaba maquillando y de la misma le metí un puñetazo brutal. Siempre me molestaba y bromeaba conmigo pero sus bromitas no me hacían nada de gracia.

Le deje tirado en el suelo y los compañeros nos empezaron a separar. Yo seguía agresivo y quería seguir pegándole, pero no podía, me tenían agarrado. Me llevaron a donde el comandante, y me puso un castigo. Aquel castigo consistía en ir 3 veces a la semana al psiquiatra, cosa que a mí no me gustaba ir porque no me apetecía ni me gustaba contarle mi vida. No era la primera cita que había tenido con el psiquiatra, ya me había pasado mas veces por allí. Me negaba a contarle lo ocurrido y así eran todas las citas que tenía con él, hasta que un día me desahogué y le empecé a contar todo. De esa forma empecé a calmarme y a ser más receptivo con todo el mundo.
Estando en la consulta con el psiquiatra me empezó a hacer varias preguntas sobre donde vivía y sobre mis padres y le empecé a decir que nunca había tenido padres y le dije que venía de “debajo de una roca” y se quedó como pensativo y me dio cita para la próxima semana y le dije que no iba a volver porque no me ocurría nada. Al salir, me pasé por recepción para que me diera cita y en cuanto salí tiré el papel a la basura. Al salir, fui directo hacia donde la chica de mis sueños, la que me gustaba, Jennifer. Ella trabajaba en la marina, es una chica estupenda y muy guapa la verdad.
Estuve hablando con ella y me dijo para quedar pero la dije que estaba haciendo un proyecto y que no podía quedar, cosa que era mentira. La mentí. La dije que me tenía que ir al barco porque seguramente me estarían buscando y me dijo que la llamase cuando me levantaran el arresto.

Al de unos días, volví al despacho del psiquiatra muy agresivo y como me negué a hablar me senté en el sofá que había delante de él. Pasaban las horas y yo ni hablaba ni nada, solo respiraba fuertemente. Al de un rato se terminó la sesión y me fui.

Al día siguiente volví y era todo igual, el psiquiatra haciendo los trabajos que tenía pendientes y yo sentado en el sofá viendo las horas pasar, con ganas de irme ya de allí.
Un día empecé a toser y demás y el psiquiatra me preguntó haber si me pasaba algo y le dije que me parecía una perdida de tiempo estar allí una semana tras otra. Me volvió a sacar el tema de mis padres empecé a contar que mi padre se llamaba Eduard y que no le conocí, ni siquiera me sabía su apellido. Le conté la discusión que tuvo mi padre con su antigua novia y que ella mato a mi padre. Le seguí contando y le dije que mi madre en ese momento estaba en la cárcel. También le conté que nací en la prisión dos meses después de que mi padre muriera, y no le conté mas cosas de mis padres. Lo último que le dije fue que me dejaron en manos de un orfanato pero solo estuve hasta que mi madre saliera de la cárcel que fueron dos meses pero salió y no me reclamó.
En la siguiente cita que tuve, le empecé a contar que cuando tenía 2 años me entregaron a la familia de acogida. Los domingos íbamos 3 veces a la iglesia.
Le hablé también de la señora Teit y le empecé a decir que se solía pasar pegándome, hasta dejarme inconsciente. Amenazaba siempre con hacerlo otra vez, pero nunca más lo hizo, podía ser que tuviera miedo, aunque encontró otro modo de aterrarme. Hice todo lo posible para que la cayese bien pero no funcionó. Duait era el menor, yo era el mediano y Kid el mayor.
La señora Teit nunca decía nuestros nombres, nos llamaba “negro” continuamente, nos llamaba así tan a menudo que sabíamos a quien se dirigía. Ahora Duait está en la penitencia del Lucas Bill y Kid los reclamó su madre. Uno de sus novios le violó.

Amì por suerte no me paso lo mismo que a Kid.
Le comenté al psiquiatra que alguna vez la señora Teit me trató con amabilidad hasta le decía a sus amigas que éramos buenos chicos.
Anoche soñé con Jessi, mi mejor amigo, cuando no acudía a casa me podían encontrar donde estaba él. Nos gustaba provocar a nuestro amigo Kenny. Kenny venía conmigo por las mismas razones que las mías; porque Jessi nos caía bien y con él nos sentíamos a gusto.
La señora Teit siempre me ponía las cosas difíciles.Un día estando en casa viendo la televisión me volvió a maltratar pegándome con una zapatilla pero no lo soporté más. Tenìa unas ganas de pegarle yo… Me sentí a gusto cuando la aparté de mì, me sentí más fuerte que ella.

Jessi y yo no nos volvimos a ver. Cosas de la vida.
El psiquiatra me regaló un libro llamado “La Comunidad Esclava”.
El psiquiatra quería hablar con el comandante para que me diera una segunda oportunidad para continuar en la armada.
Me senté en un coche que estaba al lado del barco a leer el libro que me regaló el psiquiatra y ya vinieron unos gamberros del barco a molestarme. Uno de ellos me empezó a decir que haber porque leía ese libro y le dije porque me apetecía. Decía tantas chorradas que me levanté de donde estaba sentado y nos pusimos los dos cara a cara y le dije que lo que hiciera o dejase de hacer que no le importaba y seguimos discutiendo y le di un tortazo y él me siguió. De la rabia que tenia tirè el libro al suelo y me fui.
Por culpa de él tuve que volver al psiquiatra y en la sala de espera la armé muy gorda. Empecé a meterme con los pacientes que había y les empecé a gritar. El psiquiatra sin decirme nada me echó una mirada asesina y pasé para adentro.
Cerró la puerta con mala ostia y me empezó a gritar. Le pedí disculpas y le dije que el error fuè de él. Tenìa tantas sesiones y reglas que ya no sabía que hacer y me fui.
Al día siguiente, me apeteció ir al centro comercial y me encontré con el psiquiatra, vino a hacerme una visita y me dijo que el miércoles cuando pudiera que me pasase por su despacho si quería continuar.
Fuì corriendo al centro comercial y allí estaba Jennifer.

La esperé en la calle impaciente viendo las horas todo el rato.

Salió y me dirigí hacia ella, la pregunté a ver si tenía libre y me dijo que sí y le dije a ver si estaba enfadada. Le pedí perdón.
Era miércoles y volví al despacho.Le hice varias preguntas sobre si se podían solucionar unos problemas que tuve y me dijo que si. Le dije que estaba enamorado y que cuando quedo con ella no me salen las palabras, me bloqueo.
Le dije que esta noche habíamos quedado y le pedí su ayuda, que me diera consejos. Empezamos los dos a hacernos mutuamente preguntas para practicar y todo salió bien. Tenìa una idea hecha de cómo estar con ella y todo. El psiquiatra me diò su numero de teléfono y me dijo que cuando terminase de estar con ella que le llamaría.
Llegó ese día tan esperado con Jennifer. Me invitó a una bebida muy rica. Fuimos a un restaurante porque los dos estábamos hambrientos y allí ella me empezó a hacer preguntas. Me dijo qué quería hacer y le dije que lo que más me gustaría era dar clases de Japonés. Salimos del restaurante y la acompañé hasta la puerta de su casa. De despedida me dio un beso en la mejilla que para mí significo mucho. Ya había dado un paso más. De la alegría que tenía en mi cuerpo, me dirigí a casa del psiquiatra a las tantas de la noche a contárselo. A él no le pareció nada bien, estaba prohibido hacer eso.

Al día siguiente, fuimos a una discoteca. Yo estaba sentado sin bailar ni nada, no quería bailar con nadie y mis amigos me obligaban pero yo me negaba, solo quería a Jennifer nada más y no la quería fallar. Mi amigo Greison se pasó conmigo y me insultó. Me llamó marión y de la misma me levanté del sofá y le tirè para el suelo y nos empezamos a pegar en medio de la gente.
De tantas peleas que tuve, al final me metieron en la cárcel. El psiquiatra me vino a ver muy enfadado. Esta vez no tenía ganas de hablar, no sabía qué decir. Le conté lo ocurrido y me empezó a entender. Le dije que era virgen y que la gente bromeaba con eso.
Le conté que estuve con una mujer cuando era niño, y que hubo un beso. No lo soporté. Fue horrible. Me metió la lengua en la boca y vomité y todo.

Me obligaba a hacerle cosas que yo no quería, y si no lo hacía, me pegaba.
Ha sido la primera mujer que he visto desnuda y ahora voy a cumplir 25 años y no lo he hecho todavía. Siento vergüenza.

Al día siguiente volví a casa del psiquiatra y el no estaba.
Su mujer me invitó a un refresco y le di las gracias. Empezamos a hablar de cuando estuve en el orfanato y se solucionó todo. Me dijo de bromas que no volviera a hablar con su mujer más. En el día de la acción de gracia me invitó a su casa a comer con toda su familia.
Llevé a Jennifer al faro para explicarle también para que iba allí.

Allí fuì muy sincero con ella. Le empecé a decir que la mentí cuando le dije que estaba en el proyecto y me dijo que ya lo sabía.

No se enfadó conmigo ni nada, y eso me dejó tranquilo. Le conté porque iba al psiquiatra y que no tenía padres.

Me dijo que si quería ayuda o algo, ella iba a estar al lado mío para lo que fuera.

Hoy era el día de acción de gracia y me empecé a vestir en los vestuarios. Era la hora de la comida y toda su familia me estaba esperando levantada con la mesa puesta y toda llena de comida. Bendecimos toda la mesa con las manos agarradas y yo miraba a todos.

Empezamos a comer y el padre del psiquiatra me empezó a hacer varias preguntas hasta que dijo algo de mi madre y me levanté. Me dirigí al salón y por detrás vino el psiquiatra. Le dije que no me ocurría nada, solo que nunca había celebrado esta fiesta en su casa. Le di un poema por su agradecimiento por todo lo que hizo por mí y por sus consejos. El poema decía esto:

-Quién llorará por el niño, perdido y solitario.

-Quién llorará por el niño, abandonado y sin los suyos.

-Quién llorará por el niño, que horas hasta quedarse dormido.

-Quién llorará por el niño, que jamás tenía nada.

-Quién llorará por el niño, que andaba sobre la arena caliente.

-Quién llorará por el niño, aquel que llevamos dentro.

-Quién llorará por el niño, que el dolor y el daño conocía.

-Quién llorará por el niño, que una y otra vez moría.

-Quién llorará por el niño, que el niño bueno siempre que fui.

-Quién llorará por el niño, que llora dentro de mí.
Acabamos de leer el poema y me dijo que era precioso y que en el poema fui sincero. Me dijo que en lo único que no fui sincero era en buscar a mi familia. Le dije que no me hacía falta buscarla porque ya le tenía a él y le deje sin palabras y me acarició

.

Llegó otro día nuevo y el psiquiatra me dio la enhorabuena. Le presenté a mi chica. Me dijo para hablar unos minutos con él y nos dirigimos al vestuario del barco.
Me empezó a decir que mi comandante estaba contento conmigo porque había cambiado y se enorgullecía de mí. Me volvió a repetir haber si había buscado a mi familia y le dije que no. Me dijo que tenía algo importante que decirme y que la sesión había acabado. Me puse de mala ostia y le empecé a gritar. No entendía como me podía hacer esto con todo lo que me había ayudado.
Pegué un puñetazo a una puerta y de la rabia empecé a llorar.

Fui directo a casa de mi amigo Jessi y le conté todo. Hacía mucho que no sabía de él. Me invito a su casa a dormir y demás.
Terminé de comer y nos dirigimos a una tienda. Allí Jessi empezó a robar y demás y como en la tienda no había casi nadie amenazó al chico a que le abriese la caja. En un descuido, Jessi miró para atrás y el chico también tenía una pistola y lo mató. No me lo podía creer.
Él me dejo sabiendo que era lo único que tenía. Estaba enfadado con él porque me abandonó cuando más lo necesitaba.

El psiquiatra y yo nos dimos un abrazo y me dijo que si encontraba a mi familia que se lo dijera. Quería saberlo todo de mí. Las últimas palabras que me dijo fueron “te quiero hijo”.Salí del vestuario con una lágrima y todo.
Le comenté a Jennifer que pidiera permiso para irnos los dos juntos por ahí. Lo necesitaba. Compré 2 billetes y todo rumbo a Cleeveland para encontrar a mi familia con la ayuda de ella y lo aceptó.

Fuimos a un servicio social y me hicieron un test sobre mi familia. Me dieron un sobre grande donde no venía ninguna información de mi familia.
Estaba desganado porque no sabía ni que hacer y Jennifer me tranquilizó.
Me empezó a abrazar y besar y la dije que era mi primera vez que hacia algo y no le importaba, ella seguía.
A la mañana siguiente, nos dirigimos a casa de la señora Teit .La dije que solo quería una cosa de ella, que me dijera la verdad de mi familia y me dijo que no sabía nada. La empecé a decir todo el pasado malo que viví junto a ella, y la dije que fui fuerte y que lo seguiré siendo.
Llegamos a casa y Jennifer y yo empezamos a llamar a gente para que nos ayudara en buscar a mi gente pero no había modo. Nadie sabía nada. Era muy de noche y yo seguía insistiendo. Llamé a una señora que más o menos sabía algo. Me dijo que mi padre murió hace mucho. Me dio su dirección de casa y todo para hablarlo mejor. Me dijo que era mi tía! Sonreí mucho y ya estaba más tranquilo. Después de tanto esfuerzo, lo conseguí.
A la mañana siguiente nos dirigimos a casa de mi tía. Les di mi partida de nacimiento y me dijeron que mi madre se llamaba Eva María Fisher y que también tenía una hermana. La quería conocer y fuimos a buscarla.
Entré cabizbajo y me quedé callado. Ella me miraba y empezó a llorar. Estaba sentada en el sofá llorando y me dirigí hacia ella.

Me senté al lado suyo y lo hablamos todo. La dije que haber porque no me buscó antes, y ni me contestó. Ella ni me mirada casi.
La dije que en estos años había pensado mucho en ella y la recordé todos los momentos que pasamos de pequeños. La di un beso y me fui. La deje llorando otra vez.
Volvimos a casa de mi tía y había mucha gente, me abrazaban, me besaban… yo no entendía nada. Abrieron dos niños la puerta y estaban mis abuelos y más gente sentados en la mesa que estaba llena de comida. Se levantó mi novia y me dio un beso de felicidad. Mi abuela me hizo un gesto y me acerqué donde ella. Me dio sus manos y nos acariciamos.
Entraron todos a la mesa y empezamos a comer todos juntos y felices.

Al día siguiente, me dirigí a la salida del centro y salió el psiquiatra, le dije que ya no era virgen y me sonrío.

Me acerqué a él y le dije que seguí sus consejos y que a raíz de eso encontré a mi familia. Le volví a dar las gracias una vez más. Me dijo que gracias a mí, a sido el mejor médico y que no le diera las gracias de nada. Me dijo que había sido un campeón.

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