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El arte como forma: Lo propio del arte es la forma y no el contenido o historia que pueda contener. Para los formalistas , el arte debe vaciarse de todo contenido, porque lo específicamente artístico es la forma. Por eso, reivindican la autonomía del arte respecto de toda intención representativa de la realidad. El arte abstracto es el exponente más claro de esta concepción. El arte como realidad imaginativa: Sostiene que el arte no es una realidad física como, por ejemplo, Las meninas de Velázquez, sino una realidad imaginativa. La idea que tenía Velázquez al pintar Las meninas y, también, la imagen mental que se forma cada espectador. Por lo tanto, según estga concepción, es preciso diferenciar el arte en tanto que imagen mental de su plasmación física que es en sí la obra de arte. 6. SENTIDO Y FUNCIÓN DE LA OBRA DE ARTE A la diversidad de concepciones acerca del arte, se le añade la pluralidad de opiniones sobre cuál es el sentido y la función que éste ejerce en el seno de la cultura humana. Las posturas a este respecto son muchas y muy variadas, pero conviene señalas entre las más importantes las siguientes:
7. LA INTERPRETACIÓN DE LA OBRA DE ARTE Una vez que estamos ante una auténtica obra de arte, al espectador le surge un problema sobre cómo debe acercarse a esa obra para aprehender de ella lo artístico en toda su plenitud. Los críticos y los filósofos del arte señalan que en la función estética se pueden diferenciar claramente dos momentos:
8. ANÁLISIS FILOSÓFICO SOBRE LAS ÚLTIMAS TEORÍAS ESTÉTICAS SOBRE EL VALOR ESTÉTICO Las obras de arte pueden impresionarnos profundamente, reorientar nuestras ideas o nuestros sentimientos, conmovernos o aturdirnos, pero no necesitamos encontrarlas agradables; y, sin embargo, es esta cualidad hedonista la ordinariamente connotada cuando deniminamos a algo bello, pudiendo considerar lo bello como sinónimo de valor estético. Ahora bien, qué se debe entender por valor estético y cómo y en base a qué se debe atribuir el valor estético a un objeto. En el deseo de clarificar esta cuestión existen especialmente dos teorías acerca del valor estético:
Ahora bien, la teoría subjetivista, aunque tiene un cierto atractivo superficial, es indudablemente errónea. A una persona puede agradarle una pintura sin considerarla buena; y puede también considerarla buena sin que le agrade realmente. Por otro lado, hace inviable el desacuerdo en materia estética. Si alguien dice X es bueno y otro replica X no es bueno, pretendiendo el oprimero decir me gusta x y el segundo no me gusta X, no hay ningún tipo de desacuerdo entre ambos. Las dos afirmaciones son probablemente verdaderas; ninguno de ellos sobre su agrado o desagrado. Ninguna de las dos afirmaciones es considerada por uno verdadera y por el otro falsa. Para superar algunas de estas dificultades, cabría adoptar la postura sociológica de que X es estéticamente bueno significa, no a quien lo afirma le agrade estéticamente X, sino que agrada también a la mayoría de la gente. Dicho sondeo establecería un genuino desacuerdo; pero, desafortunadamente para la teoría, sería un desacuerdo relativo que no serviría para encontrar una solución satisfactoria. Porque una cosa es discutir sobre lo que prefiese la mayoría de la gente y otra muy distinta hacerlo sobre si las obras de arte son buenas. Una persona que se pronuncia con entusiasmo a favor de cierta obra de arte, no sería disuadida de su entusiasmo por saber que la mayoría piensa lo contrario. El hecho de que la mayoría prefiera A o B, no nos dice nada sobre A o B, sólo nos dice que es más numerosa la gente que prefiere A que la que prefiere B. Pero la mayoría puede estar equivocada, ya que en el concepto de la mayoría no se encuentra implícito ni el concepto de la verdad ni la aplicación de la verdad a un consenso mayoritario. En este sentido, se podría intentar subsanar este defecto especificando que en el sondeo sociológico sólo se tiene en cuenta las respuestas de cierta clases de personas. Así, X es bueno significaría que a la mayoría de los mejores críticos les agrada. Pero entonces habría que determinar y en función de qué quiénes son los mejores críticos. Lo que sí parece estar claro es que parece haber una diferencia de significado entre una afirmación sobre el mérito de una obra de arte y otra afirmación sobre el veredicto de quienes la juzgan.
Ahora bien, ¿hay alguna propiedad o serie de propiedades que constituya valor estético? ¿Hay alguna serie finita de propiedades que si están presentes, garantizan que el objeto estético es bueno, y si no lo están garantizan que no lo es? Una postura en torno a esto asegura que existe una propiedad común a todos los objetos estéticos que puede hallarse presente en diversos grados de tal forma que el grado de su presencia confiera a la obra el valor estético que posee. Esta propiedad se denomina generalmente belleza. Cabe, no obstante, preguntar: ¿Qué es lo que constituye la belleza y cómo reconocer su presencia? A esto se responde a menudo que la belleza es una propiedad simple, inanalizable, cuya presencia sólo puede ser intuida, pero no determinada a través de test empíricos, ya que la propiedad en cuestión no es empíricamente verificable, sino que sólo puede ser intuida. Y es un hecho notorio que las personas tienen intuiciones conflictivas. 9. ARTE Y VERDAD Un juicio estético no es un juicio sobre la bondad o maldad de algl en sentido moral, ni tampoco sobre la verdad o falsedad de las afirmaciones. Una obra de literatura no se considera mejor o peor estéticamente por basarse en hechos históricos, o por contener descrpciones verdaderas sobre diferentes tipos de conocimientos como pudiesen ser, por ejemplo, la geología o la astronomía entre otros muchos; ni incluso por presentarse en ella una concepción verdadera de la vida. Sin embargo, las obras de arte tienen cierta relación con la verdad, relación sobre la que sí se puede reflexionar filosóficamente a través de la Estética, como rama de la Filosofía. Hay muchas proposiciones explícitamente formuladas en las obras de literatura, y sólo en la literatura, porque sólo ella utiliza las palabras como medio. Ahora bien, dado que toda proposición es verdadera o falsa y dado que la literatura contiene muchas proposiciones, el arte literario debe contener verdad o falsedad en este sentido. Por ejemplo, una novela sobre la vida de Napoleón contiene sin duda muchas proposiciones supuestamente verdaderas acerca de su vida, aunque es obvio que también podría contener proposiciones falsas bien por falta de un riguroso estudio histórico por parte del novelista, o bien porque en el novelista hubiese una malintecionada intención de mentir o tergiversar ciertos aspectos biográficos de Napoleón. Pero de mayor interés e importancia son aquellas proposiciones que se hallan implícitas, en vez de ser explícitamente formuladas. Esto plantea de inmediato la siguiente cuestión: ¿Cuál es el sentido de implicar en el que las obras de literatura pueden contener proposiciones implícitas? El sentido en cuestión de implicar o dejar entrever es probablemente el mismo en que lo utilizamos en la vida ordinaria cuando decimos, por ejemplo: Él no dijo que ella le había rechazado, pero lo dio a entender. La afirmación explícita ni implicaba lógicamente la proposición, pero sí contextualmente. Esto significa que el empleo de ciertas afirmaciones, no tanto por las afirmaciones en sí mismas, acompañadas de ciertos gestos y tonos de voz especiales, implican una proposición en el sentido de que nos permiten deducir su auténtico y verdadero significado. En otras palabras, que la manifestación implícita que no aparece objetivamente en la expresión artística se capta por medio de una inferencia a partir de unas proposiciones que sí están explícitamente presentes en dicha expresión artística. Y, sin embargo, la objetividad de lo que está explícito no es el auténtico sentido ni significado de lo que se pretende comunicar. De una manera más compleja, aunque no distinta en principio, muchas concepciones sobre la vida del hombre, la muerte, el amor y el entorno cósmico de la vida humana se hallan implicadas en innumerables obras de arte literarias. Leyendo obras de literatura se pueden a veces inferir proposiciones acerca del autor: sus intenciones, sus motivos conscientes o inconscientes, su mentalidad general, sus deseos y simpatías, etc. Estas inferencias son a menudo peligrosas, aunque la inferencia puede ser perfectamente válida: en una novela puede inferirse qué tipo humano considera más favorablemente el autor, partiendo de la simpatía con que describe sus caracteres; o qué temas le preocupan especialmente, partiendo de la frecuencia con que los trata. Las deducciones relacionadas con los móviles del autor, especialmente con los inconscientes, son mucho menos seguras; pero con el avance de los conocimientos psiquiátricos, no hay razón alguna para que no podamos lograrlo. |