La poeta cubana Fina García Marruz cumple 93 años este 28 de abril. Nacida en la Habana en 1923, la insigne intelectual se dio a conocer en la escena literaria nacional, cuando siendo apenas una veinteañera, allá por los años 40 cuando formó parte del grupo Orígenes, junto a su esposo Cintio Vitier, el “Presidente de la República de las Letras Cubanas” como con respeto y cariño le bautizó otro grande de nuestras letras, el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar.
Fina es de esas personas que a pesar de su timidez innata, jamás pasará desapercibida: la delicadeza, la ternura son rasgos tan identitarios de su personalidad como también lo es la inmensa cultura que posee.
En su obra creadora se pasea con idéntico magisterio por la poesía, la crítica y el ensayo y su nombre es sinónimo de exquisitez en el universo literario de toda Iberoamérica, pero especialmente es por la poesía, por el género que más se le identifica.
Nadie que mínimamente se precie de conocer algo de Literatura Hispanoamericana quedará indiferente ante los versos de Visitaciones o Los créditos de Charlot, porque están los suyos, entre” los poemas de más apasionada belleza que se hayan compuesto en lengua española desde que se asomó el milnovecientos », así lo aseveró otro de los grandes poetas de su generación, su cuñado Eliseo Diego.
Tal vez sea esa apasionada belleza la que la hiciera acreedora de los más codiciados premios literarios de nuestra lengua, desde el premio Nacional de Literatura en su isla amada, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, el Reina Sofía de Poesía, de España, por solo mencionar tres de ellos..
Y por si parecieran pocos sus aportes a la cultura cubana, Fina García-Marruz, tiene también el privilegio de ser la madre de dos geniales músicos, Sergio y José María Vitier.
Y esta es la mujer que hoy está cumpliendo años, la incansable estudiosa de la obra de nuestro José Martí y celosa guardiana de todo su legado, es a ella a la que hoy queremos rendir homenaje, pero hacerlo a través de sus propios versos que son, sin lugar a dudas, su mejor carta de presentación.
Cine mudo
No es que le falte el sonido, es que tiene el silencio.
Cómo ha cambiado el tiempo...
Amigo, el que yo más amaba, venid a la luz del alba
Cómo ha cambiado el tiempo aquella fija mirada inteligente que una extraña ternura, como un sol, desdibujaba! La música de lo posible rodeaba tu rostro, como un ladrón el tiempo llevó sólo el despojo, en nuestra fiel ternura te cumplías como en lo ardido el fuego, y no en la lívida ceniza, acaba. Y donde ven los otros la arruga del escarnio, te tocamos el traje adolescente, casi nieve infantil a la mano, pues que sólo nuestro fue el privilegio de mirarte con el rostro de tu resurrección.
Como un romano
Quién sirve como un romano -ese monarca natural- una cena?
A quién no merma jamás su oficio sino alegría?
Rey, Guerrero, Oficiante, y Padre siempre.
Quién -como si mandase- sirve una copa?
Si mis poemas todos se perdiesen...
Si mis poemas todos se perdiesen la pequeña verdad que en ellos brilla permanecería igual en alguna piedra gris junto al agua, o en una verde yerba.
Si los poemas todos se perdiesen el fuego seguiría nombrándolos sin fin limpios de toda escoria, y la eterna poesía volvería bramando, otra vez, con las albas.
Toma mi mano...
Toma mi mano, hazme sentir que estás cerca en la novedad de esta hora en que mi mano es nueva en tu mano, y es mi mano porque tú la tomas y mi pecho ha quedado silencioso como ella, anhelante, en el banco arrobado, suspendido por todas las estrellas.
Una cara, un rumor, un fiel instante...
Una cara, un rumor, un fiel instante ensordecen de pronto lo que miro y por primera vez entonces vivo el tiempo que ha quedado ya distante.
Es como un lento y perezoso amante que siempre llega tarde el tiempo mío, y por lluvia o dorado y suave hastío suma nocturnos lilas deslumbrantes.
Y me devuelve una mansión callada, parejas de suavísimos danzantes, los dedos artesanos del abismo.
Y me contemplo ciega y extasiada a la mágica luz interrogante de un sonido que es otro y que es el mismo.
Una dulce nevada está cayendo...
Una dulce nevada está cayendo detrás de cada cosa, cada amante, una dulce nevada comprendiendo lo que la vida tiene de distante.
Un monólogo lento de diamante calla detrás de lo que voy diciendo, un actor su papel mal repitiendo sin fin, en soledad gesticulante.
Ama la superficie casta y triste...
"Sé el que eres" Píndaro
Ama la superficie casta y triste. Lo profundo es lo que se manifiesta. La playa lila, el traje aquel, la fiesta pobre y dichosa de lo que ahora existe
Sé el que eres, que es ser el que tú eras, al ayer, no al mañana, el tiempo insiste, sé sabiendo que cuando nada seas de ti se ha de quedar lo que quisiste.
No mira Dios al que tú sabes que eres -la luz es ilusión, también locura- sino la imagen tuya que prefieres,
que lo que amas torna valedera, y puesto que es así, sólo procura que tu máscara sea verdadera.
Cruz de palomas
Para Isabel, que me enseñó la basílica de San Clemente (Mosaico del ábside, s. XII)
Creíamos que la cruz era sólo de amargura y ahora vemos las palomas poblando sus travesaños. (Verdad que es en San Clemente y en el siglo de María.) La cruz echa las raíces de donde, en círculos magos, nace la vida; los ciervos beben el agua brotada del Dolor; bajo su fronda los hombres y las mujeres se afanan en sus oficios, y por las tablas nocturnas, blanquísima, las palomas caminan. Es su jardín.
Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna...
Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna como a la casa de la infancia, a algunos días, rostros, sucesos que supieron recorrer el camino de nuestro corazón. Vuelven de nuevo los cansados pasos cada vez más sencillos y más lentos, al mismo día, el mismo amigo, el mismo viejo sol. Y queremos contar la maravilla ciega para los otros, a nuestros ojos clara, en donde la memoria ha detenido como un pintor, un gesto de la mano, una sonrisa, un modo breve de saludar. Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable, los ojos no comprenden, la mano ya no toca el alimento innombrable, lo real.
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