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"Caras y Caretas", el periodismo totalizador
La primera época de Caras y Caretas fue la más notable. La dirigía José S. Alvarez, Fray Mocho, quien accedería luego a la fama también a través de sus cuentos y crónicas costumbristas. La revista cubría todos los aspectos de la vida de entonces, desde el literario hasta el político. Las cuestiones más importantes del momento -como el asesinato de Humberto I o la guerra anglo-boer- eran allí tratadas pormenorizadamente. "Frente a sus ejemplos anteriores -el más claro, la revista Don Quijote- Caras y Caretas significó un merecido avance en muchos aspectos. No sólo ponía en manos de miles de ciudadanos una revista popular y variada (se autodefinía "semanario festivo, literario, artístico y de actualidades") donde se reflejaban las preocupaciones nacionales de toda índole, así como los sucesos internacionales, sino que en varios aspectos más pequeños pero característicos, pudo tener el orgullo de la originalidad que exigía la época: comenzaron a pagarse las colaboraciones literarias y se levantó el nivel técnico con el empleo de cromos y fotograbados", dice Rufinelli. Caras y Caretas del cambio de siglo constituyó, sin duda, el más fiel reflejo de aquella Argentina. En sus páginas quedó impreso el fenómeno de la inmigración, el desarrollo del comercio y la producción y, sobre todo, la metamorfosis de la Gran Aldea, convertida en ciudad. Acompañó el cambio hasta donde pudo. Su auge comenzó a quedar atrás cuando debió competir con otras revistas más novedosas que ganaban el favor del público, como Mundo Moderno, fundada en 1911. Acaso su vocación por abarcarlo todo, por expresar integralmente a la sociedad de entonces, fue la causa principal de la agonía. Duró 41 años. La Institucionalización y "El Hogar"
La importancia de El Hogar en la conformación de los gustos, vestimentas y formas de vida de los argentinos todavía no ha sido suficientemente estudiada. Fue por mucho tiempo la revista de mayor venta y el público reconocía en ella a la publicación más identifcada con un incipiente estilo de vida nacional. Comenzó con el nombre de El Consejero del Hogar, "revista quincenal literaria, recreativa, de moda y humorística", pero sin mayor eco, hasta que inició una evolución que apuntaba al gusto femenino de la clase media y halagaba la vanidad de la clase alta, dedicando numerosas páginas a reflejar fiestas, casamientos, viajes, ropas y lugares de veraneo de las familias tradicionales. El éxito fue significativo y lo acompañó con adelantos técnicos: simplificó el nombre, adoptó características de semanario ilustrado y por primera vez utilizó tapas en tricomía. La transformación del El Hogar le permitió identificarse con vastos sectores de la vida argentina y alcanzó consagración nacional. Era el especjo de los principales acontecimientos sociales y políticos, interesaba al lector femenino, al lector joven, al lector sentimental, al lector de las ciudades de provincias. Intenta perpetuar sucesos, establece modas y costumbres y consagra escritores. Acceder a sus páginas en alguna de esas formas era alcanzar el Parnaso criollo o una zona para pocos elegidos. Fue la pionera que sacó a las revistas argentinas de los límites del país al tener difusión internacional. El Hogar llegaba a los principales centros del mundo como algo más que un semanario impreso en Buenos Aires; era también una publicación elaborada por argentinos, que hacía conocer firmas, literatura y pensamiento argentino. Exaltaba las tradiciones, el arte, el folklore, la historia, los usos y cosas cotidianos, los héroes de la nacionalidad. El libro argentino pasó en esa época de orfandad casi total a tener aceptación en sectores más amplios, tarea en la que El Hogar contribuyó en medida no despreciable, exaltando el pasado literario y abriendo sus páginas a los principales expositores del pensamiento vernáculo, como Enrique Méndez Calzada, Eduardo González Lanuza, Manuel Láinez, José Quesada, Ernesto Mario Barreda...Horacio Quiroga, Conrado Nalé Roxlo, Julio Aramburu y otros. Las secciones más leídas y comentadas era una serie gráfica ("Don Pancho Talero" y su familia, dibujada por Lanteri) y "La Paja en el Ojo ajeno" por el "Pescatori di Perle" (Francisco Ortiga Anckermann). El atractivo mayor residía, sin embargo, en la reproducción gráfica de los acontecimientos sociales y las fotografía de las damas, casas y objetos de las familias tradicionales. Los padres celosos de las buenas costumbres encontraban en El Hogar un fiel aliado que fortificaba la vida doméstica y restauraba la sana devoción. "El Hogar estaba destinado por su nombre a ser lo que ha sido -resumió Mariano de Vedia-, hogar de la inteligencia, de la inspiración, de la gracia, de los recuerdos. Por el carácter familiar de sus charlas y la preferente consagración de sus ilustraciones, hogar argentino, antiguo y moderno, que no ha logrado sofocar todavía la presión de las nuevas ideas y las nuevas modas". Mundo Argentino, de la misma editorial, también alcanzó una importante popularidad y se completaba con su hermana mayor. Atlántida, a pesar de su más lujoso aspecto y moderna diagramación, no alcanzó nunca el consenso realmente importante que fue patrimonio de El Hogar por varias décadas |