Resumen de la primera parte. (Primera parte de Guzmán de Alfarache)






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títuloResumen de la primera parte. (Primera parte de Guzmán de Alfarache)
fecha de publicación12.06.2015
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  1. Introducción.

Nos encontramos ante un tema de gran importancia en la literatura española, estamos hablando sobre el Pícaro de Mateo Alemán, es por ello que debemos de saber que se trata este tema sobre la obra realizada por el propio autor español, es decir el Guzmán de Alfarache.

Mateo Alemán nació en el año 1547 aproximadamente y falleció en el año 1612, fue un escritor perteneciente al período denominado Siglo de Oro, se centró en la novela y su obra más conocida es obviamente Guzmán de Alfarache. Debemos señalar que tuvo una vida dura lleno de tristezas por sus acciones en esa época. Su obra mencionada anteriormente junto al Lazarillo de Tormes es la que mejor representa al pícaro en la literatura española.

Guzmán de Alfarache es una novela picaresca escrita por Mateo Alemán y publicada en dos partes: la primera en Madrid en 1599, con el título de Primera parte de Guzmán de Alfarache y la segunda en Lisboa en 1604, titulada Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana.

La obra relata las andanzas de un joven pícaro desde el punto de vista autobiográfico del mismo personaje una vez llegado a la edad madura. Por esta razón la obra contiene a partes iguales aventuras picarescas y comentarios de índole moralizante a cargo del narrador adulto, que se distancia e incluso reprueba su vida pasada. El Guzmán de Alfarache, de este modo, está concebido ya desde el prólogo como un extenso sermón doctrinal dirigido a una sociedad pecadora, y fue recibido como tal por sus contemporáneos; es, pues, un híbrido entre una novela de entretenimiento y un discurso moral.

La popularidad que alcanzó en su tiempo fue inmensa. Decenas de ediciones en el siglo XVII, traducciones tempranas al francés, alemán, inglés, italiano, e incluso latín, continuaciones apócrifas, antes de ser publicada la segunda parte apareció una Segunda parte del Guzmán de Alfarache de Juan Martí, escrita bajo el seudónimo de Mateo Luxan de Saavedra, (1602), e imitaciones como El guitón Honofre (1604) de Gregorio González, así lo corroboran.

  1. Desarrollo.



    1. Resumen de la primera parte. (Primera parte de Guzmán de Alfarache)

Guzmán es el hijo de un comerciante que emigró de Italia con el fin de evadir la justicia de Génova. A los 15 años comenzó su vida de aventuras. Juega sucesivamente como una cocinero en Madrid, es estafador en Toledo, donde está rodeado de todos los lujos. Soldado se hizo en Italia y mendigo, también se hizo criado del embajador francés.

En Roma, pasando por Siena y Bolonia, se convierte en un tahúr, en Milán se convierte en un ladrón y estafa a familiares en Barcelona, después se trasladó a Madrid, donde hizo una serie de acciones de pícaro.

Más adelante se convierte en un vendedor de joyas, se casa con una mujer que gasta demasiado y muy pronto queda viudo. Viaja a Alcalá para dedicarse al estudio de la teología, ya que decide hacerse sacerdote.

Se casa de nuevo, esta vez con la hija de un comerciante que hace abandonar sus estudios para vivir a costa de los amigos ricos, que finalmente lo abandona, se convierte en un mayordomo de una mujer rica en Sevilla y se dedica a robarla, luego es capturado por robarla y es condenado a seis años de prisión, al tratar de escapar le atrapan, como resultado recibe un aumento de la pena, pero más adelante gracias a unos presos que intentan escapar, él mismo se fuga de la prisión.

Intercaladas en las narrativas otros episodios, como los acontecimientos del amor entre Ozmín y Daraja, Clorinia y Dorido y la curiosa aventura de Jacobo y sus hijos.

    1. Género.

El Guzmán asienta las características que va a tener el género picaresco, muchas de ellas tomadas del Lazarillo de Tormes. Así sucede con el carácter del protagonista, un antihéroe cuyos orígenes están presididos por la infamia y que sale de su hogar para servir a muchos amos en una estructura itinerante de episodios en sarta. Desde su madurez, relata su autobiografía retrospectivamente como justificación de su momento presente (en el caso de Guzmán, un condenado a galeras).

Sin embargo, también hay sutiles diferencias con el Lazarillo. Si aquel había llegado a una irónica “cumbre de toda buena fortuna” en su oficio de pregonero, Guzmán contempla su vida pasada y el mundo en el que le ha tocado vivir desde “la cumbre del monte de las miserias”, que es para él la «atalaya de la vida humana» desde la que narra y moraliza como ejemplo ex contrario de lo que no debe ser una vida cristiana. De este modo, la narración se concibe como una “confesión general” y pese a toda la malignidad con que se conducen los hombres, siempre queda la posibilidad del arrepentimiento, que Guzmán hace efectivo al final de la misma.

Pero la novela es más que una confesión personal. Es un diagnóstico del estado de la sociedad pos tridentina española, de la corrupción y de cómo el imperio del engaño está instalado en el mundo y, en cierta medida, una denuncia de ese statu quo con propósitos reformadores.

Por tanto, y contemplada desde un punto de vista estrictamente contemporáneo a la época en que se escribió, el Guzmán es una sátira moral ex contrario (propone un ejemplo de lo que no se debe seguir) y hunde sus raíces en la literatura didáctica que combina el entretenimiento con el provecho, que se cifra en las enseñanzas de filosofía moral que de los comentarios del narrador adulto se desprenden.

    1. Estructura.

Desde el punto de vista estructural, es clave la transformación de Guzmán en el último capítulo del libro, pues acerca definitivamente los planos narrativo y moral a su fusión, así como la del Guzmán pícaro y el Guzmán filósofo moral.

Ya con las desventuras iba comenzando a ver la luz de los que siguen la virtud [...]. De donde vine a considerar y díjeme una noche a mí mismo: “¿Ves aquí, Guzmán, la cumbre del monte de las miserias, adonde te ha subido tu torpe sensualidad? Ya estás arriba y para dar un salto en lo profundo de los infiernos o para con facilidad, alzando el brazo, alcanzar el cielo. [...] Vuelve y mira que, aunque sea verdad haberte traído aquí tus culpas, pon esas penas en lugar que te sean de fruto. [...] En este discurso y otros que nacieron del, pasé gran rato de la noche, no con pocas lágrimas, con que me quedé dormido y, cuando recordé, hálleme otro, no yo ni con aquel corazón viejo que antes.”

A pesar de que en lo que falta para dar fin al libro, hay elementos que permiten dudar de la sinceridad de esta transformación, lo cierto es que desde ese momento en las pocas andanzas que restan Guzmán solo será objeto (y no sujeto) de latrocinios y contribuirá a desenmascarar actos delictivos ajenos. De algún modo, el pícaro ha muerto y, con él, el relato. Pese a que se promete una tercera parte, caso de que existiera (no nos ha llegado tal) solo habría dos posibilidades: la nueva recaída para continuar con el motor de avance de la historia (caída y propósitos de enmienda, más comentario moral que pretende situar todo episodio como ejemplo) o bien la transformación en hagiografía (el autor escribió una Vida de San Antonio de Padua), con un Guzmán redimido y ejemplo, ahora sí beatífico.

Se ha comentado abundantemente la paradójica dualidad del Guzmán adulto, moralista implacable, y la del Guzmán pícaro, que encauza una vida de delincuencia, y la contradicción de estas dos conciencias en la persona del narrador. Sin embargo, en el siglo XVII la posible digresión que suponían los comentarios morales no planteaba ninguna rémora al disfrute de la lectura, incluso en el ámbito europeo. La enorme cantidad de reediciones del libro lo ratifica. No es hasta el siglo XVIII, en que la novela comienza a tener el carácter exclusivo de entretenimiento de ficción, en la que Lesage publica una traducción francesa (1732) “purgada de moralidades superfluas”, criterio de edición que se siguió hasta mediados del siglo XX, en que el Guzmán volvió a editarse en su forma original.

En resumidas cuentas el libro, tal y como lo diseñó Mateo Alemán, es una ambiciosa mezcla de materiales narrativos y didácticos. Entre los primeros se cuentan no solo la trayectoria personal del pícaro, sino que se entremezclan diversos cuentos, facecias y anécdotas populares (las “consejas” según la declaración en el prólogo “Al discreto lector” de la obra: “Haz como leas lo que leyeres y no te rías de la conseja y se te pase el consejo”), entre las que se incluye la novela morisca Historia de Ozmín y Daraja; por lo que respecta a la materia didáctica, se encuentran admoniciones moralizadoras (el “consejo”), que incluyen todo tipo de digresiones críticas, satíricas o morales en forma de reflexiones que van desde el género del sermón de la oratoria sagrada hasta la sentencia o máxima.

Destaca, también desde las intenciones preliminares, la apelación a un tú, un lector destinatario del mensaje didáctico pero también cómplice de las aventuras del pícaro, que condiciona toda la estructura y contribuye al realce del propósito moral. Un “interesado lector” al que se dirige ya en el primer capítulo de la obra y que permanece como narratorio a lo largo de toda ella. Incluso dialoga con él acerca de la propia condición de la obra literaria: “Ya te prevengo, para que me dejes o te armes de paciencia”, “Ya dirás que te predico y que cuál es el necio que se cura con médico enfermo”. En ocasiones, este uso de la segunda persona responde al desdoblamiento de la voz del narrador Guzmán que, hablando consigo mismo a modo de diálogo interior, se interpela reflexivamente. De este modo, tanto el “yo” como el “tú” adoptan funciones polivalentes.

Debemos señalar también la influencia que tuvo la aparición en 1602 del Guzmán apócrifo de Juan Martí, oculto bajo el seudónimo de Mateo Luxan de Saavedra. Mateo Alemán introdujo en la portada de la segunda parte el añadido «por Mateo Alemán, su verdadero autor» e hizo aparecer desde el comienzo de su obra de 1604 a un tal Saavedra con el propósito de darle cumplida venganza. A este personaje lo tilda de “ladroncillo cicatero” y acaba enloqueciendo y ahogándose en el curso de una travesía marítima sin que Guzmán sienta la más mínima compasión por él.

    1. Referencias de Pícaro.

Es evidente la relación que esta obra tiene con el Lazarillo, del que el Guzmán es una amplificación aunque con algunas diferencias menores. Pero se pueden rastrear también los modelos que el Guzmán de Alfarache tiene en la literatura moral de la antigüedad grecolatina.

El grabado de su retrato muestra a Mateo Alemán con la mano izquierda apoyada en un libro en cuyo lomo aparece la abreviatura “Cor. Ta”. Se trata, evidentemente, de “Cornelio Tácito”, caracterizado por acercarse a la Historia para extraer de ella verdades morales. También utiliza los “Moralia de Plutarco” como fuente de información miscelánea, y le sigue en su concepción de la literatura como un vehículo admonitorio. De él toma sentencias y apotegmas que enhebra a lo largo del relato de la autobiografía ficticia alemana.

En la misma línea, sigue el sevillano toda la tradición lucianesca española, desarrollada fundamentalmente en la primera mitad del siglo XVI por el humanismo erasmista, si bien toda esa corriente está canalizada a través del Lazarillo. Otros componentes literarios que influyen en el Guzmán son el sermón eclesiástico, la confesión agustiniana, la literatura ascética de Fray Luis de Granada o San Juan de Ávila y todo tipo de literatura miscelánea: florilegios, polianteas y silvas. No hay que desechar tampoco la aportación de la literatura folclórica de tradición oral, que aparece en chascarrillos, facecias y refranes.

    1. Estilo.

Un ampliado uso de registros, géneros y modalidades textuales, unido a una gran variedad en las figuras que la retórica clásica ofrecía, compone el resultado estilístico del Guzmán de Alfarache.

Cabe distinguir varias voces que van desde la del Guzmán moralista, que puede acercarse al sermón barroco culto en su intrincada argumentación sentenciosa, hasta la del registro coloquial del diálogo (y no solo del diálogo) del adolescente pícaro que es Guzmán, pasando por el estilo llano y directo del narrador Guzmán cuando emprende la labor de historiar el relato de su vida.

Así pues, un estilo multiforme, adecuado a cada contexto, situación y personaje, dotado de múltiples recursos, informa esta obra híbrida. Mateo Alemán se sitúa en ocasiones en el límpido uso de la lengua que preconizaban los erasmistas de la primera mitad del siglo XVI y en otras utiliza la retórica más engalanada.

Sin duda, por la versatilidad narrativa, el propósito de elaborar una filosofía moral y el admirable manejo de las figuras retóricas, es el autor español más admirado por Gracián de entre sus contemporáneos, y uno de los autores de los que extrajo mayor cantidad de ejemplos en su tratado del concepto Agudeza y arte de ingenio, a pesar de no ser poeta, por su manejo de la paronomasia, la dilogía, el zeugma o el calambur. En este sentido el Guzmán es, mucho más que el Quijote, un precursor de la prosa barroca. No en vano, Quevedo lo tuvo muy presente cuando escribía El Buscón en 1604.

  1. Conclusión.

En conclusión, El Guzmán de Alfarache, es una ambiciosa mezcla de materiales narrativos y didácticos. Entre los primeros se cuentan no solo la trayectoria personal del pícaro, sino que se entremezclan diversos cuentos y anécdotas populares, entre las que se incluye la novela morisca Historia de Ozmín y Daraja; por lo que respecta a la materia didáctica, se encuentran admoniciones moralizadoras (el “consejo”), que incluyen todo tipo de digresiones críticas, satíricas o morales en forma de reflexiones que van desde el género del sermón de la oratoria sagrada hasta la sentencia o máxima.

Desde el comienzo se da la apelación a un tú, un lector destinatario del mensaje didáctico pero también cómplice de las aventuras del pícaro, que condiciona toda la estructura y contribuye al realce del propósito moral. Un “interesado lector” al que se dirige ya en el primer capítulo de la obra.

Durante toda la novela se observa la paradójica dualidad del Guzmán adulto, moralista implacable, y la del Guzmancillo pícaro, que ensalza una vida de delincuencia, y la contradicción de estas dos conciencias en la persona de la narración.

Mateo Alemán describe por primera vez a través de esta obra, la experiencia individual de la delincuencia en todas sus ámbitos. Lo hace dentro del contexto de ll estudio y la experiencia religiosa, es decir, el de la tentación, el pecado y el arrepentimiento.

Guzmán, penitente católico, se siente obligado espiritual y psicológicamente a contar sus pecados y por eso se llama a la historia de su vida “confesión general”.

Mateo Alemán trató claramente de escribir una obra ortodoxa contribuyendo así, con la literatura de la Contrarreforma de la época.

4. Bibliografía

Información

Libros:

Atalayas del Guzmán de Alfarache : seminario internacional sobre Mateo Alemán, IV Centenario de la publicación de Guzmán de Alfarache : (1599-1999) ; edición de Pedro M. Piñero Ramírez ; [autores, Benito Brancaforte ... [et al.], 2002

Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán, ed.Imp.Renacimiento, 1912

Breve historia de la historia española, Carlos Alvar, José-Carlos Mainer y Rosa Navarro, ed. Literatura española, Alianza Editorial, 2009

Guzmán de Alfarache : ¿conversión o proceso de degradación?, Brancaforte, Benito, ed. The Hispanic Seminary of Medieval studies, 1980

Páginas Web:

http://www.cervantesvirtual.com


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