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Breve visión de la lírica española a finales del siglo XIX y principios del XX
Histórica y socialmente la época que nos ocupa se caracteriza por un intenso proceso de transformación que, tras la revolución de La Gloriosa (1868), permitirá la aparición de una potente burguesía, aunque no hemos de olvidar que, paralelamente, se producirá el surgimiento de la conciencia de clase en el proletariado. Los avances científicos y tecnológicos van acompañados en los últimos coletazos del siglo XIX del desencanto provocado por los negativos resultados de la industrialización, que había dejado de ser la abanderada de la libertad para convertirse en un instrumento que esclavizaba al hombre. Así pues, los estudiosos admiten la existencia a partir de 1885 de una crisis universal denominada crisis de la conciencia burguesa, presente en el arte, la religión, la política y en todos los aspectos de la vida. El estudio de la literatura de esta época tropieza con obstáculos como la multiplicidad de corrientes, escuelas, tendencias, con elementos contrapuestos, pero también coincidentes como el deseo de renovación literaria. Nos centraremos en aquellas tendencias literarias que luchan por superar el Romanticismo anterior y en aquellas otras que, cercanas a la literatura francesa, constituyen la verdadera renovación literaria, es decir, el Simbolismo y el Modernismo.
Críticos como Vicente Gaos señalan que la confusión de géneros y estilos es la nota más característica de este periodo. No olvidemos que el Romanticismo fue superado por el eclecticismo como estilo literario preeminente. La apertura española hacia Europa con La Gloriosa determinó no únicamente un nuevo romanticismo, sino también un renovado clasicismo. Por un lado, se buscaba la estilización, rechazando la grandilocuencia y la retórica; por otro, se pretendía el regreso a la sobriedad, la precisión de estilo y expresión del pasado. En líneas generales, podemos decir que el Romanticismo dominó el panorama literario desde 1860 hasta fin de siglo y no solo porque nuevos poetas tuvieran inspiración romántica, sino porque otros anteriores –como José Zorrilla- continuaron su labor. A medio camino entre ambas tendencias encontramos a Ramón de Campoamor, aunque serán poetas posteriores los que a esta renovación del Romanticismo den un nuevo nombre, Posromanticismo; estamos hablando, claro está, de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. La llegada desde Hispanoamérica de Rubén Darío supondrá la verdadera renovación poética. Este autor mirará al pasado y al porvenir. Seguirá la estela de los románticos, como el lirismo de José de Espronceda, el exotismo de Zorrilla o el intimismo de Bécquer; pero pondrá su arte al servicio de un nuevo movimiento, el Modernismo, fundado en España, pero de raigambre francesa. Seguidores suyos fueron Villaespesa y Marquina, pero sobre todo los hermanos Machado y Juan Ramón Jiménez. En los puntos siguientes desmenuzaremos esta información y nos centraremos en los autores que contribuyeron con su obra a la mencionada renovación lírica.
Serán tres las corrientes que se superpongan y entremezclen en la poesía de fin de siglo a pesar de la multiplicidad de tendencias que hemos señalado:
Toda esta poesía reúne un conjunto de características generales:
Campoamor iniciará el movimiento que abriría paso a la innovación de Bécquer. Considera que la renovación lírica debe estar en la importación o instauración de nuevos géneros literarios. Él se inclinará por la invención de géneros como la dolora, el pequeño poema o la humorada. En la dolora hay sentimentalismo y sentido práctico, es poesía burguesa; la humorada es poesía sentenciosa que incluye en pocos versos una máxima de filosofía práctica, destacan por el ingenio y su bajo vuelo estético.; el pequeño poema se convierte en un breve cuadro narrativo, el autor muestra su ingenio ofreciendo una visión diferente de los asuntos triviales de la vida. Su característica más importante es la de escribir una poesía clara, precisa y concreta, cuyos temas –el amor, problemas filosóficos-religiosos- son los mismos del Romanticismo, pero no así el estilo y el tono con que los trata.
Las innovaciones del lenguaje romántico no solo se deberán a Campoamor sino también al influjo de otros dos fenómenos líricos:
Para llegar a Bécquer debemos partir de la obra de Augusto Ferrán que, además de seguidor y traductor de Heine, también mostraba su fascinación por los cantares populares andaluces que imitaba directamente para conservar su brevedad y sabor meridional. Tampoco podemos obviar a dos autores en los que ya aparecían características del propio Bécquer; nos referimos a Ángel Mª Docarrete, que se formó en su juventud con Antonio Lista y que en 1853 escribía versos asonantados, intimistas, casi becquerianos; y a Arístides Ponglilioni que conoció a Bécquer en Sevilla y que escribió poemas de signo inequívocamente romántico y otros de con predominio del lirismo y la intimidad. Bécquer será considerado el más influyente de los poetas españoles decimonónicos y el punto de partida de la poesía moderna. Su fama se basa en la Rimas, aunque la mayor parte de su obra fue escrita en prosa. Debemos señalar tres tipos de textos:
Podemos hacer un breve análisis de sus famosas Rimas. A la muerte de Bécquer solo habían sido publicadas unas pocas, no será hasta un año después, en 1871, cuando sus amigos recopilen y publiquen su obra en prosa y en verso en dos tomos. Los poemas de esta primera edición son los que aparecen escritos de la mano del poeta en un grueso cuaderno, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, el “Libro de los gorriones”. La edición de sus amigos altera totalmente el orden y las rimas aparecen numeradas en números romanos. Las Rimas son en su mayoría breves poemas de una, dos o tres estrofas, con predominio de versos endecasílabos y heptasílabos combinados, aunque también hay otras combinaciones: endecasílabos y pentasílabos, endecasílabos, hexasílabos y pentasílabos…La rima más frecuente es la asonante en los pares. Su principal característica es su carácter culto, pero siguiendo los cauces de las formas líricas tradicionales en cuanto a la rima y la brevedad. Las características de su poesía son reducción de retórica, eliminación de toda verbosidad, intimismo, lirismo intenso. En definitiva, poesía muy próxima al cantar popular, incluso por su brevedad y apariencia espontánea. Como señala J.P. Díaz solo lo separan de él un tono más elevado y depurado de los sentimientos y un lenguaje más selecto y estilizado. Esto último en contra de la opinión expresada por Núñez de Arce que tacha el lenguaje de la poesía de Bécquer de pobre al calificarla de “suspirillos germánicos”. Sin embargo, para entenderla podemos recurrir a la distinción que hace el propio Bécquer: “hay una poesía magnífica y sonora, hija de la meditación y del arte; hay otra natural, breve y seca, que brota del alma como una chispa eléctrica”. La que él hace es esta segunda. En el análisis de recursos utilizados destaca la escasez de adjetivos, de metáforas y la abundancia de anáforas, paralelismos e hipérbatos. Bécquer huye de la poesía narrativa y su secreto está en el saber decir, íntimo y confidencial, sin retóricas.
La escritora gallega Rosalía de Castro desempeña un papel destacado en la renovación de la lírica española de fines del siglo XIX. Dedica su obra a cantar la belleza y la tristeza de su tierra, pero también su intimidad personal. La flor, de 1857, fue su primer libro de poemas escrito en castellano con signo romántico, más tarde escribiría una obra de carácter elegíaco titulada A mi madre. Una obra decisiva es Cantares gallegos, de 1863, que muestra la influencia de las baladas, sobre todo de Antonio Trueba, aunque también de Ruiz Aguilera. Estar escrita en gallego creará un público muy restringido, pero fervoroso, de forma que se convertirá en símbolo para los gallegos que estaban en el extranjero. La mayoría de los poemas expresan el amor y la sabiduría popular. Para algunos críticos esta obra será el punto de partida del “Rexurdimento” literario gallego. También en gallego publicará en 1880 Follas novas, obra radicalmente intimista, subjetiva y lírica, absolutamente desnuda de retórica y grandilocuencia. Su obra fundamental en castellano, En las orillas del Sar, de 1884, muestra un desasosiego espiritual de profundas raíces, cuyo resultado es una torturante desesperación mitigada a intervalos por la esperanza o por una resignación solitaria.
Derivada de la crisis del pensamiento señalada en la introducción, el arte de fin de siglo abanderó los comportamientos opuestos a las normas sociales como señal de protesta y rebeldía. Actitud que se manifiesta en la bohemia, considerada senda de perfección artística. Habrá un giro en los valores intelectuales que se manifestarán contra el racionalismo positivista del siglo XIX, convirtiéndose Nietzsche, Schopenhauer y Kierkegaard en los filósofos más influyentes. A ello se unirá el misticismo con que los poetas adornarán de trascendencia los comportamientos exaltados, como hacía Paul Verlaine. Se dio también un hedonismo exacerbado que transportaba a los espíritus a mundos de excitación sexual y erótica, equiparable al éxtasis místico. Algunas tendencias determinantes en la configuración de la nueva estética serán:
Todas estas influencias mencionadas se funden en una nueva estética, el Modernismo, que acogerá las influencias citadas entrelazando armoniosamente tres corrientes: una francesa, otra americana y la tercera, hispánica. Veamos brevemente algunas de sus características:
Nacido en Nicaragua en 1867 como Félix Rubén García Sarmiento pronto inicia su labor literaria. En 1886 publica Abrojos, poemas de corte tradicional en los que se observan las huellas de Campoamor y Espronceda. En Santiago publica Azul (1888), punto de partida del Modernismo. Influido directamente por el Parnaso francés, aunque su importancia radica en aplicar los descubrimientos poéticos franceses al español: el modo de adjetivar, los versos renovadores, la perfección de la sintaxis… Su llegada a España en 1892 y su regreso en 1899 son hitos decisivos en nuestra poética Con Prosas profanas (1896) descubrimos una poesía original por el léxico, el tono y el sentido, que refleja sus profundos conocimientos sobre mitología, literatura, arte y cultura en general. Destacan los aspectos más característicos del Modernismo: preciosismo, exotismo, fantasía refinada. En Cantos de vida y esperanza (1905) se muestra más humano e intimista con temas como la melancolía, la muerte, el dolor de vivir, la preocupación por lo social, así como el tema de la cultura hispánica y su defensa. En El canto errante (1907) presenta mayor sinceridad y autocrítica. Salinas en su artículo “El cisne y el búho” analiza la evolución de su poesía distinguiendo una primera época –hasta Prosas profanas- donde la búsqueda de la belleza le lleva a la mitología y a lo exótico; con el tiempo su poesía se llena de tristeza y el símbolo del cisne es sustituido por el del búho, como pájaro de la noche y el silencio.
Pocos autores existen en los que su trayectoria vital sea tan importante por el continuo trasvase de su circunstancia personal a su creación. Aunque nace en Sevilla en 1875, se traslada con su familia a Madrid donde inicia su afición por el teatro, llegando a ser actor. En 1899 se marcha a París, ciudad en la que conoce a Rubén Darío. De vuelta a Madrid colabora en la revista modernista “Helios” cuyo redactor jefe era Juan Ramón Jiménez. En 1903 aparece Soledades y en 1907 consigue la cátedra de francés en Soria, donde conoce a Leonor Izquierdo, con quien se casará y marchará a Madrid, pero ella cae enferma y regresan a Soria donde muere el mismo año de la publicación de Campos de Castilla, en 1912. Regresa a Baeza, donde recordará con nostalgia las tierras castellanas. Volverá a Segovia y publicará en 1924 Nuevas canciones, a partir de aquí se iniciará un largo silencio poético, aunque escribe teatro y obra de pensamiento. Al comenzar la guerra, se muestra partidario de la República y en 1939 se refugia con su madre en Francia, país en el que muere poco después. Machado parte de la idea de que entre poesía y filosofía se establecen relaciones porque el poeta y el filósofo se preocupan de temas esenciales en el hombre: Dios, la muerte, el tiempo, la nada. Lo que los diferencia es la manera de acercarse, aprehender y exponer el objeto de su estudio. Mientras el filósofo saca los objetos fuera del tiempo y los convierte en conceptos, el poeta actúa sobre las realidades en su tiempo concreto; el tiempo se convierte en un elemento básico de la realidad. Así puede comprenderse su definición de poesía, “la poesía es la palabra esencial en el tiempo”, que luego matizaría, “la poesía es el diálogo de un hombre con su tiempo”. La continuidad que se da en los temas, en las formas -aunque con clara evolución- determina la dificultad para clasificar su obra. Soledades, que más tarde se publicará como Soledades, galerías y otros poemas, es la aportación machadiana al Modernismo, pero es un Modernismo intimista, por la sobriedad expresiva y con una veta romántica que recuerda a Bécquer. Machado escribe, según sus palabras, “mirando hacia dentro” para expresar “los universales del sentimiento”. Universales que conciernen a tres temas: el tiempo, el sueño y el amor. En la visión machadiana del tiempo destacan los valores simbolistas. Motivos temáticos tan característicos de Machado como la tarde, el agua, la noria son símbolos de realidades profundas, de obsesiones íntimas. Por ejemplo, el agua es símbolo de vida cuando brota, de fugacidad cuando fluye, de muerte cuando está quieta o es el mar. Otro tema recurrente es el del sueño. Para él tenían más importancia los sueños que se tienen mientras se está despierto. Cree que la labor del poeta es soñar despierto para poder sorprender al mundo en su estado de continua transformación. En el recuerdo de nuestros sueños está la clave para desentrañar el secreto de nuestra vida. Relacionado con este se halla el tema del amor, pues muchas veces nos encontramos con un amor más soñado que vivido. En su poesía hay poco erotismo, la presencia corpórea de la amada casi no existe. A vece el amor va unido al fracaso. En sus últimos años destacan sus Canciones a Guiomar, testimonio de su nuevo y tardío amor. Estos tres temas son los básicos, pero hará una aportación nueva, el paisaje y las gentes de Castilla junto a sus meditaciones sobre España en Campos de Castilla. Así surgirá la discutida pertenencia de A. Machado a la Generación del 98. Destacaremos el largo romance La tierra de Alvargonzález donde revitaliza la vieja versificación en un intento por escribir un “nuevo romancero”. Por otra parte, en Campos de Castilla inicia una serie de poemas brevísimos que integrarán Proverbios y Cantares, chispazos líricos, filosóficos, aspecto que dominará en Nuevas Canciones. Al estallar la guerra, Machado quiere ser poeta de la España republicana. Surge de este modo Poesía de la guerra, unas veinte composiciones, entre las que destaca El crimen fue en Granada, desgarradora elegía a García Lorca. La valoración de Machado ha sufrido lógicos cambios. Será muy valorado por la Generación del 27, en la posguerra autores como Blas de Otero lo consideran el más claro ejemplo de poesía y humanidad. Posteriormente habrá una revisión crítica de su obra, F. Rico señalará que pertenece a otro siglo. En resumen, Machado significa la hondura en el enfoque de graves problemas humanos, una identificación inigualada de un poeta con su tierra, un ejemplo de fidelidad a su pueblo y a sí mismo.
Nació en Moguer (Huelva) en 1881 y en 1990 marcha a Madrid adonde lo llaman Villespesa y Darío para “luchar por el Modernismo”. La muerte de su padre le provocó una crisis por la que fue ingresado en un sanatorio mental en Francia, pero su depresión no cesa y en 1905 es trasladado a Moguer, donde permanecerá retirado durante 6 años y escribirá Platero y yo. Regresa a Madrid y se aloja en la Residencia de estudiantes, más tarde se casa con Zenobia Camprubí; vivirán en Madrid hasta la Guerra civil y después en varios países americanos. En 1956 se le concede el Nobel, coincidiendo con la muerte de Zenobia. El poeta le sobrevive dos años, muriendo en Puerto Rico en 1958. Juan Ramón vivía su mundo “en soledad”, consagrado por entero a su obra, entregado a una persecución exigente e inacabable de belleza. Es la suya un caso de poesía minoritaria, de creciente hermetismo Resulta consecuente con todo ello su famosa dedicatoria: “A la minoría, siempre”.. Su idea de la poesía está presidida por una triple sed: sed de belleza, sed de conocimiento, sed de eternidad. Su poesía es expresión de un ansia de eternidad, concebida como posesión inacabable de la belleza y la verdad. De aquí su preocupación por la fugacidad de las cosas y también su especial idea de Dios, a quien identifica con la naturaleza o con la Belleza absoluta. Su obra resume los caminos recorridos por la poesía española desde el Modernismo hacia nuevas formas. Como ha mostrado Aurora de Albornoz (Juan Ramón Jiménez, Taurus, 1988), Juan Ramón reducía su evolución a las tres fases siguientes:
En 1903 publica su primer gran libro, Arias tristes, donde encontramos una poesía sencilla de formas, transparente de emoción. Se observa también la impronta del intimismo simbolista, pero el predominio de octosílabos y asonancias, el lenguaje sobrio, sitúan a esta poesía al margen del Modernismo más ornamental y sonoro. En la misma línea se sitúan Jardines lejanos, Pastorales o Baladas de primavera. Los sentimientos de soledad, melancolía o el paso del tiempo y la muerte son los temas que aparecen. Entre 1908 y 1915 compone poemas que recogerá en Elejías, Poemas májicos y dolientes o Sonetos espirituales. En ellos domina el aspecto sensorial de la palabra, las formas brillantes, aunque su poesía no llegará a ser tan “fastuosa de tesoros” como la de Darío, sino más intimista, orientada a la contemplación y la confesión sentimental.
Durante su exilio en América, Juan Ramón prosigue invariablemente su indagación poética, por encima de las circunstancias, cada vez más encerrado en sí mismo y atento sólo a una obra cada día más exigente y ambiciosa. Esta etapa se conoce con el nombre de “poesía hermética”. A estos años corresponden, sobre todo, dos grandes libros: En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949). En el libro En el otro costado figura el largo poema en prosa Espacio, que es la cima de la creación de Juan Ramón, según la citada profesora, quien lo define como “una extensión difusa de recuerdos e introspecciones que salen a flote en la técnica de asociación libre”. El conjunto es de una altísima belleza. Dios deseado y deseante nos conduce a nuevas honduras. Es un poemario traspasado por un extraño misticismo, o al menos por un anhelo metafísico: la sed de eternidad le ha llevado al contacto o a la posesión de un dios que se identifica con la Naturaleza, con la Belleza o con la propia conciencia creadora. Formalmente, el absoluto dominio del verso libre y el lenguaje profundo, de un hermetismo sustancial, dan fe de una tensión creadora que Juan Ramón no abandona hasta el final. Destaca también Animal de fondo. Juan Ramón Jiménez es máximo exponente de una de las maneras de concebir la poesía: la búsqueda solitaria de Belleza y Absoluto. Por ello sirvió de ejemplo para los poetas puros y para los componentes del grupo poético del 27. Sin embargo, los poetas de posguerra, más centrados en cuestiones sociales, se alejaron de su estética. A pesar de todo y de los constantes vaivenes, Juan Ramón acabará ocupando un lugar privilegiado en nuestra literatura.
Para concluir señalaremos que la renovación de la lírica española tiene lugar en el periodo temporal que abarca desde el final del siglo XIX a principios del siglo XX y a ello contribuyen de manera decisiva los distintos movimientos, tendencias o corrientes señalados anteriormente junto con los poetas más representativos. Destacamos la vitalidad que tiene el movimiento simbolista en estos años; abarca desde el gran precursor que fue Bécquer hasta la obra de Machado y de Juan Ramón Jiménez y dota de un peculiar carácter al Modernismo español. También debemos señalar que la poesía en español salió del Modernismo absolutamente distinta de lo que había sido antes. El ingente trabajo que los poetas realizaron en el campo del lenguaje resultó decisivo para la renovación de la palabra poética y aunque más tarde se deseche gran parte de sus galas, el Modernismo quedará como ejemplo de inquietudes artísticas y de libertad creadora.
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