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JORGE GUILLÉN Jorge Guillén Álvarez (Valladolid, 18 de enero de 1893 - Málaga, 6 de febrero de 1984) fue un poeta y crítico literario español, integrante de la Generación del 27. Su vida transcurre paralela a la de su amigo Pedro Salinas, a quien sucedió como lector de español en La Sorbona desde 1917 a 1923. Estudió sus primeras letras y Bachillerato en su ciudad natal y, aunque comenzó Filosofía y Letras en Madrid alojado en la Residencia de Estudiantes, se licenció en la Universidad de Granada; en esos años hizo varios viajes por Europa; en uno de ellos, en 1919, conoce a Germaine Cahen, con la que se casó dos años más tarde. Empieza a escribir Cántico y publica crítica literaria en la prensa y sus primeros poemas sueltos en revistas. Ya licenciado, ocupa el puesto de lector en la Universidad de La Sorbona (París) hasta 1923. En 1926 ocupa la Cátedra de Literatura de la Universidad de Murcia y poco después, con Juan Guerrero Ruiz y José Ballester Nicolás idea fundar la revista Verso y Prosa para sustituir al Suplemento Literario de La Verdad y elevarlo de nivel. En diciembre de 1928 aparece en la Revista de Occidente la primera edición de Cántico; hace un lectorado en la Universidad de Oxford (1929-1931) y en este último año se incorpora a la Universidad de Sevilla. La Guerra Civil le sorprende en Valladolid y es brevemente encarcelado en Pamplona; vuelve a su cátedra de Sevilla y se autodestierra en julio de 1938. Ejerce su labor docente en las Universidades de Middlebury, McGill (Montreal) y en el Wellesley College; en 1947 muere Germaine y se jubila en el Wellesley College en 1957; marcha entonces a Italia, donde contrae segundas nupcias en Florencia (1958) con Irene Mochi-Sismondi, su segunda esposa, y se traslada después a Málaga; sin embargo ya había estado en España por primera vez desde la guerra en 1949, cuando fue a visitar a su padre enfermo. Reanuda su labor docente en Harvard y Puerto Rico, pero una caída con rotura de cadera le aparta de la docencia en 1970; en 1976 recibe el Premio Cervantes y en 1977 el Premio Internacional Alfonso Reyes. Fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983, un año antes de morir en Málaga el 6 de febrero de 1984. Sus restos mortales reposan en el Cementerio Anglicano de San Jorge, Málaga. - Guillén, poeta “Yo empecé escribiendo poemas sueltos. Pero se me ordenaron enseguida, porque notaba que me salía una poesía afirmativa. Que era de la vida. No de la vida burguesa. ¡De la vida!, de la vida, de la naturaleza, del mundo. Que no tenía tendencia a buscarme a mí solo en la soledad. Que yo no me interesaba en cuanto yo, sino que me interesaba por el mundo, por las cosas, por los otros. Y de una manera afirmativa. Yo no me intereso como tema. No hay yo personal en mi obra, jamás narcisismo: ¡Afirmación, que es hambre: mi instinto siempre diestro! La tierra me arrebata sin cesar este sí Del pulso que hacia el ser me inclina, zahorí. No hay soledad. Hay luz entre todos. Soy vuestro. La poesía tiene siempre, siempre, una función social. Siempre me dirijo a un lector. Hay un prejuicio de que la poesía es una cosa delicada, íntima, independiente, de sentimiento, pero todo lo que puede ser social es poesía desde que existe en griego la palabra sátira. Pensamiento y sentimiento, imagen y cadencia deben asentar un bloque, y sólo en ese bloque puede existir lo que se busca: poesía. Como se dice en Y otros poemas: ¿Qué es poesía? No sé. Una existe que yo nombro Ars vivendi, Ars amandi; Sentimiento aún de asombro Que resplandece con fe. Toda mi poesía arranca más o menos directamente de mi experiencia: mi metafísica es la física. Siempre parto de lo elemental, del cuerpo que yo soy, de lo esencial que es el aire que respiro. Y el aire que respiro me pone en relación con el mundo, con el mundo en el que no estoy nunca solo, somos "nosotros", es el "aire nuestro". Realidad, realidad, no me abandones Para mejor soñar el hondo sueño." Toda la poesía de Guillén, hasta 1950 es un Cántico al cosmos —«El mundo está bien hecho»— y a la dicha de ser: Ser. Nada más. Y basta. Es la absoluta dicha. Si por su rigor ontológico y por la perfección clásica que lo expresa, Guillén se relaciona con Paul Valéry, por su elementalidad y su optimismo vital recuerda, como señaló Salinas, a Walt Whitman. Para Guillén, que no cree en el pecado original, el paraíso terrenal está en esta vida, que es contemplada no como camino para la otra, sino como «absoluto presente». En este universo, ajeno al curso del tiempo, inmutable, esencial y perfecto, como el de Parménides o el de Leibniz, las realidades inmediatas son mera representación de lo uno esencial: ¡Oh concentración prodigiosa! Todas las rosas son la rosa; Plenaria esencial universal. La abstracción de lo anecdótico, circunstancial, contingente, que notamos en Salinas, llega en Guillén al límite más apurado. Su poesía es eminentemente objetiva, pero los objetos, las cosas se nos ofrecen sólo en geométrico escorzo, en puro perfil. Es una poesía de desnudez total, vaciada en formas de aristas diamantinas, con luz de cima, como el aire en los cuadros de Velázquez o como el paisaje sin accidentes de la meseta castellana. Guillén cultiva los metros clásicos —la décima, con menos frecuencia el soneto—, pero, sobre todo, la estrofa de cuatro versos heptasílabos con rima asonante. La rigidez métrica, la limitación estrófica frenan la frase, que no es discursiva, como la de Salinas, sino que se reduce concisamente a sus elementos sustantivos. En efecto, la abundancia del nombre, en especial del nombre abstracto, y del adjetivo sustantivado —«lo uno, lo claro, lo intacto»—, la escasez del verbo (la palabra temporal por definición: en alemán, Zeitwort). son el instrumento exacto del mundo extático, esencial, absoluto que expresan, producen una sintaxis «mínima y justa, construcción con bloques yuxtapuestos, sin argamasa, como la del dos veces milenario acueducto de Segovia» (Amado Alonso). En 1957, el autor de Cántico, cuyas últimas ediciones ya llevaban el significativo subtítulo Fe de vida, publica el primer volumen de Clamor: Maremagnum, al que siguen.. Que van a dar a la mar y A la altura de las circunstancias. Los títulos son sobremanera expresivos del cambio sufrido por el poeta. De la entusiasmada contemplación del cosmos se pasa al lamento ante un mundo que ahora es maremagnum, caos, el mundo contemporáneo con su secuela de angustias y miserias. Del “absoluto presente” nos trasladamos a la “circunstancia” del tiempo histórico y del tiempo de la vida, de lo esencial a lo existencial. Guillén toma dolorosa conciencia de la humana temporalidad, de la muerte –el mar en que van a dar los ríos, de Jorge Manrique-, de las imperfecciones de este mundo, contra las que intenta rebelarse patética, inútilmente, desilusionado de su inicial optimismo. Es Guillén un poeta que estructura su obra desde el principio y la cuida, mima y gobierna. Por lo tanto, hay que hablar de una obra unitaria que titula Aire nuestro y agrupa tres libros: Cántico, Clamor y Homenaje, con la siguiente distribución:
* Cántico con 4 ediciones: 1928, 36, 45 y 1950. * Clamor: - Maremagnum (1957) - Que van a dar en la mar (1960) - A la altura de las circunstancias (1963). * Homenaje dividido en 5 partes + Fin
La distribución de los poemas varía, debido al concepto de obra como un todo orgánico en pleno desarrollo, aunque a partir de la tercera edición las cinco partes empiezan con un poema al amanecer y terminan con otro al anochecer. Lo subtitula “Fe de vida” y Rozas añade que es “fe en la vida” en un mundo que el poeta encuentra bien hecho. Muestra el entusiasmo por vivir de forma plena y jubilosa con lo creado. Guillén parte de la realidad, así como de su limitación como persona; por ello, todo, personas y cosas que lo rodean, tendrán también límites. Pero el poeta tiene visión optimista del mundo, busca el equilibrio, la esencialidad, modera el sentimiento, todo es comedido, el gozo, el asombro, la emoción y la inteligencia; se expresan con claridad y exactitud. Cántico es la afirmación y exaltación de la existencia. La crítica lo lo designa como "existencialismo jubiloso", sin embargo, esa exaltación no implica un desbordamiento romántico, ya que está sometido a un riguroso cauce formal, a un equilibrio perfecto. La materia de Cántico va desde las formas más bellas de la creación .la luz, el aire, el pájaro, el árbol, el río, el mar- hasta las cosas cotidianas: un sillón, el café, la calle, una mesa. Abundan en Cántico las palabras que aluden a la condición prodigiosa del universo: fábula, maravilla, prodigio, portento, asombro... Evoca la presencia poética de las cosas y de los seres; por eso el tiempo verbal utilizado en el primer ciclo es siempre el presente. El ser, palabra clave, se desenvuelve en un espacio y un tiempo definidos, porque “nada es sin temporalidad”; pero el tiempo no le angustia, sino que lo transforma en “presente perdurable”, un presente en el que está el pasado y el futuro, presente eterno, eternidad contemplada. La perfección de cada momento invita a eternizarlo; si aparece el recuerdo es gozoso, nunca melancólico. “La vida quiere siempre más vida”; ni siquiera la muerte, que Guillén ve como consecuencia de la vida, se vive de forma dramática, sino que la acepta corno algo natural. A pesar de la guerra española y la Segunda Guerra Mundial, sigue exaltando el goce de la vida en las últimas ediciones de Cántico, por ello se considera el libro más jubiloso de la poesía española. Un lenguaje y una métrica cuidada acompaña esa visión jubilosa, sustantivos abstractos, escasa adjetivación, tiempos presentes, imágenes dirigidas a la inteligencia más que a los sentidos.
Está formado por tres libros: Maremagnum, que se publica en 1957, Que van a dar a la mar... en 1960, y A la altura de las circunstancias, en 1963. el tono de este segúndo ciclo de la poesía de Guillén cambia algo respecto al primero, sin duda como consecuencia de la situación dramática que el mundo había vivido a partir de 1936: Guerra Civil Española, segunda Guerra Mundial, lanzamiento de la primera bomba atómica, persecuciones políticas y raciales, desorden, caos, muerte. tras tanta tragedia, el poeta ya no parece dispuesto a seguir cantando sólo el lado puro y bello de la existencia, su transparencia y desnudez, ahora manchadas por aquellas fuerzas destructoras. Consciente del nuevo drama que vive el mundo, Guillén quiere dejar en Clamor un testimonio poético de su protesta contra aquellas fuerzas enemigas del hombre y de la vida, denunciarlas en defensa de ese hombre acosado. Aparecen los detalles del momento, la Segunda Guerra Mundial, los negros de Estados Unidos y la sociedad de consumo, y el lenguaje se expande con registros coloquiales, irónicos, que antes no se daban.
No existe, sin embargo, una ruptura ni una oposición entre estos dos ciclos de la poesía de Guillén: el de Cántico y el de Clamor, pues en realidad ambos ciclos se complementan. Las fuerzas negativas -odios, destrucción, muerte- que se convierten en protagonistas de los poemas de Clamor, estaban ya presentes en Cántico, aunque sólo de modo latente como leves sombras que se insinúan en el horizonte. pero sólo en Clamor se hacen activas, amenazando y hostigando al hombre con su ciega violencia.
Escrito en Cambridge, en Estados Unidos, y dedicado por el poeta "A todas las musas", y en el que ha reunido cientos de poemas en homenaje o glosa a aquellos motivos -personas, paisajes, cosas- que le han servido de inspiración a lo largo de muchos años. No pocos de esos poemas son homenajes a poetas amigos o admirados del autor. Para dar sentido de obra cíclico y cerrado, en 1968 publica estos 3 libros bajo un título común: Aire nuestro, editado en Milán en 1968, al que añade un poema a modo de prólogo.
Guillén es también un prosista de gran calidad, poseedor de un estilo tan personal y depurado como el de su poesía, y ha escrito un excelente libro de crítica poética: Lenguaje y poesía (1962) Por último, hay que destacar que Guillén tiene numerosos ensayos, como el prólogo a las Obras completas, de Federico García Lorca, editados por Aguilar. Son interesantes los comentarios sobre su propia poesía que hace en El argumento de la obra, de 1969. |