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Luis de Góngora Ándeme yo caliente y ríase la gente. Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, 5 mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, y ríase la gente. 10 Coma en dorada vajilla el príncipe mil cuidados, como píldoras dorados, que yo en mi pobre mesilla quiero más una morcilla 15 que en el asador reviente, y ríase la gente. Cuando cubra las montañas de blanca nieve el enero, tenga yo lleno el brasero 20 de bellotas y castañas, y quien las dulces patrañas del rey que rabió me cuente, y ríase la gente. Busque muy en hora buena 25 el mercader nuevos soles; yo, conchas y caracoles entre la menuda arena, escuchando a Filomena sobre el chopo de la fuente, 30 y ríase la gente. Pase a media noche el mar, y arda en amorosa llama Leandro por ver su dama, que yo más quiero pasar 35 del golfo de mi lagar la blanca o roja corriente, y ríase la gente. Pues Amor es tan crüel, que de Píramo y su amada 40 hace tálamo una espada, do se junten ella y él, sea mi Tisbe un pastel, y la espada sea mi diente, y ríase la gente. Luis de Góngora Mientras por competir con tu cabello oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio, y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no solo en plata o víola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. Luis de Góngora Fábula de Polifemo y Galatea Donde espumoso el mar sicilïano el pie argenta de plata al Lilibeo (bóveda o de las fraguas de Vulcano, o tumba de los huesos de Tifeo), pálidas señas cenizoso un llano -cuando no del sacrílego deseo del duro oficio da. Allí una alta roca mordaza es a una gruta de su boca. Guarnición tosca de este escollo duro troncos robustos son, a cuya greña menos luz debe, menos aire puro la caverna profunda, que a la peña; caliginoso lecho, el seno obscuro ser de la negra noche nos lo enseña infame turba de nocturnas aves, gimiendo tristes y volando graves. De este, pues, formidable de la tierra bostezo , el melancólico vacío a Polifemo, horror de aquella sierra, bárbara choza es, albergue umbrío y redil 5 espacioso donde encierra cuanto las cumbres ásperas cabrío, de los montes esconde: copia bella que un silbo junta y un peñasco sella. Un monte era de miembros eminente este que —de Neptuno hijo fiero— de un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero; cíclope a quien el pino más valiente bastón le obedecía tan ligero, y al grave peso junco tan delgado, que un día era bastón y otro cayado. Negro el cabello, imitador undoso de las oscuras aguas del Leteo, al viento que lo peina proceloso vuela sin orden, pende sin aseo; un torrente es su barba, impetuoso que —adusto hijo de este Pirineo— su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano surcada aun de los dedos de su mano. Luis de Góngora Soledades En tanto, pues, que el palio neutro pende, Y la carroza de la luz desciende A templarse en las ondas, Himeneo —Por templar en los brazos el deseo Del galán novio, de la esposa bella— Los rayos anticipa de la estrella, Cerúlea ahora, ya purpúrea guía De los dudosos términos del día. El jüicio —al de todo, indeciso— Del concurso ligero, El padrino con tres de limpio acero Cuchillos corvos absolvello quiso. Solícita Junón, Amor no omiso, Al son de otra zampoña que conduce Ninfas bellas y Sátiros lascivos, Los desposados a su casa vuelven, Que coronada luce De estrellas fijas, de Astros fugitivos Que en sonoroso humo se resuelven. Llegó todo el lugar, y, despedido, Casta Venus —que el lecho ha prevenido De las plumas que baten más suaves En su volante carro blancas aves— Los novios entra en dura no estacada: Que, siendo Amor una Deidad alada, Bien previno la hija de la espuma A batallas de amor campo de pluma Luis de Góngora Fábula de Píramo y Tisbe Esparcidos imagina por el fragoso arcabuco (ebúrneos diré, o divinos? Divinos digo y ebúrneos.) los bellos miembros de Tisbe; y aquí otra vez se traspuso, fatigando a Praxiteles sobre copiallo de estuco. La Parca, en esto, las manos en la rueca y en el huso, como dicen, y los ojos en el vital estatuto, inexorable sonó la dura tijera, a cuyo mortal son Píramo, vuelto del parasismo profundo, el acero que Vulcano templó en venenosos zumos, eficazmente mortales y mágicamente infusos, valeroso desnudó y no como el otro Mucio asó entrépido la mano, sino el asador tradujo por el pecho a las espaldas. ¡O tantas veces insulso cuantas vueltas a tu hierro los siglos dieren futuros! ¿Tan mal te olía la vida? ¡Oh bien hi de puta, puto el que sobre tu cabeza pusiera un cuerno de juro! Luis de Góngora |
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![]() | ![]() | «Parióme adrede mi madre, ¡ojalá no me pariera!, aunque estaba cuando me hizo de gorja Naturaleza.»Dos maravedís de luna | |
![]() | ![]() | «peñasco»; asimismo, aunque el estilo arquitectónico a que se hace referencia nace en la Italia del s. XVII, este nombre no se documenta... | |
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