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Buenas tardes y muchas gracias por su presencia en este acto de presentación de la antología poética de Makoto Ooka Memoria y presente. En primer lugar, querría agradecer a la Fundación Japón su ayuda y disponibilidad para acoger este acto. Estoy seguro de que el maestro Ooka se sentirá muy feliz al saber que el libro verá la luz en esta Fundación. También estoy seguro de que, si su estado de salud se lo hubiera permitido, estaría hoy aquí entre nosotros. Makoto Ooka, nacido en 1931 en la ciudad de Mishima, a los pies del monte Juji, desde donde fluye el agua pura del deshielo, es una de las figuras más grandes de la poesía contemporánea y de posguerra en Japón. La vida de Ooka está enraizada en la vida cultural y artística de Japón y destaca por su interés en hacer visible la poesía corta japonesa. Es autor de una célebre e ingente antología de waka, tanka o haiku recogidos en lo que llamó “Ori-Ori no Uta”, es decir “canción de cada día, que fue escribiendo diariamente en la portada del periódico Asahi durante treinta años, abarcando un total de 5.000 poemas cortos de forma tradicional. Sin embargo, el proyecto que le hizo mundialmente famoso fue “Ren-shi”, o sea “poesía encadenada”. Este “Ren-shi” consiste en crear un poema largo uniendo una serie de poemas cortos, a la manera del “Ren-ga” o “canto encadenado” que practicaban los poetas medievales en Japón. En la creación de este poema largo participaron poetas de varios países y tuvo una amplia repercusión. Su intensa actividad en la difusión de la poesía y la calidad y profundidad de su obra le han valido muchos premios en su propio país y también en el extranjero. Me gustaría destacar hoy la de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, que le fue concedida en 1990, el Golden Wreath of the Struga Poetry Evening de Macedonia, en 1996, el Premio de la Japan Foundation, en 2002, la Orden de la Cultura (Bunka-Kunsho), la máxima condecoración cultural que se concede en Japón, en 2003, o la Legión de Honor francesa, en 2004. Como poeta, Ooka no siente ni barreras ni fronteras entre la poesía y otras manifestaciones artísticas, como la música o las artes plásticas. Creo que esto se debe a su sensibilidad innata y a su conocimiento y pasión respecto a todo género creativo. Fruto de ello es una interminable lista de colaboraciones con artistas o músicos, dentro y fuera de Japón. Ooka es un poeta que nunca quiso poner fronteras entre la poesía de diferentes épocas, me refiero a la hora de entenderla o de sentirla. Recuerdo que él siempre me decía: “cuando leemos un poema, debemos ser el primer lector de ese poema, aunque esté escrito hace mil años. Creo que el encuentro con un poema ha de ser siempre una experiencia nueva.” Pero también recuerdo sus dudas… Así, decía en ocasiones que “el mejor poema ya se había escrito hacía cientos de años”. Pese a esta convicción, él no dejaba y nunca dejó de escribir poesía, cada vez más sincera y desnuda, hasta llegar, me atrevería a decir, únicamente a “la poesía”. Sí, sé que es un atrevimiento, pero su obra llega a ser “solo” poesía; no literatura. Porque, para Ooka, la poesía debía ser un espejo fiel de su vida. Aunque su obra llegó a alcanzar el máximo respeto y la mayor de las estimas, si ésta no reflejaba honestamente lo que acontecía en su vida, no lamentaba abandonar determinada línea creativa y abordar otra totalmente distinta para expresar eso que tenía que expresar. Su verdad vital era el timón que dirigía la su línea poética; nunca al revés. Es por ello que su poesía es siempre un canto a la vida, pero también a la tierra y al propio ser humano. Déjenme ahora referirme al significado que para mí tiene este Memoria y presente. Cuando hablamos de la poesía de Ooka en castellano, tenemos que hablar ya inevitablemente de esta traducción. No hay otra. Es aquí donde encuentro el significado del libro que hoy presentamos. Creo que hay o, si me lo permiten, había una gran laguna en la labor de traducir al castellano no sólo la obra de Ooka, sino también la de toda la poesía moderna y contemporánea japonesa. Esto no deja de ser una ironía, ya que este género nació en Japón hace más de un siglo impulsado por el deseo de sus poetas de acercarse más al espíritu cosmopolita y occidental. Finalmente no ha sido así. Hoy en día, cuando en occidente se habla de poesía japonesa, todo el mundo piensa en primer lugar en otras célebres formas poéticas, como el Haiku o el Tanka. Quiero aclarar aquí que Haiku y Tanka son únicamente abordables utilizando rigurosamente la estética y la gramática de la antigua lengua japonesa, así como aprovechando al máximo el efecto vistoso de los ideogramas. Dado que estas formas poéticas requieren matices muy ricos en nuestra propia lengua antigua, creo que son intraducibles, entre “intraducibles” entre comillas. Y no me refiero únicamente a cuando se traducen a un idioma que no es el japonés, sino también a cuando se traducen al japonés actual. En este sentido, algunos estudios han apuntado que lo que queda después de la traducción no es la esencia de un Haiku, de un Tanka o de un Waka, sino su esqueleto o su “concepto”. Esto lo sabemos casi todos los japoneses. Un fenómeno similar ocurriría si intentamos un verso de Góngora o de Garcilaso al japonés, como yo mismo he podido comprobar en alguna ocasión. Dicho esto, me pregunto por qué estando la poesía contemporánea en mi idioma libre de todas estas dificultades ha recibido sin embargo tan poca atención por parte de traductores y editoriales en occidente. No puedo ni juzgar ni analizar este fenómeno. Y lo dejo aquí. Prefiero hablar de algo más personal y quizá más importante para mí. Aunque considero que este libro podría tener su trascendencia, al ser la primera vez que se traduce sustancialmente al castellano poesía contemporánea japonesa, en concreto la de Ooka, he de decir que al abordarlo no me ha movido ninguna ambición literaria, sino un compromiso vital y de agradecimiento y afecto hacia mi poeta. También ha sido mi deseo compartir el disfrute que sentí ya en mi juventud al leer sus versos con los lectores de España, donde vivo desde hace casi veintiséis años. Puedo decir que es la culminación definitiva de una amistad y de una pasión hacia su obra que nació hace treinta y ocho año, cuando apenas contaba yo con dieciséis. Traducir verdaderamente, o sea “con verdad”, una poesía como la de Ooka será un hecho aislado, quizá irrepetible en el tiempo. Y me explico: su lectura requiere una gran profundidad. Creo, sinceramente, que para la mayoría de los filólogos extranjeros especializados en la lengua japonesa, por muy amplios que sean sus conocimientos, parte del significado de sus versos quedará oculto, lamentablemente. Traducir a Ooka requiere una lectura amplia, es decir la captación neta del poema, hasta tus últimos detalles y matices. O sea, una fusión. Requiere la fusión con el alma del poeta. Una suerte de alquimia. Después de estas casi cuatro décadas leyendo su obra y del ánimo que me ha infundido el propio poeta (aunque mi camino definitivo ha sido el de la creación pictórica, también y en parte gracias a él) he podido consumar este trabajo, eso sí, aceptando el riesgo del fracaso. En estos años he tenido varias oportunidades para publicar modestamente en español estos poemas. Esta vez, y definitivamente, tuve la suerte de tener un colaborador ideal, como Raúl Morales, poeta y fiel amigo. Gracias a su gran humildad y virtud creo que ha conseguido pulir el viejo espejo a través del cual yo estaba mirando la obra de mi poeta. Raúl, respetando y manteniendo al máximo el sentido y la poética de mi traducción, como si se tratara del poema original de Ooka, dio la forma casi definitiva de nuestra versión para que llegara al lector español. Estoy convencido de que él, a través de este trabajo en común, ha logrado comprender el secreto más hondo de la poesía japonesa, sin conocer mi idioma, pero sí sabiendo exactamente qué es la poesía. Hace unos meses visité con mi esposa Marina a Ooka en Japón para entregarle en persona un ejemplar de este libro. Hace ya años que dejó de cantar; y ahora apenas puede pronunciar ni una palabra a través de su cuerpo frágil. Pero siento que no ha dejado de saber que es un gran poeta, porque toda su vida ha trabajado y luchado por la poesía, por la verdadera poesía. Cuando vio este libro, mostró una gran alegría y nos abrazó como si fuéramos sus hijos, una vez más… Quien lee sus poemas con cariño se puede decir que es su hijo, es hijo del amor y de la benevolencia, es hijo de la vida misma. Yurihito Otsuki 25 de Octubre de 2012 |
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