TEMA 1º: LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII A TRAVÉS DE LA PROSA DIDÁCTICA Y EL TEATRO. En el siglo XVIII se desarrolla un movimiento ideológico y cultural denominado Ilustración. Su principio fundamental es la defensa de la razón como fuente de conocimiento por encima de otras como la revelación, la tradición o la autoridad de los antiguos. Por esta predominancia de la razón (que ilumina las tinieblas) se conoce también la época como Siglo de las Luces.
Esta libertad de indagación se desarrolló inicialmente en Inglaterra (empiristas como Bacon, Locke y Hume, que fundamentaban el conocimiento en la experiencia sensible), pero se extendió rápidamente por toda Europa. Francia, en especial, se convertirá en su gran difusora (Voltaire, Montesquieu, Rousseau). Su obra más característica es la Enciclopedia, dirigida por Diderot y D’Alembert. En Alemania, el filósofo Kant sintetizaría magistralmente, en ¿Qué es la Ilustración? (1784), el objetivo de este movimiento: Sapere aude! (<>). En España, la Ilustración tuvo menos fuerza, pero basta con mencionar algunas de las instituciones ilustradas fundadas para darnos cuenta de que su importancia no fue pequeña: Biblioteca Nacional (1712), Real Academia Española (1713), Real Academia de la Historia (1735), Jardín Botánico (1744), Museo del Prado (1785)…
La crítica actual tiende a distinguir cuatro corrientes literarias en el siglo XVIII español: Posbarroquismo, Rococó, Neoclasicismo y Prerromanticismo. Hay que dejar, no obstante, muy claro que entre ellas no existe una clara sucesión cronológica: rasgos de unas y otras pueden hallarse en diferentes momentos, autores e incluso obras.
El Posbarroquismo es la continuación de la tradición del siglo anterior (Góngora, Quevedo y Calderón) con una menor acumulación de recursos y, por supuesto, sin su genio creador. Diego de Torres Villarroel es su mejor representante.
El Rococó es un arte desenfadado, superficial y ligero, que exalta el amor y la belleza, descritos en escenas galantes o de ambiente mitológico. Constituye la vertiente lúdica y evasiva del siglo XVIII. Poesía de Meléndez Valdés.
El Neoclasicismo es la corriente que se identifica con la literatura ilustrada. Toma como modelos a los clásicos greco-latinos y a la tradición hispánica humanista del Renacimiento (Garcilaso, Fray Luis de León…). Tiene afán normativo y finalidad didáctica: la literatura ha de ser útil a la sociedad en su conjunto.
Por último, el Prerromanticismo presenta un fuerte sentimentalismo, se muestra receloso ante las reglas, aunque tiende a cumplirlas y sustituye la naturaleza ordenada y tranquila de los neoclásicos por espectáculos chocantes y hasta horrendos: tormentas, escenas nocturnas, tumbas, fantasmas… Noches lúgubres de Cadalso.
El género literario que mejor se aviene a los intereses de la Ilustración es el ensayo. Pertenecen a este género las obras de carácter reflexivo en las que se manifiesta una opinión sobre algún aspecto de la realidad con intención didáctica y pretensión de reformar las costumbres. Fray Benito Jerónimo Feijoo fue uno de los iniciadores de este género en España. Sus obras (Teatro crítico universal, Cartas eruditas) tratan temas muy variados: medicina, literatura, supersticiones, geografía, política… Como él mismo dice: <>. Su finalidad es combatir los errores, las supersticiones, los prejuicios o, dicho de otra forma, combatir el atraso cultural de España. El método experimental y un estilo coloquial, con frecuentes rasgos de humor, fueron sus principales armas. Sus críticas le granjearon enemigos, pero contó siempre con el apoyo de la orden benedictina y se ganó la protección del monarca Fernando VI, quien llegó a decretar la prohibición de cualquier obra que lo atacase.
Gaspar Melchor de Jovellanos es la figura más representativa de la Ilustración española. Sus obras son, en gran medida, consecuencia directa de los cargos que desempeñó, por eso, están dirigidas a las autoridades y tienen como finalidad un reformismo posibilista. Escribe informes, memorias, discursos (Informe sobre la Ley Agraria, Memoria sobre educación pública, Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas…). Su afán reformista le granjeó enemigos. Acabó siendo desterrado a Mallorca.
José Cadalso aporta al género del ensayo sus Cartas marruecas. Son noventa cartas que se dirigen entre sí tres personajes: el español Nuño, el joven marroquí Gazel y el anciano Ben-Beley, maestro y consejero de Gazel. Los temas son muy variados, pero tienen como eje la decadencia de España. Su actitud es, con todo, más templada que revolucionaria. Su estilo, como es norma en los ilustrados, es elegante y transparente.
La concepción que del teatro tenían los ilustrados chocó frontalmente con los gustos del público. Los espectadores siguieron prefiriendo el teatro barroco y sus continuaciones más espectaculares: comedias de enredo, de magia, de santos, de bandoleros, mitológicas… Obras con mucho decorado, vestuario, peleas, desapariciones…; en definitiva, espectáculo más que texto instructivo. Los ilustrados tuvieron que combatir esta tendencia mayoritaria. Pretendían un teatro educativo y moralizante, que sirviera para difundir los valores universales de la cultura y el progreso. Pero, aunque este nuevo teatro fue apoyado desde el Poder (se llegaron a prohibir las representaciones de autos sacramentales y comedias de santos y de magia), nunca gozó del aplauso popular.
El teatro neoclásico, de escenificación generalmente poco llamativa, se apoyaba en la claridad y en la verosimilitud. Respetaba la llamada regla de las tres unidades (una única acción, un solo lugar y un día como marco temporal). Atendía al decoro, lo que implicaba la adecuación a la realidad, a las convenciones morales y a la condición social de los personajes, el respeto por la verdad histórica y geográfica, y la atención al vestuario y a la corrección del lenguaje. Los géneros dramáticos propiamente neoclásicos fueron la tragedia y la comedia. Las tragedias estaban escritas en verso y sus personajes eran nobles o reyes del pasado que acababan convirtiéndose en un ejemplo para la comunidad. Raquel (1775) de Vicente García de la Huerta está considerada como la mejor tragedia del momento. Las comedias, por su parte, podían estar en verso o prosa; sus personajes eran burgueses y criados, y en ellas se ridiculizaban lo vicios y errores de la sociedad, al tiempo que se recompensaban la verdad y la virtud, en aras de la razón y el buen sentido. El sí de las niñas (escrita en 1801 y estrenada en 1808) de Leandro Fernández de Moratín es el mejor ejemplo de comedia neoclásica.
Más éxito popular que las tragedias y comedias neoclásicas tuvieron los sainetes y las comedias sentimentales. Los primeros eran piezas teatrales breves, de carácter cómico y lenguaje chispeante. Don Ramón de la Cruz fue el autor más destacado. La comedia sentimental era un género híbrido entre la tragedia y la comedia, de carácter realista pero con gran exaltación de los sentimientos. Daría paso posteriormente al melodrama. El delincuente honrado de Jovellanos es un buen ejemplo de este tipo de obras.
TEMA 2º: EL ROMANTICISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES Y PRINCIPALES APORTACIONES EN POESÍA (ESPRONCEDA, BÉCQUER y ROSALÍA) Y TEATRO (DON JUAN TENORIO). El Romanticismo es un amplio movimiento cultural e ideológico que trasciende lo puramente artístico o literario: es una nueva forma de entender el mundo. Se desconfía de la razón y se adoptan actitudes de rebeldía en lo político, en lo social y en lo literario. Surge en Alemania con el movimiento llamado Sturm und Drang (Tempestad y Empuje), con Goethe (Las desventuras del joven Werther) y se extenderá paulatinamente por toda Europa: Lord Byron, Walter Scott, Víctor Hugo... En España se implantó tardíamente (1834) y fue de corta duración (a partir de 1868 ya se impone el Realismo). La idea de libertad que defendían los románticos era incompatible con el absolutismo de Fernando VII; de hecho, el Romanticismo no se consolidó en España hasta la muerte del monarca (1833) y la vuelta de los liberales exiliados.
Las características generales del Romanticismo giran en torno a las ideas de libertad, individualismo e idealismo. Serían las siguientes:
· Irracionalismo. La razón no explicaría por completo la realidad; por eso, se valoran las emociones, los sueños, las fantasías… Esto, entre otras cosas, supondrá el nacimiento de la moderna literatura fantástica y de terror (Edgar Allan Poe).
· Individualismo. Se impone una concepción subjetiva de la realidad. El arte y la literatura se convierten en manifestaciones de los sentimientos personales del yo.
· Idealismo. La búsqueda de lo absoluto, de ideales inalcanzables (libertad, progreso, amor) chocará con la realidad y conducirá fatalmente al desengaño. (Este desengaño marcará trágicamente la vida del creador del periodismo moderno en España: Mariano José de Larra).
· Defensa de la libertad como valor supremo de la persona: libertad moral (el sentimiento como única norma de conducta), libertad política (derechos de los ciudadanos) y libertad artística (rechazo de las reglas neoclásicas).
· Nacionalismo. Frente al espíritu universalista de los ilustrados (y como reacción al imperialismo napoleónico), los románticos valoran lo propio, lo autóctono. (Un ejemplo, los cuadros de costumbres).
· Exotismo y evasión. Al rechazar la sociedad moderna, los románticos se evaden en el tiempo (épocas lejanas) y en el espacio (lugares exóticos). Las novelas históricas, por ejemplo.
· Rebeldía. Se expresa a través de dos temas o tópicos: el titanismo, rebeldía contra las leyes establecidas, y el satanismo, rebeldía contra Dios.
· Nueva concepción de la naturaleza. Frente a la naturaleza ordenada y racional de los neoclásicos, se alza una turbulenta, melancólica, tétrica…, que no es sino la proyección de los sentimientos del autor.
En el Romanticismo se cultivaron todos los géneros, si bien fue la poesía el género que adquirió un mayor desarrollo al ser el más apto para la expresión de los sentimientos. La obra de José de Espronceda (1808-1842) resume perfectamente las dos tendencias principales del movimiento: una poesía narrativa y otra de carácter más lírico. La narrativa tanto recreaba leyendas como incorporaba elementos fantásticos o reflexionaba sobre el sentido de la vida (El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, ambos de Espronceda). El estudiante de Salamanca (1839) relata la historia de don Félix de Montemar, un seductor diabólico y sin escrúpulos que seduce y abandona a Elvira, que muere de dolor. Más adelante mata en un duelo a espada al hermano de la muchacha, contempla su propio entierro y acaba en una cripta, donde se casa con el espectro de su amada, y muere. El diablo mundo (1840), obra que quedó inacabada, es más heterogénea. Oscila entre lo sublime y lo vulgar y defiende la idea de que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que lo envilece.
La tendencia más lírica estaba centrada en la expresión de los sentimientos, las inquietudes existenciales y las reivindicaciones sociales, con gran variedad de metros y estrofas y lenguaje en exceso retórico. El ejemplo más sobresaliente es Canto a Teresa de Espronceda, poema incluido en El diablo mundo. Destaca también en Espronceda su reivindicación de personajes marginales, en los que veía un símbolo de la rebeldía y de la opresión social: La canción del pirata, El mendigo, El verdugo, El reo de muerte…
En la segunda mitad del XIX, pasado ya el apogeo del Romanticismo, surgirán los dos más grandes poetas de la centuria: Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer. Rosalía contribuyó decisivamente al Rexurdimento de la cultura gallega con Cantares gallegos (1863) y Follas novas (1880), ambas en gallego. En la primera, la autora adopta el estilo de las canciones populares gallegas. Describe costumbres, gentes, paisajes, al tiempo que denuncia la pobreza y las duras condiciones de vida de los emigrantes. En Follas novas, aunque el tono es más subjetivo e intimista, la denuncia de las injusticias sociales alcanza una mayor fuerza. Por último, En las orillas del Sar (1884), escrita en castellano, expresa su dolor de vivir, melancolía, angustia, meditaciones sobre la muerte… Y todo con un lenguaje sencillo, con versos en los que predomina la asonancia y con combinaciones métricas originales que preludian la renovación modernista.
Bécquer (1836-1870) es una figura fundamental para el nacimiento de la poesía moderna. Sus Rimas suelen dividirse en cuatro grupos. El primero lo formarían las rimas cuyo tema es la propia poesía y la creación poética; el segundo trataría del amor vivido en plenitud; el tercero, por el contrario, se centraría en el fracaso del amor y, por último, el cuarto expresaría soledad y muerte. La forma estrófica de sus poemas es libre, con predominio de los versos heptasílabos y endecasílabos y de la rima asonante.
En definitiva, Bécquer y Rosalía, al sustituir la exaltada retórica de los románticos por la sugerencia y el simbolismo, se convirtieron en los precursores de la poesía contemporánea en España.
El teatro romántico se apartó de las directrices neoclásicas y enlazó, tanto en los temas como en los recursos dramáticos y en la escenografía, con el teatro del Siglo de Oro. Los argumentos tratan de amores imposibles, pasiones ilícitas, desafíos, suicidios… Los personajes son seres misteriosos, marginales, rebeldes … Los ambientes preferidos son castillos, conventos, cementerios…, con profusión de tormentas y escenas nocturnas. Y todo con total libertad, sin más norma que la inspiración. Es, en definitiva, un teatro que ya no aspira a aleccionar al público, sino a conmoverlo. En las formas también se aleja del teatro neoclásico. Se borra la separación entre la tragedia y la comedia: suele predominar lo trágico, pero se da cabida a elementos cómicos. Se conculca la ley de las "tres unidades". El argumento presenta acciones diversas que se entrecruzan, no se reconocen límites de tiempo y la escena cambia con frecuencia de lugar. El lenguaje culto y el coloquial, tanto en verso como en prosa, conviven en la misma obra, al igual que diferentes metros y estrofas (polimetría). Por último, los recursos escenográficos adquieren una gran importancia, pues el decorado debe contribuir a crear la atmósfera necesaria. Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas; El trovador, de García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de Hartzenbush y Don Juan Tenorio, de José Zorrilla son las obras más representativas.
Don Juan Tenorio ha quedado como prototipo de obra romántica. Tiene como precursores a El burlador de Sevilla de Tirso de Molina y a El estudiante de Salamanca de Espronceda. Pero Zorrilla introduce una importante modificación: la salvación por amor. Don Juan se enamora sinceramente de doña Inés, mujer inocente y angelical, y la fuerza de este amor le permitirá redimir su vida escandalosa y salvar su alma.
La obra está ambientada en Sevilla, en el siglo XVI. Se divide en dos partes: la primera expone la vida libertina de don Juan, la seducción de doña Inés y su rapto. La segunda, con doña Inés ya muerta de pena y amor, trata de la redención de don Juan.
La obra está en verso, y presenta polimetría, con tendencia a la sonoridad y las rimas fáciles. En la escenografía no faltan los sepulcros que se abren, los ángeles voladores, las apariciones y desapariciones de personajes… Elementos todos ellos muy del gusto del momento.
TEMA 3º: REALISMO Y NATURALISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MOVIMIENTO. LA NARRATIVA REALISTA: GALDÓS, CLARÍN Y PARDO BAZÁN. Ya desde 1830 se hablaba en Francia de realismo para referirse a corrientes pictóricas y literarias que buscaban reflejar la realidad lo más fielmente posible y con el máximo grado de verosimilitud. El Realismo nace íntimamente vinculado, por un lado, a los conflictos sociales entre una burguesía dominante y una clase obrera que empieza a luchar por sus derechos y, por otro, a una serie de teorías científicas, filosóficas y sociológicas que van a cambiar la mentalidad de la época: el positivismo de Comte, el marxismo de Carlos Marx y el evolucionismo de Darwin, principalmente. En España, el Realismo fue algo más tardío. Surgirá hacia 1870, tras la revolución de 1868, |