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Víctor Rodríguez Núñez Cinco Poemas Víctor Rodríguez Núñez Poeta, periodista, crítico, traductor y profesor universitario cubano. Entre sus poemarios se encuentran Cayama (Santiago de Cuba: Uvero, 1979), Con raro olor a mundo (Premio David, Cuba; La Habana: Unión, 1981), Noticiario del solo (Premio Plural, México; La Habana: Letras Cubanas, 1987), Los poemas de nadie y otros poemas (Medellín: Tecnológico de Antioquia, 1994), El último a la feria (Premio EDUCA, Costa Rica; San José: EDUCA, 1995), Oración inconclusa (Premio Renacimiento, España; Sevilla: Renacimiento, 2000), Actas de medianoche I (Accésit Premio Fray Luis de León, España; Valladolid: Junta de Castilla-León, 2006) y Actas de medianoche II (Premio Leonor, España; Soria: Diputación Provincial de Soria, 2007). Con raro olor a mundo: Primera antología (La Habana: Unión, 2004), es un recuento y una reelaboración de su poesía temprana. Esta edición en lo fundamental fue traducida al inglés por Katherine Hedeen y apareció como The Infinite’s Ash (Londres: ARC P, 2008). Durante la década de 1980 fue redactor y jefe de redacción de El Caimán Barbudo, donde publicó numerosos trabajos sobre temas culturales. Compiló las antologías de su generación Cuba, en su lugar la poesía (México: U Autónoma Axcapotzalco, 1982), Usted es la culpable (La Habana: Abril, 1985) y El pasado del cielo: La nueva y novísima poesía cubana (Medellín: Alejandría, 1994). Es autor de la monografía Cien años de solidaridad: Introducción a la obra periodística de Gabriel García Márquez (Premio Enrique José Varona, Cuba; La Habana: Unión, 1986); y seleccionó y prologó la obra del mismo autor, La soledad de América Latina: Escritos sobre arte y literatura, 1948-1985 (La Habana: Arte y Literatura, 1990). Ha realizado ediciones críticas y estudios sobre poetas hispanoamericanos como Julián del Casal, Dulce María Loynaz, José Coronel Urtecho, Emilio Ballagas, Cintio Vitier, Francisco Urondo, Fayad Jamís y Juan Gelman, entre otros. Ha traducido del inglés Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe (Madrid: Hiperión, 1999), de Margaret Randall, y en colaboración con Hedeen, El silo: Una sinfonía pastoral (La Habana: Arte y Literatura, 2005) y América o el resplandor (La Habana: Torre de Letras, 2006), de John Kinsella. Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en Austin, es profesor de esa especialidad en Kenyon College, Estados Unidos. Poética Víctor Rodríguez Núñez La poesía es algo más que un reflejo porque puede hacer sangrar Algo más que una escritura porque germina en la conversación Algo más que un sitio porque está en todas partes Algo más que un género porque se adelanta a la literatura Algo más que un instante porque “el traje que vestí mañana” Algo más que una fijeza porque la espiral la imita Algo más que una iluminación porque se mete con las cosas Algo más que un tesoro porque le sobra al pobre Algo más que un ritmo porque le encantan los silencios Algo más que un alarde de civilización porque hay notas al margen Algo más que un nombre porque llega a ser anónima Algo más que una fe porque rebasa la razón Algo más que una gracia de poeta porque los lectores también olvidan Algo más que un testimonio porque “yo amo los mundos sutiles” Algo más que un alma porque siempre toma cuerpo Algo más que una mercancía porque no se vende ni se compra Algo más que un poder sagrado porque desmitifica Algo más que una idea porque es apasionada Algo más que un signo de desinterés porque se enreda Algo más que un sentimiento porque es metódica Algo más que un refugio porque vale de herramienta Algo más que un saber porque los poderosos la rondan Algo más que un oficio porque en Cayama Higinio López hablaba en décimas La poesía es sencillamente algo más Mount Vernon, 28 de enero de 2007 Prólogo —a La arboleda perdida de Rafael Alberti Cuando el cometa Halley ese viejo maleante de los cielos cruzó a navajazos el vientre de la noche mi abuela que aún no era la abuela de nadie en este mundo soñó tener su limpia cabellera y puso en el mortero seis huevos de gorrión que volvió quién sabe cómo polvo enamorado para rehacer su rostro húmedo a la triste manera de la luna Pero en otro rincón de este planeta que gira como un enjambre de avispas cuando el cometa Halley guardaba ensangrentada de noche su navaja un niño gaditano con ojos de bahía quiso peinar la rauda cabellera del cielo con su tridente de marinero en tierra firme Ha tenido que pasar desesperado el siglo han cicatrizado las heridas de la noche el niño no es el niño sino un viejo poeta del destierro que regresa la abuela no es la abuela sino una abeja que aguijonea el alma a otro niño que peina en el recuerdo la limpia cabellera de una noche del mundo Hipótesis Pensaba Ptolomeo que el mundo era como el ojo de ciertas mujeres Una esfera de húmedos cristales en que cada astro describe una órbita perfecta sin pasiones mareas o catástrofes Luego vino Copérnico sabio que cambió senos por palomas cosenos por espantos y la pupila del sol fue el centro del universo mientras Giordano Bruno crepitaba para felicidad de curas y maridos Entonces Galileo estudiando a fondo el corazón de las muchachas naufragó en el buen vino —luz aglutinada por el sol— violó estrellas que no eran de cine y antes de morir sobre la cola de un cometa sentenció que el amor era infinito Kant por su parte no supo nada de mujeres preso en la mariposa de los cálculos en polen metafísico y a Hegel tan abstracto le resultó el asunto demasiado absoluto Por mi parte propongo al siglo XX una hipótesis simple que los críticos llamarán romántica Oh muchacha que lees este poema el mundo gira alrededor de ti Drama de Marco Polo Algo he visto del mundo Las tormentas de polvo de Managua la nieve ya desnuda en los pinares del camino a Smolyan y cómo discuten las banderas en la torre de la Universidad de Puerto Rico Algo he visto del mundo Las piedras encantadas de Palenque la bahía de miel que olvidó el verano en Ponta Delgada y aquella Plaza Roja pintada por Kandinsky Algo he visto del mundo y eso ahonda mi pena Nada me pertenece Para Margaret Randall Confirmaciones El menor de mis hijos que aún no sabe su nombre ni caminar derecho a medianoche en la más alta fiebre canta Es doble este camino La razón y la fe Tengo fe en la razón —en la razón impura Comprendo las razones de la fe —la fe de los herejes Entre el hecho y la duda cruzan ambos caminos Y al partir regresamos Danza mi rosa ebria desprevenida sin vergüenza del sol La olvido en el sendero que comienza en tus manos y sin más vueltas me lleva hasta mí Las preguntas son tigres que acechan junto al río Las respuestas ciervos inalcanzables Mi mucha sed te ahogue Y náufrago en el polvo espera cualquier cosa menos resignación Para José Pérez Olivares Actas de medianoche 1 su luz sin otra música Eugenio Florit Puerta que cierra y abre para que tu sombra no pueda entrar Y así seguir sumidos en la luz que todo lo embrutece No eres línea espiral o círculo Tú jamás has sido representada Eres tiempo vacío en series paralelas Espacio numerado por el ritmo Sombra que se espiritualiza Luz que sueña ser materia De una astilla de hueso Puede hacerse la noche Un río recordado esta frazada roja Puede formarse de una gaviota insomne Un sueño de vecino esta orilla oxidada De un viento obsesionado puede hacerse la noche Un tren que no ha partido esta luna sin sal Una luz que se apaga debe cambiarlo todo Es algo más que la cifra de muerte tachada a medianoche No te encuentre sin forma Es uno de esos gestos involuntariamente arrinconados que se vuelven razón y nos asustan el día menos sentido Objeto de la noche La sombra hierve Hay salpicaduras de ti por todas partes Ese vapor condensado en la sed Húmeda irradiación incendio por venir Sobre todo ese aroma de alba chamuscada Todo está inscrito en esta quemadura La sombra te describe con voluptuosidad de copista medieval en rasgos que vomita un resplandor de huesos encontrados Esas líneas sin puntos que convergen en ti borrosa alma geométrica Mirada desojada doloroso crochet Hebra rota de subjetividad que tu madre ha ensartado en su aguja sin vista Me deshago del ser me diferencio grano de oscuridad Sólo falta la noche en esta noche En cada verso anida una novela Hay que plantar claveles en tu fértil ombligo Nada en lo incierto miente La sombra está en las cosas que no alcanzaron número Y la lumbre despierta con tu eco Una luz que se apaga te deja verlo todo En un solo irreprochable instante sin fin Sujeto de la noche Como la inevitable gota de agua que resbala de ti y no deja soñar Esa pura agua negra útil para limar los sueños abrasivos Como la mancha creada al cabo por la gota en su pequeño salto trascendente La gota que retorna seca de oscuridad a los entresijos de la impureza Sale y entra la noche por las hendijas de tu corazón Poco me asomo al paisaje agolpado dentro El cielo rumoroso bajo el puente la vena que desagua en el reloj el sol caído entre las azucenas Por la urdimbre de tu claridad me alzo hacia al vacío de esta casa Noche que cala huesos y te embarra la médula con esa tinta helada que ni tres soles podrían borrar Noche de un solo punto pero muy afilado en la rueda lunar y que anota en el fémur su mensaje La muerte te confirma Una luz que se apaga tan próxima que nadie puede verla encenderse tan remota que está dentro de ti ¿Cómo salvar el mundo de la lumbre? Porque también el mal devana su arco iris Se nos agota el tiempo dígito por palabra rabia por transparencia ¿Y cómo salvar la luz de lo sufrido? Nos queda sólo el espacio mal llamado noche Sombra detenida en esa zona del espejo que dibuja la ausencia Sombra sin cicatrices en el tronco ni mácula de grito Sombra blanca que contorna la roca nostálgica de liquen Sombra desesperada que con su transparencia persevera No hay horas para todo lo que omite el desvelo ¿Acaso acabaré siendo la noche? Madrugada de sílabas once siete catorce que la arena no cuenta Tu verdad es la alforja cruzada sobre el lomo de la luz Las espuelas hundidas para ningún camino Este relincho pulcro que lame la espuma de sus ijares Una luz que se apaga y que no puedes jamás avivar aunque viertas el alcohol de la angustia Tu sueño trascendido Noche sin estaciones en que el cielo lo ha salpicado todo En que dios mismo asciende escaleras de signos Que diluye la sed con su desborde de ánimas raídas Noche sin sentimientos de granito Nada hallará el buscador de huesos con su piqueta de rayos hurtados Forman capas tectónicas que sólo el río revela un día de crecida Nada hallará el que busca lo otro en todo este polvero de sombras respiradas Avaro nocherío Desde este instante ya no soy la noche Me deshice de todo Borré su claridad abrí su círculo Para Ida Vitale y Enrique Fierro |
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![]() | «Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él», ha escrito el crítico literario | ![]() | «Ya se van alejando los escollos.» Todos los cuales se resumen en el supremo apostrofe: «Santiago y abre España, a la libertad y... |
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