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1920. el empirismo lógico del círculo de Viena. Su crítica a la metafísica alcanza su punto máximo en una teoría del lenguaje según la cual las proposiciones que no podían ser puestas a prueba y verificadas carecían de sentido. Para ellos, la unidad de la ciencia significaba que las leyes, o mas generalmente el lenguaje de las ciencias “superiores” en la jerarquía de Comte podía “reducirse” al de las inferiores. 1950: “punto de vista Standard” en la filosofía de la ciencia. Carnap, Hempel, Nagel y Popper. Uno de sus elementos centrales es lo que se denomina “ortodoxia de la explicación por medio de leyes”: toda ciencia está consagrada a la búsqueda de explicaciones, las cuales toman la forman de leyes generales. Explicar un evento es relacionarlo con una ley general, analizada como una generalización universal. La física continuaba siendo el ideal, por lo tanto resultó imposible darle a las ciencias sociales una forma aceptable para esta concepción filosófica de la ciencia. ¿Qué tienen de malo las ciencias sociales? El problema de las leyes y explicaciones en las leyes sociales era más importante que las dificultades de experimentación o de medición o que el problema de las influencias ideológicas. Sin ley, no había explicación. Popper afirma que dar una “explicación causal” de un hecho significa deducir una afirmación que la describe, utilizando como premisas de la deducción una o mas “leyes universales”, junto con ciertos enunciados singulares llamados “condiciones iniciales”. El positivismo lógico no sólo provenía de un círculo que casi no tenía contactos con la práctica de la investigación en las ciencias sociales, sino que tampoco podía ajustarse a esa práctica. La seriedad con la que los científicos sociales tomaron en cuenta al positivismo lógico se explica, en gran medida, por el complejo de inferioridad crónico de las ciencias sociales comparadas con las ciencias naturales; el mismo status de ser científico estaba en tela de juicio. El punto de vista Standard le otorgó una imagen de virtud a las ciencias sociales que consistió en la búsqueda de información cuantitativa antes que cualitativa, en evitar el verstehen, y en tener objetivos de largo plazo para la búsqueda de las leyes generales sin las cuales la explicación era por definición imposible. El punto de vista Standard implicaba la “operacionalización” de conceptos científicos sociales que pudieran ponerse a prueba y medirse. Pero para muchos sociólogos este no resultaba un procedimiento aceptable: criticaban las simplificaciones y los supuestos arbitrarios que surgían en la investigación empírica dentro de la sociología y de las otras ciencias. La respuesta ortodoxa consistía en decir que de esto justamente se trataba la ciencia, y que si a los críticos no les gustaban los supuestos, entonces deberían formular sus propios supuestos o limitarse a una concepción más tradicional de teoría. Quienes no se sentían atraídos por el punto de vista ortodoxo, a fines de la década del ´50 comenzaron a prestar atención a otras filosofías y metodologías alternativas. La hermenéutica llega desde Europa de la mano de Weber y su descripción de la comprensión interpretativa (verstehen). También influía la filosofía lingüística de Wittgestein que consistía en que entender una sociedad era aprehender a pensar en sus conceptos, los cuales son la verdadera base de su funcionamiento. Las regularidades en la vida social no deberían entenderse como leyes causales, sino como que están basadas en gente que sigue reglas. Hacia mediados de los ´60, Winch afirma que los seres humanos no actúan motivados solo por influencias causales, sino que también actúan por razones, las cuales no son causas y deben entenderse en términos de obediencia a las reglas o mediante algún otro modo de análisis totalmente distinto a la identificación de regularidades en forma de leyes. En lo que se refiere a influencias anti-positivistas, ocupa un segundo lugar la de la escuela de Frankfurt y de su mayor exponente: Jurgen Habermas. Su crítica del positivismo consistía en una tesis general y en otra especial. La general establecía que el positivismo había transformado a la epistemología en una mera metodología de la ciencia. En su análisis histórico del positivismo, Habermas intentó recuperar las dimensiones de la reflexión filosófica que el positivismo había opacado. En otras palabras, reformuló la indagación trascendental de Kant sobre las condiciones del conocimiento, pero bajo la forma de una teoría social del conocimiento. Intereses que guiaban al conocimiento surgían de los intereses básicos de los seres humanos y no del funcionamiento puro de una conciencia humana abstracta. La tesis especial consistía en el modelo triádico de los intereses cognitivos, según el cual las ciencias empírico-analíticas se basaban en el interés en la predicción y en el control de los fenómenos objetivados, las ciencias histórico-interpretativas se orientaban hacia la comprensión, y la ciencia crítica combinaba ambas en la forma de una investigación de los obstáculos causales a la comprensión, basada en un interés en la emancipación. El interés fundamental de Habermas no era refutar la descripción positivista de la metodología de las ciencias naturales, sino limitar su intrusión en el campo de la teoría social. Esto tenía un costo: apoyar al dualismo metodológico, aún en contra de su voluntad. El giro holístico se define como aquel en el que los enunciados científicos no pueden ponerse a prueba en forma aislada, en una confrontación directa con la experiencia. Adquieren su significado de la compleja red de metáforas, modelos y teorías en el cual se encuentran. Este análisis holístico de la estructura interna de las teorías científicas estaba aparejado a un análisis holístico del cambio científico, al que Kuhn presentaba como una sucesión de paradigmas individuales o “matrices disciplinarias”. El giro holístico, en su aspecto más positivo era parte de un rapprochement largamente esperado entre la filosofía de la ciencia y la historia y la sociología de la ciencia. En la filosofía de la ciencia, la expresión más clara de este acercamiento estaba en la respuesta de Popper a Kuhn. Popper aceptaba la existencia de “ciencia normal” (ciencia practicada de un marco de supuestos que no se cuestionaban), pero la consideraba un fenómeno peligroso para la ciencia. Los filósofos lingüísticos y los filósofos de la ciencia con sensibilidad histórica lanzaron un ataque conjunto a la distinción entre términos observacionales y teóricos y al ideal de la formalización deductiva de las teorías. Mary Hesse fue una de las principales exponentes de una concepción alternativa basada en las nociones de red y modelo.
Corriente anglosajona. Dominante en la filosofía de la ciencia siglo XX.
En los años ´60 y ´70 entra en crisis el modelo clásico en la filosofía de la ciencia, caracterizado por el empirismo lógico y el racionalismo crítico, las cuales coinciden en algunos puntos puestos en cuestión por el postempirismo.
Hacia mediados de los ´60 se produjo un importante cambio en la manera de pensar lo científico: en 1962 Kuhn publica “La estructura de las revoluciones científicas”. Sin embargo, ya entre los años ´20 y 1962 se muestra el germen que llevará a las convicciones postempiristas y ello de la misma mano del empirismo. En los enfoques clásicos de aquellos resulta clave la creencia de que para entender los procesos que permiten la comparación de los enunciados con la realidad por medio de la percepción ha de haber un orden lógico, una claridad enunciativa, una determinada formalización del lenguaje. En las dos primeras etapas de la filosofía de la ciencia anglosajona, el problema central podía dividirse en dos claves de análisis: el criterio de demarcación de la ciencia, y la búsqueda de la verdad de los enunciados científicos. Este conjunto de criterios es lo que se va a llamar método científico. El problema del método es el de las garantías a través de las cuales yo puedo confiar en los productos del conocimiento, es decir, los enunciados enlazados entre sí a través de un orden lógico en un cuerpo que llamamos teoría. Para el empirista lógico un enunciado debe ser verificable, siendo esta la base de su legitimidad, no sólo en tanto enunciado científico, sino también en tanto enunciado significativo. Para Popper, un enunciado nunca puede ser verificable: la verificabilidad supone la confianza en el carácter objetivo y absoluto de la observación sensorial. Pero si debe ser falsable, que quiere decir que exista en su propio planteo la posibilidad de que haya algún tipo de datos empíricos que pueda obligarnos a abandonar este enunciado. Que algo sea falsable no quiere decir que sea falso, sino que si yo afirmo A y en algún momento alguien me demuestra X, Y o 2 (contradictorios con A) yo estaré dispuesto a abandonar A. Las discusiones en las primeras décadas del último medio siglo en las ciencias sociales oscilaban entre dos extremos. O la pura especulación filosófica o bien, una pura recopilación de datos, lo que se llamaba el hiperfactualismo. El gran desafío de las ciencias sociales de los ´50 fue constituir lo que Bernstein denomina la teoría empírica: la cristalización de construcciones conceptuales de un nivel de generalidad y abstracción medianamente alto para ambas pero con un campo empírico de aplicación que permita el control la comparación y el testeo de un cierto nivel. El empirismo lógico fundó centralmente su idea de una teoría sobre la base de que esta es un conjunto de enunciados, es decir, construcciones de lenguaje que se diferencian de otras construcciones de lenguaje que se diferencian de otras construcciones en el hecho de que pueden ser verdaderos o falsos. Los enunciados de las teorías son llamados hipótesis debido a que son enunciados que deben ser puestos a prueba por medio del control empírico. Según Klimovsky, hay enunciados de diferentes niveles.
Una teoría es un conjunto de enunciados de carácter hipotético. La idea tradicional de teoría es que hay enunciados de diferente nivel, en general un grupo de enunciados de base que suelen ser de alto nivel teórico, y a partir de allí se deducirían los enunciados de más bajo nivel teórico y de mayor legitimidad hasta llegar al punto en que los enunciados se puedan llegar a poner a prueba. Cada enunciado se pone a prueba independientemente de los demás. Si el enunciado que resulta ser falso se dedujo de otros enunciados, entonces la falsedad de este enunciado inmediatamente nos hace preguntar sobre la verdad o falsedad de los enunciados premisa de los que partimos. Así hasta llegar al corazón de la teoría. Kuhn criticó todo esto afirmando que en realidad uno pone a prueba una teoría toda en su conjunto o no pone a prueba nada. El mismo enunciado significaría entonces cosas distintas en dos teorías, porque el uso de los términos dependería del contexto: en concepción holista de las teorías científicas cada término adquiere su significado de las relaciones con los demás términos. Las teorías con esta concepción ya no son conjuntos sino estructuras enunciativas. La idea tradicional de teoría viene ligada a conjuntos de enunciados con cierto nivel de generalidad y abstracción, que a su vez se puede poner a prueba empíricamente por procedimientos de correspondencias empíricas, por deducción, etc. Se cambia la idea de “conjunto de enunciados” por la idea de “estructuras enunciativas”, en el sentido de que la teoría, es una unidad de sentido. Un elemento de acción hoy en día es poder interpretar la información, no alcanza sólo con tenerla, hay que saber leerla, y justamente es esto lo que se le está pidiendo a muchas ciencias sociales: claves de lecturas, matrices de interpretación. Cuando se pide eso aparece de nuevo la preocupación por la teoría, porque para que haya una clave de lectura tiene que haber algún conjunto de líneas directrices, de conceptos reguladores que permitan ordenar la información. En ciencia no sólo importa la verdad sino también la relevancia. Para que uno pueda establecer que correlaciones, que regularidades que uno se encuentra entre ciertas variables son relevantes, uno tiene que tener alguna teoría en un sentido blando (sin términos teóricos de alto nivel de abstracción), pero sí alguna clave de lectura, que tenga algunas reglas de interpretación; tal que en esa matriz de interpretación yo sepa que existen ciertas regularidades que se puedan dar pero que no son relevantes. En el enfoque postempirísta, el eje de consideración pasa de entender a la filosofía de la ciencia como un análisis circunscrito en el estudio de las teorías a una concepción más amplia, que admite el estudio no sólo del producto científico (las construcciones del lenguaje llamadas teorías), sino también de los procesos científicos: construcción de comunidades científicas, procedimientos a través de los cuales una teoría se construye, formas de asociación humana a través de las cuales las teorías adquieren sentido y se controlan. Ya no podemos pensar las teorías en términos de que su verdad o falsedad esté limitada a una relación especular con un conjunto de datos. Por relación especular quiero decir la idea de que para cada enunciado hay un hecho que corresponde a ese enunciado, y entonces uno podría pensar que las teorías reflejan el mundo igual que un espejo. En general, siempre se plantea la noción de verdad en estos términos: unas teorías serán aceptables si representan el mundo tal cual es. Y la manera de entender esto es formular enunciados aislados de las teorías y ponerlos a prueba empíricamente con los hechos de los cuales esas teorías hablan. Esto entra en crisis con Popper, quien empieza a mostrar que todo enunciado tiene carga teórica, que no existe la idea de la pura descripción del mundo (adecuación perfecta). Hay algunos autores que hablan de la diferencia entre el programa popperiano y su metodología. Mientras que esta se aparta del empirismo, su programa, el conjunto de concepciones filosóficas que tenía del mundo, siguen perteneciendo a la tradición empirista. A Popper no le interesa saber que es lo que pasa en la mente de los científicos cuando a partir de determinadas observaciones se ponen todos de acuerdo sobre los enunciados. Hay algo de la experiencia que se nos impone y nos obliga por la fuerza a aceptar ciertos enunciados como verdaderos o falsos. El postempirismo no tiene rasgos unificadores absolutos; es un escenario dentro del cual conviven y entran en conflicto diversas corrientes de pensamiento. Con él se abandona la idea de que el estudio de las ciencias es centralmente el estudio de las teorías científicas. Aparece como necesaria una psicología de la ciencia, una sociología de la ciencia, una historia de la ciencia. No solo se trata de que la cada hipótesis afirma que las cosas son de tal manera, sino que la clave de lectura debe entenderse en términos de individuos, grupos, o en términos de determinadas categorías de análisis general. Entonces aquí aparece este problema de interpretación, que obliga a pensar no solamente si tenemos una teoría verdadera, sino centralmente cual es la mejor teoría. Aparece también la idea de que aquellos cuerpos teóricos que son relevantes, y explicativos durante determinado tiempo es raro que sean refutados de un día para el otro. En general, sucede que van siendo abandonados progresivamente, en la medida en que los investigadores científicos se encuentran con problemas que están en el centro de la cuestión y nunca terminan de ser abordados; a estos problemas Kuhn los denomina anomalías, y hacen que los investigadores vayan abandonando sus cuerpos teóricos y reemplazándolos por otros. Mary Hesse planteó la tesis de subdeterminación de las teorías por los datos, que sostiene que sólo puede testearse una teoría empíricamente en la medida en que esa teoría conlleva una clave de interpretación de los datos empíricos mismos. En este sentido, distintas teorías, aunque no cualquiera, pueden resultar avaladas empíricamente, en la medida en que sus diversas claves de interpretación resulten eficaces a la hora de dar sentido a la multiplicidad de la información. La idea de determinación de las teorías por los datos nos remite a la noción acerca de que los datos determinan las teorías frente a un cuerpo de datos uno sabe que es aceptable y cuales no, y habitualmente la idea es que debe quedar “una” teoría. La indeterminación (no aceptada por los postempiristas) sostiene que hay una separación tal entre realidad y lenguaje que es el propio lenguaje el que diseña y ordena la realidad. Pero si no hay determinación ni hay indeterminación, lo que si hay es subdeterminación. Esto es, al cuerpo de datos no permite afirmar cualquier teoría, pero al mismo tiempo no es obligatoria que quede un solo cuerpo teórico, pueden quedar diferentes cuerpos teóricos. Sobrevivirán todos los cuerpos teóricos que logren construir un esquema de interpretación que de cuenta adecuadamente de un complejo de datos, no solamente sincrónico, sino que ese complejo de datos se va actualizando permanentemente con nuevos datos pasados o futuros. El postempirismo es una concepción amplia de la ciencia, una idea subdeterminista de la relación con los datos y una teoría de la interpretación. Giddens dice que toda ciencia es hermenéutica, porque exige una dimensión de interpretación, pues ya no alcanza con la lógica para hacer filosofía de la ciencia, hay que tener una teoría de la interpretación, o sea, de la asignación de matrices de lenguaje conjuntos de información empírica. Pero al mismo tiempo las teorías sociales soportan una doble hermenéutica, porque interpretan una realidad que ya está interpretada por los propios sujetos que la producen y reproducen. Entonces, hay que tener una teoría de la interpretación del sentido común, y a su vez una teoría de la interpretación de nuestra investigación sobre ese sentido común ya interpretado. Esto genera una vuelta, porque a los sujetos sociales les interesa lo que las teorías construyen sobre ellos. Con lo cual resurge el problema de las predicciones suicidas: una predicción que en principio puede ser buena pero, al ser conocida por los sujetos sociales da lugar a que estos puedan, desde el punto de vista político, transformar las condiciones que la predicción suponía y hacer que no se cumpla. Giddens dirá entonces que lo que antes era un problema metodológico hoy tenemos que asumirlo como un elemento constitutivo del conocimiento social. Las predicciones suicidas se convierten así en una consecuencia de la doble hermenéutica, del impacto de las afirmaciones del mundo empírico sobre sus hacedores. Un último punto del postempirismo es el que tiene que ver con la idea de que el acuerdo científico es posible sobre la base de que hay una serie de acuerdos tácitos que están en la base de las teorías científicas. Y esos acuerdos son filosóficos y metodológicos acerca, por ejemplo, de que tipo de entidades estamos dispuestos a aceptar en el mundo, límite no sólo dado por términos empíricos, sino dado por lo que muchos autores llaman una cosmovisión. El postempirismo nos ha permitido salir de una concepción de las ciencias sociales en la que estas reducían su lógica y su método a la de las ciencias naturales abriendo el juego a la interpretación, al mundo de la acción y la subjetividad, y de la doble hermenéutica. No obstante, en este punto la situación podría volverse sobre sí misma. Al plantearse la cuestión en términos de un escenario de complejidad, el postempirismo nos desafía a recuperar un concepto de realidad, ya no ingenuo ni obvio, y al hacerlo nos fuerza a pensar que quizá la separación entre subjetividad y objetividad en la realidad social sólo pueda tener fines analíticos. A la vez, podemos interrogarnos acerca de hasta de que punto la distinción entre realidad social y natural tiene límites precisos.
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