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Introducción: Accesos a la problemática de la racionalidad Dentro de las ciencias sociales es la sociología la que mejor conecta en sus conceptos básicos con la problemática de la racionalidad. La sociología surge como una disciplina que se hace cargo de los problemas que la política y la economía iban dejando de lado a medida que se convertían en ciencias sociales especializadas. Se convierte en una ciencia de la crisis, que se ocupa de los aspectos anímicos de la disolución de los sistemas sociales tradicionales y de la formación de los modernos. La sociología ha sido la única ciencia que ha mantenido su relación con los problemas de la sociedad global. Ha sido siempre teoría de la sociedad, y a diferencia de otras ciencias sociales, no ha podido deshacerse de los problemas de la racionalización, redefinirlos o reducirlos. Junto con la Antropología Cultural, la sociología se ocupa de la práctica cotidiana en los contextos del mundo de la vida y tienen que tomar en consideración todas las formas de orientación simbólica de la acción. A ellas ya no les resulta tan simple marginar los problemas de fundamentos que la teoría de la acción y la interpretación comprensiva plantean. Y al enfrentarse a esos problemas tropiezan con estructuras del mundo de la vida que subyacen a los otros subsistemas especificados funcionalmente con más exactitud y en cierto modo mas netamente diferenciados. Racionalidad: Una determinación preliminar del concepto: la racionalidad tiene menos que ver con el conocimiento o con su adquisición que con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen uso del conocimiento. El saber puede ser criticado por no fiable. La estrecha relación que existe entre el saber y racionalidad permite sospechar que la racionalidad de una emisión o de una manifestación depende de la fiabilidad del saber que encarnan. Así como al verdad se refiere a la existencia de estados de cosas en el mundo, la eficacia se refiere a intervenciones en el mundo con ayuda de los cuales pueden producirse los estados de cosas deseados. “A” se refiere a algo que como cuestión de hecho tiene lugar en el mundo objetivo. Con su actividad teleológica, “B” se refiere a algo que ha de tener lugar en el mundo objetivo. Ambos plantean con sus manifestaciones simbólicas pretensiones de validez que pueden ser criticadas o defendidas, es decir, pueden fundamentarse. Una manifestación cumple los presupuestos de la racionalidad si y solo si encarna un saber falible guardando así una relación con el mundo objetivo (los hechos), y resultando accesible a un enjuiciamiento objetivo. Esta propuesta de reducir la racionalidad de una emisión o manifestaciones que puedan ser verdaderas o falsas, eficaces o ineficaces. La racionalidad inmanente a la práctica comunicativa remite a diversas formas de argumentación como a otras tantas posibilidades de proseguir la acción comunicativa con medios reflexivos. 1. Si partimos de la utilización comunicativa de saber proposicional en actos de habla, estamos tomando una predecisión a favor de un concepto de racionalidad comunicativa. Este posee connotaciones que, en última instancia, se remontan a la experiencia central de la capacidad argumentativa, en que diversos participantes superan la subjetividad inicial de sus puntos de vista y, merced a una comunidad de convicciones racionalmente motivada, se aseguran de la unidad del mundo objetivo y de la intersubjetividad del contexto en que desarrollan sus vidas. Para la racionalidad de la manifestación es esencial que el hablante plantee en relación con su enunciado, una pretensión de validez susceptible de crítica que pueda ser aceptada o rechazada por el oyente. En el análisis de la racionalidad hay dos posiciones que se distinguen por el tipo de utilización del saber proposicional: (a)Realista. Parte del supuesto antológico del mundo como suma de todo aquello que es el caso. El realista se limita a analizar las condiciones que un sujeto agente tiene que cumplir para poder proponerse fines y realizarlos. Las acciones racionales tienen el carácter de intervenciones efectuadas con vistas a la consecución de un propósito y controladas por su eficacia, en un mundo de estados de cosas existentes (b)Fenomenológica. El fenomenólogo convierte el presupuesto ontológico de un mundo objetivo en problema preguntándose por las condiciones bajo las que se constituye para los miembros de una comunidad de comunicación: la unidad de un mundo objetivo. El mundo sólo cobra objetividad por el hecho de ser reconocido y considerado como uno y el mismo mundo por una comunidad de sujetos capaces de lenguaje y acción. El mundo de la vida que intersubjetivamente comparten viene delimitado por la totalidad de las interpretaciones que son presupuestas por los participantes como un saber de fondo. Para poder aclarar el concepto de racionalidad, el fenomenólogo tiene que estudiar las condiciones que han de cumplirse para que se pueda alcanzar comunicativamente un consenso. Las condiciones de validez de las expresiones simbólicas remiten a un saber de fondo, compartido intersubjetivamente por la comunidad de comunicación. En los contextos de acción comunicativa sólo puede ser considerado capaz de responder de sus actos aquel que sea capaz, como miembro de una comunidad de comunicación, de orientar su acción por pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas. 2. Al igual que los actos de habla constatativos, también las acciones reguladas por normas y las auto presentaciones expresivas tienen el carácter de manifestaciones provistas de sentido, inteligibles en su contexto, que van vinculadas a una pretensión de validez susceptible de critica. Hacen referencia a normas y vivencias. El agente plantea la pretensión de que su comportamiento es correcto en relación con su contexto normativo reconocido como legítimo o de que su manifestación expresiva de una vivencia a la que él tiene un acceso privilegiado es veraz. También para su racionalidad resulta esencial la posibilidad de un reconocimiento intersubjetivo de una pretensión de validez susceptible de crítica. Sin embargo, el hablante no puede referirse a algo en el mundo objetivo, sino sólo a algo en el mundo social común o en el mundo subjetivo (el propio de cada uno) Las acciones reguladas por normas, las autopresentaciones expresivas y las manifestaciones o emisiones evaluativos viene a completar los actos de habla constatativos para configurar una práctica comunicativa que, sobre el trasfondo de un mundo de la vida, tiende a la consecución, mantenimiento y renovación de un consenso que descansa sobre el reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica. Llamo argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recursarlas por medio de argumentos. La fuerza de una argumentación se mide en un contexto dado por la pertinencia de las razones. Esta se pone de manifiesto, en si la argumentación es capaz de convencer a los participantes en un discurso. En virtud de esa susceptibilidad de crítica, las manifestaciones/emisiones racionales son también susceptibles de corrección. Llamamos racional a una persona que en el ámbito de lo cognitivo-instrumental expresa opiniones fundadas y actúa con eficiencia; solo que esa racionalidad permanece contingente si no va a su vez conectada a la capacidad en el mundo. El medio en que estas experiencias negativas pueden elaborarse productivamente es el discurso teórico. En el ámbito práctico- moral, llamamos racional a aquel que en un conflicto normativo actúa con lucidez, no dejándose llevar por sus pasiones ni entregándose a sus intereses inmediatos, sino esforzándose por juzgar imparcialmente la cuestión desde un punto de vista moral y por resolverla consensualmente. El medio en que puede examinarse hipotéticamente si una norma de acción puede justificarse imparcialmente es el discurso práctico. Llamamos racional a una persona que interpreta sus necesidades a la luz de los estándares de valor con que interpreta sus necesidades. Los valores culturales, a diferencia de las normas de acción, no se presentan con una pretensión de universalidad. De ahí que las argumentaciones que sirven a la justificación de estándares de valor no cumplan las condiciones del discurso: tienen la forma de crítica estética. También calificamos de racional el comportamiento de una persona que está dispuesta a, y es capaz de, liberarse de sus ilusiones, que no descansan tanto en un error (sobre hechos) como en un autoengaño (sobre las propias vivencias). A la forma de argumentación que sirve para disipar autoengaños sistemáticos se la llama crítica terapéutica. Llamamos racional a una persona que se muestra dispuesta al entendimiento y que ante las perturbaciones de la comunicación reacciona reflexionando sobre las reglas lingüísticas. Las argumentaciones hacen posible un comportamiento que puede considerarse racional en un sentido especial: el aprender de los errores una vez que se los ha identificado. Mientras que la susceptibilidad de crítica y de fundamentación de las manifestaciones se limita a remitir a la posibilidad de argumentación, los procesos de aprendizaje por los que adquirimos conocimientos teóricos y visión moral, ampliamos y renovamos nuestro lenguaje evaluativo y superamos autoengaños y dificultades de comprensión precisan de la argumentación. Relaciones con el mundo y aspectos de la racionalidad de la acción en cuatro conceptos sociológicos de acción. El concepto de acción comunicativa ha de analizarse siguiendo el hilo conductor del entendimiento lingüístico. El concepto de “entendimiento” remite a un acuerdo racionalmente motivado alcanzado entre los participantes, que se mide por pretensiones de validez susceptibles de crítica. Esta (verdad proposicional, rectitud normativa y esta veracidad expresiva) caracterizan diversas categorías de un saber que se encarna en manifestaciones a emisiones simbólicas. El concepto de racionalidad comunicativa remite por un lado, a las diversas formas de desempeño discursivo de pretensiones de validez, y por otro lado a las relaciones que en su acción comunicativa los participantes entablan con el mundo al reclamar validez para sus manifestaciones o emisiones. 1. Popper propone que se pueden distinguir tres mundos: el mundo de los objetos o estados físicos; el mundo de los estados de conciencia o mentales o quizá de las disposiciones comportamentales para la acción; y el mundo de los contenidos objetivos de pensamiento (científico, poético, etc.). El mundo es considerado como la totalidad de aquello que es el caso. Y lo que es el caso puede constatarse en forma de enunciados verdaderos. Las entidades tienen una forma de ser específica según pertenezcan a cada uno de los tres mundos: se trata de objetos o sucesos físicos; de estados mentales o de episodios internos; o de contenidos semánticos de los productos simbólicos. Los productos de la mente humana se vuelven contra ella como “problemas”, los cuáles son “autónomos”. No son creados por nosotros, sino que más bien los descubrimos. Para resolver estos problemas inventamos nuevas teorías, producto de nuestro pensamiento crítico. Una vez que hemos producido estas teorías, generan de inmediato nuevos problemas. Esto explica porque el tercer mundo (que es una producción nuestra) es autónomo en lo que respecta a su status ontológico. Así se explica que podamos actuar sobre él aunque no podamos dominarlo. Según Popper, tanto el primer mundo y el segundo, como el segundo y el tercero están directamente en contacto. En cambio, el primero y el tercero solo interaccionan a través del segundo. La autonomía del tercer mundo representa una garantía de que tanto el conocimiento de, como la intervención en, los estados del mundo objetivo vienen mediados por el descubrimiento de la lógica específica de los nexos internos de sentido: de ahí que no sea posible interpretar el tercer mundo como mera expresión del segundo ni el segundo como simple reflejo del tercero. Popper no solamente entiende antológicamente en el tercer mundo como totalidad de entidades de una determinada forma de ser, sino que lo entiende también unilateralmente, es decir, desde la perspectiva conceptual del desarrollo de la ciencia; el tercer mundo comprende los elementos cognitivos, científicamente elaborables de la tradición cultural. Son los propios sujetos socializados los que, cuando participan en procesos cooperativos de interpretación, hacen un uso implícito del concepto de mundo. En esos procesos, la tradición cultural (productos de la mente humana) asume papeles distintos según que actúe como acervo cultural de saber del que los participantes en la interacción extraen sus interpretaciones, o se convierta a su vez en objeto de elaboración intelectual. En el primer caso la tradición cultural compartida por una comunidad es constitutiva del mundo de la vida que los miembros individuales encuentran ya interpretado en lo que atañe a su contenido. Este mundo de la vida intersubjetivamente compartido constituye el trasfondo de la acción comunicativa. En el tercer mundo de Popper comprende entidades de nivel superior, que nos resultan accesibles cuando adoptamos una actitud reflexiva y que, frente al espíritu subjetivo, mantienen una cierta autonomía, porque en virtud de su referencia a la verdad, constituyen una red de problemas susceptibles de investigación. El tercer mundo goza de la autonomía de una esfera de validez. Ninguno de los tres mundos debe confundirse con el mundo de la vida. De ellos, solo el mundo objetivo puede ser entendido como correlato de la totalidad de los enunciados verdaderos. Sin embargo, son los tres mundos los que constituyen conjuntamente el sistema de referencia que los participantes suponen en común en los procesos de comunicación.
Acción Teleológica. El actor realiza un fin o hace que se produzca el estado de cosas deseado eligiendo una situación dada los medios más congruentes y aplicándolos adecuadamente. Se amplía y convierte en acción “estratégica” cuando en el cálculo que el agente hace de su éxito interviene la expectativa de decisiones de al menos otro agente actúa con vistas a la realización de sus propios propósitos. El concepto de acción teológica presupone relaciones entre un actor y un mundo objetivo, definido este como totalidad de los estados de cosas que existen o que pueden presentarse o ser producidos mediante una adecuada intervención en el mundo. El modelo data al agente de un complejo cognitivo-volitivo, de modo que pueda, por un lado (mediante sus percepciones), formarse “opiniones” sobre los estados de cosas existentes y, por otro, desarrollar “intenciones” sobre los estados de cosas existentes y, por otro, desarrollar “intenciones” con la finalidad de traer a la existencia de los estados de cosas deseadas. El actor puede realizar afirmaciones verdaderas o falsas (verdad), y puede realizar intervenciones exitosas o no (eficacia). |