descargar 24.34 Kb.
|
1.2 mi primera vez En el instituto, por entonces, sólo se hablaba de “la Esther”, la chica con las tetas más grandes del instituto, y además era la más fácil de todas y cuantas había. Al menos eso decían todos los que ya se habían enrollado con ella. Era la hermana de mi amigo Rafa, y ella había sido la primera chica con la que yo me había enrollado. La “putada” de ese rollito era que no pude contarlo porque Rafa, su hermano, me hubiera matado… Y si no lo hubiera hecho ella. Y ya me dirás de qué te vale enrollarte con una tía, tocar por primera vez unas tetas, flipar en colores, y no poder contarlo después a tus colegas… ¡Una auténtica pesadilla!. Además, tampoco llegué a hacerlo nunca con ella, pero a ella le debo mi primera e inesperada experiencia. A “la Esther” la conocía desde que era pequeña. Tan solo era dos años menor que nosotros, pero al estar en el cole y nosotros ya en el instituto, hacía que la tratáramos como a una niña, y dejó de entrar en la habitación a jugar con nosotros. Fue varios años después, cuando ya entró en el instituto, cuando esa oruguita se convirtió en una mariposa… pero con dos tetas como dos carretas. En casa de Rafa yo era como de la familia. Sus padres y mis padres eran muy amigos, y yo andaba por allí como por mi propia casa. Si tenía hambre me acercaba a la cocina y me hacía un bocadillo yo mismo, si estaba cansado me echaba en el sillón, y hasta me quedaba a dormir sin tener que avisar siquiera. Fue un día que mi amigo Rafa no estaba en casa cuando empezó el lío entre nosotros. Esa tarde no había nadie y me había abierto ella la puerta. Mi inocencia no me hizo percatarme de nada, y eso que ella no dejó de enviarme señales desde el mismo momento que abrió la puerta. Recuerdo que tan solo llevaba una bata rosa, con las piernas desnudas por encima de sus rodillas. Estaba muy guapa, pero no lo pensé en ese momento. ¿Cómo iba a pensarlo si era “la Esther”, la hermanita de mi amigo?. Pero Esther ya tenía catorce, y una mentalidad de chica de dieciocho… por lo menos. - ¿Está tu hermano? – le pregunté, entrando sin más - no, no está – me dijo mirándome de una manera muy extraña – estamos los dos solos - ¿solos? ¿y dónde está el capullo este? - creo que ha ido con mi madre a hacer la compra. Así que tardará un buen rato. ¿Para qué lo quieres? - para hacer un trabajo que nos ha mandado “la pelillos”. Bueno, le esperaré en su cuarto - como quieras – dijo, con esa extraña cara que no acertaba a descifrar - ¿y a ti qué te pasa? – le pregunté extrañado - ¿qué me iba a pasar? – dijo muy seria – nada hombre, nada… que voy a ducharme. ¿Te apetece frotarme la espalda? - sí claro… - le dije y me metí en la habitación, busqué nuestro nuevo disco favorito, el último de Iron Maiden “Somewhere in time”, y lo puse en su plato Technics. Estaba oyendo el disco, y ojeando las letras cuando oí un ruido en el baño. Con cuidado me acerqué y vi que la puerta estaba abierta. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a Esther, completamente desnuda, bajo la ducha. La mampara transparente no hacía mas que agrandar todas sus turgencias, y me quedé bloqueado observando todo su cuerpo desnudo. - ¡Joder con “la Esther” – pensé – parece que tuviera dieciocho por lo menos!. Esther, esa Esther a la que desconocía, era una descarga brutal de sensualidad, y, sobre todo, era un castigo para quien, como yo, pudiera observarla pero no tocarla. Ahí, estático, comprendí que mi vida sería otra a partir de entonces. Desde entonces el cuerpo femenino sería algo prioritario… por encima hasta del fútbol. En esos momentos no podía saber lo que sentía, tampoco quería saberlo. Tan sólo me conformaba con saber que lo que estaba viendo era aun mejor que lo imaginado. Cada movimiento de sus manos, cada roce de cualquier parte de su cuerpo parecía un canto a la alegría, un tributo a los dioses, un poema de amor que yo mismo estaba escribiendo con palabras que no reconocía y que escapaban de mi subconsciente, sin necesidad de mencionar palabra alguna. Y es que no podía creer lo que estaba viendo. Ante mí tenía la más auténtica de las perfecciones, y aun así me conformaba con estar allí, siendo un espectador de lujo. Cada curva de su cuerpo, cada poro de su piel, cada uno de los dedos que tocaban tan maravilloso cuerpo parecía algo anormal, algo místico, algo prohibido que yo estaba robando para hacerlos míos eternamente. Y todo se rompió cuando ella abrió la mampara y nos encontramos frente a frente. Ella, completamente desnuda, chorreante, excesiva… Yo, cual pajarillo desorientado, intentando evitar que pudiera ver, a través de su exterior, toda la excitación que había provocado bajo mi pantalón. - ¿Qué...? - dijo ella sonriendo mientras intentaba tapar su cuerpo con una toalla - Esther… lo siento – balbucí tímidamente mientras con ayuda de mis manos intentaba disimular mi excitación – yo… - cierra la puerta, por favor – me dijo ella muy seria, pero tentadora como las damas de las mil y una noches con las que fantaseaba antes de dormir. En ningún momento perdió la compostura - vale, perdón – dije tímidamente, cerrando la puerta y pegando la frente a la madera de la misma - pero… ¿es que eres tonto? – gritó ella desde el otro lado de la puerta - ¿qué? – pregunté yo, abriendo la puerta, y asomando la cabeza de nuevo - que cierres la puerta pero que te quedes aquí conmigo, tonto – me dijo quitándose la toalla y dejándola caer al suelo. Fue en ese preciso momento cuando se oyó la puerta de la casa. Por suerte yo aún estaba fuera del baño, y pude escapar a la habitación de Rafa sin que me descubrieran. - ¿Cómo has entrado aquí capullo? – me dijo Rafa al verme - me ha abierto tu hermana – le dije muy nervioso mientras él me miraba el pantalón y sonreía - ya… has pillado la revista ¿verdad? - ¿qué? - que has pillado mi revista LIB, de contactos ¿verdad?... la compré ayer. ¿Dónde la has puesto? Salen unas tías bestiales - no sé – le dije tímido y asustado aún – donde tú la dejaste. Toda la semana estuve nervioso, llegando incluso a enfermar a causa de la presión a la que yo mismo sometí a mi cuerpo y, sobre todo, a mi cabeza. Tenía que verme con ella a solas, pero no me atrevía. Tan solo tenía quince, a punto de cumplir los dieciséis, y ella sólo catorce. ¿Estaríamos preparados?... Bueno, la pregunta era: ¿estaría yo preparado?... Ella sí que lo parecía. Fue en un recreo cuando ella se acercó a mí. No dejaba de mirarme y disfrutaba con mi nerviosismo. - Oye, tú y yo tenemos que terminar algo que empezamos ¿no? Te espero el viernes en mi casa. Mis padres se van a pasar el fin de semana a casa de mis abuelos, y Rafa tiene entrenamiento. Te vas a enterar de lo que vale un peine… Me quedé tan bloqueado que no fui capaz de reaccionar cuando me preguntó Rafa qué me había dicho su hermana. - Está de un raro… - me dijo mientras yo la observaba alejándose con sus amigar. Realmente lo que observaba era ese culo que se dibujaba bajo el vaquero ceñido. El viernes por la tarde me recorrí toda la ciudad hasta llegar a la farmacia más lejana de casa. Comprar condones, por entonces, no era nada fácil. Para que nadie me descubriera me fui a la otra parte de la ciudad, a la farmacia de una mujer viuda que decían que era bastante liberal, y de la que circulaban todo tipo de leyendas urbanas que no vienen al caso. Recuerdo que estuve toda la tarde esperando para reunir valor para entrar. Pero nada. Éste no aparecía. Desde las tres hasta las cinco estuve merodeando por allí. Entré en varias ocasiones, pero en ninguna fui capaz de pedirle los preservativos. Primero pedí pastillas para el aliento… la segunda vez pedí Peusek, y la tercera tenía que ser la definitiva o me quedaría sin “guita”. Me quedaba lo justo. Eran las cinco y diez cuando me decidí a entrar. Rafa se iba a las cinco y media al entrenamiento de baloncesto, y Esther me esperaba a las seis menos cuarto. La farmacéutica era una mujer de unos cincuenta – como mucho - no muy guapa, y su cuerpo parecía bien cuidado a pesar de su corta estatura y la bata blanca que llevaba. - Hola joven, ¿Qué deseas? – me dijo sonriendo - ¿joven? – pensé – jo, esta no me los vende. Además, ¿cómo me dijo Paco que se decía de forma fina?... ¿profi… qué? - ¿qué quieres cariño? – repitió la farmacéutica, mordiendo el tapón negro de un boli bic - joder… - pensaba tembloroso - ¿y no será mejor decir condones y ya está?... ¡No, no seas bruto! - Quiero profilancios – le dije intentando recordar esa extraña palabra que me había dicho Paco, y que no acerté a recordar - ¿profilancios?– me preguntó sonriendo, dándose cuenta de que era mi primera vez en ese terreno - ¿no querrás decir profilácticos? - condones, vaya… - le dije muy serio, intentando sonreír, y no parecer muy bruto. La farmacéutica, intentando disimular su sonrisa, ocultó la cajita en una bolsa y me entregó el paquete muy sonriente. - ¿Sabes cómo se usan? – me preguntó, dejándome totalmente fuera de juego - ¿Cómo? – pregunté algo abatido - ¿que si sabes usarlos… cómo ponértelos? – volvió a preguntar sonriendo – esto no es tan fácil como cree la gente. Y es muy arriesgado si se ponen mal – la verdad es que no sé - no te preocupes… yo te lo explico. Mira. Así es que ella abrió el paquete, tomó uno de los condones y se lo puso en el pulgar. - tienes que asegurarte de que te queda bien ajustado – me dijo sonriendo, cada vez más maliciosamente, y mirando hacia la puerta para que nadie nos descubriera .Yo, aparentemente, lucía confundido. Ella, siempre sonriente, miró hacia fuera de la tienda. Por suerte no pasaba nadie. - Espérate un minuto – me dijo guiñándome uno de sus ojos, y se dirigió a la puerta y la cerró con llave - ya que te voy a enseñar a ponértelos, te enseñaré bien. Tomándome de la mano, me llevo a la trastienda, se desabotonó la bata blanca y se quedó en ropa interior. Su cuerpo, lejos de lo que parecía en un principio, era delgado pero esbelto. - Joder – fue lo único que conseguí decir, mirándola. Entonces ella se desabrochó el sostén y lo dejó caer mostrándome dos tetas, no muy grandes, y algo vencidas por la ley de la gravedad. - ¿Te gusta lo que ves… te sientes excitado? – me preguntó quitándose también las bragas y tumbándose sobre una amplia mesa blanca. Yo estaba tan asustado y bloqueado que todo lo que pude hacer fue asentir con la cabeza. - venga cariño – me dijo dejándose caer sobre la mesa – ya es hora de que te pongas el condón como te he explicado. - Venga hombre - me dijo mientras separaba sus piernas para invitarme - no tenemos mucho tiempo. Tengo que volver a abrir la farmacia. Para ser mi primera vez fue todo mucho más fácil de lo que contaban algunos fantasmas del instituto. Además, estaba tan asustado y tan apocado que todo terminó en un santiamén. Jamás lo imaginé así, y ella, viendo que ya habíamos terminado, se me quedó mirando con el ceño fruncido…. - ¿ya, campeón? - sí, lo siento mucho – dije observándola e intentando acariciar su seno adormilado - ¿quiere que probemos otra vez? - no cariño… no hace falta – me dijo intentando levantarse - tengo que abrir la farmacia o la gente empezará a sospechar algo. Por cierto, ¿te pusiste bien el condón?' - claro - le dije, mientras le enseñaba el pulgar – como usted me dijo. Ella, empujándome, se levantó, se vistió rápidamente y me echó de allí violentamente. No entendí nada. Luego, más relajado, comprendí mi error… y, sobre todo, su cara de susto. Sentado en un banco, junto a la plaza de la farmacia, me quedé fumando mi primer cigarro, ese que había guardado para Esther. Y la farmacia – ahora lo recuerdo – estaba justamente frente a la casa de Fali. Es más, recuerdo verle por allí esa misma tarde. Le recuerdo porque iba vestido con una cazadora verde con una gran cara de Kiss pintada en su espalda. Llegué a casa de Esther a las seis y algo. Llegué más valiente de lo que yo mismo hubiera imaginado. Sin duda, haberlo hecho con esa mujer me hizo sentir mejor, y olvidar todos mis miedos. Es más, en ese momento, deseaba volver a hacerlo con ella, y no con Esther, que volvió a parecerme una niña. Dudando durante varios minutos, decidí no entrar en casa de Rafa. Ya había cumplido el sueño de todo adolescente, y “la Esther” podía traerme muchos problemas. En fin, ya tendría otras oportunidades… Y la Esther siempre estaría ahí. |
![]() | ![]() | «No os osaríamos abrir ni acoger por nada; «si no, perderíamos los bienes y las casas, «y aún además los ojos de las caras. «Cid,... | |
![]() | «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» y tomé la decisión que ese sería el lema de los hermanos. Mi más grande deseo... | ![]() | |
![]() | ![]() | «Nada te conmueve. Solo te dejas arrastrar por la vida». Él guarda silencio largo rato y entonces, más para sí mismo que para ella,... | |
![]() | «Nada te conmueve. Solo te dejas arrastrar por la vida». Él guarda silencio largo rato y entonces, más para sí mismo que para ella,... | ![]() | «Nada te conmueve. Solo te dejas arrastrar por la vida». Él guarda silencio largo rato y entonces, más para sí mismo que para ella,... |
![]() | «Nada te conmueve. Solo te dejas arrastrar por la vida». Él guarda silencio largo rato y entonces, más para sí mismo que para ella,... | ![]() |