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EN LAS TINIEBLAS DE LA NOCHEEn las tinieblas de la noche, nos llamamos unos a otros. En las tinieblas de la noche, gritamos y apelamos, mientras la sombra de la muerte se levanta entre nosotros. Sus negras alas flotan encima de nosotros; sus manos crueles empujan nuestras almas al abismo y sus ojos incandescentes están fijos en el horizonte lejano. En las tinieblas de la noche, camina la muerte y nosotros caminamos tras ella, temerosos, afligidos y sin esperanzas de poder detenernos. En las tinieblas de la noche camina la muerte y nosotros caminamos tras ella. Y cada vez que la muerte mira hacia atrás, millares de nosotros caemos al costado del camino. Y aquel que cae se duerme para no despertar más. Y aquel que no cae camina a pesar de sí mismo, sabiendo que caerá a su vez y que dormirá con los que duermen. Que no despertará jamás. Y la muerte continúa su camino, con los ojos fijos en el horizonte lejano. En las tinieblas de la noche, el hermano llama al hermano; el padre llama a sus hijos; la madre llama a sus criaturas. Y todos estamos hambrientos y atormentados por la sed. Mas la muerte no tiene hambre ni sed. Devora nuestros cuerpos y nuestras almas. Y bebe nuestra sangre y nuestras lágrimas. Y jamás se harta ni se satisface. Al comenzar la noche una criatura llama a su madre diciendo: -Madre, tengo hambre. -Espera un poco, hijo mío -responde la madre. Entrada la noche, la criatura llama nuevamente a su madre: Madre, estoy con hambre. Dame pan. -No tengo pan, hijo mío -responde la madre. Cuando la noche va llegando a su fin, la muerte pasa sobre la madre y su hijo, los golpea con sus alas y ellos caen al borde del camino. Y la muerte continúa su camino, con los jos fijos en el horizonte lejano. Por la madrugada, el hombre va hacia los campos en busca de alimento, pero sólo encuentra piedras y tierra. Y al mediodía, regresa a su mujer y sus hijos, con las manos vacías y agotadas sus fuerzas. Y al caer la noche, la muerte pasa por el hombre y su mujer y sus hijos. Y los encuentra inmóviles. Entonces ríe y retoma su camino, con los ojos fijos en el horizonte lejano. Por la mañana, el labrador se aleja de su cabaña en dirección a la ciudad. Lleva en sus bolsillos las joyas de su madre y de su hermana, para cambiarlas por pan. Y al atardecer, regre sa a su casa sin pan y sin joyas. Y encuentra a su madre y a su hermana, inmóviles y con los ojos clavados en el vacío. Alza sus brazos al cielo y cae como pájaro herido por un cazador, Y, a la noche, la muerte pasa por el labrador y por su madre y por su hermana y los ve dormidos. Y sonríe y prosigue su camino mirando hacia el horizonte lejano. En las tinieblas de la noche, en esas tinieblas sin fin, apelamos a vosotros para que caminéis a la luz del día. ¿Nos oís? Os enviamos las almas de nuestros muertos como emisarios. ¿Comprendisteis el mensaje de nuestros emisarios? Y volcamos sobre el viento del Este nuestro aliento. ¿Llegó el viento hasta vuestras costas distantes y entregó su carga? ¿Tomasteis conocimiento del flagelo que nos azota, tratando de salvarnos, o dijisteis, en vuestra prosperidad y seguridad: "Qué pueden hacer los que viven en la luz por los que viven en las tinieblas? Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Y que la voluntad de Dios sea cumplida." Sí, ¡que, la voluntad de Dios sea cumplida! Sin embargo, no pudisteis elevar a vuestras almas por encima de vosotros mismos para que Dios pudiera, a través vuestro, acudir en nuestra ayuda. En las tinieblas de la noche, nos llamamos unos a otros. En las tinieblas de la noche, el hermano llama al hermano; la madre a su hijo; el marido a su esposa y el enamorado a su amada. Y cuando nuestras voces se mezclan y se elevan, la muerte se detiene un instante, se ríe de nosotros. Y después, prosigue su camino, mirando hacia el horizonte lejano con sus ojos incandescentes. |