William Shakespeare el sueño de una noche de verano






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títuloWilliam Shakespeare el sueño de una noche de verano
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Salen.
III.ii Entra [OBERÓN,] rey de las hadas.
OBERÓN

¿Se habrá despertado Titania?

¿Qué habrá sido lo primero que encontró su vista

de lo cual debe prendarse ciegamente?
Entra ROBÍN.
Aquí está mi mensajero. ¿Qué hay, espíritu loco?

¿Qué desorden anda suelto en la floresta?

ROBÍN

Que de un monstruo se ha prendado nuestra reina.

Muy cerca de su oculta y sacra enramada,

mientras sumida en el sueño reposaba,

una tropa de palurdos artesanos,

que en puestos de Atenas hacen su trabajo,

se ha reunido para ensayar una obra

que al duque Teseo brindan en sus bodas.

El peor zopenco de esta gente necia,

el que hace de Píramo en esa comedia,

salió de la escena y se metió en las matas,

conque aproveché esa circunstancia

y le encasqueté una cabeza de burro.

En cuanto su Tisbe concluyó su turno,

mi cómico entró. No más lo avistaron,

cual de un cazador que vieran los patos

o como bandada de parduzcas chovas

que chillan y vuelan al oír la pólvora,

como locas dispersándose en el cielo,

sus buenos amigos al verle así huyeron,

y ante mis pisadas uno rodó en tierra,

gritó «¡A mí! » y pidió socorro a Atenas.

El pánico es tanto que el juicio les falla

y aun lo inanimado creen que les ataca,

pues zarzas y espinos arrebatan gorros,

mangas, ropas (fácil presa es el miedoso).

En su loco horror los sigo ahuyentando

y allí al dulce Píramo dejo transformado.

En ese momento Titania despierta

e inmediatamente del burro se prenda.

OBERÓN

Esto desbarata mi plan y propósito.

¿Y le has apresado al de Atenas los ojos

con el jugo de amor, como te mandé?

ROBÍN

También hice eso. Durmiendo le hallé;

la moza ateniense a su lado estaba:

la vería por fuerza cuando despertara.
Entran DEMETRIO y HERMIA.
OBERÓN

Escóndete aquí, que éste es el joven.

ROBÍN

Ésta es la mujer, pero él no es el hombre.

DEMETRIO

¿Cómo es que rechazas al que así te quiere?

Vitupera así a quien más detestes.

HERMIA

Debería odiarte la que ahora te riñe:

me has dado motivo para maldecirte.

Si, mientras dormía, a Lisandro has muerto,

ya metido en sangre, báñate de lleno

y mátame también.

Jamás con el día fue tan fiel el sol

como él conmigo. ¿Que se escabulló

durante mi sueño? No: más fácil fuera

perforar el eje mismo de la Tierra

y que la luna asomara en las antípodas,

disgustando allí al sol de mediodía.

Con ese rostro criminal e inhumano

es claro y seguro que tú le has matado.

DEMETRIO

Es el rostro del que ha muerto, como yo:

tu crueldad me ha traspasado el corazón.

Mas tú, la asesina, estás tan radiante

como Venus en su esfera rutilante.

HERMIA

Y eso, ¿qué tiene que ver con mi Lisandro?

¿Dónde está? Ah, buen Demetrio, ¿quieres dármelo?

DEMETRIO

Antes diera su carnaza a mis podencos.

HERMIA

¡Calla, perro cruel! Tientas en exceso

mi mansa paciencia. ¡Conque le mataste!

Entre los humanos deja de contarte.

¡Dime la verdad, de una vez por siempre!

Estando él despierto, ¿le habrías hecho frente?

¿Y le matas durmiendo? ¡Vaya osadía!

Bien lo hiciera una serpiente o una víbora.

Fue una víbora, pues no muerde ninguna,

¡reptil!, con lengua más doble que la tuya.

DEMETRIO

Malgastas pasión en un tono errado.

Yo no he vertido la sangre de Lisandro.

Además, no ha muerto, por lo que yo sé.

HERMIA

Entonces, Demetrio, dime que está bien.

DEMETRIO

Y si es que pudiera, ¿tú qué me darías?

HERMIA

El privilegio de no verme en la vida.

De tu vil presencia ahora me alejo.

No vuelvas a verme, esté él vivo o muerto.
Sale.
DEMETRIO

¿Para qué seguirla con tal arrebato?

Más vale que aquí me tome un descanso.

La pena es un peso que crece y se agrava

si el sueño su deuda con ella no paga;

ahora una parte podrá devolverla,

y yo aceptaré lo que el sueño ofrezca.
Se acuesta [y duerme].
OBERÓN

Pero, ¿qué has hecho? Te has equivocado

poniendo el jugo a un leal enamorado.

Su fiel amor se ha torcido con tu yerro

sin que al falso lo hayas puesto del derecho.

ROBÍN

Mandará el destino, pues, por un leal,

millones perjuran y perjurarán.

OBERÓN

Más raudo que el viento corre en la floresta

y haz por encontrar a la ateniense Helena.

Con su mal de amores, pálido el semblante,

los suspiros la vacían de su sangre.

Procura atraerla con alguna astucia;

a éste habré hechizado cuando ella acuda.

ROBÍN

Me voy, me voy. Mira cómo salgo:

más deprisa que las flechas de los tártaros.
Sale.
OBERÓN [aplicando el jugo a los ojos de Demetrio]

Flor de púrpura teñida,

sé cual Cupido y atina

penetrando en su pupila.

Cuando él vea a su amiga,

que ella luzca tan divina

como la Venus que brilla. –

Al despertar, si la miras,

ella sea tu medicina.
Entra ROBÍN.
ROBÍN

Capitán de nuestras hadas,

Helena ya está cercana

y el joven que fue mi error

suplica paga de amor.

¿Vemos a estos comediantes?

¡Qué tontos son los mortales!

OBERÓN

¡A un lado! El ruido de ésos

va a despertar a Demetrio.

ROBÍN

La cortejarán los dos.

¡Qué incomparable función!

Pues no hay nada que me agrade

como un bufo disparate.
[Se apartan OBERÓN y ROBÍN.] Entran LISANDRO y HELENA.
LISANDRO

¿Por qué piensas que cortejo con desprecio?

Ni desdén ni burla se expresan con llanto.

Siempre que juro amor, lloro: juramentos

que han nacido así son firmes y honrados.

¿Cómo crees que lo que hago es despreciar

si lleva el sello de la autenticidad?

HELENA

Cada vez se muestran más tus artimañas.

Si verdad mata a verdad, ¡vil santidad!

Juraste amor a Hermia. ¿Vas a dejarla?

Sopesa juramentos: peso no habrá.

La balanza está igualada con tu voto

a Hermia y a mí: los dos pesan poco.

LISÁNDRO

Actué sin juicio al jurarle mi amor.

HELENA

Como ahora, al dejarla, obras sin razón.

LISANDRO

Demetrio la ama, y no te ama a ti.

DEMETRIO [despertándose]

¡Oh, mi diosa Helena, ninfa sin igual!

¿Con qué podría tus ojos comparar?

El cristal es turbio. ¡Ah, qué tentadoras

lucen las maduras guindas de tu boca!

Esa pura y cuajada nieve del Tauro

que orea el viento del Este, es un grajo

cuando tú alzas la mano. ¡Deja que bese

este regio blancor, aval de mi suerte!

HELENA

¡Qué aflicción! ¡Qué infierno! Os habéis propuesto

arremeter contra mí por pasatiempo.

Si fuerais corteses, de buenas maneras,

no me agraviaríais con tamaña ofensa.

Ya que así me odiáis, ¿odiarme no os basta,

que os burláis de mí en áspera alianza?

Si fuerais los hombres que parecéis ser

nunca insultaríais así a una mujer.

Prometéis, juráis, agrandáis mis méritos,

cuando sé que me odiáis en alma y cuerpo.

Ambos sois rivales y amáis a Hermia,

y rivalizáis burlándoos de Helena.

¡Valiente proeza, varonil hazaña

arrancar el llanto de infeliz muchacha

con toda esta mofa! Ningún noble ánimo

ofendería así a una virgen, torturando

su pobre paciencia por pasar el rato.

LISANDRO

Ya basta, Demetrio: no seas tan cruel,

pues amas a Hermia (sabes que lo sé).

Yo aquí de buen grado, con el corazón,

de Hermia te entrego mi parte de amor.

Cédeme tú a mí tu parte de Helena,

a la que amaré hasta que me muera.

HELENA

Nunca dos burlones más tiempo perdieran.

DEMETRIO

Para ti toda tu Hermia, buen Lisandro:

si una vez la amé, es amor pasado.

Mi amor fue con ella cual fugaz viajero,

y ahora ya por siempre con Helena ha vuelto

para ahí quedarse.

LISANDRO

¡Helena, él miente!

DEMETRIO

No denigres la lealtad que tú no entiendes:

es un riesgo que podría costarte caro.

Mírala, ahí viene: tu amor ha llegado.
Entra HERMIA.
HERMIA

La noche, que al ojo su función le impide,

hace que el oído sea más sensible;

así, aunque las sombras nieguen la visión,

premian al oído con doble audición.

No es mi ojo, Lisandro, el que dio contigo,

sino que a tu voz me trajo el oído.

Mas, ¿por qué tan rudamente me dejaste?

LISANDRO

Si amor me alejaba, ¿por qué iba a quedarme?

HERMIA

¿Qué amor podría alejarte de mi lado?

LISANDRO

El amor que ahora empuja a Lisandro:

la bella Helena, que a la noche engalana

más que todas las brillantes luminarias.

¿Por qué me has seguido? ¿No te hace ver esto

que te dejé por el odio que te tengo?

HERMIA

No es posible. Tú no dices lo que piensas.

HELENA

¡Conque en esta alianza también está ella!

Ahora ya entiendo el juego que llevan:

unidos los tres, mejor me atormentan.

¡Injuriosa Hermia, mujer más que ingrata!

¿Con ellos conspiras, con ellos maquinas

para acosarme con tan zafia burla?

Todos los secretos que hemos compartido,

promesas de hermanas, horas que pasábamos

reprendiendo al tiempo presuroso

porque nos separaba... ¿Todo eso se ha olvidado?

¿La amistad en la escuela, nuestro candor de niñas?

Hermia, nosotras, como dos dioses artífices,

con nuestras agujas creamos una flor

sobre una misma muestra, sobre un mismo cojín

sentadas, cantando las dos en armonía,

cual si manos, costados, voces y almas

fueran de un solo cuerpo. Así crecimos juntas

como una doble guinda que parece separada,

pero que guarda unidad en su división:

dos hermosas frutas moldeadas sobre un tallo;

a la vista dos cuerpos, mas un solo corazón;

dos mitades iguales de un blasón,

mas de un solo título y una sola cimera.

¿Vas a partir en dos nuestro viejo cariño

uniéndote a hombres e hiriendo a tu amiga?

Eso no es de amiga, ni es de doncella.

Nuestro sexo, igual que yo, te lo reprobará,

aunque sólo sea yo la que esté herida.

HERMIA

Me asombra la pasión de tus palabras. Yo de ti no me burlo; más bien tú de mí.

HELENA

¿No has mandado a Lisandro que me siga

en son de burla y que alabe mis ojos y mi cara?

¿Y no has hecho que Demetrio, tu otro amor,

que hace poco me trataba a puntapiés,

me llame diosa, ninfa, única, divina,

joya celestial? ¿Por qué le dice eso

a la que odia? ¿Y por qué Lisandro

reniega de tu amor, que le llenaba el alma,

y a mí, ¡válgame!, me ofrece el suyo,

si no es porque tú lo induces y consientes?

Y eso que no me veo favorecida,

colmada de amor o afortunada como tú,

sino mísera, amante mas no amada.

Lo que yo merezco es lástima, no desprecio.

HERMIA

No entiendo qué quieres decir.

HELENA

¡Eso! Tú persiste: finge seriedad;

haz muecas a mi espalda, guiñaos

el ojo y, ¡adelante con el juego!

Esta broma, bien llevada, pasará a las crónicas.

Si tuviérais compasión, lástima o respeto,

no haríais de mí el blanco de este ataque.

Así que adiós. En parte es culpa mía,

que pronto purgará mi ausencia o muerte.

LISANDRO

Espera, dulce Helena. Deja que te explique,

¡amor mío, alma y vida, bella Helena!

HELENA

¡Admirable!

HERMIA [a LISANDRO]

Mi amor, no te burles de ella.

DEMETRIO

Si no le convence, yo le obligaré.

LISANDRO

Ni tú vas a obligarme, ni ella a convencerme.

Más que sus ruegos no podrán tus amenazas. –

Te quiero, Helena; por mi vida que te quiero.

Te juro por la vida que por ti perdería

que daré el mentís a quien diga lo contrario.

DEMETRIO [a HELENA]

Yo digo que te quiero más que él.

LISANDRO

Entonces ven conmigo a demostrarlo.

DEMETRIO

Vamos, pronto.

HERMIA

Lisandro, ¿adónde lleva todo esto?

LISANDRO

¡Suéltame, gitana!

DEMETRIO

Sí, claro. Parece que se suelta.

Hace ademán de seguirme, pero no viene. –

¡Si serás miedoso!

LISANDRO

¡Quita, gata, lapa! ¡Suéltame, engendro,

o te sacudiré de mí como a una víbora!

HERMIA

¿Por qué te pones tan grosero?

¿Por qué este cambio, amor mío?

LISANDRO

¿Amor tuyo? ¡Aparta, negra zíngara!

¡Quita, medicina vil, repugnante pócima!

HERMIA

¿Estás bromeando?

HELENA

Sí, claro, y tú también.

LISANDRO

Demetrio, mantengo mi palabra.

DEMETRIO

Quisiera atarte a ella, al ver tu débil

atadura. No me fío de tu palabra.

LISANDRO

¡Cómo! ¿Quieres que le pegue, la hiera, la mate?

Por más que la odie, no pienso hacerle daño.

HERMIA

¿Y qué daño podría ser mayor que el odio?

¿Tú odiarme? ¿Por qué? ¡Ay de mí! ¿Qué ocurre, amor?

¿No soy Hermia? ¿Tú no eres Lisandro?

Tan bella soy como era antes. Anoche

me querías, y esta noche me has dejado.

Entonces (¡los dioses me valgan!), ¿he de entender

que me has dejado de verdad?

LISANDRO

Sí, por mi vida, y no quería volver a verte.

Abandona la esperanza, las palabras,

toda duda. Ten por cierto y verdadero

que te odio (no hablo en broma) y que amo a Helena.

HERMIA

¡Ah, tramposa, oruga roedora, ladrona

de amores! ¿Le has robado a mi Lisandro

el corazón al amparo de la noche?

HELENA

¡Eso está bien! ¿No hay en ti recato,

pudor de doncella, ni pizca de sonrojo?

¿Quieres que mi dulce lengua te responda

con rabia? ¡Quita, comediante, títere!

HERMIA

¿Cómo «títere»? ¡Ah, ése es tu juego!

Ya entiendo: lo que hace es comparar

nuestra estatura. Presume de alta,

y con su figura, su larga figura,

su talla, ¡sí, señor!, se lo ha conquistado.

¿Te tiene en tan alta estima

porque yo soy tan baja y menuda?

¿Cómo soy de baja, cucaña pintada, eh?

¿Cómo soy de baja? Pues no tanto

que las uñas no me lleguen a tus ojos.

HELENA

Amigos, os lo ruego, aunque os burléis de mí,

no dejéis que me haga daño. Nunca tuve

mala lengua, ni soy una arpía.

Como buena mujer soy muy cobarde.

Que no me pegue. Acaso penséis

que, porque ella es algo más baja,

yo puedo con ella.

HERMIA

¿Más baja? ¡Otra vez!

HELENA

Mi buena Hermia, no estés tan airada conmigo.

Siempre te he querido, Hermia; siempre

guardé tus secretos, nunca te agravié,

salvo cuando, por amor a Demetrio,

le dije que huirías a este bosque.

Él te siguió y por amor yo le seguí,

pero él me echaba de su lado, amenazándome

con pegarme, darme de patadas y aun matarme.

Ahora, si me dejáis marchar en paz,

volveré a Atenas llevando mi locura

y ya no os seguiré. Dejadme ir.

Ya veis lo simple y lo boba que soy.

HERMIA

¡Pues vete! ¿Quién te lo impide?

HELENA

Mi torpe corazón, que aquí se queda.

HERMIA

¡Cómo! ¿Con Lisandro?

HELENA

Con Demetrio.

LISANDRO

No temas, Helena; ella no te hará daño.

DEMETRIO

Ningún daño, aunque tú estés de su parte.

HELENA

Ah, cuando se irrita tiene la lengua afilada.

Cuando iba a la escuela era una víbora

y, aunque sea menuda, es una fiera.

MIA

¿Otra vez «menuda»? ¿Sólo baja y pequeña?

¿Vais a tolerar que así me insulte?

Dejádmela a mí.

LISANDRO

¡Aparta, enana!

¡Minúscula, cuerpo atrofiado,

bellota, comino!

DEMETRIO

¡Qué obsequioso eres

en favor de quien desprecia tus servicios!

Déjala en paz; no hables de Helena, ni te pongas

de su parte, pues, al más leve gesto

de amor por ella, lo pagarás.

LISANDRO

Ahora ya no me sujeta,

conque, si te atreves, sígueme y veremos

quién tiene más derecho al amor de Helena.

DEMETRIO

¿Seguirte? A ti iré pegado.
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