40 BIBLIA Y CATEQUESIS La Biblia es el alma de la catequesis. Es la primera fuente de inspiración de todo catequista. Sin amor sincero y sin profundos conocimientos de la Palabra divina depositada en ella no puede haber una buena tarea catequética en ningún nivel ni ámbito.

Significado de la Biblia y terminologías.
Biblia (en singular “biblos”, en griego libro) indica el conjunto de Libros sagrados (46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo). En sentido mayestático, ese plural alude al "Libro de los libros", al "Libro por excelencia". Hay diversos términos, con ligeras variantes, para hacer referencia a este depósito sagrado de los mensajes que Dios ha ido enviando a su pueblo elegido: a Israel en los tiempos antiguos y a la comunidad fundada por Jesús en los días de su permanencia en la tierra. Recordarlos es importante para el catequista.
1. Sagrada Escritura La solemos llamar Sagrada Escritura, siguiendo usos judíos y de los primitivos cristianos. Escritura alude a la materialidad del escrito. En ella está contenida comunicación, la Palabra de Dios.
La intervención divina, que se acomoda a la actuación humana, nos lleva también a hablar de Revelación y de Inspiración divinas. Dios "revela" (su amor, su misterio, su doctrina, su ley) a quien no lo conoce. En la Escritura está la Revelación de Dios. Pero también mueve, impulsa, "inspira", a los autores humanos para que escriban lo que El quiere y sólo ello.
Los judíos hablan de la "Escritura" y los cristianos hablan de "Palabra"; ambos hablan de "Biblia". La Biblia cristiana es Escritura Sagrada confiada a la Iglesia. Se apoya en la Escritura judía. Los 39 de los judíos fueron escritos en hebreo (lenguaje hablado antes de la cautividad de Babilonia), a excepción de algunos textos que fueron redactados en arameo (el hablado en Babilonia y que mantuvo Israel después del regreso). Fueron textos consignados gráficamente por inspiración divina. Fueron reconocidos como sagrados por la autoridad religiosa, judía o cristiana. En ellos se halla depositada la comunicación venida de Dios, la Revelación.
Es el "Depósito" en el cual se halla el mensaje divino, la "Palabra de Dios" entregada a los cristianos que la prestan su máximo respeto y ajustan a ella su vida. La idea de "escribir o escritura" (en griego, grafo o grafía) aparece 345 veces en el Nuevo Testamento como soporte de un mensaje divino. En el canon del Antiguo Testamento también es frecuente aludir a la Escritura Sagrada como instrumento en el que se encierra lo que Dios comunica para conservación en la comunidad y para ser leído, repetido y medita 2. Palabra de Dios Concepto que alude a la comunicación divina a los hombres, en especial a su elegido Pueblo de Israel y luego al nuevo pueblo que es la Iglesia. La Palabra divina es algo vivo, misterioso e imperceptible, a diferencia de la Escritura Sagrada que es algo visible y concreto. Pero Dios habla y su mensaje queda vivo en los oyentes. El concepto de "Dios habla a los hombres" aparece en el Nuevo Testamento unas 300 veces y en el Antiguo Testamento pasa de medio millar. Alude a la comunicación gratuita de Dios, que es vivo y, al igual que los hombres, "puede expresar su pensamiento" en palabra humana.
En este sentido la Palabra divina toma cuerpo, pero es divina por origen. En el desarrollo de esa concepción, la cumbre llega con la teología de Juan. Juan llega a definir a Cristo como el Verbo, el Logos, la Palabra hecha Carne. Comienza su texto evangélico llevando el concepto de Palabra de Dios a su identificación con el mismo Dios invisible, luz de luz, que se hace hombre visible y habita en el mundo (Jn. 1).
Pero en los demás textos bíblicos la palabra divina es su comunicación misteriosa. El depósito en el que está guardada esa comunicación es la Escritura Sagrada y también la Tradición y la Comunidad con la Autoridad o Magisterio al frente. Lo esencial de esa “Palabra” es su origen divino y la identificación que los primeros cristianos hacen con el Hijo de Dios enviado a la tierra para la salvación del hombre y para la participación en su vida.
No es extraño que la Iglesia haya tenido especial veneración a esa expresión y desde los primeros tiempos la vea encarnada en el texto escrito, la venere y proclame en su Liturgia y la convierta en el ideal evangélico del anuncio divino.
La catequesis no es, desde este punto de vista, otra cosa que un ministerio de la Palabra, no de la humana sino de la divina. Es el anuncio del mismo Cristo, Palabra divina encarnada, que se hace llegar a los destinatarios que son los hombres. El catequista es ante todo un mensajero de la Palabra divina, que es lo mismo que decir que proclama los que dios ha dicho y anuncia a Cristo que es la encarnación de esa misma Palabra, (el Verbo en latín, el Logos en griego)

Revelación
Significa "descubrimiento o manifestación" de lo oculto. Cuando se habla de "revelación divina" se alude al mensaje o contenido de lo que Dios quiere comunicar a los hombres, sobre todo si se trata de algo "nuevo" que no conocen ellos. La revelación es iniciativa de Dios que comunica sus misterios por amor a los hombres. Es un regalo y por lo tanto nada debido a la naturaleza humana. Los misterios revelados se conocen, pero no se comprenden. Aunque incomprensibles, su existencia es aceptable y compatible con la naturaleza y la razón. Se aceptan por el hombre debido a su origen divino. Dios, Ser Supremo y Padre de todos es su garantía. Son el estímulo de la fe y, al mismo tiempo, su objeto.
Los misterios revelados: Trinidad de Personas en Dios, divinidad del Espíritu Santo, identidad divina de Cristo Jesús, permanencia eucarística, gracia santificante, perdón del pecado, virginidad en la generación de Jesús, ausencia de pecado original en su Madre María... etc., son datos de revelación.
Si Dios no los hubiera querido comunicar, nunca podríamos haberlos conocido. Por eso los misterios cristianos son un regalo a los que Dios ama. La fe supone la adhesión a esa revelación, a esa Palabra divina, y tiene como consecuencia primera la aceptación del mensaje recibido del mismo Dios que revela gratuitamente por parte del hombre limitado. La revelación divina es la primera fuente de la catequesis y su motor íntimo. El que catequiza no hace otra cosa que ayudar a los hombres a que descubran, acepten y hagan vida lo comunicado por Dios.
El catequista anuncia gratuitamente lo que ha recibido como regalo y lo hace por amor a la verdad recibida. No lo hace como iniciativa propia ni como aventura. Y actúa como miembro de la Comunidad creyente que es la Iglesia depositaria del mensaje. La transmisión de ese mensaje no es sólo una información, una transmisión, sino una vitalización, un anuncio celebrativo, una conmemoración y un compromiso. El concepto de revelación le lleva al catequista a orientar adecuadamente su acción evangelizadora:
- a presentar a Dios como activo y amoroso, en contacto permanente con todos los hombres que son libres de aceptarle. - a entender que las verdades básicas que él transmite son de origen divino y por lo tanto requieren respeto, aceptación y amor. - a buscar los medios más convenientes para que esa riqueza se conserve fielmente y se transmita a los catequizandos. - a sentirse intermediario, no propietario, del mensaje revelado, lo cual implica dignidad, responsabilidad, autoridad. - a desear conocer cada vez mejor el misterio de Dios, que es su Palabra divina, para encerrarlo con habilidad en la propia palabra humana; es decir, a hacer el mensaje asumible y comprensible. - a convertir el misterio divino en plegaria y vida, que es precisamente la religión: adoración, agradecimiento, comunicación.
2. ACOGIDA DE LA BIBLIA EN LA IGLESIA La Biblia es la “biblioteca básica, radical y vital” del buen catequista. En los 73 “Libros”, cada uno a su manera, el catequista se encuentra con un dios vivo, providente, que eligió un pueblo y sigue presente en él. Por eso le interesa conocer la historia de la salvación,

En tiempos de Jesús.
Jesús hablaba arameo, en su dialecto galileo. En Palestina se usaba el "canon" o lista de libros que aceptaban los escribas y los sacerdotes del Templo. Era el canon llamado de Jerusalén. Agrupaba los libros santos en "La ley y los profetas" y añadía los otros escritos.
- La Ley (la Torah) era lo más sagrado. Aludía al Pentateuco (cinco rollos, penta-teujos) atribuido a Moisés.
- Los Profetas (los Nebi'im) abarcaban los libros históricos antiguos (profetas anteriores) y los que llamamos hoy "proféticos" (profetas posteriores). También eran así los Salmos por ser de David.
- Valoraban otros libros santos, hagiográficos (Kethubim, piadosos), como los Sapienciales y las Crónicas.
Los judíos del Mediterráneo (en Diáspora o dispersión) eran numerosos. Hablaban el griego común o popular y preferían el canon o lista de Alejandría, ciudad con numerosa comunidad judía.
Seguían la traducción griega de la Biblia, pues ellos no entendían ya el arameo y menos el hebreo. Eran más tolerantes con el canon y admitían otros libros que no aceptaban en Jerusalén (los "Deuterocanónicos": Tobías, Judith, Baruc, Sabiduría, Eclesiástico, incluso 1 y 2 Macabeos y partes de Daniel y Esther). Seguían la traducción hecha en el siglo III a. de C., cuando se impuso la cultura griega en toda la región. Había sido realizada, o iniciada, hacia el 250 a de C., en tiempos del rey Ptolomeo II Filadelfo. La tradición la atribuía a 70 sabios y por eso se conoce con el nombre "Versión de los LXX".
Los primeros cristianos. Extendidos pronto por el Mediterráneo, procedían al principio del judaísmo en su mayor parte. Siguieron el canon de Alejandría. Las citas en los escritos suyos, las que tenemos en el Nuevo Testamento, estaban tomadas de esa traducción griega de los LXX. El Antiguo Testamento cristiano organizó los libros según su orden y distribución, que era algo diferente del de Jerusalén: Pentateuco, libros históricos, los poéticos, los sapienciales, los proféticos. Seguían criterios cronológicos y no el modo de Jerusalén, que daba el máximo valor a la Torah.
Los cristianos añadieron los 27 libros del Nuevo Testamento. Al relatar los "dichos y hechos de Jesús" (Evangelio), o los comentarios de los Apóstoles que habían vivido con Jesús (Epístolas, Hechos, Apocalipsis), se acostumbraron a mirarlos también como Palabra de Dios, tan inspirada como la del Antiguo Testamento y a leerla en sus asambleas.
Incluyeron esos escritos con igual valor que los antiguos, que habían sido reconocidos como inspirados por el mismo Señor y por los Apóstoles. En esos escritos, que surgieron a lo largo del siglo I, se reflejaba la conciencia de que una "nueva alianza, otro "Testamento", había comenzado con la llegada de Jesús.
Algunos de los 27 libros también tuvieron dificultades para ser aceptados en algunas comunidades (los deuterocanónicos: Hbr. Sant. 2 Petr. Jud. Apoc.) Pero pronto el Nuevo Testamento incluyó todos: cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las 14 Epístolas o cartas llamadas de S. Pablo o atribuidas a él, las otras 7 de Apóstoles y el Apocalipsis.
Los protestantes o reformados, desde el siglo XVI, rechazaron los libros que no estaban en la Biblia hebrea (pseudoepígrafos los llaman). Los católicos, desde el Concilio de Trento (1545-1563), aceptaron todos con igual valor, mirándolos como depósito de la Palabra divina.
Los 73 libros de la Biblia (45 ó 46 y 27) fueron poco a poco aceptados y apreciados por igual. Formaron la "Biblia" cristiana, el "Depósito de la fe" al cual deben acudir los ministros de la Palabra.
  3. USO DE LA BIBLIA La Biblia es libro religioso. En él se apoya la fe de los creyentes, judíos y cristianos, protestantes y católicos. La Iglesia la mira como primera fuente de fe. Y es normal que sea el soporte de las doctrinas, de la piedad y de la plegaria, de la predicación y de la catequesis para todos los que siguen a Jesús. Con todo, la Biblia reclama una conveniente exégesis, tanto oficial o dada por la Iglesia, como personal o meditada por cada cristiano según su conciencia. Uso ascético y dogmático Los católicos interpretan la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, a la luz de lo que dice la Iglesia (Magisterio, Tradición, Comunidad). Si predomina la visión de la propia conciencia (libre examen), nos movemos en los criterios de la Reforma protestante. Si preferimos la interpretación de la Iglesia a la propia, nos hallamos en clave católica.
Sin correcta exégesis no puede haber buena catequesis, pues los libros sagrados encierran mensajes divinos en lenguajes humanos. Es objetivo central de toda tarea educativa y catequética enseñar a "leer", entender, vivir, proclamar y celebrar la Palabra divina.
El lenguaje de la Biblia ha moldeado y dado forma a las oraciones, a la liturgia, a los himnos del cristianismo, como también aconteció en el judaísmo.
La Biblia es la guía primera del que trata de señalar caminos a la fe de los demás. Un catequista no puede dejar de meditar, estudiar y profundizar continuamente la Palabra de Dios hecha Escritura Sagrada. En ella sabe ver la presencia de Dios y los datos humanos en los que se alberga. La “Inspiración bíblica” es el alma de la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, es la referencia a Dios. Por eso debe ser mirada y leída con fe. Los primeros cristianos recogieron del judaísmo el respeto santo y santificador a las Escrituras. Jesús, como buen judío, estuvo siempre pendiente de ellas (de los Salmos, de los Profetas, de la Ley del Señor). Los testigos que vivieron con El, entendieron perfectamente tal actitud. En la Palabra de Dios veían los seguidores de Jesús, y los cristianos siguen viendo hoy, la luz de la inteligencia y el aliento de la voluntad para el creyente.
La "historia" del Pueblo elegido, es decir la "Historia" de la Salvación, está siempre presente en la conciencia de los creyentes. Por eso los cristianos no miran a la Biblia como un libro religioso más. Ven en ella el testimonio escrito de la relación de Dios con los hombres. Judíos y cristianos creen que Dios la ha inspirado, no escrito. Una voluntad divina se halla depositada en sus palabras: en su contenido y en sus formas. Su mensaje viene de Dios: los lenguajes vienen de los diversos autores santos (hagiógrafos) que la escribieron bajo el impulso (inspiración) de Dios.
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