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Muchos ensalzan al ministro que habla mucho de la gracia, el amor y la misericordia de Jesús, que no pone énfasis en los deberes y las obligaciones, que no amonesta acerca de los peligros de la hipocresía, o que no predica acerca de los terrores, de la ira de Dios. La obra del Señor debe hacerse con fervor y decisión, por encima del engaño y la hipocresía. Sus verdaderos pastores no alabarán ni exaltarán al hombre. Comparecerán delante del pueblo con un claro "Así dice el Señor, el Santo de Israel". Darán el mensaje, ya sea que los hombres lo quieran escuchar o lo rechacen. Si los hombres desprecian la Palabra de Dios y confían en la opresión, la hipocresía y la mundanalidad, los pastores deben declarar contra ellos las denuncias de Dios para que, si fuera posible, sean inducidos a arrepentirse. Si son demasiado orgullosos para arrepentirse y confesar sus errores, para volver a Dios, dando la bienvenida a la salvación y buscando su favor, el Señor retirará su luz de ellos y dejará que caminen por la senda que han escogido. Los que empujen a los fieles mensajeros del Señor a situaciones sin salida, los que los desanimen, los que se interpongan entre ellos y el pueblo, de manera que su mensaje no ejerza la influencia que Dios quería que tuviera, serán responsables de los engaños y las herejías que se introduzcan en la iglesia como resultado de su conducta. Tienen una terrible cuenta que rendir ante Dios. Después que el Señor ha amonestado repetidamente a su pueblo, si aún rehúsan escuchar su voz y no quieren ser instruidos, su culpa es particularmente abominable para el Señor. El detalle de su rebelión se anota en un libro que está ante él, y tendrán que enfrentarse con ese informe cuando el juicio comience y los libros se abran (Manuscrito 10, del 16 de febrero de 1899, "Palabras de advertencia"). 56 17 DE FEBRERO DEDICA TIEMPO A SER SANTO Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Rom. 15: 4. Decimos a cada alma: Estudien su Biblia como no la han estudiado nunca antes. . . Surja lo positivo de la verdad de los labios humanos, bajo la dirección del Espíritu Santo. Ruego a todos que velen y oren para que no caigan en tentación. La obra que estamos realizando en el mundo significa mucho para todos nosotros. Hoy ocurre lo mismo que sucedió en los días de Noé, cuando se dio la invitación para que todos los que quisieran entraran en el arca. No sabemos cuán pronto se dará el último mensaje de amonestación y nuestros casos estarán decididos para la eternidad. Pero el Señor es misericordioso y extiende la invitación: "Venid, que ya todo está preparado" (Luc. 14: 17). Se esperaba que todos los habitantes del tiempo de Noé entraran en el arca antes que se cerraran las puertas. Después que éstas se clausuraron, los que entraron fueron probados duramente, pues estuvieron en el arca una semana entera antes que comenzara a llover. ¡Oh qué terribles fueron las burlas, y cómo desafiaron a Dios los que no quisieron entrar! Pero cuando terminó esa semana, la lluvia comenzó a caer suavemente. Esto era algo nuevo para ellos. La lluvia continuó hasta que cada ser viviente fue arrasado de sobre la faz de la tierra. Pero una familia -la que entró en el arca- se salvó. Nosotros necesitamos prepararnos ahora para cuando comiencen a desarrollarse las escenas finales de la historia terrenal. Escudriñe cada cual diligentemente su propio corazón y conviértase, para que sus pecados puedan ser perdonados. El mundo se opone cada vez más, y en forma más decidida, a Dios y a su verdad. Todos los que quieran hacer la voluntad de Dios lograrán obtener conocimiento, y su experiencia será valiosa. Debemos prepararnos ahora para hacer una gran obra en muy corto tiempo. Debemos tener una experiencia individual y, si queremos acudir al Señor humildemente, lo encontraremos, obrará con nosotros y nos revelará su salvación (Carta 84, del 17 de febrero de 1906, dirigida al pastor E. W. Farnsworth y Sra., obreros en Battle Creek, Míchigan). 57 18 DE FEBRERO AQUÍ COMIENZA EL CIELO ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! Sal. 31: 19. Mientras escribo me invade un profundo sentido de gratitud por el amoroso cuidado que tiene nuestro Salvador para con todos nosotros. Al leer la Palabra de Dios y arrodillarme en oración, me impresiona tanto la bondad y la misericordia de Dios que no puedo ofrecer mi petición sin llorar. Mi corazón se subyuga y quebranta mientras pienso en la bondad y el amor de mi Padre celestial. Tengo hambre y sed de disfrutar más y más de Jesús en esta vida. Cristo fue crucificado por mí; ¿me quejaré si estoy crucificado con él? Nunca sentí un deseo más ardiente de poseer la justicia que ahora. En mis horas de oración, la que siempre elevo al cielo es: "Señor, enseña a tu pueblo cómo buscar y salvar las ovejas perdidas". No sabemos lo que nos depara el porvenir, y nuestra única seguridad consiste en andar con Cristo, con nuestra mano en la suya, y el corazón lleno de perfecta confianza. No ha dicho él acaso: "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo"? (Isa. 27: 5). Mantengámonos junto al Salvador. Caminemos humildemente con él, llenos de su mansedumbre. Escóndase el yo con él en Dios. . . Me duele el corazón cuando veo a tantos que hacen del yo su ídolo. Cristo pagó el precio de la redención por ellos. A él le pertenece todo el servicio que puedan prestar sus facultades. Pero sus corazones están llenos de amor propio, y del afán de ostentación. No piensan en las palabras: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mar. 8: 34). . . Entre aquellos sobre quienes recaerá una amarga desilusión en el día de ajuste final de cuentas, se encontrarán algunos que son aparentemente religiosos y que exteriormente viven vidas cristianas. Pero el yo impregna todo lo que hacen. Se sienten orgullosos de su moralidad, su influencia, su capacidad de ocupar puestos más elevados que los demás, y de su conocimiento de la verdad, porque piensan que gracias a estas cosas obtendrán el beneplácito de Cristo. Señor -imploran- "delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste" (Luc. 13: 26). "¿No profetizamos en tu nombre y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" (Mat. 7: 22) (Carta 91, del 18 de febrero de 1904, dirigida a W. C. White). 58 19 DE FEBRERO PAZ EN SU PRESENCIA Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos. Sal. 77: 11, 12. El futuro nos depara grandes acontecimientos, y deseamos invitar al pueblo para que abandone su indiferencia y se prepare para ese día. . . No tenemos que abandonar ahora nuestra confianza, sino tener una firme seguridad, más firme que nunca antes. Hasta ahora nos ha ayudado el Señor, y nos ayudará hasta el fin. Contemplaremos las monumentales columnas, recuerdos de lo que el Señor ha hecho por nosotros, para consolarnos y salvarnos de la mano del destructor. Debemos recordar con nitidez cada lágrima nuestra que el Señor ha enjugado, cada dolor que ha calmado, cada ansiedad que ha eliminado, cada temor que ha disipado, cada necesidad que ha satisfecho, cada misericordia concedida. . . Sólo podemos esperar nuevas perplejidades en el conflicto que está por venir, pero podemos considerar tanto lo pasado como lo venidero, y decir: "Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1 Sam. 7: 12). "Como tus días serán tus fuerzas" (Deut. 33: 25). La prueba no sobrepujará la fortaleza que se nos concederá para resistirla. Emprendamos, entonces, nuestra tarea justamente donde la encontramos, sin una palabra de queja, sin pensar en otra cosa que no sea la seguridad de que recibiremos fortaleza suficiente para hacer frente a la prueba. Nuestros hijos están en las manos de Dios. Nuestra fe debe despertarse para captar las promesas de Dios, y no debemos quejarnos ni estar tristes, porque si lo hacemos deshonramos a Dios. Debemos tratar de tener una actitud mental que nos llene de alegría y esperanza. La paz de que gozamos en la actualidad no debe ser perturbada por pruebas anticipadas, porque Dios nunca abandonará una sola alma que confíe en él. Dios es más poderoso que nuestros temores. Si pusiéramos empeño en recordar y enumerar sus misericordias, rememorando los casos cuando Dios obró en nuestro favor y superó nuestros temores, cuando interpuso su poder y su gracia en momentos cuando estábamos sumamente perplejos, y nos sostuvo cuando estábamos a punto de caer, cómo nos consoló cuando estábamos tristes, descubriríamos que manifestar desconfianza en Dios y llenarnos de ansiedad es incredulidad. Recordemos cada día sus misericordias y disfrutemos de ellas. Debemos vivir por fe siempre. . . Regocíjense siempre, en Dios. Alaben hoy a Dios por su gracia y sigan alabándolo cada día. (Carta 11 a, del 19 de febrero de 1884, dirigida al pastor Urías Smith y Sra.). 59 20 DE FEBRERO AUN EL MUCHACHO ES CONOCIDO Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta. Prov. 20: 11. Cuando Cristo todavía era niño, José y su madre lo encontraron en el templo entre los doctores, mientras los escuchaba y les hacía preguntas. Mediante sus preguntas iluminó muchísimo sus mentes. En esta visita a Jerusalén comprendió que ciertamente era el Hijo de Dios, y que tenía ante sí una obra especial que hacer. Cuando su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo te hemos buscado con angustia" , él respondió: "¿Por qué me buscabais?" Entonces, mientras la luz de la divinidad iluminaba su rostro, añadió solemnemente: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (Luc. 2: 48, 49). Y aunque después de regresar a Nazaret estuvo sometido a sus padres, no perdió la noción de su obra futura, es a saber, que debía trabajar para salvar a los perdidos. Sabía que debía vigilar fielmente cada una de sus facultades, para que Satanás no obtuviera la menor ventaja. En todos sus actos debía ser el Hijo de Dios, para poder morar entre los hombres como representante del Padre. Su obra consistía en lograr que los demás también fueran hijos de Dios, y no debía perder ninguna oportunidad de introducir la levadura en la masa, para que otros jóvenes, y los de edad madura, pudieran ver que no es conveniente descuidar la oportunidad de estar intelectualmente calificados para ser colaboradores de Dios. Debía enseñar a sus semejantes a trabajar hasta el máximo de sus posibilidades, para llegar a ser lo que un día hubieran querido ser. Los hermanos de Cristo no lo entendieron, porque no era como ellos. Trabajaba para aliviar todo sufrimiento que veía, y siempre tenía éxito. No tenía mucho dinero para dar, pero a menudo compartió su humilde alimento con los que creía que estaban más necesitados que él. Sus hermanos consideraban que su influencia contrarrestaba demasiado la de ellos; porque cuando dirigían palabras duras a las pobres almas degradadas que se relacionaban con ellos, Cristo en cambio buscaba a esas mismas personas y les dirigía palabras de ánimo. Y cuando en el círculo familiar no podía hacer más, tan suave y discretamente como le era posible daba un vaso de agua fresca a los pobres seres que estaba tratando de ayudar, y ponía su propio alimento en sus manos (Manuscrito 22, del 20 de febrero de 1898, "Cristo, el gran misionero"). 60 21 DE FEBRERO OBTENGAMOS FUERZA DE SU FORTALEZA No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que le obedezcáis en sus concupiscencias. Rom. 6: 12. Aprenda constantemente de Jesús, aumente siempre su fe y crezca en la gracia y en el conocimiento de la verdad. Estamos haciendo una gran obra, y el Señor es nuestro ayudador y nuestro escudo. Los ángeles de Dios están empeñados en esta obra de proclamar al mundo el mensaje de amonestación. Nosotros mismos nada podemos hacer. Sin el Espíritu del Señor somos tan débiles como el agua. Nuestra fuerza consiste en ocultarnos en Jesús. Sea Cristo el muy amado y señalado entre diez mil. De nuevo le aconsejo que cuide la habitación que Dios le ha concedido. No reine el pecado en su cuerpo mortal, y no malgaste las facultades físicas que Dios le ha dado; conserve, en cambio, su vigor, y ponga toda su confianza en un Salvador perfecto. Desea que alcance la victoria que al final ostente una corona tachonada de joyas. El cielo, el dulce cielo, es el hogar eterno de los santos. Allí descansaremos pronto. Usemos, entonces, nuestras facultades, sin abusar de ellas, a fin de que Dios pueda acrecentarlas y santificarlas para que puedan prestar el servicio más elevado. Quiera el Señor acercarse a usted. . . para darle una fuerte influencia que derribe el error, la superstición y las obras de Satanás. Podemos pedir a Dios grandes cosas y él nos las dará. Seremos fuertes mediante su fortaleza. Sufrirá la oposición del clero mientras viva a la altura de la elevada norma de la religión de la Biblia y trate de presentarla a los demás. También el desprecio y la burla, la calumnia y la falsedad lo seguirán. Sus motivos, sus palabras y sus acciones serán mal entendidos, mal representados y despreciados; pero si usted prosigue la obra sin hacer caso de los malos tratos, si hace lo correcto, si es bondadoso y paciente, humilde en espíritu, feliz en Dios, finalmente ejercerá una buena influencia. Gozará de la simpatía de todos los honestos y razonables. Afírmese en la Palabra de vida; la tempestad de la oposición se disipará gracias a su propia furia y por fin se calmará. El clamor se extinguirá. . . La armonía de verdad será vista, sentida y obedecida por los honestos y temerosos de Dios (Carta 16, del 21 de febrero de 1879, dirigida al pastor J. G. Matteson, obrero de avanzada en Dinamarca). 61 22 DE FEBRERO DONDE TU QUIERAS, SEÑOR No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Fil. 4: 11. Se ha apoderado de mi mente el pensamiento de que si no se producen cambios en mi salud física, no es lo mejor que relacione este hecho con mis dolores ni con mis horas de insomnio. Así, pues, pasa un día tras otro y mi experiencia sigue igual. Los dolores reumáticos han invadido todo mi cuerpo. No tengo apetito ni me agrada comer, y cuando me siento por un instante, sufro muchos dolores cuando me quiero levantar. Mis miembros no me quieren obedecer, y si los muevo sufro mucho dolor. He pensado mucho acerca de que el Señor no me envió a este país [Australia]. A veces tengo la seguridad de que la voluntad de Dios era que permaneciera en California, en mi propio hogar, y que escribiera en la medida de mis posibilidades acerca de la vida de Cristo. Pero de una cosa estoy segura: la gente de este país necesita ayuda. Y temo que hubiera sido egoísmo de mi parte, o amor a la comodidad, si hubiera rehusado venir a Australia. Durante mi vida he tratado de hacer lo que no estaba de acuerdo con mi inclinación, porque Cristo, nuestro modelo, no vivió para agradarse a sí mismo. Muchas veces he pensado que a un alto costo había conseguido un lugar para retirarme a descansar, donde pudiera escribir acerca de la vida de Cristo. Pero recibí una ferviente invitación de un lugar donde se necesitaba ayuda, y se me solicitó que diera mi testimonio en las iglesias. No me atreví a decir no. Inmediatamente respondí que haría todo lo posible de acuerdo con la fuerza que Dios me diera. Después de cumplir esta tarea en medio de mi debilidad, otros deberes en Battle Creek requirieron mi colaboración, lo que me obligó a trabajar de día y de noche, y a orar mucho en las horas de la noche cuando no podía dormir. Cuando fui a California creía verdaderamente que podría quedarme allí todo el invierno, pero muchos expresaron la opinión de que era el momento de ir a Australia. No me atreví a quedarme, sino que fui, de acuerdo con la opinión y la luz de mis hermanos. Entonces, cuando llegué a Australia, asumí las responsabilidades y trabajé como hasta ahora lo he hecho (Diario, Manuscrito 29, del 22 de febrero de 1892, escrito en Melbourne, Australia). 62 |