ROY H. SCHOEMAN
“LA SALVACIÓN VIENE
DE LOS JUDÍOS”
(Juan 4:22) El Papel del judaísmo en la Historia de la Salvación desde Abraham hasta la Segunda Venida
Traducido al Español por George M. Santamarina PREFACIO 4
AGRADECIMIENTOS 5
CAPÍTULO UNO: Los Judíos y la Llegada del Mesías 6
Los Comienzos del Pueblo Judío 8
Papeles Desempeñados por el Pueblo Judío 10
CAPITULO DOS: ¿Qué Tal lo Hicieron los Judíos? 13
“Remanentes Fieles” en las Escrituras 13
“Remanentes Fieles” Posteriores 16
Testimonio de los Hermanos Lemann 18
Descendencia y Bendición 23
CAPITULO TRES: Judíos, Gentiles y la Iglesia 28
Judíos, Dios, Gentiles y Demonios 28
Judíos y Gentiles en la Iglesia Primitiva 32
El Deseo de los Judíos de Mantenerse Separados 42
CAPÍTULO CUATRO: La Idea Mesiánica en el Judaísmo 48
El Papel Central del Mesías en el Judaísmo 48
El Mesías en el Antigüo Testamento 52
El Mesías en la Seudo-Epigrafía 72
El Mesías en el Talmud 75
El Jesús Histórico 90
Las Curaciones de los Discípulos de Jesús en el Talmud 91
92
CAPITULO CINCO: El Judaísmo y el Holocausto 93
El Holocausto y La Teología Judía 93
Elie Wiesel 105
El Holocausto visto por Edith Stein 111
¿“Holocausto” o “Shoah”? 119
CAPÍTULO SEIS: Fundamentos Ideológicos del Nazismo 125
Antecedentes 125
Preparando el camino para el Nazismo 134
Hitler y la Nueva Religión Nazi 159
Degeneración Sexual 166
La Reacción del Resto del Mundo 171
Las Motivaciones Diabólicas detrás del Holocausto 175
El Testimonio del Cardenal Jean-Marie Lustiger 177
CAPITULO SIETE: Anti-Semitismo Después del Holocausto 181
Nazismo en el Mundo Árabe 182
Anti-Semitismo Oficial Árabe 193
El Adoctrinamiento de los Niños 205
El Papel del Islam 207
Una Sola Campaña 215
CAPITULO OCHO: Los Judíos y la Segunda Venida 218
CAPITULO NUEVE: El Regreso de los Judíos 227
“El Injerto” 227
Gracias Extraordinarias en las Conversiones Judías 235
La naturaleza de la Conversión Judía 251
La Incorparación Actual de los Judíos en la Iglesia 254
Conclusión 257
EPÍLOGO: Mi conversión 259
BIBLIOGRAFIA 265
PREFACIO
Si existe una discusión teológica en la que ambos judíos y cristianos deberían estar de acuerdo es que “la salvación viene de los judíos”. Ha sido siempre la constante enseñanza del judaísmo desde los días de Abraham que la salvación de toda la humanidad ha de venir de los judíos. Este es el sentido primario de que los judíos constituyen “el Pueblo Escogido”; y los cristianos, al menos los cristianos que creen en la veracidad y exactitud del Nuevo Testamento, no tienen otra alternativa que creer que “la salvación viene de los judíos”, dado que estas son las mismas palabras que Jesús le dijera a la samaritana :(Juan 4: 22). Este libro trata de determinar el significado de esas palabras desde una perspectiva judía dentro de la fe católica. Siendo yo un judío que se ha incorporado a la Iglesia Católica, algunos me podrían acusar de no estar calificado para hablar por el judaísmo ya que constituyo lo peor de los judíos, un apóstata, un traidor un cambia casaca, un judío que ha “cambiado sus lealtades” y se ha vuelto católico. Y al contrario, yo podría alegar que un judío que se ha vuelto católico es la mejor persona para explorar el sentido verdadero del judaísmo. Para entender la historia de la salvación hay que ser cristiano, ya que la encarnación, muerte y resurrección de Cristo se encuentran en el centro mismo de la historia de la salvación, y la totalidad de la doctrina pertinente está contenida en las enseñanzas de la Iglesia Católica. Un católico que no sea de origen judío tiene que tener por necesidad un conocimiento más abstracto e incompleto del judaísmo que alguien que haya crecido dentro del judaísmo. El problema se complica por la variedad e inconsistencia de las creencias dentro de la comunidad judía, lo que hace difícil el determinar “lo que los judíos creen” o “lo que el judaísmo dice” sobre un tópico específico. A pesar de que los judíos pudieran poner en entredicho el derecho de un judío “apóstata” a representar el judaísmo, esta caracterización de por sí apunta al meollo del problema. La cuestión no es quiénes somos “nosotros”, sino quien era Jesús. Si Jesús era el Mesías Judío, el Mesías profetizado por tanto tiempo, el esperado, y por quien oraban los judíos, entonces un judío puede estar en lo cierto y aceptar que El era el Mesías, o estar equivocado y mantener que no lo era. Si Jesús es el Mesías, entonces los judíos que rechazan el cristianismo (o el judaísmo mesiánico) están equivocados. Si Jesús no era el Mesías, entonces los cristianos están equivocados, no obstante sus buenas intenciones. No hay necesariamente nada vergonzoso moralmente, ni ninguna culpabilidad en estar equivocado, pero es ilógico mantener que de alguna manera el judaísmo es lo correcto para los judíos, y el cristianismo es lo correcto para los cristianos, y que la verdad depende del grupo al que uno pertenezca. Si Jesús era el Mesías Judío, entonces naturalmente todo el significado y propósito de la religión judía gira en torno al propósito de llevar a cabo la encarnación de Dios como hombre, y aquel judío que no acepte a Jesús se encuentra en las tinieblas en cuanto al papel del judaísmo en la historia de la salvación. Por lo tanto, la cuestión no es si uno es un judío “auténtico” o un “apóstata”, sino si reconocemos o no que Jesús es el Mesías. Claramente, quien lo reconoce está en mejor posición de entender el desarrollo de la historia de la salvación. Este libro no pretende en modo alguno ofender o criticar a los judíos que permanecen leales al judaísmo y que rechazan las propuestas del cristianismo. Ciertamente, sé por experiencia propia que únicamente la gracia puede traer los frutos de la Fe a alguien. La gracia que llevó a cabo mi conversión fue completamente inmerecida, y tan sólo puedo orar para que se derrame tal gracia de igual modo en el mayor número posible de mis correligionarios, para que ellos también lleguen al conocimiento de la belleza, de la verdad, de la gloria del judaísmo, de la nobleza y honor incomprensibles de ser miembros de la raza escogida para que se llevara a cabo la redención de toda la humanidad mediante la encarnación de Dios mismo como un hombre de carne y hueso, de su misma carne y su misma sangre.
|