Desde hacía mucho tiempo las divisiones, escindían la gran Sede Patriarcal de Antioquía. La actual Antakya






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Valentiniano II procuraba quedarse allí, el máximo tiempo posible, Graciano* todavía más, y Teodosio I, permaneció en ella de 388 a 391, así como después de su victoria sobre Eugenio 394.

A veces el obispo Ambrosio, veía a los soberanos a diario.

Y puesto que al ser proclamado Augusto 375, Valentiniano II apenas contaba cinco años de edad, su tutor y hermanastro Graciano* acababa de cumplir los dieciséis y el español Teodosio era al menos un católico muy decidido, el ilustre discípulo de Jesús, pudo manejar perfectamente a sus majestades.

No solamente aprobó su política religiosa antiarriana y antipagana, sino que también instó a actuar contra los judíos, incluso con la amenaza de la excomunión.

Se llegó así a que la cancillería Imperial formulara el texto de una ley antiherejes, el 3 de agosto de 379, que seguía, en su sentido y en parte también literalmente, un documento sinodal romano el del año 378, sin duda una influencia de la actuación personal de san Eusebio*, sobre el Emperador Rauschen.

Sin embargo, la intensificación estatal de la lucha contra los herejes, tiene su origen sin ninguna duda en el obispo, que no retrocedió ante discriminaciones ni falsedades, ni tampoco dudó en excitar los ánimos…
…del pueblo, de la tropa o de los oficiales imperiales, pues la culpa de los otros estaba en su religión. E incluso aquellos actos, en los que los católicos cometían injusticias evidentes, persiguiendo, quemando y destruyendo por motivos de Fe, para Ambrosio estaban justificados.

El amigo paternal y consejero del Emperador, el apoyo más firme del trono, inculcó este concepto de la justicia en los altos señores.

Valentiniano I murió pocos años después de la toma de posesión del cargo, por parte de Ambrosio.

Su hijo Graciano* 375-383, de dieciséis años recién cumplidos, le sucedió en el trono.
El Emperador, rubio, hermoso y deportista, no sentía el menor interés hacia la política, nunca había aprendido lo que significa gobernar y ser gobernado.
Era un apasionado corredor, lanzador de jabalina, luchador, jinete, aunque lo que más le gustaba era matar animales.

Descuidando los asuntos de Estado, día a día había matado a un sinnúmero de ellos, con una habilidad casi sobrenatural, incluso leones, con una única flecha.

De todas maneras también rezaba todos los días y era piadoso y limpio de corazón, como afirmaba Ambrosio, de modo que muy pronto lanzaría mordaces indirectas: sus virtudes habrían sido completas, si también hubiera aprendido el arte de la política.

Sin embargo, este arte lo practicó Ambrosio por él.

No sólo guió personalmente al joven soberano, de manera efectiva desde 378, sino que influyó también en sus medidas de gobierno.

Por aquel entonces el soberano había promulgado, mediante un edicto, precisamente la tolerancia hacia todas las confesiones, salvo unas pocas sectas extremistas.
Sin embargo, Ambrosio, que cuatro años antes estaba todavía sin bautizar, se apresuró a redactar una declaración: Sobre la fe, cinco libros al Emperador Graciano*, que éste rápidamente entendió.

Apresúrate, piadoso obispo, en acudir a mí, llamó desde la corte en Tréveris*, deseando vivamente, en lo más profundo de mi corazón las manifestaciones divinas.

Tras las enseñanzas sobre la divinidad de Cristo, deseaba también mayor información acerca de la tercera persona Divina.

Tres libros sobre el Espíritu Santo, al Emperador Graciano*, siguieron en 381.

Pero lo que Ambrosio pretendía con más apremio, en la carta soberana era escuchar las palabras del Emperador, puesto que no había sido el obispo quien había instruido al Emperador, sino éste a aquél.

Nunca había leído nada tan perfecto.

Y apenas llegado el propio Graciano* a finales de julio de

…..a Milán*, aquel mismo mes, el 5 de julio, había amparado legalmente el comercio de los clérigos, con iniciativa mediante el decreto del vectigal llamado también lustralis aun collatio, neutral como era desde el punto de vista de la política religiosa, lo mismo que Valentiniano I, anuló el 3 de agosto, tras una entrevista con Ambrosio, el edicto de tolerancia promulgado el año antes. Decidió entonces, que sólo perduraría como católico, lo que su padre y él en numerosos decretos habían ordenado como Eterno, pero que todas las herejías deberían enmudecer para la eternidad. Prohibió los servicios religiosos de las otras confesiones. Año tras año, salvo en 380, dispuso decretos antiheréticos, ordenó la confiscación de los lugares de reunión, casas e iglesias, dictó destierros y, como un medio bastante nuevo de opresión religiosa, derogó* el derecho de testar.


Fue también el primero de los Emperadores cristianos, que se deshizo del título de Pontifex Maximus que llevaban los monarcas romanos desde Augusto, o mejor dicho, se negó a aceptarlo, si bien el año es todavía objeto de discusiones. El militar Sapor* recibió la orden de expulsar de los recintos religiosos, a los predicadores de la blasfemia arriana, como si fueran animales salvajes y devolver aquéllos, a los verdaderos pastores y rebaños de Dios, Teodoreto. También desapareció pronto la tolerancia hacia el paganismo, que era habitual entre sus antecesores; de hecho, su padre permitió todavía, que se repararan templos dañados, corriendo el gobierno con los gastos. En 381, Graciano se trasladó al norte de Italia. En 382 atacó el culto pagano de Roma, muy probablemente aconsejado por Ambrosio; aunque también puede haber desempeñado un papel importante, el saneamiento de las arcas del Estado. Persiguió asimismo a los marcionistas* y, al igual que su padre, a los maniqueos* y los donatistas*, cuyas comunidades en Roma, habían sido disueltas sin más, a instancias del Papa Silicio* 383-399, con ayuda estatal.

Valentiniano II 375-392, mucho más joven todavía, influyó de manera notable sobre el Santo. De forma habitual se sirvió de él, en contra del Senado de Roma, en su mayoría pagano, y contra todo el Consejo de la Corona.

Y el último occidental en el

La cronología, como sucede tan frecuentemente, no deja de ser objeto de polémica. G. Gottiieb, al que no se sigue aquí, en su trabajo de oposición a cátedra en Heidelberg, fija para la redacción de la primera parte de, de FIDE, no el 378 o 379, o sea, no como se hacía hasta la fecha inmediatamente antes, o poco después de la batalla de Adrianópolis*, sino un año más tarde. Cf. G. Gottiieb, Ambrosius von Mailand und Kaiser Gratian, Zusammenfassung. Discute incluso cualquier influencia de Ambrosio, sobre la legislación de Graciano, en cuestiones de la Iglesia y de fe, o explica al menos que tal influencia, no se puede constatar en ningún lugar.

…trono de Oriente, el independiente Teodosio 379-395, dictó en casi cada uno de los años de su gobierno leyes, contra los paganos o herejes; sin embargo, según el padre Stratmann, fue más tolerante que el obispo de la corte, que le animaba a que tomara medidas, más estrictas por todos lados en contra de los paganos, los herejes, los judíos y los enemigos extremos del Imperio. La razón: ya no es nuestra antigua vida, la que seguimos viviendo sino la vida de Cristo, la vida de la máxima inocencia, la vida de sencillez divina, la vida de todas las virtudes, Ambrosio.

El modo en que Ambrosio vivía la vida de Cristo, la vida de máxima inocencia, de sencillez divina y de todas las virtudes, se manifiesta de múltiples modos. Por ejemplo en su comportamiento frente a los godos. Nos ocuparemos a menudo de ellos, pues desempeñaron un papel muy importante en la historia de Europa, especialmente entre los siglos V y VI. Las fuentes son mejores en este caso, que en el de las otras tribus de los germanos orientales, y más rico el aporte de la historiografía, si bien, como es frecuente, no menos controvertido.

Los godos, en su lengua Gutans o Gutós, fueron el principal pueblo de los germanos orientales. Procedentes de Suecia, de Gotland*, Óstergotland* o Vástergotland, se asentaron en el bajo Vístula*, en la época de transición, y alrededor de 150 en el Mar Negro.

A mediados del siglo, se escindieron en godos orientales y occidentales, ostrogodos, de austro, brillante, y visigodos*, de wisi, bueno, aunque siguieron considerándose como un único pueblo y por lo general, se llamaban a sí mismos sólo godos.

Los ostrogodos*, se instalaron entre el Don y el Dneper en la actual Ucrania*, y los visigodos* entre éste y el Danubio, desde donde se extendieron hasta los Balcanes y Asia Menor, citándose aquí por lo general el año 264.

Dacia* y Mecía, aproximadamente las actuales Rumania, Bulgaria y Servia, estuvieron constantemente bajo su presión.

En el año 269, les derrotó el Emperador *Claudio II, *Constantino luchó a menudo contra ellos, y en 375, ambos pueblos salvo los godos de Crimea, católicos, que se mantuvieron allí hasta el siglo XVI, fueron expulsados por los hunos, que avanzaban hacia el Oeste.

Esta tribu de nómadas procedentes del interior de Asia, derrotados y expulsados a su vez por los chinos, y que sólo vivían a caballo, animales de dos patas, según escribía Amiano*, avanzó irresistiblemente desde la orilla septentrional del mar Caspio, extendiéndose por la llanura rusa y conquistando un gigantesco imperio.

Alrededor del año 360, habían cruzado el Don, y hacia 430 habían alcanzado Hungría.

Sin embargo, aliado con los visigodos*, el general imperial Aecio, que en el pasado había buscado y encontrado protección entre los hunos*, les derrotó en 451 en las Galias*, en la batalla de los Campos Cataláunicos.
Pocos años después murió su rey Aula, y más rápidamente aún de lo que habían llegado, se retiraron en su gran mayoría hacia Asia, en las estepas

…pónticas, el norte del Cáucaso y el mar de Azov. Sé disgregaron en varias tribus y se les conoció en adelante bajo el nuevo nombre de búlgaros.

Los godos* de los Balcanes, del Danubio inferior y de las costas del mar Negro, fueron convertidos pronto, los primeros de entre los germanos. Esto comenzó en el siglo III mediante los contactos con los romanos, y con cautivos. En el siglo IV se produce un notable incremento de cristianos entre los visigodos*. En el año 325 existe ya el obispado de Gomia*, bajo el obispo ortodoxo Teófilo*, uno de los participantes en el Concilio de Nícea. En 348 se produce una persecución contra los cristianos y en 369 una segunda, que dura tres años. Sin embargo, poco después la mayoría de los visigodos* son cristianos. Los ostrogodos*, por el contrario, si damos crédito a Agustín, al penetrar en Italia en 405, conducidos por Radagaiso, eran todavía paganos, mientras que en 488, cuando invadieron Italia con Teodorico*, ya eran cristianos.


La persecución del 348, dirigida por un juez de los godos*, sin religión y profanador de Dios, o sea, un pagano, condujo a la expulsión de Orfila*, el autor de la Biblia gótica, consagrado alrededor del 341 por Eusebio de Nicomedia, como obispo de los cristianos, en la tierra de los godos*. Con él huyó un grupo de sus seguidores, a los que el Emperador Constancio II, asentó al sur del Danubio, en la provincia de la *Mesia* Inferior, donde sus descendientes vivieron durante dos siglos.

La segunda persecución contra los cristianos, bajo los visigodos* en 369-372, la dirigió el príncipe de éstos, Atanarico.

Es perfectamente comprensible, que ya los autores antiguos quedaran fascinados con un hombre que, por ejemplo, rehusaba dirigirse al Emperador Valente con el tratamiento de Basileus, arguyendo que prefería el título de juez, que encarna la sabiduría, mientras que el de rey solamente el poder.

La segunda persecución, no fue debida tan sólo a cuestiones de Fe.

Se trató sobre todo de una reacción antiromana; y guardó estrecha relación con la guerra que enfrentó a godos* y romanos entre los años 367 y 369, aunque evidentemente también con la lucha, por el poder entre los príncipes *Atanarico y Fritigemo, representante este último de una

…política favorable a los romanos y los cristianos.

Tras una minuciosa preparación, Valente atravesó el Danubio, en el año 367 y reanudó una lucha contra los godos*, que ya había iniciado Constantino*, y a la que se había puesto fin en 332 mediante un tratado formal de paz con los visigodos*. Valente, sin la talla guerrera del gran Emperador, asoló el país, fue a la caza de cabezas de un enemigo en desbandada, pero no logró alcanzar al grueso de sus oponentes, ya que Atanarico consiguió siempre con gran habilidad huir hacia los Cárpatos*.

Y aunque en 369 éste se detuvo con una parte de sus gentes y fue derrotado, lo fue de modo tan poco decisivo, que Valente tuvo que aceptar su negativa, a pisar suelo romano y hubo de pasar en septiembre todo un día negociando, en una barca anclada en el río.

Finalmente, el príncipe godo* tenía las manos libres para dominar a los adversarios, en su propio pueblo, lo que condujo a la persecución de tres años.

El reinado de Atanarico, no tembló hasta que los hunos* arrollaron a los ostrogodos* y los visigodos*, momento en que Atanarico y Fritigemo, a despecho de su enemistad, lucharon codo a codo contra los poderosos invasores, y al parecer el rey ostrogodo* Ermanarico* se suicidó desesperado.

Una parte de su pueblo fue sojuzgada mientras, que la otra atravesó el Dneper, y huyó hacia los visigodos.

Sin embargo, también aquí la defensa se hundió ante el huracán de los hunos*.

Con Atanarico volvieron a huir a los infranqueables Cárpatos*.

En 1857, los trabajadores que construían allí una carretera encontraron, cerca de una fortificación derruida en Pieirosa*, el tesoro de la corona visigodo*; en una gargantilla aparecía la siguiente inscripción rúnica: utani othal ik im hailag, es decir, tesoro de los godos*, soy invulnerable.
Derrotados otra vez, entre cuarenta mil y setenta mil visigodos*, huyeron hacia el sur y pidieron en el año 376 al Emperador Valente*, que les admitiera en el Imperio Romano.
Mientras que Atanarico abandonó Gutthiuda*, el país de los godos*, aunque sin cruzar el Danubio, y con una pequeña tribu afín, la de los sarmatenos*, también expulsados de sus tierras, se asentó en los territorios que más tarde serían Transilvania, Valente* autorizó la inmigración de la gran masa de los godos*, gobernados por Fritigerno* en calidad de foederati, Federados, es decir, colonos con la obligación de acudir al ejército, cuando se les necesitara, un antiguo método de obtener campesinos, pero sobre todo soldados.

En el otoño de 376, atravesaron el río, un acontecimiento de gran alcance histórico, probablemente por Durostorum Silistria: una larga hilera de carros, llevando a menudo los antiguos ídolos paganos, aunque también con algún obispo entre ellos, un

…sacerdote cristiano. Y Fritigemo*, que con muchos de los suyos se había hecho amano en 369, prometió a Valente* la conversión de la parte de su pueblo, que todavía era pagana, algo que agradó a los oídos del fanático hereje, pero que para los godos*, fue más bien cuestión de oportunismo: la miseria y los hunos* por un lado, el atractivo Imperio Romano por el otro. Sin embargo, sus explotadores oficiales y sus funcionarios, los acaparadores de alimentos y el hambre, que hizo que no pocos godos*, hasta algunos jefes, vendieran como esclavos a sus propias mujeres e hijos, incluso a cambio de carne de perro, un negocio bastante corriente en el Danubio, el empuje de nuevos bárbaros, visigodos*, taifales*, alanos, hunos, sobre la frontera abierta, todo esto empujó a los recién llegados, que ocupaban toda la Tracia, a rebelarse y marchar sobre *Constantinopla*, uniéndose a ellos bandas de hunos, alanos y también esclavos, campesinos y trabajadores de las minas del país.

Los godos* veían en su obispo Urfilas*, nacido alrededor de 311 de padres godos* capadócicos*, a un hombre Sacrosanto.

Escribiría en su lecho de muerte: yo, Urfilas*, obispo y confesor, un título honorífico que guarda relación con la persecución de los godos* cristianos, probablemente en 348.

Sin embargo, igual que él, un estrecho colaborador de Fritigemo*, aunque cristiano, que, lo mismo que la Iglesia preconstantiniana, cultivaba con toda convicción una postura contraria a la guerra entre sus seguidores, sólo en el arrianismo* veía la una sancta, en todos los demás cristianos anticristos, en sus iglesias, sinagogas del Diablo; y especialmente en el catolicismo, una teoría extraviada de espíritus malignos, el obispo Ambrosio, por su parte, creía que el hecho de que no admitieran la salvación, por la cruz sino únicamente en la imitación de Cristo, sea lo que sea lo que entendieran por ello, constituía, la característica más sobresaliente del arrianismo godo*.
Aun al comentar el Evangelio, Ambrosio podía citar elogiosamente las palabras de Pablo, un abominador todavía mayor: “El amor es paciente, es bondadoso, no muestra celo, no se ufana”. Podía dejar correr la imaginación: “Pero ¿no sería maravilloso ‘ofrecer la otra mejilla a quien te golpea’?”. Sin embargo, en realidad Ambrosio no ofrecía ni una ni otra mejilla, e incitaba con la consideración especialmente cristiana (y paulina): “¿No se consigue con paciencia devolver los golpes doblemente [!] al que golpea, en forma del

…propio dolor del arrepentimiento.

Es significativo de nuestro santo, el hecho de que habla a menudo del amor al prójimo; y que incluso lo trata en su conjunto en una monografía propia, su Teoría de los deberes, pero al parecer, alude solamente una vez al amor a los enemigos. Para él, lo mismo que pronto para Agustín y para toda la Iglesia, no era útil, sino tan sólo un signo de la mayor perfección del Nuevo Testamento, frente al Antiguo. Sin embargo, esto no supone para Ambrosio, ningún requisito vinculante. Lo que hace más bien es curiosamente no rechazar en ningún lugar la guerra de manera categórica como ilícita. Al contrario, constantemente se esboza* en él, de forma indirecta la idea de una guerra justificada.

Y no sólo indirectamente, pues mientras que en Oriente el filósofo y educador de príncipes Temistios*, que se mantuvo al lado de varios Emperadores y que nunca se adhirió al cristianismo, intentaba mediar entre los partidos eclesiásticos y también, entre paganos y cristianos y, al tiempo que apoyaba vigorosamente la política de un compromiso pacífico, entre los godos* y Valente*, juraba que era responsable de toda la humanidad, también de los bárbaros, a los que debía confinar y conservar, como animales raros, san Ambrosio hacía justamente lo contrario.

En cuanto pudo, lanzó en nombre de Jesús, a su protegido Graciano, de diecinueve años, en contra de los godos*, los paganos, los herejes, los bárbaros.

El obispo, no cesó de mostrar apasionamiento.

No hay ninguna seguridad de dónde, se puede atentar contra la Fe, exclamaba encolerizado ante el Emperador.

Elévate, oh Señor, y despliega tu estandarte.

Esta vez no son las águilas militares, las que conducen el ejército y no es el vuelo de las aves el que lo dirige; es tu nombre. Jesús, el que aclaman y es tu cruz, la que va delante de ellos.

Siempre la has defendido contra el enemigo bárbaro; toma ahora venganza.

Aunque no debería tomarse venganza, precisamente en nombre de Jesús.

Sin embargo, Ambrosio tomó como referencia, lo mismo que ha hecho el Clero, en todas las guerras hasta la fecha, el Antiguo Testamento, donde Abraham, con unos pocos hombres, aniquiló a numerosos enemigos, donde Josué triunfó sobre Jericó.

Los godos* son para el Santo el pueblo Gog, Gog iste Gothus est, cuya aniquilación predice el Profeta, de quo promittitur nobis futura victoria; un pueblo que Yahvé, en su lapidario estilo, quiere dar para que lo devoren, a las aves rapaces y otros animales, y también a los suyos: y habéis de comer grasa, hasta quedar hartos y beber sangre, hasta emborracharos de la víctima que os sacrifico.

Según Ambrosio, para quien germánico y amano, o romano y católico, son términos casi equivalentes, para vencer a los godos*, sólo hace falta una cosa: la verdadera Fe.

Esto a pesar de que el Imperio era todavía bastante pagano y que el Emperador de Oriente, Valente*, era un amano*.

No obstante, el obispo pasó por alto tales hechos.

No podía separarse la Fe en Dios de la fidelidad al Imperio.

Donde se pierde la fidelidad a Dios, se rompe también

…el Estado romano. Allí donde aparecían los herejes, les seguían después los bárbaros.

Por supuesto, el aspecto militar iba acompañado de otro de política eclesiástica. Sin embargo, en la Iliria ocupada, es decir, cerca del norte de Italia y de Milán*, además de la guerra con el adversario exterior, también causaba estragos la del enemigo interno, las disputas con los arríanos*.

Secundiano* residía en Singidunum* como obispo, Paladio* en Ratiaria*, Juliano Valente en Poetovio*, Ausencio* en Durostorum*, pero también vivía allí Urfilas*, que desplegaba su actividad sobre todo en las provincias orientales del Danubio.
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