En los dos primeros volúmenes de mis cuentos completos (éste es el segundo) reúno más de cincuenta relatos, y todavía quedan muchos más para volúmenes futuros






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Antyok hizo una pausa y aguardó una reacción que no se produjo. El rostro de cefeida permaneció inalterable, excepto por un suave tem­blor en la zona rugosa que era el tubo de beber desinflado.

 Es... es una cuestión que vacilábamos en mencionar  continuó Antyok  porque tiene aspectos muy personales. Mi Gobierno no de­sea entrometerse y hemos hecho lo posible para investigar el problema

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con discreción y sin molestar a tu gente. Pero, francamente, nosotros...  ¿Habéis fracasado?  concluyó el cefeida, cuando la pausa se pro­longó.

 Sí. Al menos no hemos descubierto una incapacidad concreta para imitar el ámbito de vuestro mundo original, a excepción de algunas modificaciones necesarias con el fin de hacerlo más habitable. Natural­mente, se piensa que existe algún problema químico. Y por eso pido tu ayuda voluntaria en el asunto. Tu gente está avanzada en el estudio de la bioquímica que os es propia. Si no quieres, o prefieres...

 No, no. Puedo ayudar.  Parecía de buen humor. Arrugó los ter­sos y chatos rasgos de su cráneo lampiño, en la manifestación alieníge­na de una emoción incierta . No se nos hubiera ocurrido pensar que esto os turbara. Es un indicio más de vuestra bien intencionada amabi­lídad. Este mundo nos resulta satisfactorio, un paraíso en comparación con el viejo. Las condiciones que prevalecen son propias de nuestras leyendas de la Edad de Oro.

 Bien...

 Pero hay algo, algo que quizá vosotros no entendáis. No pode­mos esperar que otras inteligencias piensen del mismo modo.

 Intentaré entenderlo.

La voz del cefeida se hizo más suave; los límpidos tonos graves, más pronunciados:

 En nuestro mundo natal agonizábamos, pero estábamos luchan­do. Nuestra ciencia, desarrollada a lo largo de una historia más antigua que la vuestra, llevaba las de perder, pero aún no estaba derrotada. Tal vez fuese porque nuestra ciencia era fundamentalmente biológica, no física como la vuestra. Vuestro pueblo descubrió nuevas formas de energía y llegó a las estrellas; el nuestro descubrió nuevas verdades en psicología y en psiquiatría y construyó una sociedad funcional libre de enfermedades y de delitos.

»No es preciso preguntarse cuál de ambos enfoques era el más loa­ble, pero no hay dudas en cuanto a cuál tuvo mayor éxito al final. En nuestro mundo agonizante, sin medios de vida ni fuentes de energía, nuestra ciencia biológica sólo podía facilitar la muerte.

»Y aun así luchamos. Durante siglos hemos buscado a tientas los elementos de la energía atómica y lentamente se encendió la chispa de la esperanza que nos permitiría romper los límites bidimensionales de nuestra superficie planetaria para alcanzar las estrellas. En nuestro sistema no había otros planetas que nos sirvieran como escalas en el camino. Nada, salvo veinte años luz hasta la estrella más próxima y sin el conocimiento de la posibilidad de la existencia de otros sistemas planetarios, sino más bien lo contrario.

»Pero en toda vida hay algo que insiste en luchar, aunque la lucha

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sea inútil. En los últimos días quedábamos sólo cinco mil. Sólo cinco mil. Y nuestra nave estaba preparada. Era experimental y tal vez hu­biera sido un fracaso, pero ya teníamos correctamente elaborados to­dos los principios de propulsión y navegación.

Hubo una larga pausa y los ojíllos negros del cefeida parecieron cubrirse de nostalgia.

 ¿Y entonces llegamos nosotros?  intervino el periodista.

 Y entonces llegasteis vosotros  asintíó . Eso lo cambió todo. Disponíamos de energía. Disponíamos de un nuevo mundo no sólo sa­tisfactorio, sino ideal. Si nosotros habíamos resuelto nuestros proble­mas sociales tiempo atrás, vosotros resolvisteis repentina y completa­mente nuestros aún más difíciles problemas de medio ambiente.

 ¿Y?  preguntó Antyok.

 Pues... de algún modo eso no estaba bien. Durante siglos nues­tros ancestros habían luchado por llegar a las estrellas y de pronto las estrellas resultaban ser de propiedad ajena. Habíamos luchado por la vida y de pronto ésta se transformaba en un obsequio que otros nos hacían. Ya no hay razones para luchar, ya no hay nada que alcanzar, todo el universo es propiedad de vuestra raza.

 Este mundo es vuestro  dijo afablemente Antyok.

 Por consentimiento. Es un obsequio. No es nuestro por derecho.

 En mi opinión os lo habéis ganado.

El cefeida fijó la vista en el semblante de su interlocutor.

 Tienes buenas intenciones, pero dudo que lo entiendas. No tene­mos adónde ir, salvo este mundo con el que nos habéis obsequiado. Estamos en un callejón sin salida. La función de la vida es luchar y se nos ha arrebatado. La vida ya no puede interesarnos. No tenemos descendencia voluntariamente. Es nuestro modo de quitarnos del medio.

Distraídamente, Antyok había retirado el fluoroglobo de la repisa de la ventana y lo hizo girar sobre la base. La llamativa superficie refle­jó la luz al girar y su mole de un metro de altura flotaba en el aire con incongruente gracia y ligereza.

 ¿Es vuestra única solución?  insistió Antyok . ¿La esterilidad?

 Podríamos escapar  susurró el cefeída , pero ¿en qué parte de la galaxia hay sitio para nosotros? Es toda vuestra.

 Sí, no hay lugar para vosotros más cercano que las Nubes Maga­llánícas, si buscáis independencia. Las Nubes Magallánicas   .

 Y no nos dejaríais ir. Tenéis buenas intenciones, lo sé.

 Sí, tenemos buenas intenciones..., pero no podríamos dejaros partir.

 Es una amabilidad errada.

 Tal vez, pero ¿no podríais resígnaros? Tenéis un mundo.

 Es algo que trasciende las explicaciones. Vuestra mentalidad es

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distinta. No podríamos resignarnos. Creo, administrador, que has pen­sado ya antes en todo esto. El concepto del callejón sin salida en que nos hallamos atrapados no es nuevo para ti.

Antyok se sobresaltó y detuvo el movimiento del fluoroglobo con una mano.

 ¿Puedes leerme la mente?

 Es sólo una conjetura. Y creo que es válida.

 Sí..., pero ¿puedes leerme la mente? ¿Puedes leer las mentes hu­manas? Es interesante. Los científicos dicen que no podéis, pero a ve­ces me pregunto si simplemente no queréis. ¿Podrías responderme? Tal vez te estoy retrasando más de la cuenta.

 No..., no.  Pero el menudo cefeida se arrebujó en su túnica y hundió el rostro en la almohadilla calefactora eléctrica del cuello . Vosotros habláis de leer mentes. No es así en absoluto, pero sin duda es imposible de explicar.

Antyok murmuró el viejo proverbio:

 Es imposible explicar la visión a un ciego de nacimiento.

 En efecto. Este sentido que llamáis «lectura de mentes», muy erróneamente, no se aplica a nosotros. No es que no podamos recibir las sensaciones adecuadas, sino que vosotros no las transmitís, y no tenemos modo de explicaros cómo hacerlo.

 Ya.

 Hay ocasiones, por supuesto, de gran concentración o de tensión emocional por parte de uno de vosotros, en que algunos de los que somos más expertos en este sentido (más observadores por así decirlo) detectamos algo. Es impreciso. Pero a veces me he preguntado...

Antyok hizo girar nuevamente el fluoroglobo. Sumido en sus pen­samientos, miraba fijamente al cefeida. Gustiv Bannerd estiró los de­dos y releyó sus notas, moviendo los labios en silencio.

El fluoroglobo giraba, y poco a poco el cefeida se fue poniendo tenso, a medida que sus ojos escrutaban el brillo de gran colorido de la frágil superficie del globo.

 ¿Qué es eso?  preguntó.

Antyok se sobresaltó y su rostro cobró una expresión plácida.

 ¿Esto? Una moda de hace tres años, lo cual significa que este año es una reliquia anticuada. Se trata de un artilugio inservible, pero bonito. Bannerd, ¿podría ajustar las ventanas para no transmisión?

Se oyó el suave chasquido de un contacto y las ventanas se trans­formaron en oscuras zonas curvadas, mientras en el centro de la habi­tación el fluoroglobo se transformaba en el centro de una irradiación rosada que parecía brincar en llamas ondulantes. Antyok, una figura

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escarlata en una habitación escarlata, lo apoyó en la mesa y lo hizo girar con una mano teñida de rojo. Al girar, los colores cambiaban con creciente celeridad, fusionándose y descomponiéndose en los contras­tes más extraordinarios.

Antyok se hallaba envuelto en la turbadora atmósfera de un arco iris fúlgido y cambiante.

 La superficie es de un material que exhibe una fluorescencia va­riable. Casi no tiene peso y es muy frágil, pero está giroscópicamente equilibrado y rara vez se cae. Es bastane bonito, ¿no crees?

 Extremadamente bonito  asintió el cefeida.

 Pero su momento ha pasado. Ya no está de moda.

 Es muy bonito.

El cefeida parecía abstraído. Antyok hizo un gesto, Bannerd en­cendió la luz y los colores se disiparon.

 Eso es algo que agradaría a mí gente  comentó el cefeida, mi­rando el globo con fascinación.

Antyok se puso de pie.

 Será mejor que te vayas. Si te quedas más tiempo, la atmósfera puede surtir malos efectos. Agradezco humildemente tu amabilidad.

 Yo agradezco humildemente la tuya.

El cefeida también se puso de pie.

 La mayoría de tu gente, por cierto  dijo Antyok , ha aceptado el ofrecimiento de estudiar la configuración de nuestras naves moder­nas. Comprenderás, supongo, que el propósito era analizar sus reaccio­nes ante nuestra tecnología. Confío en que eso no atente contra vues­tro sentido del decoro.

 No es preciso que te disculpes. Yo tengo ahora los elementos necesarios para llegar a ser un piloto humano. Fue muy interesante. Evoca nuestros propios esfuerzos... y nos recuerda que andábamos por el camino correcto.

El cefeida se marchó, y Antyok frunció el ceño al sentarse.

 Bien  le dijo a Bannerd con brusquedad . Espero que recuer­de usted nuestro acuerdo. Esta entrevista no se puede publicar.

Bannerd se encogió de hombros.

 Muy bien.

Antyok acarició la estatuilla de metal que tenía sobre el escritorio.

 ¿Qué piensa de todo esto, Bannerd?

 Lo lamento por ellos. Creo entender cómo se sienten. Deberíamos educarlos para que pensasen de otro modo, y la Filosofía puede hacerlo.

 ¿Eso cree?

 Sí.

 Pero no podemos dejarles ir.

 Claro que no. Eso es impensable. Tenemos mucho que aprender

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de ellos. Ese sentimiento que experimentan es sólo una etapa pasajera. Ya pensarán de otro modo, especialmente cuando les concedamos la más plena independencia.

 Tal vez. ¿Qué piensa usted de los fluoroglobos, Bannerd? A él le han gustado. Quizá sea un gesto apropiado pedir varios miles. Es evidente que ahora se venden muy poco, así que están bastante baratos.

 Parece una buena idea.

 Pero la Agencia nunca lo aceptaría. Los conozco.

El reportero entornó los párpados.

 Pero podría ser apropiado. Necesitan interesarse en cosas nuevas.

 ¿Sí? Bien, podríamos hacer algo. Si yo incluyera su transcripción de la entrevista como parte de un informe e hiciera hincapié en el asunto de los globos... A fin de cuentas, usted es un prosélito de la Filosofía y quizás ejerciera influencia sobre gente importante, cuya palabra ten­dría mucho más peso que la mía en la Agencia. ¿Entiende...?

 Sí  murmuró Bannerd . Sí.

De: JefAdm Cef 18 A: AgProvExt

Temas: Proyecto ProvExt 2910, Parte II: Tasa de natali­dad de los no humanos de Cefeo 18, Investigación de la. Referencia:

(a) Carta de AgProvExt Cef N CM/car, 115097, fechada 223/977 I.G.

Anexo:

1. Transcripción de la conversación entre L. Antyok, de JefAdm Cef 18, y Ni San, sumo juez de los no humanos de Cefeo 18.

1. Se adjunta en Anexo 1 para información de la Ag­ProvExt.

2. La investigación del proyecto emprendido en res­puesta a la autorización de referencia (a) se efectúa según las nuevas líneas indicadas en el Anexo 1. Aseguramos a la AgProvExt que utilizaremos todos los medios para com­batir la nociva actitud psicológica que prevalece actualmen­te entre los no humanos.

3. Nótese que el sumo juez de los no humanos de Ce­feo 18 manifestó interés en los fluoroglobos. Se ha iniciado una investigación preliminar sobre este dato de la psicolo­gía no humana.

L. Antyok, superv., JefAdm Cef 18, 272/977 I.G.

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De: AgProvExt A: JefAdm Cef 18

Tema: Proyecto ProvExt 2910: Tasa de natalidad de los no humanos de Cefeo 18, Investigación de la.

Referencia:

(a) Carta JefAdm Cef 18 AA LA/mn, fechada 272/977 I.G. 1. Con referencia al Anexo 1 de referencia (a), el De­partamento de Comercio ha despachado una remesa de cinco mil fluoroglobos para Cefeo 18.

2. Se recomienda que JefAdm Cef 18 utilice todos los métodos para mitigar la insatisfacción de los no humanos, en conformidad con la necesidad de obediencia a las pro­clamas imperiales.

C. Morily, jefe, AgProvExt, 283/977 I.G.

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La cena había concluido, se había servido vino y se habían encendi­do los puros. La gente conversaba en grupos y el capitán de la flota mercante ocupaba el centro del grupo más numeroso. Su brillante uni­forme blanco deslumbraba a sus interlocutores.

 El viaje fue cosa de nada  manifestó con jactancia . He esta­do al mando de más de trescientas naves, pero nunca transporté seme­jante cargamento. ¡Santa Galaxia! ¿Para qué quieren ustedes cinco mil fluoroglobos en este desierto?

Loodun Antyok rió suavemente.

 Para los no humanos. Espero que no haya sido un cargamento difícil.

 Difícil no, pero sí voluminoso. Son frágiles, y no podía llevar más de veinte por nave, con tantas regulaciones gubernamentales con­cernientes al embalado y a las precauciones contra las rupturas. Pero supongo que es dinero del Gobierno.

Zammo sonrió torvamente.

 ¿Es su primera experiencia con los métodos del Gobierno, capitán?

 ¡Santa Galaxia, no! Procuro evitarlo, desde luego; pero a veces es imposible no verse enredado. Y es engorroso, a decir verdad. ¡Tan­tos trámites! ¡El papeleo! Es suficiente para atrofiarte el crecimiento y helarte la sangre en las venas. Es un tumor, un engendro canceroso en la galaxia. Yo lo borraría todo de un plumazo.

 Es usted injusto, capitán. No lo entiende.

 ¿No? Bien, ya que es usted uno de esos burócratas  replicó,

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pronunciando la palabra con una sonrisa , ¿por qué no explica su pers­pectiva de la situación?

 Pues bien  contestó Antyok, con cierta agitación , el Gobier­no es un asunto grave y complejo. Tenemos miles de planetas de que preocuparnos en este Imperio, y miles de millones de personas. Super­visar el arte de gobernar, sin una organización muy rigurosa, casi esca­pa a la capacidad humana. Creo que hay cuatrocientos millones de hom­bres tan sólo en el Servicio Administrativo Imperial y, para coordinar sus esfuerzos y amalgamar sus conocimientos, necesitamos esos trámi­tes y ese papeleo. Cada elemento, aunque parezca insensato, tiene su utilidad. Cada papel es una hebra que enlaza la labor de cuatrocientos millones de humanos. Si aboliéramos el Servicio Administrativo, aboli­ríamos el Imperio, y con él la paz interestelar, el orden y la civilización.

 Vamos...  dijo el capitán.

 No, lo digo en serio. Las reglas y el sistema de la organización administrativa deben ser abarcadoras y rígidas para que los funciona­rios incompetentes, que los hay... Pueden reírse, pero también hay cien­tíficos incompetentes, y reporteros, y capitanes... Para que los funcio­narios incompetentes, decía, puedan causar poco daño. Porque, en el peor de los casos, el sistema no puede funcionar solo.

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