Lo que se conoce como Ciencia, Tecnología y Sociedad (cts) trata sobre esos tres conceptos: ciencia, tecnología y sociedad, con lo que se podría decir que cts






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¿QUÉ ES CTS?1

Lo que se conoce como Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) trata sobre esos tres conceptos: ciencia, tecnología y sociedad, con lo que se podría decir que CTS no aporta nada nuevo sobre las propias disciplinas resumidas por las tres palabras que componen el acrónimo. Incluso, cuando CTS forma parte de los currículos educativos como contenido o materia diferenciada, podría considerarse como redundante. ¿No hay ya materias o asignaturas de ciencias en el sistema educativo? ¿No se enseña también tecnología? ¿No se estudian además diversas materias de ciencias sociales o humanidades que se centran en la comprensión de eso que llamamos sociedad? ¿Qué aporta de nuevo entonces CTS? Si CTS fuera solamente la suma de unos resúmenes comprimidos de esos tres conceptos, las objeciones anteriores estarían justificadas y no tendría, quizá, sentido su presencia educativa diferenciada. Sin embargo, CTS es algo más que la suma de esos tres términos. Supone una nueva aproximación o perspectiva sobre esos conceptos que pone el acento en sus relaciones recíprocas, en las complejas interacciones que, especialmente en la actualidad, se dan entre la sociedad, la tecnología y la ciencia.

Nuestro mundo es muy diferente al de hace cien o quinientos años. Esto es algo obvio y comúnmente aceptado. Pero lo verdaderamente distinto, lo que hace nuestro mundo y nuestro tiempo diferente de los anteriores, es el grado de desarrollo que ha alcanzado la ciencia (hay quien habla del siglo XX como el siglo de la ciencia) y la tecnología, o, para ser más exactos, la tecnociencia o el complejo científico-tecnológico, como también se las conoce hoy. Bueno, ¿y qué? Alguien podría decir que en nuestro tiempo la ciencia y la tecnología han avanzado mucho, pero que eso es lo normal. Eso es lo que le ha sucedido a todas las ramas del saber y a otras muchas actividades humanas como la música, la pintura, el cine, la arquitectura, la poesía, etc. Que la ciencia y la tecnología modernas hayan avanzado mucho no debería extrañarnos, es lo normal cuando va pasando el tiempo; y no debería ser considerado como algo singular, sucede en todos los ámbitos de la actividad humana. Sin embargo, en el siglo XX ha sucedido algo muy especial con la ciencia y la tecnología que no ha pasado con el resto de las actividades humanas. El desarrollo tecnocientífico ha sido de tal magnitud y naturaleza que ha afectado radicalmente a las formas de vida social. Alguien podría obviar el desarrollo en los diversos ámbitos del arte a lo largo del siglo XX considerando que no ha afectado a su vida y quizá podría tener razón. Pero nadie podría decir que no ha sido influido por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, porque éstas, a diferencia de otras actividades humanas, se imponen a todo el mundo. Nadie que viva en sociedad puede escapar a los efectos del desarrollo que se ha producido en la ciencia y la tecnología a lo largo del siglo XX.

Independientemente de que haya o no materias de ciencias y de tecnologías en las instituciones escolares y de que existan o no en los currículos educativos contenidos específicos de CTS, todas las formas de vida humana están y van a seguir estando afectadas por la tecnociencia. Por ello, las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad deberían importar de una forma muy directa a todos los ciudadanos al margen de las inclinaciones o afinidades personales que puedan sentirse ante los contenidos que tratan.

La sociedad está invadida por los productos de la ciencia y tecnología. De entrada, la vida social está afectada por lo más obvio, lo que se ve todos los días y a todas horas: los artilugios. El horno microondas, el teléfono celular, la televisión, la Internet, las naves espaciales, los medicamentos, los automóviles, como tantas otras cosas, son ejemplos de artefactos tecnológicos actuales. En esto de los cacharros es donde quizá sea más evidente una de las ideas predominantes en nuestro tiempo: la sociedad, o sea la gente, avanza. Suele considerarse que cada vez se vive mejor porque cada vez se tienen más y mejores artefactos que liberan a los seres humanos de los trabajos más duros y monótonos. De hecho, los grandes avances tecnológicos de la medicina hacen que hoy se viva más y mejor que antes (o, al menos, así es en las sociedades más desarrolladas, porque en el tercer mundo, al que esos progresos de la tecnología sanitaria no llegan en el mismo grado, se sigue viviendo igual de poco e igual de mal; incluso dentro de los países más ricos sigue habiendo quienes viven en su particular tercer mundo, sin que les lleguen los dones benefactores del progreso tecnocientífico). Pero, además de los artefactos y productos materiales derivados del desarrollo de la ciencia y la tecnología que proporcionan bienestar a las sociedades (o a algunas sociedades) existen también otros efectos de la tecnología y de la ciencia, no por menos visibles menos importantes para la vida en sociedad. Hay también otras máquinas y otros artefactos tecnológicos que no tienen una naturaleza material, pero que son tan artificiales y tan construidos como los artilugios que se pueden ver y tocar. Las llamadas máquinas sociales son también productos tecnológicos (en este caso, de las tecnologías de organización social) que afectan a la vida en sociedad de manera tanto como los artefactos tangibles. En una fábrica o en un ejército, además de las máquinas diseñadas para la producción y la destrucción, respectivamente, hay otras máquinas también artificiales y no menos importantes que las cadenas de montaje o las armas para el logro de los fines de cada una de esas instituciones. El reparto de jerarquías y la organización de las funciones entre obreros, ingenieros, supervisores y administradores en el caso de la fábrica o entre soldados, mandos y estrategas en el del ejército, son tan importantes o más que la calidad de los artilugios materiales de los que se disponga. Pero no son éstos los únicos ejemplos de máquinas sociales o tecnologías de organización social que afectan cotidianamente a nuestras vidas. Los restaurantes de comida rápida, las iglesias, los lugares de diversión, los centros comerciales y hasta las mismas escuelas son escenarios artificiales en los que las tecnologías de organización social producen notables efectos sobre las formas de vida de los seres humanos. Esta frontera difusa entre las tecnologías materiales y la vida social sólo se percibe cuando se amplían los conceptos de tecnología y de artefacto tecnológico a las diversas formas posibles de organización social, las cuales son tan artificiales, tan artefactuales, como los objetos materiales. Así, lo tecnológico es también lo que transforma y construye la realidad social.

La importancia de la tecnociencia en la vida social actual podría seguir mostrándose indefinidamente a través de numerosos ejemplos más o menos evidentes para todos. ¿Quién no ha oído hablar de clonación, de alimentos transgénicos, de vacas locas, de viajes espaciales o de genes que supuestamente determinan la obesidad o la inteligencia? Los periódicos sorprenden todos los días con noticias sobre estas cuestiones y tanto la televisión como el cine prometen mundos futuros donde todo será transformado por los efectos del desarrollo de la ciencia y la tecnología.

Sin embargo, al mismo tiempo que hay quienes auguran el advenimiento en el futuro de un mundo feliz gracias al progreso tecnocientífico, cada vez más gente es partidaria de una vuelta a la naturaleza prescindiendo de todo lo artificial y lo tecnológico. En el cine hay muchas películas futuristas en las que aparecen fantásticas tecnologías que solucionarán todos los problemas, pero también en muchas otras películas se presenta, de forma más pesimista, un futuro en el que las tecnologías provocarán graves catástrofes como guerras hipertecnológicas o desastres naturales provocados, voluntaria o accidentalmente, por la actividad tecnológica descontrolada o por el desmedido afán de algunos científicos locos.

Lo único que parece unir a esos dos puntos de vista, optimista y pesimista, sobre la tecnociencia es que tanto los tecnófilos (que piensan que todos los problemas serán resueltos por los avances científico-tecnológicos) como los tecnófobos (que consideran que todos los problemas son provocados por las tecnologías) entienden que la sociedad y los individuos poco pueden hacer ante la ciencia y la tecnología, como no sea admirarlas o detestarlas. Así, tecnoapocalípticos y tecnointegrados coinciden en que los ciudadanos no pueden intervenir en la orientación del desarrollo de la ciencia y la tecnología ya que tales decisiones están en manos de los expertos en ciencia y tecnología.

Frente a estas imágenes tópicas y radicalizadas de la ciencia y la tecnología, la perspectiva CTS defiende que las relaciones de la sociedad con ellas no deben reproducir las tradicionales relaciones de los profanos con la sagrada divinidad (sea ésta un dios -para los tecnófilos- o un demonio -para los tecnófobos). La aproximación CTS a las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad pretende introducir una racionalidad laica al analizar la interacción entre esos tres ámbitos.

Favorecer una percepción más ajustada y crítica de los temas de ciencia y tecnología, así como de sus relaciones con la sociedad, será el primer objetivo de la perspectiva CTS. El segundo, de carácter más práctico, será promover la participación pública de los ciudadanos en las decisiones que orientan los desarrollos de la ciencia y la tecnología a fin de democratizar y acercar a la sociedad las responsabilidades sobre su futuro.


DOCUMENTO 1: VANNEVAR BUSH Y UNABOMBER, DOS ACTITUDES DIFERENTES HACIA LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

Por encargo del Presidente Roosevelt, Vannevar Bush, un científico norteamericano que dirigió la Oficina de Investigación y Desarrollo, elaboró en 1945 un informe titulado "Ciencia. La última frontera". En él puso las bases de lo que sería la política científica de su país durante la segunda mitad del siglo XX. Con ingenuo optimismo Vannevar Bush defendía el modelo lineal de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad: más ciencia implica más tecnología y más tecnología implica más progreso nacional y bienestar social. Es la famosa política del cheque en blanco a la ciencia por la que los políticos deben conceder autonomía completa a la ciencia e invertir en ella para esperar que, como fruta madura, se desarrollen los avances tecnológicos que siempre conducirán al progreso del país. Sin duda, Vannevar Bush encarna los planteamientos ideológicos de muchas personas que, dentro y fuera de ella, consideran que cualquier actividad científica será siempre socialmente beneficiosa y por ello debe ser apoyada sin pedir cuentas sobre sus resultados.

Pocos años antes de que Vannevar Bush elaborara su informe nacía Theodore Kaczynski quien llegaría a ser profesor de matemáticas en la Universidad de Berkeley y el modelo más emblemático del científico renegado. A finales de los años setenta abandona su brillante carrera científica y emprende otra carrera pública que le hace más famoso: la del terrorista anticiencia conocido como Unabomber. Entre 1978 y 1996 envía bombas a diferentes personalidades de la universidad con el resultado de 3 muertos y 23 heridos. Los motivos de su campaña terrorista los expone en un manifiesto de 67 páginas titulado "La sociedad industrial y su futuro" que consigue que sea publicado en 1995 por el New York Times y el Washington Post. En dicho manifiesto Unabomber considera que la sociedad actual vive en un estado de frustración, incertidumbre y pérdida de libertad provocado por la ciencia y la tecnología ya que las decisiones son tomadas por una élite con poder tecnológico que está muy alejada de la mayoría social. Frente a esta situación Unabomber propone como única solución una revolución que acabe con esta sociedad tecnológica. Coherente con sus planteamientos tecnófobos vivió durante casi veinte años, hasta su detención y condena a cadena perpetua, como un ermitaño con una única relación con la actividad técnica: la preparación de bombas caseras que enviaba a investigadores universitarios y grandes empresas tecnológicas. Vannevar Bush y Unabomber compartían una visión radicalizada acerca de las implicaciones sociales de la ciencia y la tecnología. El primero consideraba que se debía invertir en ciencia y tecnología con la seguridad de que esa inversión produciría siempre el progreso nacional y social con sólo dejar hacer a los científicos su propio trabajo. El segundo consideraba que la ciencia y la tecnología eran el principal enemigo de la sociedad y por ello emprendió una alocada carrera en la que intentó no dejar hacer a los científicos su trabajo enviándoles bombas. Es evidente que la conducta de Unabomber es completamente repudiable, de hecho cumple condena a cadena perpetua por ella. Pero ¿lo es menos la de Vannevar Bush? La tecnofobia de Unabomber le convirtió en un terrorista, pero la tecnofilia de Vannevar Bush le llevó a participar activamente en el Proyecto Manhattan con el que se preparó la bomba atómica.
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