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LA LAGUNA ENCANTADA (Cuento Regional) En cierta región, de la selva tropical del amazonas, vivía un viejito, llamado Jacinto; que tenía una casita, en medio del campo, y a orillas, de una hermosa laguna: de aguas verdes y cristalinas, rodeada de hermosos árboles, de plantas y flores silvestres. Allí también, habían hermosas palmeras; dispuestas y erguidas alrededor de la laguna; que decoraban, -caprichosamente el paisaje. Y una verde vegetación, alucinante y fantástica, con grandes variedades de especies y clases desconocidas, de plantas; que lo invitaban a uno, -a soñar y a deleitarse. Y, había también animales silvestres, como patos y aves; y algunos animales salvajes como guasos, hurinas y jabalíes. Y este señor, era el único dueño de esas tierras. En las que, parece que la naturaleza se había esmerado mucho; haciendo de esta región, -un verdadero paraíso. Pues aquí, había, en abundancia: agua dulce, carnes y frutos silvestres, como no los había en ningún otro lado. Y, en este pequeño lugar, había de todo lo necesario, para vivir y ser feliz. Y solo, se iba al pueblo; -a comprar: -balas y ropa. Y que lo único, que a uno le podían faltar, eran: el azúcar, la sal y el jabón de lavar. Pues todo lo demás, le proveía la naturaleza; incluso, las verduras y los cereales; pues él, los cultivaba y sembraba en su propia huerta. Pero Don Jacinto, como, así se llamaba este señor. Se quedó muy sólo, en su casa, después que murió su esposa; porque, su único hijo: Gumersindo, que se había ido al pueblo a vivir, con unos tíos; cuando aun tenía, tan solo: seis años; para ir a la escuela, y después, se quedó, -a vivir allí. Pero ya, Facundo, era un hombre hecho y derecho, y estaba casado; y tenia su propia familia: su señora y su hijo; por eso tal vez, venía muy poco a ver a su padre. Incluso, ni se enteró de la muerte de su madre, cuando esta murió. Por eso, su padre, que estaba muy enfermo; estaba preocupado; -porque el no venía, y, ya hacía de esto; -bastante tiempo. Don Jacinto, que ya había cumplido los ochenta años, se sentía muy enfermo. Y por eso pensaba que tenía pocos días de vida y quería hablar con su hijo urgente antes de morir. Por eso, ante la primera oportunidad que tuvo, cuando pasó por allí, por su casa, un caminante. Le pidió a éste, que le dijera a su hijo; que le pide que viniera urgente, porque estaba muy enfermo, y quería verlo antes de morir, -porque tenía algo importante que decirle. Y efectivamente, cuando Gumdo vino a verlo,(Así le decía su padre, porque el se llamaba Facundo.), lo encontró en la cama en sus últimos momentos, -y escuchó que le dijo: -Hijo mío, me alegra que hayas venido; -yo me estoy muriendo, y por eso te he hecho llamar...porque quiero dejarte esta casa y estas tierras, pero sobre todo, porque quiero recomendarte que cuides de la laguna que tenemos cerca de la casa; como si fuera una amiga tuya. Por favor, que nadie la moleste, ni la ensucie; pues ella, es una gran amiga mía. Y lo será igualmente de vos, si me prometes cuidarla y respetarla. -¡Si, te lo prometo!. le dijo- Gumdo. Gracias, hijo; -le dice el viejo-, y dicho esto, cerró los ojos y murió. Pobre Don Jacinto, no tuvo tiempo de decir nada más. Y se murió llevándose el secreto de la Laguna, a la tumba . Gumdo se hizo cargo de velarlo y enterrarlo; y después se fue al pueblo a buscar a su familia; para traerla a vivir a esta casa, que ahora era suya. Después de comunicarle a su esposa, la muerte de su padre, y que el, les había dejado su casa y sus tierras; ambos decidieron irse a vivir allí; -al rancho que ahora era suyo. Así que alquilaron varias carretas, y prepararon su mudanza; llevando todas sus pertenencias y también sus animales domésticos. Gumdo tenía una esposa muy mala y maliciosa llamada Ruperta, y un hijo pequeño llamado Mauricio(pero que sus padres le decían Mauro); Mauro, tenía como 6 años, y era un niño muy bueno y cariñoso. Los primeros días en la nueva casa fueron muy tranquilos, pues todos estaban muy ocupados: Gumdo, trabajaba en la tierra, sembrando y juntando frutos y leña, que después llevaba a la ciudad para tener algo de dinero para comprar las cosas que no le daba la tierra, como ropas, zapatos, frazadas, etc. Ruperta, ocupada con los quehaceres de la casa, como la limpieza, la comida y el cuidado de los pequeños animales domésticos como pavos, gallinas, patos, el perro y los caballos; Mauro, ocupado en correr por el campo y disfrutar de los baños en la laguna, con su perrito Colita. Todo parecía feliz; todo era alegría, nada perturbaba esa paz y esa armonía que reinaba entre los animales y la naturaleza. Pero algo iba a ocurrir aquel día, que iba a romper la paz y la tranquilidad del lugar; aquella mañana que Gumdo se levantó muy temprano porque iba a ir al pueblo; su señora se ofreció a acompañarlo porque quería, según le dijo, hacer algunas compras. Ya en el pueblo, Ruperta fue a buscar a un señor que criaba cerdos; pues quería comprarle unos chanchitos para criarlos, pues a ella se le había puesto que le hacían falta pero de esto no le había dicho nada a su esposo; así, que cuando su esposo apareció, ella le mostró los chanchos que había comprado, para llevarlos a la casa. A Gumdo no le pareció nada bien, esta idea de su esposa; así que le pidió que los dejara, pero su esposa, le dijo que no los dejaría y que ella se iba a encargar de cuidarlos; así que al final el esposo accedió de malas ganas. Cuando estuvieron en la casa, Gumdo se tuvo que abocar a construir un chiquero para los chanchos y cuando los tuvo encerrados, se sintió mas aliviado, y se fue a descansar. Al otro día el incidente estaba olvidado, y así fueron pasando los días y los meses y los chanchitos crecieron y un día rompieron las cercas y se escaparon y se metieron a la laguna y como esto les gusto se le escapaban continuamente, y la laguna fue cambiando de color, entonces Gumdo quería encerrarlos de nuevo, pero su mujer no lo dejaba, - y le decía: ¡déjalos, no ves, como están contentos los pobres, les hace falta bañarse. Hasta que una noche Gumdo tuvo un sueño, y escucha una voz que le dice Gumdo...Gumdo..., no dejes que los chanchos sigan ensuciando mis aguas porque me hacen daño, una y otra vez; y al despertarse al otro día; se levanta muy inquieto y preocupado y le cuenta a su esposa... Esta le dice, -no hagas caso, es solo un sueño. Y Gumdo no le hace caso y se olvida, pero a la otra noche, vuelve a soñar, lo mismo; y escucha en su sueño, que alguien le dice: -Gumdo... Gumdo...cumple la promesa con tu padre, ¡ayúdame!, -no dejes que me hagan daño; el, se despierta, y asustado se levanta y le cuenta a su mujer; pero ella, por incrédula o por soberbia, le dice: -no, hagas caso- deja dormir...y dicho esto, ambos se durmieron, de nuevo. Y así sucedió...de nuevo, en la tercera noche; él vuelve a soñar, pero esta vez recibe una advertencia, sino los encierras me tragaré a tus chanchitos; entonces él, se despierta más asustado que la noche anterior, y despierta a su esposa, y le cuenta su sueño; esta, le dice nuevamente, no hagas caso, duerme, es solo un sueño... y el le escucha y duerme; y al otro día, ni se acuerda de la advertencia y se va a trabajar. Desde ese día ya no tiene mas sueños pero notan que se empiezan a perder los chanchos, los patos y todos los animales; y los que le quedan, se empiezan a morir de a poco, de toda clase de pestes; entonces la mujer se da cuenta, y enojada le dice a su esposo, debe ser un bicho o un animal dañino que vive en la laguna, el que nos ha traído una maldición; yo lo mataré, y así me vengaré de el. Entonces, él se acuerda de la advertencia de la laguna y le dice...es ella, la laguna que esta enojada con nosotros, -yo te decía que le hagamos caso; es entonces, que más enojada su mujer le dice: -ya va a ver esta señora laguna; -lo que le voy ha hacer, -la vá a curar de espanto. Y al otro día, la mujer se levanto muy temprano y se fue al pueblo a hacer unas compras; porque le habían contado algunos vecinos, que en esa laguna vivía desde hace tiempo, una víbora inmensa, que todos la llamaban: -el jichi de laguna, y que era seguro que ella, era la que se comía a sus animales; además le habían contado, que poniéndole a la laguna alumbre, azufre y sal en suficiente cantidad, el bicho se iba a morir; así que ella, no dudo mas; y se compro varias bolsas con esos productos y las llevó hasta su casa. Y así lo hizo, la necia mujer, sin pensarlo nada mas, ni medir en las consecuencias; y empezó a echarle las bolsadas de sal, azufre y alumbre a la laguna; y esta de pronto empezó a hervir, y ha moverse y levantar humo; y el cielo se empezó a nublar, como si fuera a llover; y ella, entonces, asustada -corrió a la vivienda a refugiarse; y en ella encontró a su hijito que dormía y a su esposo que ya había regresado de su trabajo. Afuera de la casa, la tempestad seguía, cada vez mas fuerte; el viento soplaba con violencia;, pero las aguas de la laguna, de pronto empezaron a crecer y a gemir de dolor; la lluvia se desató torrencialmente; y luego se levantaron unas olas enormes... que iban desde la laguna hacia la casa; envolviéndola... arrastrándola... y llevándose, -a su paso; la casa, y todo lo que en ella había. Fue terrible, en esos momentos, y ocurrió de todo; pero luego, cuando, ya no quedaba nada; empezó a calmarse la tempestad y las aguas se retiraron; luego, salió el sol, y el día se puso sereno y claro; pero de aquel lugar, maravilloso; -ya no quedaba nada, -absolutamente nada: ni casa, ni animales, ni laguna...ni nada. Solo un profundo silencio, que cortada los oídos, parecía extenderse en el ambiente. -¡De pronto!, en medio de ese silencio, tendencioso, se escuchó el llanto de un niño; que agarrado a su perro estaba aferrado a un árbol; en medio del lodo y las hojas que lo cubrían. Era Maurito, cuya inocencia lo había salvado. Unos viajeros que pasaban por el lugar, al ver al chico tan sólo y que lloraba; lo recogieron y lo llevaron con ellos. Porque él, -les había contado, que el agua se había llevado, a su casa y a sus padres. Ha pasado el tiempo, y por ahí se sigue contando que a Gumersindo y a su esposa, se los comió el Jichi, de la laguna; -porque sus cuerpos nunca fueron encontrados. Y de aquellos paisajes, que fueron tan lindos; viendo hoy, -ya no quedaba nada; las plantas se fueron marchitando, y en el lugar que era la laguna; solo ha quedado: lodo, barro y pantanos; de ese lugar tan maravilloso solo ha quedado el recuerdo...de un niño... CAPITULO V Al otro día, Juancito y la Abuela se levantaron muy temprano y salieron a recorrer el campo; a recoger huevos, y sacar leche de las vacas y de las cabras. Juancito, además le ayudó a su abuela, a juntar leña, y a sacar agua del pozo. Y después de tomar el desayuno, ambos salieron de la casa, a pasear; y mientras charlaban y reían; la abuela le mostraba la barraca y le contaba muchas historias de su familia. La abuela le contó a Juancito, como era su abuelo, el padre de su padre; que se llamaba igual que él; y que había muerto, a la edad de 80 años, de un ataque al corazón; después de haber almorzado, y tenido una discusión con uno de sus hijos. Y que él, era, 15 años mayor que ella. También le contó, que su bisabuelo Joaquín, era descendiente de los gauchos argentinos; y, que él, había sido un soldado argentino; que vino a Bolivia, en un ejército auxiliar, comandado por el General Belgrano, en la gran Guerra, de la Independencia. Pero cuando fueron derrotados, por los realistas; a orillas del río Desaguadero, cerca de la ciudad de La Paz; tuvieron que huir para no caer prisioneros, y ser ejecutados por ellos. Y, en su huida, él llegó hasta un pueblito, llamado Yungas. Allí conoció a un amigo, que le habló de grandes las riquezas que había mas allá del río Beni; y de los tesoros escondidos de los Incas. Así ambos jóvenes aventureros se embarcaron y llegaron hasta estas tierras. Pero pronto se convencieron, que aquí, no había; los grandes tesoros que ellos vinieron a buscar; -pero viendo la belleza de las mujeres, de estas tierras, y la calidez y simpatía de la gente; les gustó y se quedaron a vivir aquí, para siempre; y pronto se casaron, y tuvieron muchos hijos... Sin embargo, tu bisabuelo, vivió aquí, muy feliz; todos los años de su vida. Aunque siempre soñó con volver a su tierra; con volver a ver a su Argentina, una vez más, antes de morir; pero eso fue lo único que no pudo hacer. Y hasta el día de su muerte, le recomendó a su hijo, tu abuelo; -que un día, él, debería ir a conocer su tierra...y siempre decía: -yo volveré en ti, ...-un día ...a mi Argentina querida. Y después, que le han dado de comer a los animales le dice: le diré a tu tío Manuel, que te lleve ésta tarde, a conocer a tu otro hermano y a su madre; ellos viven en el pueblo, que está cerca de aquí... Esa tarde, Juancito se fue con su tío Manuel al pueblo, y él, lo llevo directo a la casa de su hermano Rubén. Ambos tocaron la puerta, y de allí salió una señora muy simpática y mayor de edad. Ellos se presentaron, y ella empezó a llorar y lo abrazó. Juancito también la abrazó y lloró con ella. No hizo falta mayores explicaciones. Después, todos se rieron, y ella los invitó a pasar. Ella los invitó con chicha cerveza, (un refresco hecho de harina y cereales ) y luego les contó, que Rubén ya no estaba allí, en esa; porque él se había marchado, hacía un año, a la ciudad de La Paz; - a estudiar en la armada, la carrera militar. Pues un tío suyo, primo de su padre, que vivía allí lo había invitado a su casa; y le había prometido, ayudarlo a ingresar a la Academia Militar. Luego, ella le preguntó algo sobre su padre y su madre, a lo que Juancito le contestó entusiasmadamente, contándole todo sobre ellos. Ella sonrió, un poco triste y le dijo dale mis saludos a tu papá; y dile que yo no le guardo rencor, y que lo recuerdo con cariño. Además que le deseo mucha prosperidad y felicidad con su familia. La señora Carmen, así se llamaba la mamá de Rubén, le contó que tenía tres hijos; Rubén, que era el mayor, de 21 años; Marina de 19, e Irene de 13 años. Ellas eran sus ayudantes y compañeras. Ella había quedado viuda hacía poco tiempo, debido a que su esposo se había ahogado en el río cuando estaba pescando. Pues una tormenta imprevista le volteo la embarcación donde iba el con otros amigos. Y que ahora; ella, vivía sola; del pan, que hacía con sus hijas; y que horneaba para vender; también, de la ropa que lavaba o cosía para otros. Ahora había quedado sola con sus hijas, pues Rubén se había ido a la capital a estudiar, pues quería ser militar como sus antepasados; gracias a las historias que le contara su abuelo, y el deseo que le inculcaron, para que se haga militar. Y ocurrió, que cuando el tío Germán, que estaba viviendo en La Paz, vino al pueblo; al enterarse de la vocación de Rubén, se ofreció ayudarlo. Y les dijo, que siendo él, un Coronel de Ejército, le sería más fácil conseguir su ingreso; y además, -le ofreció costearle sus estudios en la academia militar. También, le ofreció, darle un lugar en su casa, para que pueda estar allí, en sus días libres. Y así, fue, como Carmen, la mamá de Rubén, no se pudo negar; y no tuvo más remedio que dejarlo ir. Entonces Juancito, le dice a Carmen: bueno, ahora que sé que mi hermano está en La Paz, -tendré que ir allí; pues he venido a conocer a mi hermano y no me iré sin verlo. No puedes ir desde aquí; -le dice Carmen. La Paz, queda muy lejos. Y desde aquí, no hay caminos. Sólo se puede ir allí, en avión. Entonces iré en avión. Insistió Juancito. -¡Ah!, niño inconsciente, -¡no seas testarudo!, -le dice Carmen. Pero luego, después al verlo tan triste y pensativo; -le dice: bueno, si estas decidido a ir, -yo te ayudaré. Pero cuando lo veas, tienes que prometerme que le darás, muchos abrazos y besos, en mi nombre. Y, le dirás. -¡que lo quiero!, y -¡lo extraño mucho!. Luego nos invitó a cenar, pues ya se había hecho la noche. Carmen les invitó con un pavo - que había cocido especialmente para ellos. Marina, también lo atendía y charlaba con Juancito; su tío Germán no hablaba mucho, pues parece, que él deseaba que Juancito sea el centro de la conversación, sólo después de comer; habló, para decirles que a uancito les gustaban mucho los cuentos. Carmen, dijo: a ¡que bien!. Entonces, -yo te contaré uno. Y será de algo que sucedió por acá. Pero es de terror. Juancito le dijo. -No importa. ¡Cuéntame!, - pues esos a mi me gustan. Entonces ella comenzó......así... |