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ENCANTO DE MUJER (Cuento antiguo) Un paisaje maravilloso, se extiende, a lo largo y a lo ancho, de todos estos reinos. Allá lejos, las cumbres nevadas, parecen pegadas en el cielo; y las vetas de nieve blanca; caen, y se deslizan suavemente, por las montañas; como los rizos de plata, de una virgen; y parecen tocar, suavemente, las laderas, de las primeras sierras del valle. Como manos, en los brazos abiertos, de un gigante blanco. Cerca de allí, el verde vegetal, que corre, con las primeras pigmentaciones de la montaña, -parecen contrastar, con el azul, intenso y puro, de las montañas lejanas. Ya, nada ha quedado dispuesto al azar: el colorido, la belleza y hasta el cantar de algunos pájaros, parecen acunar una canción. El canto de un corazón. Más abajo, de las campiñas doradas; -los ríos: corren y serpentean libremente, como niños traviesos que corren, alegres y felices; tras de bellas mariposas, hasta llegar, -a las primeras poblaciones del reino. Los primeros animales, que se ven en la montaña son: los cóndores y las águilas. Más abajo señorean los halcones y las víboras. Los pumas también viven en estos lugares, salvajes; aunque hay también: ciervos, corzuelas y liebres. Gran variedad de animales, de flores y plantas; que ven, a cada paso: el cazador, el viajero, o el -caminante; solo faltan algunos detalles, para completar el cuadro de fantasía y de ensueños que verá nuestro héroe en su viaje. En el castillo, en donde viven los personajes de esta historia; la gente trabaja contenta e intensamente, en sus oficios; el sastre, el zapatero, el carpintero, el herrero y hasta el alfarero; pues, todos tienen trabajo y no les sobra el tiempo. Todos los vasallos de este reino y la corte; están muy felices con su Reina; y no les preocupa, los problemas que puedan tener los que viven, fuera, de estos límites; es como, si no existieran; ni tampoco les atrae: viajar, ó -conocer otros lugares. Solo hay un joven, que le preocupa, lo que hay mas allá de las montañas; lo que hay mas allá de los bosque; o lo que pueda encontrar; si, se pudiera ir, a conocer otras tierras. Este es el príncipe, Romualdo; un joven, muy apuesto y muy bueno, que vive en este reino, lejano y hermoso; llamado Fabulandia. Donde toda la gente -vivía muy feliz y en paz; porque estaban gobernados, por la reina Estelvina; -que era muy buena y sabia. Estelvina, había quedado sola para gobernar, después que su esposo el Rey Felixongo, había muerto. Por esa razón, la Reina Estelvina, le insistía a su hijo Romualdo, que busque pronto; una doncella del reino para casarse; para que el, pueda hacerse cargo del reino de su padre. Pero Romualdo seguía insistiendo, que para el, no era tiempo, ya que el, -no sentía deseos de casarse. Y porque además, en el reino suyo; no había conocido todavía a ninguna doncella que le gustara. Pero cierto día: Romualdo, sintió, deseos de casarse; y de conocer a una mujer, y enamorase; así que cuando lo decidió, quiso decírselo a su madre; para que ella sea la primera en saberlo, y para que lo deje partir, para ir a buscarla. Y cuando se encontró con ella, le dice: -¡madre!, quiero irme de casa, a conocer otras tierras, y a conocer a una mujer que sea de mi agrado, -para casarme. Y si la encuentro, te prometo, que me casaré y la traeré aquí, a vivir con nosotros; y cuando yo vuelva casado, -te prometo que me haré cargo del reino. Quiero irme a otras tierras, y a otros reinos, a buscar a: -una mujer distinta; porque de las chicas de aquí: no me gustan, -ninguna. Aquí, no he conocido a nadie, de la cuál me pueda enamorar. Por eso pido tu permiso, y tu bendición para que yo pueda irme cuanto antes, a conocer el mundo. La madre, lo miro sorprendida, pero enseguida aprobó su decisión. Y después de aconsejarlo, lo bendijo para que haga su viaje por el mundo; para que conozca a la gente, de los otros reinos; y para que tenga la experiencia, que él necesitaba, para decidirse a elegir a una mujer, -como compañera de su vida, y para hacerse cargo del reino. Romualdo, estaba muy contento, y enseguida preparó su equipaje; y poco después de despedirse de su madre; salió con rumbo, desconocido. Sin importarle hacia donde se dirigía, solo pensando que ya faltaba poco tiempo, para conocerla; y que él, ya iba en su búsqueda. Asi fué , como comenzó su viaje, sin pensarlo mucho; el iba en un hermoso corcel blanco, llevando tan solo algo de ropa, su ropa de cama y sus armas: su arco y sus flechas, su espada, y su escudo de armas; También llevaba algo de dinero en su bolsa, en monedas de oro. En su viaje, recorrió: varios reinos y aldeas; y también anduvo por muchas regiones desconocidas; y conoció a mucha gente; y entre ellas, a muchas chicas, -hermosas, pero ninguna, -era, de su agrado. En todos lados era bien recibido, pues el sabía ganarse el cariño y el aprecio de la gente, ya que era muy comedido y servicial. Siempre que podía, se ofrecía a ayudar: y no se avergonzaba de cortar la leña, o sacar agua, y hasta a dar de comer a los animales; a pesar de ser un noble y de estar vestido como aquel. Por eso lo querían en todos lados; porque a pesar de su nobleza, no era orgulloso ni soberbio. Era tan humilde, que no le decía a nadie que el, era un príncipe; sino, que solo era un humilde caballero, que andaba de viaje. En todos lado la gente, lo invitaban a pasar; y le presentaban a sus hijas, porque el era un joven bien apuesto; y mientras lo invitaban con algo, el, les contaba sus aventuras; en algunos lados lo invitaban a comer, y otros a pasar la noche. Pero el siempre que podía les pagaba a la gente por sus servicios. Así fueron pasando los días, y muchas fueron las casas y los lugares que conoció, pero en ningún lado se encontró con la mujer de sus sueños; -la niña de sus ojos; una mujer, que cautive su corazón. Así que, día a día, crecía su angustia y desesperación, al ver que no encontraba a ninguna mujer de su agrado. Pero cierto día, que andaba viajando, lo sorprendió una tormenta; y desesperado corrió en su caballo en busca de un refugio; y en su carrera, pronto divisó una pequeña choza, que parecía incrustada, en una de las laderas del camino. Entró en ella, cuidadosamente, pero no vio a nadie y se acomodo en un rincón; en una especie de cama, hecha de troncos y palos. Y como ya había oscurecido, se quedo ahí, a pasar la noche; pronto se quedo dormido; pues, se sentía, muy cansado y extraño. Grande fue su sorpresa -al despertar, al otro día, cuando se dió cuenta que había amanecido, y se encontraba en un palacio; con salones y habitaciones muy bien decoradas, y con lujosos muebles; llenas de joyas, antigüedades y cortinas bellísimas. Empezó a recorrer las demás habitaciones, y al entrar en una, de ellas; encontró mucha ropa, fina y elegante; que parecían -de un príncipe. En otra habitación, -ropa de mujer, y hermosos vestidos y trajes, muy finos y delicados; de hermosos tonos y de encantador aroma. En otra habitación: trofeos, armas escudos y espadas; todo alfombrado y decorado. Todo esto le parecía muy familiar y muy extraño, -pero el, no quería tocar nada. Lo mas extraño de todo, es que no encontraba a nadie; y eso, que el gritaba y se anunciaba a cada momento. Luego se acercó, a una habitación; desde donde venía una música deliciosa y suave; y al entrar se encontró, con una mesa larga y muy elegante; con humeantes comidas; que parecían recién servidas. -Deliciosos manjares, postres y bebidas; que lo invitaban, a comer; -además, había un pequeño cartel que decía: -¡sírvase por favor!. Pero era extraño, porque no había nadie, y tampoco encontró, de donde salía esa música maravillosa y suave, que parecía brotar de las paredes. Así que decidió: sentarse a comer, los manjares que habían en la mesa; atendiendo, -aquella invitación del cartel. Romualdo empezó a comer, pensando que en cualquier momento podría llegar su anfitrión, y acompañarlo, ya que la mesa estaba servida para dos. Pero no fue así, y se cansó de esperar. Y terminó de comer solo, y en ese tiempo, -no apareció nadie. Así que se levantó, y empezó a caminar de nuevo, esta vez, hacia afuera del palacio. Allí se encontró, con bellos jardines y hermosos árboles, pero tampoco encontró a nadie. De tanto, por andar caminando por ahí, se le hizo la noche. Y como no encontraba la salida del palacio, pues todo estaba rodeado de altas paredes y cercas de hierro, imposibles de escalar, se volvió adentro del palacio, pensando en quedarse otra noche más; y tal vez, esta noche o mañana vengan los dueños del palacio, y les pueda preguntar, donde estaba; y como llegó hasta allí. En la penumbra empezó a buscar cerillos o velas para encender alguna luz, pero no encontró nada. Pero no se hizo tanto problema, pues, algo se podía ver a través de los vitrales inmensos, que habían; en las paredes y en los techos de los salones. Y debió conformarse con la luz de las estrellas que a través de los cristales se filtraba tenuemente; a soportar las inclemencias de la noche, fuera del palacio. Pronto se acostumbró a esa obscuridad, y la soledad; y pensando que no había otra cosa que hacer, más que esperar que amanezca. Se dedicó a pensar lo que haría al otro día. Cuando amanezca buscaré una salida e intentaré irme, si no aparece nadie, hasta ese momento; luego, se introdujo en la alcoba, donde apareció la primera vez; y se acostó en la misma donde despertó; y se sorprendió porque la cama estaba tendida y limpia; como si alguien lo hubiera hecho. Al poco tiempo se quedó dormido; y cuando era, mas o menos, cerca de la media noche; despertó sobresaltado, porque sintió que alguien estaba sentado al lado suyo. Y, he aquí. Vió algo, que se parecía a una bella mujer, por el perfil, que alcanzaba a divisar, y el perfume que llegaba hasta él; además, pronto sintió su delicado cutis, pues ella, lo estaba acariciando tierna y dulcemente, mientras le decía: -No, temas Romualdo. Yo te traje aquí, porque te quiero. Yo, te he esperado siempre, y deseo que me conozcas y me ames, -como yo te quiero a ti. No tengas miedo, soy la mujer con la que siempre has soñado, la mujer, que hasta ayer, -andabas buscando. Y que hoy, me has encontrado. Y yo, te he encontrado a tí. Tú, eres el hombre, con el que siempre he soñado. El hombre destinado a salvarme y ha sacarme de este encierro. Yo, guíe tus pasos, y te traje a mí. Y te estuve esperando mucho tiempo para reunirnos y conocernos. El, ya, -no comprendía nada, pero sentía una fuerza desconocida, que lo atraía hacia ella, y que no podía negarse ni resistirse a sus encantos. Y aquella, -aparición maravillosa, lo trasladó al paraíso del amor, -qué el no conocía. Aun creyendo, que estaba soñando; se embriagó con sus besos; y se extasió, con las delicias de su cuerpo, que ella generosamente -le regalaba. La mujer, que acababa de conocer. Lo arrebataba y enloquecía de placer. Y pronto se dio cuenta, que se envolvía y navegaba entre sus brazos y muslos, -y que él, le decía: -yo, también te amo!...te amo, te amo... Romualdo no comprendía, aquello, que le estaba pasando; si estaba despierto, o era tan solo un sueño del que no quería despertar jamás. Y apenas reaccionó, alcanzo a preguntar: -como te llamas?..., pues se le había hecho un nudo en la garganta... Ella le contesta con cariño: mi nombre es Sabyna. Y el, le murmura, para si...Sabyna, Sabyna.... Ella le dice, -¡te amo, tanto!. Cuando amanecía, ella le dice: -tengo que irme, pero volveré a verte todas las noches que tu quieras, para estar contigo, solo faltaré las noches de luna, pero será por poco tiempo hasta que se rompa el hechizo que nos separa. Así debe ser, hasta que podamos reunirnos para siempre; cuando se rompa el hechizo, que me tiene prisionera en este mundo mágico y extraño, del que yo no puedo escapar sin tu ayuda; y que es como mundo paralelo y gemelo a mi Reino. Tú, no deberás ver mi rostro; por todo el tiempo que dure el hechizo, porque se romperá el encanto que nos une, y yo no podré volver -a verte más. Así que no vayas a encender ninguna luz, le advirtió. -Porqué me perderás... Luego le dice: -quiero que regreses a tu casa; y lleves algunos regalos a tu madre, de parte mía. Quiero que tomes algunas de mis joyas, y se la lleves a ella; para que ella sepa que soy real; y diciendo esto, se sacó las joyas que llevaba encima y se la dio. El, la escuchaba sorprendido nuevamente. Y ella le dice: -no te asustes, de como sé yo, todas estas cosas; lo que pasa, es que, aunque para tu mundo, no soy yo real, yo existo; soy como un fantasma que no se ve ni se oye, pero si, -estoy viva. Y yo, si puedo verlos y oírlos y fue así que los conocí a Uds. Así te conocí a tí, y a tu madre. Y sólo puedo materializarme aquí en este mundo, cuando no me ven. Recuerda, que deberás salir y entrar solo de noche, porque de lo contrario no hallaras la puerta que comunica a este mundo, -ni podrás salir de él. Y cuando quieras salir, pasa el umbral, que esta detrás de la cortina, y espera a que amanezca; y cuando quieras entrar ven a la choza, espera que anochezca, y pasa la puerta que aparecerá. Y recuerda también, que mi nombre es Sabyna; que soy la princesa del reino del valle de las Siete Cascadas; y que he sido condenada a vivir aquí, por negarme a casar con un hombre al que yo no quiero. Todo esto te digo, -por si, algo llegara a pasarme. Dicho esto ella se despidió y se fue desvaneciendo poco a poco, hasta que desapareció. Romualdo, se apresuró a recoger sus cosas y las joyas que Sabyna le había dado para su madre, y salió apresuradante de la casa, pues, ya estaba amaneciendo y no podría volver a su mundo si amanecía. Y al trasponer el umbral del castillo se vió saliendo de la misma choza por donde había entrado la primera vez. Maravillado, se fue alejando lentamente, extasiado de aquel lugar encantado; hasta que pronto encontró el camino de regreso a su casa. Demoró varios días en llegar, pero ya con su madre Romualdo le contó todo lo que le había sucedido, y le entregó las joyas, que Sabyna le había dado para ella, y le dijo que eran un obsequio de ella, para que creyera en su amor y que ella era real. Que la quiere... Su madre maravillada y sorprendida, escucha-ba a Romualdo pero tal vez, -un poco asustada. Por eso le dijo: -¡ay!, -tengo miedo por ti hijo. Tengo miedo de que vaya a ser algo maligno, que se pueda apoderar de ti, o que te pueda hacer daño. Por eso le dijo: -Ten cuidado, -hijo mío; ámala con reservas, y no te confíes hasta que no la conozcas en el mundo real. Entonces él le dijo: -¡oh, mamá!, -yo creo en ella; y la quiero, y sé que ella, también me quiere; y que no me hará ningún daño, estoy seguro. Después de algunos días...cuando Romualdo debía regresar al lado de Sabyna; la madre le preparó las provisiones, para su regreso al lado de su amada; pero cuidadosamente le introdujo, sin que el la viera: unas velas y cerillos, pensando que los debería tener en previsión. Romualdo, tomó sus bolsas y se despidió de su madre y se fue nuevamente de viaje, sin saber que llevaba velas y cerillos, a encontrares con su amada. De vuelta al reino encantado y con Sabyna; pasó noches maravillosas; pero un día, mientras estaba solo: al meter la mano en su bolso, encontró las velas y los cerillos, que su madre le había puesto; asustado, -los escondió; y los puso bajo la cama y al mismo tiempo que pensaba: -tal vez...si la pudiera ver mientras duerme... Y esa noche, no pudiendo resistir el deseo de conocerla; mientras ella dormía: -prendió una vela, y casi instantáneamente ella se despertó; al sentir la luz de la vela, y le reclamó, casi suplicantemente: -¡Romualdo!, -¿que has hecho?, -¡porque no creísteis en mí y esperasteis!...Ingrato, ahora por tu culpa ya, no volveremos a vernos...más En esos instantes que ella hablaba, alcanzó a verla y pudo contemplar su rostro -bellísimo, su mira-da -brillante; y su pelo abundante, y esplendoroso ; Y dicho esto, se fue desvaneciendo suavemente, como si fuera una bruma; mientras ella lo miraba triste-mente. Y todo esto le pareció, lo que dura el paso de una estrella fugaz. Ella, y todo lo que la rodeaba desapareció, y él apareció, solo y tirado en el suelo, en el medio del monte. Pero la choza, ya no estaba en aquel lugar. Y recién cuando el se dió cuenta de lo que pasaba, y comprendió, el error, -de lo que había hecho; empezó a gritar como un loco, y a llorar como un niño. Y sollozando -¡exclamó!: -¿que he hecho?- -gritaba, y gritaba...¡perdón!,-¡perdón!, Saby-na...-Sabyna, -¡Sabynaaa!... -corriendo para todos lados, con la esperanza de verla, o de volverla a ver, una ves más; o cuando menos de ver la señal de nuevo. Pero ya no había nada, -de aquel lugar maravilloso. Y, cuando se cansó de llorar y de gritar, se sentó bajo un árbol y se durmió; luego, en medio de su sueño, despertó, al escuchar que alguien le hablaba. Y al abrir los ojos, tuvo una visión maravillosa; pues se le apareció una criatura angelical y preciosa, en forma de mujer. Que le hablaba y le decía: -hola, Romualdo!, soy Flora. Un hada, soy la Ninfa protectora de las flores y la Reina de los Montes y de los Bosques. He visto tu llanto y me has conmovido; por eso he decidido ayudarte. Si quieres volverla a ver, o volver a encontrar a la mujer que amas; deberás hacer todo lo que yo te diga; -Romualdo, la escuchó en silencio; y ella le dice: debes ir al monte Blanco y buscar al Cóndor de Plata, pues sólo el te puede llevar hasta el valle de las Siete Cascadas; -Que es, donde esta el reino de Sabyna. Pero debes tener cuidado de llevarle algo de comer, o de lo contrario, -él te comerá a tí. Y dile, que vas de parte mía, para que te ayude; y él comprenderá. Pues yo lo curé una vez, -cuando estaba herido; y el me prometió, devolverme el favor. Romualdo encantado y feliz, se levanto para agradecer a Flora, y le decía muy feliz: -gracias, gracias,..; y, mientras ella se desvanecía; le dice: aquí te dejo una esmeralda mágica para que te proteja, y la uses contra el mal, en caso de extremo peligro; y luego, desapareció. Luego Romualdo junto sus cosas, y comenzó a caminar hacia la primera aldea, que había a su paso; y en ella, preguntó: ¿donde queda el monte blanco?; pero nadie le contestaba; tal vez, porque no sabían, o porque no le querían decir... Pues, cuando el preguntaba, todos miraban para otro lado o se hacían los que no lo oían; y cuando ya estaba por retirarse se le acercó un viejito, que le dice; -yo se donde queda eso hijo. -Eso queda al norte; muy lejos..., muy lejos de aquí; como a unos tres días de viaje; pero pienso, que no deberías ir allí, porque es muy peligroso; ya que allí, vive el cóndor de plata, que es: una gran ave -asesina. El Cóndor de Plata, ataca a los caminantes y los devora, sacándole los ojos y las entrañas; -¡gracias!, anciano, le dice Romualdo. Pero aún así, -debo ir allí. Y luego, inmediatamente, emprendió el camino al monte blanco; y cuando estaba en el bosque, encontró un venado y se acordó del regalo que debía llevar al Cóndor de Plata, así que le disparó una flecha y lo mató; luego le abrió el vientre y le saco las vísceras, para poder llevar sólo su carne, y lo cargo en su espalda; Luego reanudo la marcha, y al llegar a la montaña; empezó a escalar; y cuando estuvo muy alto; espero que apareciera el Cóndor de Plata; éste, apareció a los pocos minutos; diciendo: -cómo te atreves, humano, a venir a mis dominios; -¡pequeño mortal. Te comeré,... te comeré... Entonces el le dice: -no hace falta que me comas; porque para saciar tu apetito, yo te he traído de regalo -un venado. Y de postre te daré: -un recado de Flora; la Ninfa, Señora protectora de las flores y la Reina de los Montes y los Bosques. ¡Ah!, -¡mortal. -Le dice el Cóndor de Plata a Romualdo. Espero que no me mientas, de lo contrario te destrozaré... -Si. Le dice él; -es verdad lo que te digo. Vengo de parte de Flora, y ella quiere que me escuches y me ayudes. Y dice que así, podrás pa-garle el favor que le debes. -¡Ah, exclama el!...qué bien... ¿Que quiere Flora?... Le dice, mientras empieza a comer. Romualdo entonces, le dice: -ella te pide que me ayudes, a llegar al Valle de las Siete Cascadas. Voy en búsqueda, de la princesa Sabyna. El Cóndor de Plata, le dice: yo no podré llevarte, hasta el palacio de la Princesa, porque me esta prohibido, salir de las montañas. -Pero te llevaré, y te dejaré en las puertas del reino. Sólo que allí, -vive el Ogro Oronco, que es un gigante antropófago, que se come a los caminantes, y a él, no le gustará tu visita. Así que tendrás que seguir solo; y pasar por los dominios de Oronco, con mucho cuidado; tratando de que él, -no te vea. Además, deberás pasar por algunos pantanos y bosques, infectados de víboras. Dicho esto, lo hizo subir a su lomo, y emprendió el vuelo. Ambos volaron durante varias horas, por encima de las montañas hasta cerca del mar; y por fin el Cóndor de Plata descendió, y le dijo: -hasta aquí no más, te llevo yo... Debes seguir solo, -le dice a Romualdo. Romualdo inmediatamente se bajó, de los lomos del Cóndor. Le agradeció y se despidió del Cóndor de Plata. Se fue caminando por el bosque, en dirección al Reino de las Siete Cascada. Iba llegando a una casa, que tal vez sería la casa del Ogro. Cuando de pronto, escucho a alguien que pedía auxilio. Corrió hacia allí, y sin pensarlo, se acercó al lugar, y se encontró con una mujer anciana, que se había caído a un pozo. Y sin dudar ni un momento -la rescató. La señora le agradeció y le dijo: hijo mío, -¿que haces por aquí?. -Es muy peligroso, aquí vive Oronco, el Ogro antropófago; y el, -es mi hijo; pero te comerá a tí, si se llega a ver. Soy su madre, pero no puedo hacer nada si él te agarra; así que tendrás que irte pronto, por donde vinisteis, antes, de que él regrese. Entonces él, le contestó; no puedo volver por donde vine, porque vine volando; y el amigo que me trajo -ya se fue. Entonces ella, le pregunto: -¿Que haces por aquí?. Y él, -le contesto. Estoy buscando a la princesa Sabyna; y estoy viajando a su reino...el Valle de las Siete Cascadas. Y justo estaban hablando, cuando escuchan que alguien se acerca, -cantando; y ella dice: -es mi hijo, que ha llegado. Ya no tienes, tiempo..., -te esconderé. Ven le dice: --entrá ahí. Señalando un depósito que estaba en el tumbado del techo, del comedor. No te muevas; ni hagas, ningún ruido hasta que yo te diga. En tanto, el Ogro entró, con algunos animales en el hombro; -y dice: -¡hola madre!; -dame de comer mamá... Y ella muy diligente corre a traerle comida y le dice: -Ven hijo, siéntate. Mientras el Ogro se paseaba por la habitación, olfateando para todos lados. Y le dice: Huelo a carne humana. Que tienes por ahí mamá. Y ella le contesta. No, hijo no hay carne humana, es solo carne cruda, sin asar; que esta en mal estado. -¡ Ah!, dice el Ogro; al mismo tiempo que se sienta y comienza a comer. Y mientras se toma un jarro de vino, la madre se apresura a traerle un cordero entero; que el devora de nuevo. Luego le alcanza unos patos, asados; que el Ogro también los devora; y luego, le grita: -más vino; tráeme más vino; al momento ella le alcanza un jarrón con diez litros de vino. Y cuando termina esto, el Ogro se queda tranquilo y empieza a dormirse. Romualdo quiere aprovechar para escapar, pero el Ogro se incorpora de nuevo, bruscamente, y empezó a olfatear, nuevamente; y le dice a su madre: -mamá!...mamá...Huelo a carne humana; y ella le contesta nuevamente: -ya te he dicho hijito, que es carne descompuesta. Y, él, se queda nuevamente tranquilo; pero mientras tanto, Romualdo, escondido; sufría, cada vez que el Ogro respiraba. De pronto el ogro se levantó y le dijo, -madre me voy a acostar. Si hijo, anda, le contesto ella. Y cuando el Ogro se levanto, -aprovecho para abrir el depósito; y de un manotón lo capturó. Romualdo, sorprendido no supo que hacer. Entonces la madre del Ogro intervino. Y le dice la verdad. Si hijo, -es un hombre. Yo lo escondí cuando tu llegabas, porque quiero ayudarlo. ¿Porque? -¡madre!, le dice el Ogro. Y ella le responde: -porque este joven me salvó la vida hoy día, sin conocerme, cuando me caí a un pozo de agua, cuando tú no estabas. Por eso te pido... que no le hagas daño, porque sino, no podré pagarle ese favor; y eso no esta bien, -hijo mío. Entonces el Ogro, pareció comprender y lo soltó. En parte tal vez porque quería a su madre, y en parte porque -ya estaba lleno. Y viendo ella, que el Oronco comprendía; aprovecho para pedirle, que el lo ayude, en nombre de ella; ya que ella, no podía hacer, lo que él necesitaba. Pues, le dice: -este joven necesita llegar al palacio de las Siete Cascadas. Por favor hijo, hazlo por mí; por el favor que le debo, -le dice nuevamente. Y llevadlo hasta allí. Y Oronco le dice: -Esta bien ¡madre!, -lo haré...-lo haré Luego la madre de Oronco, saca de un armario; unas botas con alas, y se las da a Romualdo; el Ogro entonces, le dice: -Póntelas!. Yo te guiaré. Y cuando Romualdo se las hubo puesto; Oronco, lo tomó de la mano y juntos empezaron a volar. Y atravesando los bosques, y los campos; pasaron por arriba de los pantanos, y de los ríos; dejando a las víboras con ganas de picarlos; luego llegaron a un bosque muy limpio y hermoso; y Oronco, le dijo: hemos llegado; hasta aquí, te guío yo. Ahora debes seguir solo. Pero antes de despedirse le advirtió: espero que no vuelvas más, por mis tierras; porque, si te veo de nuevo: -te comeré. Dicho esto, tomó las botas, que le devolvió Romualdo, y se alejó volando nuevamente, hacia su casa. Y , ni siquiera prestó atención a los saludos de agradecimiento que le hacía Romualdo. Luego que estuvo solo, emprendió el camino hacia el castillo de la princesa Sabyna. Al llegar a el, se enteró, que se estaba celebrando una boda en el; entonces él, presintiendo lo que pasaba, entró sin anunciare; y peleando con algunos guardias, logró pasar y esconderse. Y cuando estuvo en la ceremonia escucho que decían: "aquel que tenga un impedimento, para que se realice esta boda; que hable ahora o calle para siempre". Romualdo, no se hizo esperar y se tiró desde el balcón donde estaba; colgando de una cortina, y diciendo: a viva voz; -¡Yooo!, yo me opongo. Me opongo, -¡porque la amo!, y creo que ella también me ama, a mí. -¡Y, aquí esta la prueba!-. Y acto seguido, saco de su bolsillo un pañuelo. El pañuelo de la princesa Sabyna, y con el, el anillo real. Esto, dice él, me lo ha regalado ella como una prueba del amor que siente por mí. -¡Oh!, oh...exclamaron: -¡todos!. Y sorprendidos y felices gritaron a una sola voz: -¡viva!. Viva la princesa, y que viva el príncipe forastero. -Que viva!, gritaron todos. Lo que no sabía Romualdo, es porque todos estaban contentos, porque la boda no se realizara. Y es, que al Príncipe Siniestro, así, se llamaba él; no era querido por la gente del reino. Debido a que, después que se anunció su boda, con la princesa; ella, se había puesto muy triste y enfermó. Y por eso, se supo, que esta era una boda forzada. Que los padres de Sabyna tuvieron que aceptar si querían volver a ver a su hija. Ya, que Sabyna había sido atrapada en una nube blanca y encantada por la hechicera -Michilina, y llevada al reino encantado, -del más allá. Para casar por la fuerza, a su hijo Siniestro, con la princesa Sabyna. Que era muy codiciada y pretendida, por todos, -por ser muy bella y muy rica. Y aseguraba la hechicera -Michilina, que no la devolvería, si los padres de Sabyna no aceptaban el casamiento. Pero el príncipe Siniestro, no se quiso dar por vencido y desafió a un duelo a Romualdo, si quería quedarse con su prometida. Romualdo, aceptó el duelo; y después ambos se desafiaron con la mirada, y luego se trenzaron en una lucha de espadas; saltaban por todos lados, a veces retrocedían, pero luego atacaban con una furia impresionante. Cada momento la lucha se hacía mas intensa y los presente miraban y tomaban partido; pero en su mayoría estaban con Romualdo y los alentaban y reprochaban al mismo tiempo; hasta que sus estocadas se fueron haciendo, cada vez mas seguras y mortales. Y cuando menos se esperaba, porque Romualdo lo estaba dominando a Siniestro, -se cayó. Entonces fue que Siniestro se abalanzó sobre el, y sacando ventaja, logró dominarlo, pero queriendo sobrarlo, le puso la espada en el cuello, a Romualdo; y le dijo: Ahora. -¡eres mío!, -Adiós... Pero no alcanzo a rematarlo, porque Romualdo, aprovecho un descuido de el, para clavarle la suya. Siniestro todavía moribundo, quiso abalanzarse sobre el, pero cayó muerto antes de tocarlo. Michilina, la hechicera, que estaba viendo la pelea; se acercó a su hijo, lo abrazó y lo envolvió en su capa, y le dice: -yo te vengaré. Y, acto seguido se fue desvaneciendo; al mismo tiempo que lanzaba una maldición incomprensible, arrojando algo, que producía un olor insoportable. Y luego apareció una luz, enceguecedora azulada y verdosa. Y todos comenzaron a volverse blancos y luego grises; -parecía que estaban paralizándose a punto, de convertirse en piedra. Romualdo entonces se acordó de la esmeralda mágica que le había dado Flora, y como pudo la sacó de su bolso, y la arrojó, en dirección a donde había desaparecido, Michilina. La piedra, en contacto con la luz mala, empezó a brillar más; tan intensamente, que su luz enceguecía; con un color dorado; hasta superar la luz anterior. Luego explotó. Y todo quedo en silencio: -un instante; hasta que todos los presentes se dieron cuenta, que todo había pasado; y comenzaron a gritar de alegría: -¡Bravo!, -¡bravo!, ¡todo se acabó!. La hechicera Michilina, no está más. ¡Vencimos!.. -¡Que vivan los novios!. Sabyna corrió a abrazarlo, y lo beso; -gracias a Dios que hemos ganado. Ahora habrá tiempo para nuestro amor. Gracias a Dios que has venido, creí que te había perdido, para siempre; cuanto te he extrañado... Romualdo, apenas pudo decirle: -yo también te amo y te he extrañado mucho. -¡te quiero!...mi amor. Luego le dice: -ven te presentaré a mis padres, mi familia y mis amigos. Romualdo, la sigue y saluda a todos. Luego, se presenta a los Reyes y le pide la mano de Sabyna. Y les dice: -Nos queremos, y queremos casarnos. El Rey Calicanto lo saluda y le agradece; -Romualdo, le dice: lo que me pidas te daré. La Reina Analía, los abraza y los besa. Al mismo tiempo que les dice: Sí. hijos míos. Aceptamos gustosos. Luego el Rey, ordena: -que toquen las trompetas, para anunciar: -el casamiento de su hija. Y luego, previamente instruido, el Pregón del Rey, -dice: En breves -momentos... se casaran.., el príncipe Romualdo, hijo del Rey Felixongo y la Reina Estelvina; dueños y señores de las tierras y del Reino de Fabulandia, con la bellísima y adorada nuestra princesa: -¡Sabyna!; hija del Rey Calicanto, y de la Reina Analía; dueños y señores de las tierras y del Reino de Las Siete Cascadas. Y, otra vez, -sonaron las trompetas; y los invitados se acomodaron; y se comenzó a preparar la ceremonia. Primero vino la entrada triunfal, de la princesa Sabyna; luego la ceremonia de casamiento y las felicitaciones de los Reyes; después, el retiro imponente de los novios del salón de bailes y ceremonias. -Luego, los aplausos y las flores de los presentes, al paso de ellos. Por ultimo, el festejo de la corte y los invitados en el palacio; y del pueblo en las calles del reino. Después, cuando pasaron al salón de bailes, compartieron toda la noche, la fiesta y los bailes con los invitados. Y hubo manjares de todo tipo; bebidas y lico-res; carnes y ensaladas, y además tenían una gran torta; y muchos postres, que alcanzaron y sobraron, después de invitar a todos los presentes. Al otro día, después de dormir en el palacio, se fueron de viaje de luna de miel a un castillo a la orillas del mar, destinado para ellos. Después que paso su luna de miel. Decidieron irse a vivir a las tierras de Romualdo. Porque Romualdo debía hacerse cargo de su reino, ahora que estaba casado. Y, porque su madre los esperaba, sin saber nada él; desde que se fue del reino, y, ya hacía, -varios meses. Finalmente se embarcaron, en un velero, es-pecialmente preparado para ellos; para que puedan viajar al reino de Fabulandia. Porque, por tierra, no lo podrían hacer; ya que si querían hacerlo, tendrían que volver a pasar por todas las dificultades y peripecias que pasó Romualdo. -Incluso, cruzar 100 leguas de montañas. Al llegar a Fabulandia, la Reina Estelvina se llenó de alegría, y mandó a preparar una gran fiesta, para celebrar la llegada de su hijo: el Príncipe Romualdo; y para coronarlo como el nuevo Rey de -Fabulandia. Después, de que se hizo la entrega de la corona a los nuevos reyes, ellos se dedicaron a gobernar. Y reinaron en paz y armonía sobre toda la gente, y se hicieron querer por todos, porque eran justos y bondadosos, -como su amor. Ambos tuvieron muchos hijos y fueron muy felices... CAPITULO I V En el viaje, por el río, pararon varias veces. Y así, el conoció a los indios de la región, que vivían por esos lugares, y que se acercaban a pedir algo de ropa y alcohol; y les proveían de carne y frutos silvestres. También le cargaban la leña para la caldera del barco; y así continuaron su viaje. Y después de tres días y tres noches llegaron a su destino. Juancito estaba nervioso y conmovido, al ver que ya había llegado a aquel pueblo tan distante y lejano. Y al llegar a su destino se despidió del capitán y les agradeció a todos. A su vez el capitán -le dio algo de provisiones y dinero, para que continúe su viaje. Pues desde allí, debería seguir en otro barco o en lancha, río arriba. Pero, tan sólo le quedaban unas pocas leguas para llegar a su destino. Allí se contactó con un barquito pesquero, pequeño que se ofreció llevarlo por algunos pesos. Juancito aceptó, ya que podía pagar. Y esta parte del viaje fue de pasajero y sin trabajar. Y al cabo de algunas horas de viaje - llegó a Riberalta. Se bajó corriendo, en busca de la casa de sus abuelos y de su hermano. Pero pronto se enteró -que ellos no vivían allí; sino, en una barraca que estaba, a unos kiló-metros más, río arriba. Entonces tuvo que contratar a otro señor, para que lo llevara hasta allí. Y se embarcó nuevamente con ellos. Después de algunas horas de viaje, por fin llegó a su destino final. Ya anochecía, cuando llegó a casa de sus abuelos. Llegó y preguntó por la familia de su padre, y hacia allí lo llevaron. Allí lo recibió una viejecita muy anciana, que resultó ser la mamá de su papá; ambos se abrazaron y lloraron largo rato. Luego, él le contó de su familia y percances de su viaje. Ella le contó de su esposo, o sea de su abuelo, que ya había muerto, hacia un año atrás. El pobre murió sin saber que su hijo, o sea su papá, vivía. La abuela Soledad, así se llamaba ella. Le contó, que la mamá de Rubén, o sea la ex-señora, de su papá, -tenía otra familia. Y que vivían cerca de allí. Que después lo llevaría a conocerla, pero tal vez Rubén ya no esté en Riberalta, pues tiempo atrás, había decidido irse de allí, a estudiar a la academia militar. Esto, le cuenta, ante los requerimientos de Juancito por saberlo todo. La abuela esa noche le preparó de comer a su gusto; pollo con arroz y papas. Luego le preparó una linda cama para que descansara. Esa noche vinieron la mayoría de los hijos de la abuela Soledad, que eran como diez. Todos eran sus tíos. Entonces Juancito comprendió, porque la abuela había soportado la ausencia de su padre, su otro hijo. Todos estaban complacidos con la visita de Juancito y esa noche celebran su llegada. Y les gustó mucho escucharlo contar la historia de su viaje. Y saber de su hermano, el papá de Juancito que lo creían muerto. Entonces Juancito les contó de su padre. Que el siempre los recordaba en sus historias y que también los extrañaba mucho -a todos. Y que también había prometido venir a verlos. Además, les prometió escribirles. Pronto, todos estaban festejando la feliz visita. Y la buena noticia. La abuela esa noche, después de darles de comer a todos sus hijos, y habiendo escuchado que a Juancito le gustaban las historias y los cuentos, le quiso contar una, -especialmente para él. Y comenzó así..... Había una vez...... |