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Parroquia de la Asunción










Cuaresma 2014


Introducción


Continuamos hoy en nuestra parroquia la experiencia que ya iniciamos hace algún tiempo: Ofrecer unos materiales para poder rezar en casa, durante el tiempo de adviento o de cuaresma-pascual.
Os proponemos lo mismo que en otras ocasiones:
Todos los días, en casa, hemos de intentar dedicar dos momentos para nuestra oración. Uno por la mañana y otro por la tarde o noche. Cada uno de estos momentos –según el tiempo de que dispongamos- sería interesante que fuera de unos 15 minutos a media hora. Es conveniente que busquemos un momento y un lugar tranquilo, en el que no nos vayan a interrumpir.
El momento orante de la mañana lo podemos distribuir de esta manera:


  • Ponernos en situación relajada, darnos cuenta de que estamos en presencia de Dios...

  • Lectura lenta del texto bíblico que se indica. Para ello tienes que tener en casa una Biblia. Después puedes leer el breve comentario que te ofrecemos en estas páginas.

  • Espacio de silencio, para dejar que la lectura del texto bíblico penetre en nuestro interior y nos empape.

  • Repetición de aquella frase o palabra que más hondo me haya llegado.

  • Sería conveniente que en este momento me dirigiera a Dios con mis propias palabras: para darle gracias, para gritarle, pedirle, buscar refugio en Él,... para que me dé fuerzas, para encomendarle problemas e inquietudes mías o de otras personas, para presentarle el dolor y la injusticia de la gente de nuestro mundo,... para lo que en ese momento salga de dentro de nuestro corazón.

  • Sería también el momento de ver si Dios me está diciendo, pidiendo algo para mi vida: algún cambio, alguna conversión, algo que hacer, un perdón que provocar,..

  • Podrías terminar con alguna oración o palabras de despedida: Padre nuestro, ave María, gloria...



El momento orante de la tarde lo podemos hacer siguiendo el mismo esquema.
La diferencia sería que el texto de la mañana es de la Biblia, y el texto de la tarde noche que te presentamos es un poema, reflexión, oración,... que alguien ha escrito, haciendo oración en algún momento de su vida, igual que tú.


PRIMERA SEMANA
Para estas pequeñas introducciones semanales os queremos presentar un documento que presentó hace ya varios años, José Luis Martín Descalzo, sacerdote y escritor, a un grupo de personas que estaban muy cercanas a enfermos y gente que sufría. Él mismo se encontraba en esa situación. Dice así:

"REFLEXIONES DE UN ENFERMO, EN TORNO AL DOLOR Y LA ENFERMEDAD"

No hace muchos años publicaba Laín Entralgo un pequeño librito con un magnífico título: “Misterium Doloris”, “El misterio del dolor”. Y con sólo esas dos palabras centraba ya el tema que hoy nos reúne aquí: El dolor es un misterio y hay que acercarse a él como uno se acerca a la zarza ardiente: con los pies descalzos, con respeto y pudor. Nada realmente más grave que acercarse al dolor con sentimentalismo y no digamos con frivolidad. No vamos a resolver un problema, a hacer un juego literario, no tratamos de elaborar unas bonitas teorías que pretendan aclarar lo que es, por su propia naturaleza, inalcanzable. Al dolor hay que acercarse como nos acercaríamos al misterio de las dos naturalezas de Cristo o después de muchas palabras, el misterio seguirá estando ahí hasta que el mundo acabe. Tendremos que acercarnos con delicadeza, como se acerca un cirujano a una herida. Y también con realismo, sin que unas bellas consideraciones poéticas nos impidan ver su tremenda realidad.

Y la primera consideración que yo haría es la “cantidad” de dolor que hay en el mundo. Impresiona pensar que, después de tantos siglos de historia y de ciencia, el hombre apenas ha logrado disminuir en unos pocos centímetros las montañas del dolor. Más bien habría que reconocer que en muchos aspectos la cantidad del dolor está aumentando. Hace décadas se preguntaba Charles Peguy: “¿Creemos acaso que la humanidad está sufriendo cada vez menos? ¿Creéis que el padre que ve a su hijo enfermo hoy, sufre menos que otro padre del siglo XVI? ¿Creéis que los hombres se van haciendo menos viejos que hace cuatro siglos? ¿Qué la humanidad tiene ahora menos capacidad para ser desgraciada?”.

Años más tarde el padre Theillard – que era por naturaleza un gran optimista- reconocía que “el sufrimiento aumentaba en cantidad y profundidad” precisamente porque el hombre va aumentando en la conciencia de sus realidades. “Ah, si viéramos –decía- la suma de los sufrimientos de toda la tierra. ¡Si pudiéramos recoger, medir, pesar, numerar, analizar esa terrible grandeza! ¡Qué masa tan astronómica! Y, si toda la pena del mundo se pusiera en una balanza y en otra toda la alegría del mundo ¿quién puede decir de que lado de los dos se rompería el equilibrio?

Además los medios de comunicación –al ampliar el ángulo de nuestra mirada- nos hacen comprender mucho mejor el tamaño de esa montaña del dolor. El hombre del siglo XII, del XIV, conocía, cuando más, el dolor de sus doscientos o de sus mil convecinos. Pero no tenía ni idea de lo que, a esa misma hora, se sufría en la nación vecina y no digamos en otros continentes. Hoy, afortunada o desgraciadamente, nos han abierto y estirado los ojos y sabemos casi con exactitud el número de muertos, asesinados o destrozados que hubo ayer. Sabemos que cuarenta millones de personas mueren al año de hambre o que muchas decenas de millares de niños murieron de desnutrición o enfermedades durante los pocos días que duró la reciente reunión de los grandes de este mundo para hablar de los derechos del niño.

Y es cierto, también, que hoy se lucha más y mejor que nunca contra el dolor y la enfermedad: son cientos de miles los médicos y las enfermeras, se han multiplicado infinitamente los hospitales y sanatorios, los científicos descubren cada día nuevos remedios, nuevas medicinas para devolver la salud.... Pero no parece que la gran montaña del dolor disminuya. Incluso, cuando hemos derrotado una enfermedad, aparecen otras nuevas que ni sospechamos (¡cómo olvidar el sida!) que viene a tomar el puesto de las derrotadas.

Sé que es amargo y doloroso decir todo esto. Pero sé también que no debemos cegarnos a nosotros mismos y que es preferible partir -y partir humildemente- de una terrible constatación: en lo que se refiere al dolor, a la enfermedad y a la muerte podemos ganar muchas batallas, pero la guerra la tenemos perdida. Ya sé que ni vosotros ni a nadie le gusta esta afirmación y menos en nuestro siglo vitalista para el que los grandes tabúes son la enfermedad o la muerte. Hubo siglos en los que el tabú eran los temas sexuales: no era correcto hablar de ellos y menos en público. Hoy ese tema se ha hecho pan de cada día –basta conectar la televisión y lo que la gente prefiere no ver es el dolor o pensar en la muerte-. Es impúdico hablar de ellos. Y, aunque la realidad se obstina en metérnoslos por los ojos, todos preferiríamos pensar “que no es para tanto”, que es “un problema de otros”, como si sólo nuestros vecinos, “los demás” fueran aspirantes a muertos o enfermos.

En la España de hoy y a esta misma hora hay tres millones de españoles enfermos, en su casa o en los hospitales. Y unos diez millones de compatriotas nuestros pasan cada año por dolencias más o menos graves. Pero el resto de sus compatriotas (y de sus familiares) prefieren vivir como si estos no existieran. Se dedican a vivir sus vidas y piensan que se plantearán el problema del dolor el día que “les toque” a ellos. Es realmente difícil encontrarse con un grupo –como el de ustedes- que se atreva a reflexionar sobre el dolor; a luchar contra él, a ayudar a quienes lo padecen.

Permítanme por ello que yo empiece felicitándoles: lo que ustedes hacen es una gloria de la humanidad, una bendición del cielo. Tengan ustedes el coraje de mantener siempre bien alta esta vocación de “combatientes contra el dolor”, el combate más digno de un ser humano, una tarea que puede no ser agradecida o comprendida, que puede que tenga menos frutos visibles de los que todos desearíamos, pero que es, sin duda, necesaria y ennoblecedora hasta el extremo.


LUNES
MAÑANA

Lectura del Salmo 32 (31)

CONFESION

Este poema lírico-didáctico expresa la felicidad de un pecador que ha obtenido el perdón divino, contraponiéndola a las aflicciones que provienen del pecado (vs. 1-5). El tono personal con que el salmista narra su propia experiencia (vs. 3-5), se alterna con el estilo sapiencial de las “bienaventuranzas” iniciales (vs 1-2) y de la exhortación final (vs. 8-11). Esto hace que el Salmo sea, al mismo tiempo, una expresión de agradecimiento al Señor por la gracia del perdón, y una lección de sabiduría para toda la comunidad.

Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 38; 51; 102; 130; 143).
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TARDE

UN CAMINO POR DESCUBRIR

La cuaresma es una calzada hacia una instancia superior. En sí misma no tiene fin. ¿Os imagináis que nos metiésemos en un simple sendero y, después de caminar y caminar, fuera un esfuerzo que no condujera a ninguna parte?

Me gusta pensar que la cuaresma es una gran sala cinematográfica donde los creyentes vamos contemplando los gestos y escuchando las palabras de Cristo, meditando su vida y acompañándole en el desierto para llegar al final de la proyección con el TRIUNFO PASCUAL

Para vivir ese Misterio se nos invita con el símbolo de la ceniza a mirar con otros ojos la realidad que nos rodea. A despojarnos de todo ropaje que, tal vez, ha convertido nuestra vida en un permanente carnaval presentándonos ante el mundo con un disfraz que nos colorea exteriormente pero que nos deja fríos por dentro.
LA CUARESMA ES VOLVER HACIA DIOS

Es un volver a un grado óptimo de “galanteo” con Dios. Considerar que no somos tan dueños y tan reyes de nuestra historia como pensamos. Que sólo Dios tiene palabras que definitivamente nos hacen pensar y soñar en una salvación total para nuestro mundo. “Volveré y le diré…Padre he pecado contra Ti”. (Lc 15,18)
LA CUARESMA NOS OFRECE UN NUMERO DE TELEFONO

Es un tiempo para dejarnos buscar por Dios. De sentarnos a la orilla de la playa (silencio) y sentir cómo Dios nos va buscando, nos quiere como somos, y que nos acepta tal y cual somos. En el cielo siempre hay un número de teléfono disponible para escuchar y para hablar. Es el número de la fidelidad de Dios que nunca falla. Mientras, muchos cristianos, conectaron el contestador automático, haciendo oídos sordos a personas o dramas que nos rodean, Dios siempre tiene una línea libre para hacernos entender y comprender que su misericordia no conoce ningún límite y que lo único que espera es nuestra confianza. “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo alcanzará” (Jn 15,15)

MARTES

MAÑANA

Lectura del Salmo 33 (32)

HIMNO A LA PROVIDENCIA DE DIOS

Este himno es una invitación a celebrar la omnipotencia de la Palabra de Dios, puesta de manifiesto en la creación del mundo (vs. 1-9), y a reconocer el designio divino que dirige todos los acontecimientos, en especial el destino del Pueblo elegido (vs. 10-12). La frustración de los planes de las naciones (v. 10) no es más que el reverso de esa solicitud universal de Dios, siempre dispuesto a eliminar los obstáculos que se oponen a los designios de su Providencia. Pero Dios no está presente únicamente en los grandes acontecimientos de la historia, sino que penetra en el corazón de cada hombre y vela sobre los detalles más pequeños de la vida cotidiana (vs. 13-15, 18-19).

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TARDE

LA CUARESMA TIENE SU PROPIA TERAPIA

El mercantilismo y la sociedad de consumo crean dependencia y hastío. No solamente endosa abundancia de peso y calorías a nuestro cuerpo. Ha logrado que, incluso, se haya perdido el sentido extraordinario de la alimentación. El ayuno o la vigilia, hoy más que nunca, se pueden convertir en terapia personal y colectiva. Personal porque nos invita a vivir la austeridad en medio de la riqueza y, como consecuencia de ello, colectivamente volcarlo en el recuerdo y solidaridad fraterna. ¿Qué puedo hacer con el coste de aquello que he evitado o no he consumido? La caridad (no el limosneo) puede ser una forma efectiva de encauzar el buen uso de los bienes que tenemos. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos” (Mt 25,40)
LA CUARESMA ES UN PULSO A UNO MISMO

Habituados a una permanente prisa, subidas y bajadas, idas y venidas… escasamente tenemos tiempo para una reflexión profunda sobre el cómo va nuestra vida y hacia dónde se dirige. Cuando uno se topa con una burbuja de silencio y de contemplación (eso es también la cuaresma) siente el contraste entre lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo y una llamada a soltar aquello que nos impide ser fieles a esa llamada del Señor. Para alcanzarlo, qué duda cabe, supone una buena dosis de fortaleza y un pulso a nosotros mismos sobre tanto vicio en obras y palabras. La CONVERSION será la resultante de ese pulso a la fragilidad que llevamos dentro. No se puede ir al Domingo de Pascua con “aquel que yo siempre fui y por lo tanto no cambiaré”. “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,14ss)


MIERCOLES

MAÑANA

Lectura del Salmo 35 (34)

EL ABOGADO DE LOS PERSEGUIDOS

Ante la acusación de falsos testigos (v. 11), un hombre inocente expone su causa al Señor y le pide que acuda en su defensa (vs. 1-3). El salmista se siente defraudado por la ingratitud de sus adversarios, que lo persiguen sin motivo (v. 7) y le devuelven mal por bien (vs. 12-16). Su oración incluye la promesa de dar gracias a Dios públicamente por los beneficios recibidos (vs. 18, 28)..

TARDE
DECÁLOGO PARA UNA BUENA CUARESMA

Sustituir la carne por el pescado más caro (además de no ser testimonial) se puede convertir en contrasentido de unos días que deben ser extraordinarios por lo que hacemos y vivimos desde la Fe. Tal vez podamos incluir como “vigilias nuevas” otras tantas resumidas en este decálogo:
1. Dejar de ver la televisión nos hará ser más objetivos, y más reflexivos. La familia tendrá una oportunidad para aquella palabra no dicha por falta de tiempo.

2. Olvidar unos pitillos contribuirá a la limpieza de los pulmones y el riesgo de otras tantas enfermedades.

3. El hablar bien de Dios, además de estar en consonancia con el segundo mandamiento, será signo de cultura, equilibrio, delicadeza y de recurso lingüístico.

4. Racionalizar los “cubatas”, el vino o cualquier licor (amén de no multiplicar la vista por dos) nos arrancará del puro consumismo.

5. Hablar menos y rezar más puede ser un modo práctico de conservar bien las cuerdas vocales y la salud cristiana. La oración es el mejor cosmético para el corazón y el alma. Un Padrenuestro al inicio del día y otro más antes del descanso nos acercará a Dios que es nuestro Padre y a los demás que son, por si lo hemos olvidado, nuestros hermanos.

6. Escuchar la Palabra de Dios, y no dejarnos llevar por la última opinión de turno, dará seguridad a nuestros pasos y proyección a nuestra vida cristiana.

7. Hacer menos gimnasia y deporte (al contrario de lo que señalaba cierto político) y un poco más de ejercicio espiritual (según un estudio reciente) prolonga la vida, calma el flujo sanguíneo y procura un mayor enriquecimiento personal (eucaristía diaria, cinco minutos de oración en una iglesia, rezo del ángelus, vía crucis, rosario, laúdes, vísperas, contemplación)

8. Olvidarnos de tanto rostro político, divos, revistas de corazón, etc., y leer, por ejemplo, el programa de Jesús de Nazaret narrado y dibujado con letra y con sangre en los Evangelios. Nos daremos cuenta que es el único que no engaña.

9. Recuperar el símbolo de la cruz y llevarla especialmente en el pecho durante estos 40 días. Lejos de ser un adorno puede ser una “pancarta” de la vida que quiere conquistar quien lo lleva colgado.

10. Perdonar las pequeñas cosas del ayer que se convierten en permanentes sufrimientos del hoy. El perdón, entre otras cosas, aligera peso a la conciencia y hace más feliz la vida.
¿Estamos dispuestos?

¡Hacia la Pascua con ellos!

JUEVES
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