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EL CONCIERTO (Augusto Monterroso)

Dentro de escasos minutos ocupará con elegancia su lugar ante el piano. Va a recibir con una inclinación casi imperceptible el ruidoso homenaje del público. Su vestido, cubierto con lentejuelas, brillará como si la luz reflejara sobre él el acelerado aplauso de las ciento diecisiete personas que llenan esta pequeña y exclusiva sala, en la que mis amigos aprobarán o rechazarán—no lo sabré nunca—sus intentos de reproducir la más bella música, según creo, del mundo.

Lo creo, no lo sé. Bach, Mozart, Beethoven. Estoy acostumbrado a oír que son insuperables y yo mismo he llegado a imaginarlo. Y a decir que lo son. Particularmente preferiría no encontrarme en tal caso. En lo íntimo estoy seguro de que no me agradan y sospecho que todos adivinan mi entusiasmo mentiroso.

Nunca he sido un amante del arte. Si a mi hija no se le hubiera ocurrido ser pianista yo no tendría ahora este problema. Pero soy su padre y sé mi deber y tengo que oírla y apoyarla. Soy un hombre de negocios y sólo me siento feliz cuando manejo las finanzas. Lo repito, no soy artista. Si hay un arte en acumular una fortuna y en ejercer el dominio del mercado mundial y en aplastar a los competidores, reclamo el primer lugar en ese arte.

La música es bella, cierto. Pero ignoro si mi hija es capaz de recrear esa belleza. Ella misma lo duda. Con frecuencia, después de las audiciones, la he visto llorar, a pesar de los aplausos. Por otra parte, si alguno aplaude sin fervor, mi hija tiene la facultad de descubrirlo entre la concurrencia, y esto basta para que sufra y lo odie con ferocidad de ahí en adelante. Pero es raro que alguien apruebe fríamente. Mis amigos más cercanos han aprendido en carne propia que la frialdad en el aplauso es peligrosa y puede arruinarlos. Si ella no hiciera una señal de que considera suficiente la ovación, seguirían aplaudiendo toda la noche por el temor que siente cada uno de ser el primero en dejar de hacerlo. A veces esperan mi cansancio para cesar de aplaudir y entonces los veo cómo vigilan mis manos, temerosos de adelantárseme en iniciar el silencio. Al principio me engañaron y los creí sinceramente emocionados: el tiempo no ha pasado en balde y he terminado por conocerlos. Un odio continuo y creciente se ha apoderado de mí. Pero yo mismo soy falso y engañoso. Aplaudo sin convicción. Yo no soy un artista. La música es bella, pero en el fondo no me importa que lo sea y me aburre. Mis amigos tampoco son artistas Me gusta mortificarlos, pero no me preocupan.

Son otros los que me irritan. Se sientan siempre en las primeras filas y a cada instante anotan algo en sus libretas. Reciben pases gratis que mi hija escribe con cuidado y les envía personalmente. También los aborrezco. Son los periodistas. Claro que me temen y con frecuencia puedo comprarlos. Sin embargo, la insolencia de dos o tres no tiene límites y en ocasiones se han atrevido a decir que mi hija es una pésima ejecutante. Mi hija no es una mala pianista. Me lo afirman sus propios maestros. Ha estudiado desde la infancia y mueve los dedos con más soltura y agilidad que cualquiera de mis secretarias. Es verdad que raramente comprendo sus ejecuciones, pero es que yo no soy un artista y ella lo sabe bien.

La envidia es un pecado detestable. Este vicio de mis enemigos puede ser el escondido factor de las escasas críticas negativas. No sería extraño que alguno de los que en este momento sonríen, y que dentro de unos instantes aplaudirán, propicie esos juicios adversos. Tener un padre poderoso ha sido favorable y aciago al mismo tiempo para ella. Me pregunto cuál sería la opinión de la prensa si ella no fuera mi hija. Pienso con persistencia que nunca debió tener pretensiones artísticas. Esto no nos ha traído sino incertidumbre e insomnio Pero nadie iba ni siquiera a soñar, hace veinte años, que yo llegaría adonde he llegado. Jamás podremos saber con certeza, ni ella ni yo, lo que en realidad es, lo que efectivamente vale. Es ridícula, en un hombre como yo, esa preocupación.

Si no fuera porque es mi hija confesaría que la odio. Que cuando la veo aparecer en el escenario un persistente rencor me hierve en el pecho, contra ella y contra mí mismo, por haberle permitido seguir un camino tan equivocado. Es mi hija, claro, pero por lo mismo no tenía derecho a hacerme eso.

Mañana aparecerá su nombre en los periódicos y los aplausos se multiplicarán en letras de molde. Ella se llenará de orgullo y me leerá en voz alta la opinión laudatoria de los críticos. No obstante, a medida que vaya llegando a los últimos, tal vez a aquellos en que el elogio es más admirativo y exaltado, podré observar cómo sus ojos irán humedeciéndose, y cómo su voz se apagará hasta convertirse en un débil rumor, y cómo, finalmente, terminará llorando con un llanto desconsolado e infinito. Y yo me sentiré, con todo mi poder, incapaz de hacerla pensar que verdaderamente es una buena pianista y que Bach y Mozart y Beethoven estarían complacidos de la habilidad con que mantiene vivo su mensaje.

Ya se ha hecho ese repentino silencio que presagia su salida. Pronto sus dedos largos y armoniosos se deslizarán sobre el teclado, la sala se llenará de música, y yo estaré sufriendo una vez más.


ACTIVIDADES.
1. Marca las afirmaciones que representen la actitud del padre:

­­­­­­­___ Está seguro de que su hija es una excelente pianista.

___ Duda de la calidad artística de su hija.

___ Se siente muy tranquilo antes del concierto.

___ Ama la música.
2. El cuento relata sobre:

___ una niña que quiere cumplir un sueño.

___ una pianista que recuerda su primer sueño.

___ lo que piensa un padre frente a la presentación de su hija.

___ lo que siente una niña que está a punto de dar un importante concierto.
3. ¿Cómo se siente el padre al darse cuenta que no puede ayudar a su hija a sentirse una mejor intérprete?
___________________________________________________________________________________
4. ¿Qué te parece la relación que el padre establece con su hija? ¿Por qué?
___________________________________________________________________________________
5. El tema y los elementos del mundo narrado, ¿corresponden a una narración realista? Fundamenta.
___________________________________________________________________________________

Lee el siguiente fragmento:

Nunca he sido un amante del arte. Si a mi hija no se le hubiera ocurrido ser pianista yo no tendría ahora este problema. Pero soy su padre y mi deber y tengo que oírla y apoyarla. Soy un hombre de negocios y sólo me siento feliz cuando manejo las finanzas. Lo repito, no soy artista. Si hay un arte en acumular una fortuna y en ejercer el dominio del mercado mundial y en aplastar a los competidores, reclamo el primer lugar en ese arte.

6. ¿En qué persona están conjugados los verbos?

___________________________________________________________________________________
7. Subraya los pronombres presentes en el texto. ¿Qué pronombres se usan en el texto?

___________________________________________________________________________________
8. ¿Quién narra los hechos?

___________________________________________________________________________________

9. Relata lo que siente la niña antes de salir al escenario, usando narrador protagonista.















Relee el siguiente fragmento del texto:

La música es bella, cierto. Pero ignoro si mi hija es capaz de recrear esa belleza. Ella misma lo duda. Con frecuencia, después de las audiciones, la he visto llorar, a pesar de los aplausos. Por otra parte, si alguno aplaude sin fervor, mi hija tiene la facultad de descubrirlo entre la concurrencia, y esto basta para que sufra y lo odie con ferocidad de ahí en adelante. Pero es raro que alguien apruebe fríamente. Mis amigos más cercanos han aprendido en carne propia que la frialdad en el aplauso es peligrosa y puede arruinarlos.
10. Escribe en la línea la palabra, expresión o idea a las que reemplazan los pronombres destacados en el fragmento.
Ella reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________ La reemplaza a: ________________________
Alguno reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________ Descubrirlo reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________
Esto reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________ Lo reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________
Alguien reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________ Arruinarlos reemplaza a: ­­­­­­­­­­­­­­­­­­________________

11. Para qué sirven las palabras destacadas en el fragmento?
___________________________________________________________________________________
12. En los siguientes fragmentos indica que sensaciones o emociones se perciben. Para ello subraya las palabras que te permiten inferirlas.
Son otros los que me irritan. Se sientan siempre en las primeras filas y a cada instante anotan algo en sus libretas. Reciben pases gratis que mi hija escribe con cuidado y les envía personalmente. También los aborrezco. Son los periodistas. Claro que me temen y con frecuencia puedo comprarlos”
La sensación o sentimiento percibido en el emisor es de:
___________________________________________________________________________________

Que cuando la veo aparecer en el escenario un persistente rencor me hierve en el pecho, contra ella y contra mí mismo, por haberle permitido seguir un camino tan equivocado”
La sensación o sentimiento percibido en el emisor es de:
___________________________________________________________________________________

13. ¿En qué época o ambientación histórica podrías situar este relato? Fundamenta con marcas textuales.
___________________________________________________________________________________

Literatura: arte hecho de palabras.

Géneros literarios:

  • Narrativo: Se relatan acontecimientos sucedidos a personajes en un determinado tiempo.

  • Lírico: El hablante lírico expresa emociones, sentimientos.

  • Dramático: Los acontecimientos de muestran a través del diálogo y las acciones de los personajes.



GÉNERO NARRATIVO
Se relatan acontecimientos que suceden a personajes en un lugar y un determinado periodo de tiempo. El género narrativo incluye obras tales como: cuentos, microcuentos, novelas, mitos y leyendas.
ELEMENTOS DE UN TEXTO NARRATIVO
I. NARRADOR.

Figura ficticia creada por el autor (persona real). Es la voz al interior de la obra, que se activa al momento de la lectura y nos relata la historia o argumento.

Protagonista:

  • Participa en los acontecimientos.

  • Tiene un papel relevante en los acontecimientos que narra.

  • Habla en lº persona (singular o plural) lo que ve, siente, escucha, lo que hace, etc.

  • Presenta una visión subjetiva de los hechos, ya que el relato se realiza desde su interioridad.


AMBIENTACIÓN.
Es el lugar donde transcurre la acción.

Se distinguen 3 aspectos.


  • Ambientación física:

Puede ser cerrada (o escenario) o abierta (paisaje)



  • Ambiente psicológico:

Corresponde al clima emocional que rodea a los personajes. Estos pueden ser variados, por ejemplo, calma, tranquilidad, suspenso, alegría, miedo. etc.


  • Ambientación histórica:

Tanto los cuentos como las novelas, especialmente las manifestaciones de carácter realista, se sitúan en una ambientación histórica. Esta se puede identificar observando y asociando los datos y detalles relacionados con:

  • Fechas

  • Situaciones o formas de vida.

  • Ciudades

  • Nombre de personajes históricos que hacen referencia a un momento y lugar reales en la historia de un pueblo o país.


LA PROPINA (Baldomero Lillo)
Echó una mirada de desesperación a la esfera del reloj y abandonando el mostrador irrumpió en su cuarto como una tromba. El tren salía a las cinco en punto y tenía, por consiguiente, los minutos precisos para prepararse. Lavado y perfumado con nerviosos movimientos, se puso la camisa de batista, la corbata de raso y vistió en seguida el flamante frac que el sastre le entregara la semana anterior.

Echó una última mirada al espejo, se abotonó el saco de viaje y, encasquetándose el sombrero, en cuatro brincos se encontró en la calle. Sólo disponía de media hora para llegar a la estación situada en las afueras de la polvorosa villa. Mientras Corría por la acera miraba ansiosamente delante de sí. Mas la suerte parecía sonreírle, pues al doblar la bocacalle encontró un coche al cual subió gritando mientras cerraba la portezuela.

- ¡Arrea, que voy a tomar el tren de cinco!

El auriga que era un gigantón descarnado y seco contestó:

- Fea está la cosa, patrón, vamos muy retrasados.

- ¡Cinco pesos de propina si llegas a tiempo!

Un diluvio de fustazos y el arranque repentino del coche anunciaron al pasajero que las mágicas palabras no habían caído en el vacío. Recostado en los cojines, metió la diestra en uno de los bolsillos del frac, extrayendo de él una elegante esquela con cantos dorados. Leyó y releyó varias veces la invitación en la cual su nombre, Octaviano Pioquinto de las Mercedes de Palomares, aparecía con todas sus letras, trazadas al parecer por una mano femenil. Una nota decía al pie: “Se bailará”.

Mientras el coche corre envuelto en una nube de polvo, el impaciente viajero no cesa de gritar, adhiriéndose con pies y manos a los desvencijados asientos:

-¡Más a prisa, hombre, más a prisa!

De Palomares, primer dependiente de la Camelia Roja, es un bizarro mozo de rostro moreno, aventajada estatura y cuerpo esbelto y elegante. Era el favorito de la clientela femenina de la villa, que no quería ser atendida sino por él.

Una tarde entró en la tienda una de las más importantes parroquianas de la Camelia Roja, la linajuda doña Petronila de los Arroyos, acompañada de su hija, la linda Conchita, pimpollo de veintidós primaveras. Residentes en el pueblecillo cercano, habían tomado el ferrocarril con el objeto de hacer algunas compras, pues estaba ya muy próximo el día del santo de la niña que se celebraba con grandes festejos.

El principal candidato para atender a tan distinguida cliente era, obviamente, el imprescindible de Palomares, quien hizo aquella vez tal derroche de sonrisas y genuflexiones, tomó posturas tan distinguidas y desplegó tal cúmulo de habilidades, que la majestuosa dama, prendada de la distinción y finura de aquel buen mozo, dijo a su hija éstas palabras, que cayeron en la tienda como una bomba:

—Conchita, no te olvides de enviar al señor de Palomares una invitación para que honre con su presencia nuestra modesta tertulia.

La niña sonrió graciosamente y, lanzando una picaresca mirada al favorecido, contestó:

—No, mamá, no me olvidaré.

Después de acompañar a las señoras hasta el coche de posta que las aguardaba, y colocar en el interior del vehículo los paquetes de las compras, de Palomares ocupó su sitio detrás del mostrador con el rostro resplandeciente de felicidad. ¡Qué triunfo el suyo! ¡Asistir a tan aristocrática recepción y codearse con personalidades tan importantes como el Alcalde, el Subdelegado y el Veterinario! A partir de ese día la fama del hermoso dependiente creció como la espuma. Sus camaradas, consumidos por la envidia, veíanle de continuo ensayar graciosas actitudes, sonrisas y reverencias delante de los vidrios de la mampara que dividía la trastienda.

Con la venia del dueño del local, que no podía negar nada a su dependiente, hizo venir a don Tadeo, el sastre remendón que convertía en trajes de irreprochable corte parisiense los géneros apolillados de la tienda, y le encargó la confección inmediata de un frac para asistir a la recepción. El buen hombre cumplía aquel encargo lo mejor que supo y entregó la prenda, que era un monumento de arte, dentro del término fijado.

Los días que faltaban para la fiesta se hicieron para Octaviano Pioquinto de Las Mercedes, interminables. Cuando aparecía el cartero se abalanzaba sobre él para ver si venía la dichosa invitación. Pero, o habían olvidado de él o las invitantes habían reconsiderado su acuerdo, porque el caso era que la ansiada esquelita no llegaba.

Mientras el auriga azotaba despiadadamente los jamelgos, de Palomares, zarandeado duramente dentro del coche, trata de adivinar a quién de sus camaradas pertenecía la mano que ocultó la esquela de invitación debajo de las piezas de percal. Fue una casualidad realmente maravillosa que su mano tropezara en ella cuando desdoblaba aquellas telas en el mostrador. ¡Ah! raza de envidiosos, cómo se la pagarían esa misma tarde si acaso perdía el tren. Y a cada instante su voz resuena impaciente:

—¡Azota, hombre, azota!

El coche rueda vertiginosamente y penetra en la estación cuando ya el tren se ha puesto en marcha. Un grito de desesperación parte del interior del vehículo pero el conductor tuerce riendas y dice al atribulado pasajero:

—No se aflija, patrón. Antes de que llegue a la curva lo alcanzamos.

Los caballos galopan furiosos por - el camino paralelo a la línea férrea y toman la delantera al convoy que sube con lentitud la rápida gradiente. De pronto los exhaustos rocines se paran en seco y el cochero baja del pescante, abre la portezuela y dice apresuradamente:
—¡Bájese, patrón, corra, alcáncelo!

De Palomares desciende y va a precipitarse por el hueco de la barrera cuando el auriga le cierra el paso diciéndole:

—¿Y la carrera? ¡Y la propina, patrón!

Mientras se registra febrilmente los bolsillos recuerda que al mudarse de ropa olvidó la cartera y el reloj. Mas como no hay tiempo que perder en vanas explicaciones se despoja del saco de viaje y lanzándolo a las narices del cochero, estupefacto, cruza la barrera como una saeta. En cuatro brincos alcanza los rieles y colero en mano vuela sobre la vía.

El tren gracias a la pendiente marcha con velocidad moderada. Los pasajeros han sacado la cabeza por la ventanilla y los del último vagón, con el conductor a la cabeza, se agrupan en la plataforma.

Aquella escena parece divertirlos grandemente, y Palomares oye sus carcajadas y sus voces de aliento cada vez más sonoras a medida que acorta la distancia:

—¡Corra, corra! ¡Cuidado que lo alcanza!

Esta última frase, que no atina a comprender, le parece algo incoherente, pero rectifica esta suposición al sentirse de improviso sujeto por los faldones del frac, mientras una voz estertórea y colérica suena a su espalda:

—¡ La propina, patrón!

Se vuelve como un rayo, y de un puñetazo bajo la mandíbula tiende en tierra, cuan largo es, al testarudo cochero Desembarazado del agresor, echa a correr de nuevo y gana rápidamente el terreno perdido. En breve sólo unos metros lo separan del último vagón. Entre las caras risueñas que le miran, de Palomares ve una, encantadora, de mujer. Percibe unos ojos azules y una boquita que ríe con carcajadas cristalinas que son para el atrasado viajero un acicate dulce y poderoso. Un esfuerzo más y podrá contemplar a gusto a la deliciosa criatura. Pero, mientras en el tren se alza un coro formidable de gritos y carcajadas, siéntese retenido de nuevo por las colas del frac, en tanto que aquel abominable: “¡La propina, patrón!” le fustiga los oídos como un latigazo. Gira y embiste contra el gigante. Su puño de hierro golpea como una maza el rostro y el pecho del pegajoso acreedor hasta derribarlo semiaturdido.

Reanuda bravamente su duelo de velocidad con la locomotora que jadea en la gradiente.

Mientras la sangre le zumba en los oídos y el corazón, parece, va a escapársele por la boca, sus piernas de músculos de acero lo llevan como al viento. El tren, próximo a entrar en la curva, ha disminuido notablemente su marcha. Tres minutos más y descenderá vertiginoso por el flanco de la montaña. ¡Ahora o nunca! piensa de Palomares y acumulando todas sus energías hace un esfuerzo supremo. Del último coche, del cual sólo le separan ya algunos pasos, parten voces alentadoras entre las que descuella la Argentina de la viajera que exclama golpeando sus enguantadas manecitas

—¡Hurra, hurra!

De Palomares redobla sus bríos. A su espalda y acercándose con rapidez suena un bufido de cerdo asmático, e instintivamente coge los faldones del frac y los cruza por delante de la cintura.

Los pasajeros han descendido a la pisadera y lo alientan:

—¡ Hop, hop, hop!

De Palomares ve extenderse una niebla delante de sus ojos y todo gira a su derredor: alarga los brazos, y unas manos vigorosas asiéndolo de las muñecas, lo levantan como una pluma, pero los faldones del frac, que su movimiento ha dejado libres, deben ir enrollándose en las ruedas porque una fuerza descomunal amenaza arrancarlo de la pisadera del vagón. Y mientras las manos salvadoras lo sujetan, oye una espantosa gritería:

—¡Suelta! ¡ Maldito diablo! ¡ Péguele un puntapié!

Un rugido que parece salir de debajo del coche:

—¡La propina...! , y con un vigoroso sacudón se aligera de la carga.

Mientras le izan en triunfo a la plataforma echa una ojeada sobre la vía y distingue en medio de ella al feroz cochero que agita algo que parece a la distancia dos negras banderolas. Sobrecoge a de Palomares una congoja mortal, y llevándose con presteza las manos a la espalda palpa despavorido la hebilla de los pantalones. Del elegante frac sólo queda algo tan desmedrado y exiguo que apenas puede compararse con una chaquetilla de torero. Aquel desastre lo deja anonadado, y sin oponer resistencia se deja conducir a un departamento del vagón. En la puerta hay un letrero que dice: Mister Duncan e hija.

Lo primero que ve de Palomares al entrar al departamento es a la viajera de los hurras, quien a1 verlo se pone a reír con aquella risa melodiosa. Reclinada en los cojines, parécele al dependiente la más bella criatura del orbe. Contémplala embobecido y se olvida del frac, del baile de doña Petronila y de Conchita. La miss ríe, y Mister Duncan está loco de alegría. Al fin desaparecía aquella tristeza que minaba la salud de su hija, esa tristeza que los viajes, las distracciones y toda clase de cuidados no habían podido arrancar. Quien ha realizado tal prodigio parécele un enviado del cielo y siente por él la más calurosa simpatía.

El tren vuela por el descampado y aunque se detiene en un pueblecito, frente a la casa de la linajuda doña Petronila de los Arroyos, ningún viajero desciende del último coche.

Al día siguiente se recibió en la Camella Roja un telegrama que produjo en la villa la mayor excitación. El despacho decía así: Hoy me embarco en el Columbia para dar una vueltecita por el mundo. Saludos.— De Palomares”.

I. REEMPLAZA LA PALABRA SUBRAYADA POR UN SINÓNIMO.

1. Irrumpió en su cuarto como una tromba.

_______________________________________________________________________________
2. Vistió en seguida el flamante frac.

__________________________________________________________________________________
3. Es un bizarro mozo de rostro moreno

___________________________________________________________________________________
4. Hizo aquella vez tal derroche de sonrisas y genuflexiones,

____________________________________________________________________________________
5. Desplegó tal cúmulo de habilidades.

____________________________________________________________________________________
6. Prendada de la distinción y finura de aquel buen mozo, dijo a su hija…

____________________________________________________________________________________
7. Asistir a tan aristocrática recepción.

____________________________________________________________________________________
8. Con la venia del dueño del local.

_____________________________________________________________________________________
9. El auriga azotaba despiadadamente los jamelgos.

______________________________________________________________________________________
10. Sube con lentitud la rápida gradiente.

______________________________________________________________________________________
11. Los exhaustos rocines se paran en seco

______________________________________________________________________________________
12. No hay tiempo que perder en vanas explicaciones.

______________________________________________________________________________________
13. Esta última frase, que no atina a comprender.

______________________________________________________________________________________
14. Mientras una voz estertórea y colérica suena a su espalda:

______________________________________________________________________________________
15. Desembarazado del agresor, echa a correr de nuevo.

______________________________________________________________________________

II. ORDENA LOS ACONTECIMIENTOS EN FORMA CRONOLÓGICA.




Al registrarse los bolsillos, De Palomares recuerda que olvidó la billetera al cambiarse de ropa.




Apenas lavado y perfumado, se puso la camisa de batista, la corbata de raso y el frac.




Cuando De Palomares vio a la hija de mister Duncan, se olvidó del frac y del baile.




De Palomares se da cuenta que ha perdido la mitad del frac.




De Palomares envió a La camelia roja un telegrama, anunciando que se embarcaba para dar una vueltecita por el mundo.




Doña Petronila, en la tienda, le dice a su hija que invite al señor De Palomares a su tertulia.




El patrón de De Palomares trajo al sastre más conocido de la villa.


III. RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS:
1. ¿Qué tipo de narrador presenta este relato? Justifica tu respuesta.

2. Caracteriza física y psicológicamente al personaje principal.

3. Nombra 2 ejemplos de personajes secundarios y 2 ejemplos de personajes incidentales.

4. Explica cómo se refleja en este cuento el motivo de la envidia.

5. Nombra 2 ejemplos de espacio cerrado, presentes en el cuento.

6. ¿Cuál es el espacio psicológico que predomina en este relato? Fundamenta tu respuesta.

7. ¿Cuál es la época en que se sitúa este relato? Justifica a través de información presente en el texto.

8. ¿Qué sucede con el orden cronológico de los acontecimientos presentados en este relato?

9. ¿Por qué razón De Palomares era tan apreciado en su trabajo?

10. Explica por qué el cochero perseguía a De Palomares.

11. ¿Por qué De Palomares se ganó inmediatamente la simpatía de míster Duncan?

12. Explica cuál es el desenlace de este cuento.
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