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LA VIDA DE JESÚS Por león Gil Conocer ciertos pasajes de la historia puede resultar no sólo importante sino también interesante y fascinante. Por ejemplo, ¿cómo sería la “movida” artística en la época de Jesús? ¿Cuáles serían las vanguardias, cuáles los museos “modernos” más importantes de Nazaret, Jerusalén y otras ciudades cercanas? ¿Cuáles los artistas más destacados; los de moda? ¿Cuáles los poetas más vedetes, quienes serían los enfants terribles de entonces? ¿Visitarían Jesús y sus muchachos alguna exposición o asistirían a algún recital de música o de poesía? ¿Leerían poesía, escribirían poemas? Claro está que estas y otras cuestiones por el estilo competen menos a la historia que a una biografía imaginaria o imaginada de Jesús y sus discípulos. Un evangelio apócrifo más, pero no menos dudoso que los comúnmente aceptados como auténticos y verídicos. Además, por imaginario que fuera este evangelio, no podría ser totalmente falso o desacertado; como tampoco puede ser absolutamente cierto todo lo que se supone es una versión directa de los hechos y las palabras que se le atribuyen al joven maestro judío. Es más, ni siquiera son comprobables por método alguno; es decir, los cuatro evangelios podrían ser las cuatro leyendas más famosas de la historia en el mundo. Sabemos muy bien cómo los amigos exageran las virtudes y disimulan los defectos del amigo después de muerto éste. Yo encuentro muy posiblemente verídicos no pocos pasajes de la vida de Jesús, de sus padres, de sus hermanos y amigos tales como los que cuenta El evangelio según Jesucristo, de Saramago; por lo terrenales y humanos; pues, paradójicamente, eso precisamente era lo que pretendía ser Jesús, un ser pedestre, ‘humano demasiado humano’ como sus amigos y parientes; a pesar de proclamar su naturaleza divina y sobrenatural a los cuatro vientos, a los doce apóstoles; y de invitar constantemente a amigos, conocidos y extraños a la casa de su padre, a su reino; que no era de esta tierra. (Y aquí algún hereje podría decir que así cualquiera invita). Pero volviendo a la biografía imaginada, al posible evangelio apócrifo según San Gil; imagino que Jesús y sus discípulos, si no asistían a los eventos y espectáculos antes mencionados, sí debieron presenciar las arengas, proclamas y oráculos de no pocos profetas vecinos y coterráneos, pues sabemos ciertamente que por aquella época los profetas falsos y los “auténticos” eran de hecho una plaga por aquellas tierras, y que surgían aquí y allá casi que por generación espontánea. Y entonces; imagino, que luego en su guarida al calor del fuego de la hoguera y de la lumbre de sus antorchas, y del pan y el buen vino, comentaban las virtudes y defectos; tanto de contenido como de forma del discurso del colega, así como su expresión corporal y demás cualidades de la oratoria. Tal vez hasta se mofaban imitando a algún profeta en ciernes conocido o recién escuchado. En fin, es un ocio, un juego realmente gratificante imaginar a Jesús en otras tantas actividades propias del personaje que encarnaba; así como de todas las vivencias y experiencias que pudo haber acumulado como hombre de a pie a lo largo de sus treinta y tres años. Por ejemplo, ¿Perdería la virginidad? ¿A qué edad y con quién? ¿Se masturbaba? ¿Con qué frecuencia? Me parece que los jesusianos (¿o será mejor decir cristianos?) se conforman con muy poca información acerca de si ídolo; pues todo lo dicen que hizo y dijo se podría haber dicho y hecho en unas cuantas horas, en unas cuantas páginas. Por ejemplo, ¿cada cuánto iría al médico, al odontólogo? ¿Tendrían Jesús y sus apóstoles una especie de Sisben de aquella época? |