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Romance (poesía) (Información tomada de Wikipedia, la enciclopedia libre) El romance es un poema característico de la tradición literaria española. El romance es un poema característico de la tradición oral, y se populariza en el siglo XV, en que se recogen por primera vez por escrito en colecciones denominadas romanceros. Los romances son generalmente poemas narrativos de una gran variedad temática, según el gusto popular del momento y de cada lugar. Se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declamación.
Orígenes Existen distintas teorías sobre los orígenes de los romances: Teoría tradicionalista Según filólogos del Tradicionalismo de inspiración romántica como Gastón París, los romances habrían surgido de unas cantares épico-liricos de autor anónimo y colectivo y tema nacional que, transmitidas oralmente, se van modificando y ampliando. Teoría individualista Otros investigadores, por ejemplo Joseph Bédier, han rechazado esta hipótesis. Los individualistas creían que el origen de la épica era el "Mester de Clerecía" (u 'oficio de los clérigos'); estos eran los hombres poseedores de la cultura, no necesariamente eclesiásticos, y por tanto podían conocer los hechos históricos y redactarlos más tarde; los individualistas creen que los romances son producto de autores concretos, que empezaron a escribir poemas épicos, y no una colectividad; ligados a un monasterio, escribían poemas de propaganda eclesiástica, para lo cual no dudaban en usar a los juglares como medio de difusión de la cultura (y propaganda de sus monasterios, cultos sepulcrales de héroes allí enterrados y reliquias de santos). Teoría actual: Neotradicionalismo Intentando conciliar ambas posturas, Ramón Menéndez Pidal creó el Neotradicionalismo, una teoría para la cual los romances habrían surgido de la fragmentación de las grandes epopeyas medievales o cantares de gesta, tales como el Cantar o Poema de Mio Cid y El cerco de Zamora. En este proceso, los cantares de gesta, cantados por los juglares, circulaban no sólo en las cortes aristocráticas sino también en las plazas plebeyas, donde el pueblo escuchaba los episodios más importantes y repetidos cuando pasaba por allí; se les grababa en la mente y a su vez los repetían y cantaban entre sí. De esa manera se fueron transmitiendo oralmente de padres e hijos los fragmentos que tenían mayor interés e incluso algunos se mezclaron con otros y experimentaron una elaboración formal que consistía en numerosas variantes, muchas de ellas localizadas sobre todo al final. Al mismo tiempo, había juglares cuyo propósito y alcance eran más humildes y que se dedicaban a cantar en público y por separado sólo los pasajes épicos que encerraban una acción o suceso completo. El proceso creativo que produjo esta separación lo describe así: "unos cuantos versos felices más o menos fielmente recordados y repetidos por los oyentes de las gestas, al rodar en la memoria, en la fantasía y en la recitación de muchos individuos y generaciones, aflojaban su trabazón interna, propia de un relato circuncidado y ligado a un conjunto …" A medida que estos pasajes se popularizaban los demás versos fueron abandonados, hasta que las gestas se redujeron a fragmentos independientes, con su propio tema y unidad de estructura, luego pasando por varias refundiciones. En cuanto al estilo del romance, se destaca la dicción formulística. Ya que los romances se transmitían por vía oral u dependiendo de los recursos mnemónicos, que son las fórmulas de expresión características del género. Así, las repeticiones ("Rey don Sancho, rey don Sancho"; "Fonte-frida, fonte-Frida"), el epíteto ("La fina seda se rompe"), y la exclamación ("Ay Dios, qué buena [...]") son muletillas en que se apoya la memoria del juglar. Entre otros recursos formularios, hay la introducción al diálogo ("bien oiréis lo que dirá"), la introducción a la acción ("Ya se parte. Ya se sale"), y el paralelismo ("Todos visten un vestido. Todos visten un zorzal"). Características Un romance consta de series de versos de ocho sílabas (octosílabos) en los que los pares tienen rima asonante. No presentan división estrófica, aunque se puede observar en ellos la tendencia formar cuartetas. Todos los romances viejos son anónimos y son influidos en gran manera por la religión, la guerra y el amor. Se diferencian de las baladas europeas en preferir el realismo a lo fantástico y en poseer un carácter dramático más marcado. Su estilo se caracteriza por ciertas repeticiones de sintagmas en función rítmica (Río verde, río verde), por un uso algo libre de los tiempos verbales, por la abundancia de variantes (los textos varían y se contaminan entre sí, se "modernizan" o terminan de distinto modo a causa de su transmisión oral) y por el frecuente corte brusco al final, que en las mejores ocasiones aporta un gran misterio al poema. Su estructura es variada: algunos cuentan una historia desde el principio hasta el final; otros son sólo la escena más dramática de una historia que consta de varios romances. Entre estos ciclos de romances destacan los consagrados a las historias del Cid y de Bernardo del Carpio. Los temas son históricos, legendarios, novelescos, líricos... Algunos servían para publicitar las hazañas de la reconquista de Granada: son los llamados romances noticieros. La vitalidad del Romancero español fue enorme; no sólo perdura en la tradición popular transmitiéndose oralmente hasta la actualidad, sino que inspiró muchas comedias del teatro clásico español del Siglo de Oro. La misma existencia del Romancero nuevo es prueba de ello. Colecciones Los romances han llegado a nosotros a través de varios caminos:
El romancero viejo ![]() ![]() Portada del Libro de los cincuenta romances (c. 1525), primera colección de romances conocida. El Romancero español es un grupo de cortos poemas de origen medieval desgajados de los cantares de gesta castellanos a partir del siglo XIV y transmitidos de forma oral. Ya en el siglo XX, Ramón Menéndez Pidal y su escuela emprendieron su compilación exhaustiva y empezaron a ordenarlos y estudiarlos. Muchos romances provienen especialmente del XV y se conservan gracias a coleccionistas contemporáneos de estas composiciones, que compraban en las ferias en forma de pliegos sueltos y que elaboraban con ellos los llamados cancioneros de romances. Este es el llamado Romancero viejo. El romancero nuevo Pero desde el siglo XVI incluido y hasta la actualidad ciertos autores (Félix Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Ángel de Saavedra, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Gerardo Diego) empezaron a imitarlos, enamorados de su particular idiosincrasia, formando un nuevo corpus de poemas al que se llamó Romancero nuevo. Estos romances poseen autor conocido, se transmiten no de forma oral, sino impresa, están divididos en estrofas (cuartetas de versos asonantados) e imitan los géneros y el estilo del Romancero Viejo, aunque por otra parte amplían los temas y modifican las formas, adaptándolos a veces a la letrilla y añadiendo estribillos. Tipos de romances Existen diferentes clasificaciones de los romances atendiendo a distintos criterios. Por su cronología
Por su estructura interna Los romances poseen una trama narrativa en la que se distinguen un marco, una situación inicial, una complicación y una resolución.
Fundamentalmente, son tres las estructuras que aparecen:
Por su temática La clasificación más habitual es esta:
Recursos internos o textuales
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