He visto a la gente morir, los he visto llorar y sufrir; pero nunca sentí al fantasma de la muerte acercarse tan rápidamente hacia mi. No parece tan difícil






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fecha de publicación12.09.2015
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Entre sudor y suspiros
He visto a la gente morir, los he visto llorar y sufrir; pero nunca sentí al fantasma de la muerte acercarse tan rápidamente hacia mi. No parece tan difícil aceptarlo. Estas en tu cama, probablemente bastante enfermo, sudando, viendo a tus hijos llorar y de pronto no sientes nada. Tus ojos se cierran, y simplemente dejas de ser.
Claro, parece fácil, pero mi situación es un poco diferente. No tengo hijos, no tengo hermanos ni cualquier tipo de familia o relativo que cualquiera pudiera imaginar. Además, siempre me he tomado la muerte tan a la ligera que nunca tuve el tiempo para pensar lo que significaba. Ahora que cada vez se acerca mas y mas a mi me pregunto si tenia razón yo o ellos...
Dios. No existe. Ellos no piensan igual. Ellos esperan la muerte, como si fuera lo mejor que les pudiera pasar, para que al final de todo se den cuenta de que estaban equivocados. Van a misa todos los domingos, se confiesan, rezan el rosario y adoran la imagen de un “Cristo redentor” que los salvó de todos sus pecados... ¿que fácil seria no? La muerte de un hombre a cambio del bien de toda la humanidad. Creen. ¿Por que? Por esa palabra que domina a este mundo: Miedo.
Miedo a dejar de existir, miedo a dejar este mundo sin haber dejado una huella que perdure mínimo hasta la próxima década. Miedo a la realidad. Miedo a darse cuenta de que estamos solos y que no hay nadie que nos pueda salvar de nuestros errores... que no hay nadie que pueda perdonarlos. Pero creen... y hoy los envidio.
Porque cada segundo que pasa es uno menos que me queda de vida, uno menos sin disfrutar, uno menos desperdiciado, tirado a la basura... o peor aun es un segundo que me mata, que me consume poco a poco igual que esta maldita enfermedad que dicen incurable, igual que mi mente, que me desgasta pensamiento a pensamiento y me angustia... me desespera.
La gente siempre anda buscando razones para vivir y si no las encuentran se suicida. Sin darse cuenta que lo preocupante es no tener una razón para morir, un motivo para dejar de estar, eso es algo difícil de encontrar... solo los verdaderos héroes lo pueden encontrar... quisiera ser como los patriotas o los mártires, que su muerte sirve de inspiración y su fecha es recordada en los libros de historia. Quisiera ser un pobre marinero que da su vida a cambio del bien de su esposa y sus hijos, o un cazador que es asesinado por lobos mientras busca comida para su familia.
Pero eso no existe para mi. Solo tengo 25 años y no tengo siquiera un lugar decente donde morir. ¿cómo se supone que sepa morir si ni siquiera se lo que es vivir? ¿quién me va a recordar? ¿quién va a llorar por mi? ¿quién me va a enterrar? ¿quién siquiera va a notar que ya no estoy?
El tiempo se me acaba... mi mente me traiciona... cada palabra que escribo es una menos que se me resbala entre sudor y suspiros... pero queda lo ultimo... la esperanza...

.....de que ellos tengan razón.
Haikus Para Mi Madre

 

Esta es la historia de dos hermanos que siendo tan diferentes, vivieron y murieron por una misma razón: el amor por su madre.
Érase una vez, un pequeño pero rico reinado cuya reina no conocía el amor. Amaba a su esposo, pero no conocía ese amor por el que una persona daría la vida, ese amor que haría sufrir de asco al demonio y llorar de vergüenza al enamorado. Ese amor que solo puede sentir una madre por su hijo, ese amor que no se sabe que es, pero se siente que es amor.
Su esposo, el rey, había partido hacia la guerra hacía dos años y todavía no había regresado; por lo que su única compañía eran sus innumerables sirvientes y 1 gato.

La reina en su soledad no sabia que era lo que necesitaba, por eso le preguntaba todos los días al viento, su más viejo amigo, que era lo que necesitaba; el viento silbaba en sus oídos y le acariciaba el pelo, ese pelo que poco a poco se había vuelto color blanco, igual que su cara, palidecida por la amargura que reinaba en su corazón.
Un día, vio desde su solitario balcón, el mar, ese conjunto de aguas revoloteantes que rugían con todas sus fuerzas al chocar con las rocas que daban base al palacio real, sintió deseos de navegarlo, de tocarlo, de tirarlo todo y correr por la playa como si ya nada importara, pero no podía, porque algo le faltaba. Salió con su gato, caminó medio día por la playa hasta que muy cansada se sentó a escuchar las olas del mar. Al poco tiempo oyó un llanto que pronto se convirtió en dos, y se levanto para ver que era. No camino mucho hasta que encontró a la orilla del mar una canasta, con dos niños adentro, envueltos cuidadosamente en una cobija blanca, de la cual sobresalía una nota, escrita en un idioma extranjero, un idioma que ella no podía entender. Después de darle varias vueltas a la nota, tomo la canasta resignada y volvió al palacio, donde la esperaban varios sirvientes preocupados por su larga ausencia; ella les contó la historia y les dio la orden de que investigaran lo que decía la nota, luego se dirigió a su alcoba real, y después de muchos años durmió.
Se levanto al siguiente día como si fuera el primer día de su vida, y es que hoy, por fin su vida tenía un motivo, sentía que había dejado de ser un títere de las circunstancias y se había vuelto libre. Pregunto por los dos niños y los sirvientes la llevaron a donde estaban, ella se acerco y los observo varias horas sin decir ni una palabra, hasta que por fin pronuncio “tú serás Gabriel, el mayor.”, Y luego, dirigiéndose con amor hacia el otro niño dijo “y tu,”, le acarició el pelo y le susurro al oído “tu serás Juan, el menor”.

Desde ese día, ellos fueron los hijos de la reina, los príncipes Gabriel y Juan, que algún día habrían de reinar el país.
Poco a poco fueron creciendo los niños hasta convertirse en jóvenes. Gabriel fue demostrando habilidad para las artes de la guerra, y Juan... Juan se volvió poeta.

Gabriel se pasaba todo el día haciendo estrategias de guerra, mientras Juan con su libreta de siempre, se paseaba por el palacio recitando antiguos versos. Pero lo que más le apasionaba a Juan eran los haikus. Los haikus son pequeñas estrofas de 17 sílabas, compuestas en versos de 5 7 5 que los japoneses inventaron para pasar el tiempo; para Juan eran la vida, era encerrar un mensaje en 17 mágicos momentos, y así se ponía a cantar:

 

“!Canto un Haiku

Para mi buena madre

Templo de amor!”

 

 

 

“!Reza hermano

Por tu muy buena madre

Templo de amor!”

 

 

Y era el orgullo total de la reina el verlo cantar. Y Gabriel se daba cuenta del amor que su madre sentía por su hermano, pero no lo molestaba, a pesar de todo lo quería a él también.
Un día llegó una terrible noticia al palacio: la guerra por la cual había muerto el rey estaba a punto de acabar, pero hacia falta una batalla, y para esta habían sido llamados todos los primogénitos del reino, y Gabriel estaba incluido entre ellos.
Su madre y su hermano, con lágrimas en los ojos le rogaron que no fuera, pero el coraje de Gabriel era mucho más grande, y sabía que tenia que defender ese reino sagrado que había sido hogar suyo y de su madre. Juan, cuando vio que no podía persuadir a su hermano, le pidió que lo llevara con él, por lo cual el mayor lo reprendió así: “No! Tú debes cuidar a nuestra madre por si algo me pasa! No cometas estupideces, recuerda que también te quiero, que también me importas, no vengas conmigo porque detrás de mí viene la sombra de la muerte, y ella te envolverá en sus brazos.” Y Juan lloró, como cuando tenía 5 años, y fue a contarle al viento:

 

“Mi amigo fiel

Déjame contarte hoy

Lo que sucedió”

 

“A mi hermano

Ya se lo han llevado

Para no volver!”

“Lo han llevado

A morir en el campo

De tonta guerra”

 

Y el viento, sabio como ninguno, le silbó notas de tranquilidad y enfrió su odio ardiente que soñaba con venganza. Fue así como Juan tuvo que regresar solo al palacio, donde estaba su madre, pálida, como había sido antes de conocer el amor, y ella, con los ojos llorosos llamo a su hijo pequeño y le dijo: “Cántame Juan, todos tus versos, dime una estrofa que me haga sentir bien, dime un poema que me mienta, un haiku que abra mis ojos o un cuarteto que me mate de tristeza. Cuéntame que te ha dicho el viento, si te ha dado un mensaje para mí, si en el camino encontraste alguna pelargonia o una margarita que con sus colores me pintara el alma de amarillo y el corazón de azul para que sus colores me hagan olvidar.”
Y Juan conmovido por estas palabras de su madre se sentó a la par de ella y empezó a cantar, cantó toda la noche, como nunca lo había hecho antes, e invento versos que pensó que nunca iba a conocer, y dijo las mas bellas palabras del mundo hasta que se dio cuenta de que su madre estaba dormida.
Se paró y salió del castillo, decidido a recuperar a su hermano. Un sirviente del palacio lo vio salir y le preguntó a donde iba, Juan solo lo ignoró y siguió caminando muy rápido y muy decidido. Llego a las afueras de la ciudad, donde le pregunto al centinela en donde estaba el campo de batalla. El guardia le dio las indicaciones necesarias y casi antes del amanecer llego al campo de batalla. Buscó como loco a su hermano, hasta que al fin, en una tienda de acampar bastante grande lo encontró, sano, como lo había visto ir. Gabriel al ver a su hermano se tiro sobre él en un gran abrazo y los dos, con lágrimas de alegría en los ojos se abrazaron, como si hubieran sido años los que se habían separado.
Cuando la mañana ya estaba clara, las filas se alistaron para atacar al enemigo, Juan y Gabriel fueron colocados en la primera. Se escucho un gran estallido, y después de esto, todo el ejército empezó a correr hacia el enemigo, y los dos hermanos agarrados de la mano con la espada en la otra corrieron con valentía, al campo de batalla, a la muerte.
Después de haber asesinado la mayoría de los miembros enemigos, el ejercito empezaba a retirarse, y caminando venían Gabriel y Juan, todavía agarrados de la mano, como si hubieran nacido así, pero un enemigo traicionero se levanto entonces de entre los muertos y ensartó su espada en el abdomen de Gabriel, que en ese instante cayó muerto en la grama junto con el cuerpo sin cabeza de su verdugo que ya había sido muerto a manos de Juan. Pero ya nada quedaba por hacer, y Juan, de la mano de su hermano muerto, tomo su propia espada y se la ensartó en la garganta, pues no era nada el dolor físico que podía sentir, a comparación de ver a su hermano muerto valiente como ninguno y bueno como todos.

 

Y lloró ese día el viento, y cayó agua como nunca había caído en esa ciudad, pues la guerra había terminado con una victoria, pero sus mejores hombres habían muerto con la guerra.
Y la reina sintió llegar al viento y le dijo: “No te acerques amigo traicionero! Pues se que malas noticias me traes. No me digas quienes han muerto, dime quien esta vivo.” Y el viento no respondió y la reina siguió: “Acaso no esta Juan dentro del palacio? Acaso no esta escribiéndome haikus, hablándole al agua y bebiendo de su manantial?” y el viento, con sentimiento de culpa volvió a callar. Pero la reina insistió: “qué ha sido de mi pobre hijo? Me ha desobedecido y ha ido con su hermano?” y a este momento ya estaba ella repleta de lágrimas, “como pudiste permitir que esto pasara? Mis hijos! Mis únicos tesoros, mi vida, mi pasión, mi alegría, todo se ha ido para dejarme sola, como estaba hace unos años... mi vida no vale nada.”
Y con estas palabras salió corriendo hacia el balcón, con las pocas energías que le quedaban y salto hacia el mar, pero su cuerpo nunca chocó contra la dura arena, si no que se elevó hasta lo mas alto del cielo, y confundida, vio alrededor suyo, y allí, sonriendo, estaban sus hijos sosteniéndola en las nubes, con la nota que estaba en la canasta, esa nota que nunca entendió. Pero esta vez, estaba escrita en su idioma y logro comprender:

 

“!Canto un Haiku

Para mi buena madre

Templo de amor!”

 

“!Reza hermano

Por tu muy buena madre

Templo de amor!”

 

“Hagamos los dos

Haikus para mi madre

Templo de amor!”

 

Y con estos versos, lloró la reina pero esta vez de alegría, por el hecho de tener en eterna felicidad a sus dos hijos, esos hijos que siempre había querido.

El Hombre del Espejo
Allí esta el hombre del espejo. Sus mejillas sudan y tiemblan, como si temiera que todo se va a terminar. Sus ojos se ven cansados, llorosos, han perdido ese color azul que solía tener y que solían cautivar a cualquier persona que se dejara sumergir en ellos. Su mirada esta perdida, busca un horizonte para creer, buscar metas, finales, motivos... a veces me recuerda a mí mismo.
Su pelo esta despeinado, sus rubios cabellos enredados caen hasta el cuello, donde conocen a la piel... esa piel desgastada, sucia y llena de pecados, rasgada por arrugas fabricadas a presión, que son memorias de sucios encantos que algún día tuvo y que no volverán jamás.
Su boca... sus labios sangrantes son indicios de su desesperación, toda su cara pinta en el espejo al fantasma de la soledad, que lo ha buscado y lo ha encontrado, que dirige sus pensamientos y su vida, que lo controla, que lo manipula, que lo hace ser lo que es: un moribundo.
Su cuerpo esta encorvado, como si tuviera unos 80 años, y juraría que no tiene mas de 30. Sus hombros caídos son dos pesos que lo encorvan mas, el cansancio le recuerda que no es capaz de levantarlos y que su vida nada mas depende del tiempo en que logre soportar el peso de sus errores.
Su camisa esta manchada... pinta nubarrones grises y grandes tormentas, como si la hubiera hecho el mejor de los pintores. Se puede ver el mismo infierno en la hebilla de su cinturón, rojo y flameante, con gritos de desesperación.
Huele a un exceso de nicotina, y la mezcla de esta, el sudor y algo de alcohol, produce un hedor lleno de veneno, que intoxica los pulmones de cualquiera que se acerque a el, a cualquiera que lo quiera ayudar, que le ofrezca su amistad o su amor, y los aleja a todos para que no vuelvan nunca mas.
Parece estar hablando... probablemente cosas sin sentido debido a los efectos del alcohol en su sangre... sus labios se mueven pero no produce ningún sonido, su boca se estira como si estuviera gritando, sus ojos se hinchan, y su pecho empieza a moverse rápidamente debido a la continua inhalación y exhalación de oxigeno.
Pero entre todos estos indicios de locura, entre todas las manchas... entre todo el hedor y todo el sudor, algo brilla al este de su nariz, algo que lo hace más hermoso que los demás. Algo que solo un hombre como él podría tener, algo que solo él más puro de los seres puede crear, y que podría salvar al mundo entero de sus pecados...
Una lagrima de arrepentimiento.

Escondite



Oscuridad, soledad... por mas que busquen no me van a encontrar.

La Banca de Cemento



“Levantate pinche wevón!” le dijo sacudiéndolo con fuerza. El medio abrió los ojos sin moverse, vio alrededor. De la pared del cuarto colgaban varios marcos con fotos, un florero con una esquina rota de la cual salía una pascua que era casi negra. Sintió una gota de sudor rodando por encima de la ceja. Se volteó completamente. Una mujer lo observaba con enojo, llevaba un delantal puesto y su vestimenta hacia que se notara que era de una clase muy humilde. Se sentó en la cama y con un pañuelo se limpio el sudor.
“A ver si se te da la gana ir a buscar trabajo... y ayudar un poco con la casa porque lavando platos y ropa no voy a poderte mantener toda la vida... especialmente a un cobarde como vos... pero apurate pues! Igual que tu papa: Aragan y mantenido! A Dios gracias que se fue de la casa antes de que me hiciera perder los estribos... y a ver si vos te me vas poniendo las pilas antes de que te las ponga yo misma a puro morongazo!... Y ojala que me volvas a regresar con olor a guaro en la noche porque va a ser la última vez que vas a regresar a esta casa.”
El sin decir alguna palabra se levanto, se puso el mismo pantalón que tenia la noche anterior (aunque honestamente no recordaba nada), besó a su madre en la frente y con un te quiero se fue de la casa de dos habitaciones, que eran para las que daba el terrenito en los barrancos de la ciudad.
Paso agarrando un banano de la cocina y le quito la cáscara mientras salía de la casa. Saludo a Juan el vecino, un hombre de unos 50 años que se ganaba la vida siendo albañil, una profesión que realizaba desde que tenía memoria. “Que tal Juan!” “Que tal Vinicio!” lo típico,
Siguió caminando, buscando el semáforo donde todos los días le compraba a Diego el periódico. No pasaba nada fuera de lo normal. Todo era tan rutinario que asustaba... su vieja regañándolo e insistiendo para que consiguiera trabajo, el saludo habitual con Juan, regatear el precio del periódico para pagar 50 centavos menos y usarlos para el jugo de naranja que estaba a punto de comprar. Lo bebió todo de una vez en el mismo puesto donde lo había comprado.
Hojeó un rato los clasificados, como lo hacia siempre para engañarse a sí mismo pensando que el trabajo perfecto aparecería en el periódico una mañana y que el sería el hombre perfecto para hacerlo... seguramente su juventud era sinónimo de ignorancia, en un país en el que por casi 40 años la guerra había sido sobrepuesta ante una educación manipulada por el gobierno, con el objetivo de matar el problema de raíz.
Tiró el periódico, paso al baño público, y se dirigió al puente del incienso a hacer lo que tenía que hacer. Se agarró bien de la baranda, tomo un suspiro, pensó en su madre, y sin pensarlo dos veces se lanzó. En el camino habló con Santa Rita, San Juan y el Espíritu Santo, mordió su rosario y antes de chocar contra el suelo, Vinicio ya había muerto. Su madre, en la habitación de su casa cerró los ojos, se persignó y volvió a trabajar.
Nunca me ha gustado Neruda
Tengo estas palabras en mi cabeza desde hace mucho tiempo, no han cambiado mucho, quitando el hecho de que hoy las voy a decir. Yo sé que esto va a ser un poco difícil de asimilar pero no tengo la culpa solo yo. Bueno, como vos sabes no me gusta hablar babosadas y voy normalmente directamente al grano... pero solo por hoy déjame divagar, porque no es nada fácil de expresar.
¿Qué querés que haga?, Seguramente ya te estas imaginando que es lo que voy a decir, conozco la mente humana un poco mas que los demás, y puedo asumir que ya estas sacando conclusiones en tu mente sin siquiera saber en realidad que es lo que quiero darte a entender.
Y es que no es nada fácil, decirte que a pesar de todos mis esfuerzos de todo lo que intenté, y de todo lo que luché, aun así no pude evitar que me pasara lo mismo de siempre. Y es que esta vez me había propuesto hacer todo bien, y que si algo salía mal seguramente no sería mi culpa, pero todo, absolutamente todo fue mi culpa, y lo peor es que ya me estoy contradiciendo.
Seguramente te recuerdas cuando te conté de aquel hombre, aquel al que conocí hace unas 3 semanas, un hombre viejo y sabio que me contó esta historia:
En el bosque de un lugar no muy lejano existía un hombre... un hombre cuya única compañía era la soledad y que su mejor amigo era él mismo. Este hombre se levantaba todos los días a la misma hora, se preparaba el desayuno, hacia dos huevos pero solo se comía uno y luego salía de su cabaña, y le decía a la nada Adiós mi amor, ya regreso.
El hombre normalmente salía a cazar, buscaba comida para el otro día, se dirigía al pueblo donde compraba víveres que no podía conseguir en otro lado, entre ellos los huevos del otro día, vendía lo que había cazado y se encaminaba otra vez hacia el bosque silbando una canción muy feliz y recitando en su cabeza un poema de Benedetti.
Regresaba siempre antes del anochecer, entraba a la cabaña y al cerrar gritaba Ya regrese mi amor, lavaba los platos del desayuno, tiraba el huevo desperdiciado afuera de la ventana donde se convertía en alimento de todo tipo de bichos o incluso de material orgánico utilizable para el alimento de la hierba.
El hombre sacaba entonces un cigarrillo y leía durante horas a Neruda, recitando los versos que más le llegaban al corazón “entre morir y no morir me decidí por la guitarra y en esa intensa profesión mi corazón no tiene tregua, porque donde menos me esperan yo llegaré con mi equipaje a cosechar el primer vino en los sombreros de otoño.” Y así se pasaba todas las noches, recitando, fumando, los días especiales bebiendo vino, y recitando a Benedetti, ya que solo dos libros poseía.
Y este era el día normal del hombre, solo, completamente solo, recitándole poemas al cigarro, haciéndole desayuno a la copa vacía del día anterior, soñando, imaginando que alguien estaba con él y que su soledad no existía, pero en realidad era lo único que tenía.

Recuerdo haberle preguntado al sabio entonces: ¿quién era este hombre? ¿Por qué era feliz? ¿A quién le hacía el desayuno? ¿A quién le dedicaba los poemas?
Y recuerdo las palabras del sabio: en este mundo, lo más hermoso es amar, este hombre amó con toda su alma, tanto para entregarlo todo. La mujer de sus sueños lo abandonó luego de pocos años de estar junto a él... tu me dices que quieres estar seguro, que quieres dar algo por sentado; pues yo te digo, en esta vida no hay nada seguro excepto nuestra muerte; quieres tenerlo todo bajo control, estar en la cima, tener todo a tu disposición, pero no puedes, quieres tener todo amarrado y tirar de las cuerdas cuando quieras, mas yo te digo, ama sin esperar nada a cambio, dalo todo sin esperar una recompensa, el amor no es estar con alguien y que este alguien te haga feliz, el amor es estar con alguien y querer únicamente la felicidad de tu pareja, a pesar del sufrimiento, a pesar de la sangre, a pesar de todo. El amor es dar, dar, dar, y no recibir nada, y seguir dando, hasta cansarte de dar y querer dar más, el amor es querer y no estar seguro, es soltar las cuerdas, tirarse al agua. Pero tú, no has dado nada.
No sé si fue el momento en que ese anciano me lo dijo pero me tocó hasta lo más profundo de mi ser, sus palabras hicieron que un escalofrío invadiera todo mi cuerpo, de repente sentí que el viento se hacía más fuerte y más frío así que corrí a llamarte, a hablarte, es que me hacia tanta falta tu voz. Te juro que pensé en ti todos los días durante los últimos 3 meses, a cada hora, a cada minuto, cuando te veía pasar, cuando te sentía cerca, cuando te abrazaba, cuando te diste cuenta de lo que estoy a punto de decir.
Me he dado cuenta, de que ya no te importo mucho, creo que ya ni me conoces muy bien, pero yo te sigo con la mirada cada vez que te veo a lo lejos hablando con tus amigas, y uno que otro idiota que se las hace pasar de hombre y te abraza, sin siquiera pedirle permiso al cielo por atentar contra algo tan divino como lo nuestro.
Es inútil creo yo, ya tantas veces he pasado por esto que creo que ya me estoy acostumbrando, lo que realmente siento es que hayas sido tú. Específicamente tú, la que me hiciera llegar a un punto al cual nunca en mi vida había llegado, me hiciste crecer mas de lo que me pudo hacer crecer Dios en una charla de hombre a hombre donde nadie me respondió y termine hablando conmigo mismo.
Bueno, de todos modos, déjame contarte que más dijo el viejo sobre aquel hombre solitario: Un buen día en que el hombre había regresado del pueblo, encontró a su mujer dentro de la cabaña, esperándolo, fumando uno de los cigarrillos que el hombre seguramente había dejado al alcance de cualquiera que entrara a aquella humilde vivienda. El cigarrillo ya estaba a medias y el cenicero casi lleno, su mujer leía el libro de Neruda.
La página 104 narraba el poema amor, la primavera sanguinaria de los bosques se despertó, salen los zorros de sus cuevas, las serpientes beben rocío, y yo voy contigo en las hojas, entre él los pinos y el silencio y me pregunto si esta dicha debo pagarla cómo y cuándo, recitó la mujer en voz alta al ver entrar al hombre.
El hombre sin alterarse le respondió Nunca te ha dejado de gustar el hombre ese, y yo nunca he llegado a tragarme un poema suyo, me gusta más la nostalgia de la patria de Benedetti, Neruda se me hace... no se como decirte, muy cursi. La mujer llevó a su boca el cigarrillo y ahora se paró, dejando visible su vientre que anunciaba un próximo parto.
Luego de toser un poco, le dijo Ya quisieras tú poder escribir algún día como él, pero tus versos son amargos, llenos de un agridulce que se te mezcla por dentro y te deja una sensación de intranquilidad cuando los lees.
El hombre serio la observó, y luego se acercó a la mujer y le dijo al oído “Emerge tu recuerdo de la noche en que no estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado. Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, ¡oh abandonado!”
La mujer comprendió lo que el hombre quiso decir, así que sin decir una palabra más se fue, con su niño a cuestas, pateando desde sus entrañas, como pidiéndole a su madre que lo dejara salir de su sucio cuerpo, manchado por mil hombres y mil aventuras.
Pero allí quedo el hombre, solo otra vez, amando como siempre, fumando como nunca. Se limpió la cara, se sirvió una copa de vino, y leyó a Neruda, como si nada hubiera pasado. Y al otro día cocino dos huevos y dejó sobre la mesa un plato servido, y es que esperaba que alguna vez regresara la mujer que él amó.
Amor. ¿Qué sé yo que es el amor? Manchas, preocupaciones, dar, dar, dar sin recibir nada a cambio. Un poco injusto, pero bastante hermoso cuando es mutuo.
Supongo que ahora si ya sabes que es lo que te quiero decir, y es que te lo quiero decir desde aquella noche de estrellas en que caminábamos por la calle vacía buscando algo o alguien, el frío de la ciudad nos azotaba sin compasión y tu te acercabas poco a poco a mí para que yo te diera de mi calor; y te lo daba sin decirte nada solo con tocarte, solo con rozarte, una pequeña muestra de eternidad, un instante inmortal, que recuerdo casi todos los días en que necesito de tu cuerpo, de tu voz diciendo mi nombre.
Pero soy solo un conocido, ya no recuerdas cuando te llamé para decirte todo va a estar bien, ni cuando nos reíamos tanto en tu casa, ni siquiera recuerdas aquel día en que bailamos juntos toda la noche ni mucho menos cuando te conté de todos mis viajes. Ni siquiera recuerdas que nunca te he dicho No. Siempre he estado allí, te he dado todo, todo, todo, y no he recibido nada, no es que te lo exija, ni mucho menos te lo estoy echando en cara, es solo un comentario.
Te he perdonado, cada una de las veces que me has dejado con los ojos llorosos y brillantes, también cada una de las veces en que me has dejado hablando solo y cada una de las veces que me has hecho pasar vergüenzas. Pero esta bien, como dice el maestro, el perdón es lo divino, y errar a veces suele ser humano.
Pero hoy mis manos están hinchadas, mi corazón está cansado, y mi sangre se mueve más lentamente, soy joven, pero la muerte esta más cerca de mí que lo está de ti. El reloj se mueve lentamente y yo solo estoy a la espera de que el veneno haga su efecto.
Supongo que ya sabes que es lo que te quiero decir, tanto que he divagado y poco a poco me he acercado al punto que quiero tocar. Si, te amo, con toda mi alma, pero no es eso lo que te quiero decir. Si, me estoy muriendo por ti, literalmente, y he tomado el veneno con conciente voluntad. Si, esta empezando a hacer el efecto, me duele la cabeza y mis ojos empiezan a quejarse de dolor. Pero no es eso lo que te quiero decir. Lo que te quiero decir es que irónicamente... a mí tampoco me gusta mucho Neruda.

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