Poemas de Jorge Luis Borges
ÍNDICE
UNA ESPADA
| EDGAR ALLEN POE
| LOS ENIGMAS
| SONETO DEL VINO
| EL ALQUIMISTA
| OTRO POEMA DE LOS DONES
| EL SUEÑO
| EL MAR (1)
| EL MAR (2)
| MILONGA DE DOS HERMANOS
| MILONGA DE MANUEL FLÓREZ
| EL LABERINTO (1)
| EL LABERINTO (2)
| ODA ESCRITA EN 1966
| UNA ESPADA
Una espada, Una espada de hierro forjada en el frío del alba. Una espada con runas Que nadie podrá desoír ni descifrar del todo, Una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria, Una espada que los poetas Igualarán al hielo y al fuego, Una espada que un rey dará a otro rey Y este rey a un sueño, Una espada que será leal Hasta una hora que ya sabe el Destino, Una espada que iluminará la batalla.
Una espada para la mano Que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres, Una espada para la mano Que enrojecerá los dientes del lobo Y el despiadado pico del cuervo, Una espada para la mano Que prodigará el oro rojo, Una espada para la mano Que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro, Una espada para la mano Que ganará un reino y perderá un reino, Una espada para la mano Que derribará la selva de lanzas. Una espada para la mano de Beowulf.

EDGAR ALLAN POE
Pompas del mármol, negra anatomía Que ultrajan los gusanos sepulcrales, Del triunfo de la muerte los glaciales Símbolos congregó. No los temía.
Temía la otra sombra, la amorosa, Las comunes venturas de la gente; No lo cegó el metal resplandeciente Ni el mármol sepulcral sino la rosa.
Como del otro lado del espejo Se entregó solitario a su complejo Destino de inventor de pesadillas.
Quizá, del otro lado de la muerte, Siga erigiendo solitario y fuerte Espléndidas y atroces maravillas.

LOS ENIGMAS
Yo que soy el que ahora está cantando Seré mañana el misterioso, el muerto, El morador de un mágico y desierto Orbe sin antes ni después ni cuándo.
Así afirma la mística. Me creo Indigno del Infierno o de la Gloria, Pero nada predigo. Nuestra historia Cambia como las formas de Proteo.
¿Qué errante laberinto, qué blancura Ciega de resplandor será mi suerte, Cuando me entregue el fin de esta aventura
La curiosa experiencia de la muerte? Quiero beber su cristalino Olvido, Ser para siempre; pero no haber sido.

SONETO DEL VINO
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa Conjunción de los astros, en qué secreto día Que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa Y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino Fluye rojo a lo largo de las generaciones Como el río del tiempo y en el arduo camino Nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa Exalta la alegría o mitiga el espanto Y el ditirambo nuevo que este día le canto
Otrora lo cantaron el árabe y el persa. Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia Como si ésta ya fuera ceniza en la memoria,

EL ALQUIMISTA
Lento en el alba un joven que han gastado La larga reflexión y las avaras Vigilias considera ensimismado Los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe que el oro, ese Proteo, acecha Bajo cualquier azar, como el destino; Sabe que está en el polvo del camino, En el arco, en el brazo y en la flecha.
En su oscura visión de un ser secreto Que se oculta en el astro y en el lodo, Late aquel otro sueño de que todo Es agua, que vio Tales de Mileto.
Otra visión habrá; la de un eterno Dios cuya ubicua faz es cada cosa, Que explicará el geométrico Spinoza En un libro más arduo que el Averno...
En los vastos confines orientales Del azul palidecen los planetas, El alquimista piensa en las secretas Leyes que unen planetas y metales.
Y mientras cree tocar enardecido El oro aquél que matará la Muerte. Dios, que sabe de alquimia, lo convierte En polvo, en nadie, en nada y en olvido.

OTRO POEMA DE LOS DONES
Gracias quiero dar al divino Laberinto de los efectos y de las causas Por la diversidad de las criaturas Que forman este singular universo, Por la razón, que no cesará de soñar Con un plano del laberinto, Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises, Por el amor, que nos deja ver a los otros Como los ve la divinidad, Por el firme diamante y el agua suelta, Por el álgebra, palacio de precisos cristales, Por las místicas monedas de Ángel Silesio, Por Schopenhauer, Que acaso descifró el universo, Por el fulgor del fuego Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo, Por la caoba, el cedro y el sándalo, Por el pan y la sal, Por el misterio de la rosa Que prodiga color y que no lo ve, Por ciertas vísperas y días de 1955, Por los duros troperos que en la llanura Arrean los animales y el alba, Por la mañana en Montevideo, Por el arte de la amistad, Por el último día de Sócrates, Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron De una cruz a otra cruz, Por aquel sueño del Islam que abarco Mil noches y una noche, Por aquel otro sueño del infierno, De la torre del fuego que purifica Y de las esferas gloriosas, Por Swedenborg, Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres, Por los ríos secretos e inmemoriales Que convergen en mí, Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria, Por la espada y el arpa de los sajones, Por el mar, que es un desierto resplandeciente Y una cifra de cosas que no sabemos Y un epitafio de los vikings, Por la música verbal de Inglaterra, Por la música verbal de Alemania, Por el oro, que relumbra en los versos, Por el épico invierno, Por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos, Por Verlaine, inocente como los pájaros, Por el prisma de cristal y la pesa de bronce, Por las rayas del tigre, Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan, Por la mañana en Texas, Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos, Por Séneca y Lucano, de Córdoba, Que antes del español escribieron Toda la literatura española, Por el geométrico y bizarro ajedrez, Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce, Por el olor medicinal de los eucaliptos, Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría, Por el olvido, que anula o modifica el pasado, Por la costumbre, Que nos repite y nos confirma como un espejo, Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio, Por la noche, su tiniebla y su astronomía. Por el valor y la felicidad de los otros, Por la patria, sentida en los jazmines O en una vieja espada, Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema, Por el hecho de que el poema es inagotable Y se confunde con la suma de las criaturas Y no llegará jamás al último verso Y varía según los hombres, Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos Por morir tan despacio, Por los minutos que preceden al sueño, Por el sueño y la muerte, Esos dos tesoros ocultos, Por los íntimos dones que no enumero, Por la música, misteriosa forma del tiempo.

ODA ESCRITA EN 1966
Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete Que, alto en el alba de una plaza desierta, Rige un corcel de bronce por el tiempo, Ni los otros que miran desde el mármol, Ni los que prodigaron su bélica ceniza Por los campos de América O dejaron un verso o una hazaña O la memoria de una vida cabal En el justo ejercicio de los días. Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos. Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo Cargado de batallas, de espadas y de éxodos Y de la lenta población de regiones Que lindan con la aurora y el ocaso, Y de rostros que van envejeciendo En los espejos que se empañan Y de sufridas agonías anónimas Que duran hasta el alba Y de la telaraña de la lluvia Sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo Como el perpetuo mundo. (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos Un solo instante, nos fulminaría, Blanco y brusco relámpago, Su olvido.) Nadie es la patria, pero todos debemos Ser dignos del antiguo juramento Que prestaron aquellos caballeros De ser lo que ignoraban, argentinos, De ser lo que serían por el hecho De haber jurado en esa vieja casa. Somos el porvenir de esos varones, La justificación de aquellos muertos; Nuestro deber es la gloriosa carga Que a nuestra sombra legan esas sombras Que debemos salvar. Nadie es la patria, pero todos lo somos. Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, Ese límpido fuego misterioso.

EL SUEÑO
Si el sueño fuera (como dicen) una Tregua, un puro reposo de la mente, ¿Por qué, si te despiertan bruscamente, Sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora Nos despoja de un don inconcebible, Tan íntimo que sólo es traducible En un sopor que la vigilia dora
De sueños, que bien pueden ser reflejos Truncos de los tesoros de la sombra, De un orbe intemporal que no se nombra
Y que el día deforma en sus espejos. ¿Quien serás esta noche en el oscuro Sueño, del otro lado de su muro?

EL MAR (1)
El mar. El joven mar. El mar de Ulises Y el de aquel otro Ulises que la gente Del Islam apodó famosamente Es-Sindibad del Mar. El mar de grises
Olas de Erico el Rojo, alto en su proa. Y el de aquel caballero que escribía A la vez la epopeya y la elegía De su patria, en la ciénaga de Goa.
El mar de Trafalgar. El que Inglaterra Cantó a lo largo de su larga historia, El arduo mar que ensangrentó de gloria
En el diario ejercicio de la guerra. El incesante mar que en la serena Mañana surca la infinita arena.

EL MAR (2)
Antes que el sueño (o el terror) tejiera Mitologías y cosmogonías, Antes que el tiempo se acuñara en días, El mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento Y antiguo ser que roe los pilares De la tierra y es uno y muchos mares Y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera, Siempre. Con el asombro que las cosas Elementales dejan, las hermosas
Tardes, la luna, el fuego de una hoguera. ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día Ulterior que sucede a la agonía.

MILONGA DE DOS HERMANOS
Traiga cuentos la guitarra De cuando el fierro brillaba, Cuentos de truco y de taba, De cuadreras y de copas, Cuentos de la Costa Brava Y el Camino de las Tropas.
Venga una historia de ayer Que apreciarán los más lerdos; El destino no hace acuerdos Y nadie se lo reproche. Ya estoy viendo que esta noche Vienen del Sur los recuerdos,
Velay, señores, la historia De los hermanos Iberra, Hombres de amor y de guerra Y en el peligro primeros, La flor de los cuchilleros Y ahora los tapa la tierra.
Suelen al hombre perder La soberbia o la codicia; También el coraje envicia A quien le da noche y día. El que era menor debía Más muertes a la justicia.
Cuando Juan Iberra vio Que el menor lo aventajaba, La paciencia se le acaba Y le armó no sé que lazo. Le dio muerte de un balazo, Allá por la Costa Brava.
Sin demora y sin apuro Lo fue tendiendo en la vía Para que el tren lo pisara. El tren lo dejó sin cara, Que es lo que el mayor quería.
Así de manera fiel Conté la historia hasta el fin; Es la historia de Caín Que sigue matando a Abel.

MILONGA DE MANUEL FLÓREZ
Manuel Flórez va a morir. Eso es moneda corriente; Morir es una costumbre Que sabe tener la gente.
Y sin embargo me duele Decirle adiós a la vida, Esa cosa tan de siempre, Tan dulce y tan conocida.
Miro en el alba mis manos, Miro en las manos las venas; Con extrañeza las miro Como si fueran ajenas.
Vendrán los cuatro balazos Y con los cuatro el olvido; Lo dijo el sabio Merlín: Morir es haber nacido.
¡Cuánta cosa en su camino Estos ojos habrán visto! Quién sabe lo que verán Después que me juzgue Cristo.
Manuel Flórez va a morir. Eso es moneda corriente; Morir es una costumbre Que sabe tener la gente.

LABERINTO (1)
No habrá nunca una puerta. Estás adentro Y el alcázar abarca el universo Y no tiene ni anverso ni reverso Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino Que tercamente se bifurca en otro, Que tercamente se bifurca en otro, Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida Del toro que es un hombre y cuya extraña Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida. No existe. Nada esperes. Ni siquiera En el negro crepúsculo la fiera.

EL LABERINTO (2)
Zeus no podría desatar las redes de piedra que me cercan. He olvidado los hombres que antes fui; sigo el odiado camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías que se curvan en círculos secretos al cabo de los años. Parapetos que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo he descifrado rastros que temo. El aire me ha traído en las cóncavas tardes un bramido o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte es fatigar las largas soledades que tejen y destejen este Hades y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera éste el último día de la espera.
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