
IES RAYUELA.MÓSTOLES
DEPARTAMENTO DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA
CURSO 2012/13
ALUMN_
GARCILASO DE LA VEGA (1503-1536)
SONETO I
Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por do me ha traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si ella quisiere, y aun sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
SONETO
De aquella vista pura y excelente salen espíritus vivos y encendidos, y siendo por mis ojos recibidos, me pasan hasta donde el mal se siente.
Encuéntranse al camino fácilmente, con los míos, que de tal calor movidos salen fuera de mi como perdidos, llamados de aquel bien que está presente.
Ausente, en la memoria la imagino; mis espíritus, pensando que la vian, se mueven y se encienden sin medida;
mas no hallando fácil el camino, que los suyos entrando derretían, revientan por salir do no hay salida.
SONETO XXIII
En tanto que de rosa y azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto, por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena:
coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto, antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza su costumbre.
ODA A LA FLOR DE GNIDO
Si de mi baja lira tanto pudiese el son, que un momento aplacase la ira del animoso viento, y la furia del mar y el movimiento,
y en ásperas montañas con el suave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese, y al son confusamente los trajese: […]
SONETO XIII
A Dafne ya los brazos le crecían, y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que al oro oscurecían.
De áspera corteza se cubría los tiernos miembros, que aún bullendo estaban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño! Que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba! SONETO V Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo
vos sola lo escribisteis; yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero. Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero.
| SONETO XIV
Como la tierna madre, que el doliente hijo le está con lágrimas pidiendo alguna cosa, de la cual comiendo sabe que ha de doblarse el mal que siente,
y aquel piadoso amor no le consiente que considere el daño que haciendo lo que le pide hace, va corriendo, aplaca el llanto y dobla el accidente,
así a mi enfermo y loco pensamiento que en su daño os me pide, yo querría quitalle este mortal mantenimiento.
Mas pídemelo y llora cada día tanto, que cuanto quiere le consiento, olvidando su suerte y aun la mía.
SONETO XXVIII
Boscán, vengado estáis, con mengua mía,
de mi rigor pasado y mi aspereza,
con que reprehenderos la terneza
de vuestro blando corazón solía. Agora me castigo cada día
de tal selvatiquez y tal torpeza,
mas es a tiempo de que mi bajeza
correrme y castigarme bien podría. Sabed que en mi perfecta edad y armado,
con mis ojos abiertos, me he rendido
al niño que sabéis, ciego y desnudo. De tan hermoso fuego consumido
nunca fue corazón; si preguntado
soy lo demás, en lo demás soy mudo. JUAN BOSCÁN (1492-1542)
SONETO LXI Dulce soñar y dulce congojarme, cuando estaba soñando que soñaba; dulce gozar con lo que me engañaba, si un poco más durara el engañarme.
Dulce no estar en mí, que figurarme podía cuanto bien yo deseaba; dulce placer, aunque me importunaba que alguna vez llegaba a despertarme.
¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso me fueras, si vinieras tan pesado, que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado, y es justo en la mentira ser dichoso quien siempre en la verdad fue desdichado. SONETO CVIII
Como el triste que a muerte está juzgado, y de esto es sabidor de cierta ciencia, y la traga y la toma en paciencia, poniéndose al morir determinado.
Tras esto dícenle que es perdonado, y estando así se halla en su presencia el fuerte secutor de la sentencia con ánimo y cuchillo aparejado:
así yo, condenado a mi tormento, de tenelle tragado no me duelo, pero, después, si el falso pensamiento
me da seguridad de algún consuelo, volviendo el mal, mi triste sentimiento queda envuelto en su sangre por el suelo.
SAN JUAN DE LA CRUZ (1542-1591)
CÁNTICO
¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste habiéndome herido; salí tras ti clamando y eras ido.
Pastores, los que fueres allá por las majadas al otero, si por ventura vieres aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores iré por esos montes y riberas; no cogeré las flores, ni temeré a las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
¡Oh bosques y espesuras plantadas por la mano del Amado!, ¡oh prado de verduras de flores esmaltado!, decid si por vosotros ha pasado.
Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura; y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de su hermosura.
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de veras; no quieras enviarme de hoy más mensajero que no saben decirme lo que quiero.
SANTA TERESA DE JESÚS (1515-1582)
Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero.
Esta divina prisión, del amor en que yo vivo, ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga: quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero.
FRAY LUIS DE LEÓN (1527-1591)
ODA A LA VIDA RETIRADA
¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento, si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río! ¡Oh secreto seguro, deleitoso! Roto casi el navío a vuestro almo reposo, huyo de aqueste mar tempestuoso.
CERVANTES, MIGUEL DE (1547-1616)
¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla!; porque ¿a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza vale más de un millón, y que es mancilla que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!, Roma triunfante en ánimo y nobleza.
Apostaré que el ánima del muerto por gozar este sitio hoy ha dejado la gloria donde vive eternamente. "
Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto cuanto dice voacé, señor soldado. Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
LOPE DE VEGA (1562-1635)
A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo; mas dice mi entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan, fácimente me defiendo; pero no puedo guardarme de los peligros de un necio.
El dirá que yo lo soy, pero con falso argumento, que humildad y necedad no caben en un sujeto.
La diferencia conozco, porque en él y en mí contemplo, su locura en su arrogancia, mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza más que supo en otro tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada, dixo un filósofo, haciendo la cuenta con su humildad, adonde lo más es menos.
A CRISTO EN LA CRUZ
¿Quién es aquel Caballero herido por tantas partes, que está de expirar tan cerca, y no le socorre nadie?
«Jesús Nazareno» dice aquel rétulo notable. ¡Ay Dios, que tan dulce nombre no promete muerte infame!
Después del nombre y la patria, Rey dice más adelante, pues si es rey, ¿cuándo de espinas han usado coronarse?
Dos cetros tiene en las manos, mas nunca he visto que claven a los reyes en los cetros los vasallos desleales.
Unos dicen que si es Rey, de la cruz descienda y baje; y otros, que salvando a muchos, a sí no puede salvarse.
De luto se cubre el cielo, y el sol de sangriento esmalte, o padece Dios, o el mundo se disuelve y se deshace.
Al pie de la cruz, María está en dolor constante, mirando al Sol que se pone entre arreboles de sangre.
DEFINIENDO EL AMOR
Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, enojado, valiente, fugitivo, satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Soneto LIX Al sol que os mira, por miraros miro,
que pienso que la luz de vos tomando,
en sus rayos la vuestra estoy mirando,
y luego de dos soles me retiro. Águila soy, a salamandra aspiro;
este Dédalo Amor me está animando;
pero anochece y, como estoy llorando,
en el mar de mis lágrimas expiro. Y como donde estoy sin vos, no es día,
pienso cuando anochece, que vos fuistes
por quien perdió los rayos que tenía. Por quien si amaneció cuando le vistes,
dejándole de ver, noche sería
en el ocaso de mis ojos tristes.
LUIS DE GÓNGORA (1561-1627)
A FRANCISCO DE QUEVEDO
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope. ¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos. Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego. AL SOL, PORQUE SALIÓ, ESTANDO CON SU DAMA, Y LE FUE FORZADO DEJARLA Ya besando unas manos cristalinas, Ya anudándome a un blanco y liso cuello, Ya esparciendo por él aquel cabello Que Amor sacó entre el oro de sus minas, Ya quebrando en aquellas perlas finas Palabras dulces mil sin merecello, Ya cogiendo de cada labio bello Purpúreas rosas sin temor de espinas, Estaba, oh claro Sol invidïoso, Cuando tu luz, hiriéndome los ojos, Mató mi gloria y acabó mi suerte. Si el cielo ya no es menos poderoso, Por que no den los tuyos más enojos, Rayos, como a tu hijo, te den muerte A la muerte de una buena mujer
Yace debajo de esta piedra fría
mujer tan santa que ni escapulario,
ni cordón, ni correa, ni rosario,
de su cuerpo jamás se le caía. Trajo veintidós años día por día
un cilicio de cerdas de ordinario,
ayunaba continuo a San Hilario,
porque nunca hilaba ni cosía. Fue su casa un devoto encerramiento,
donde iban a hacer los ejercicios
y llorar sus pecados las personas. Murió sin óleo no sin testamento
en que mandó a una prima sus oficios
y a cuatro amigas cuatro mil coronas. De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler
Prisión del nácar era articulado (de mi firmeza un émulo luciente) un dïamante, ingenïosamente en oro también él aprisionado.
Clori, pues, que su dedo apremïado de metal, aun precioso, no consiente, gallarda un día, sobre impacïente, lo redimió del vínculo dorado.
Mas, ay, que insidïoso latón breve en los cristales de su bella mano sacrílego divina sangre bebe:
púrpura ilustró menos indïano marfil; invidïosa, sobre nieve claveles deshojó la Aurora en vano. LETRILLA
Ándeme yo caliente
| y ríase la gente.
|
| Traten otros del gobierno
| del mundo y sus monarquías,
| 5 mientras gobiernan mis días
| mantequillas y pan tierno,
| y las mañanas de invierno
| naranjada y aguardiente,
| y ríase la gente.
|
| 10 Coma en dorada vajilla
| el príncipe mil cuidados,
| como píldoras dorados,
| que yo en mi pobre mesilla
| quiero más una morcilla
| 15 que en el asador reviente,
| y ríase la gente.
|
| Cuando cubra las montañas
| de blanca nieve el enero,
| tenga yo lleno el brasero
| 20 de bellotas y castañas,
| y quien las dulces patrañas
| del rey que rabió me cuente,
| y ríase la gente.
|
| Busque muy en hora buena
| 25 el mercader nuevos soles;
| yo, conchas y caracoles
| entre la menuda arena,
| escuchando a Filomena
| sobre el chopo de la fuente,
| 30 y ríase la gente.
|
SONETO
De pura honestidad templo sagrado,
| cuyo bello cimiento y gentil muro,
| de blanco nácar y alabastro duro
| fue por divina mano fabricado;
|
| 5 pequeña puerta de coral preciado,
| claras lumbreras de mirar seguro,
| que a la esmeralda fina el verde puro
| habéis para viriles usurpado;
|
| soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
| 10 al claro sol, en cuanto en torno gira,
| ornan de luz, coronan de belleza;
|
| ídolo bello, a quien humilde adoro,
| oye piadoso al que por ti suspira,
| tus himnos canta, y tus virtudes reza.
|
DE SAN LORENZO EL REAL DEL ESCORIAL
|
| Sacros, altos, dorados capiteles,
| que a las nubes borráis sus arreboles,
| Febo os teme por más lucientes soles,
| y el cielo por gigantes más crüeles.
|
| 5 Depón tus rayos, Júpiter, no celes
| los tuyos, Sol; de un templo son faroles,
| que al mayor mártir de los españoles
| erigió el mayor rey de los fiïeles,
|
| religiosa grandeza del monarca
| 10 cuya diestra real al nuevo mundo
| abrevia, y el oriente se le humilla.
|
| Perdone el tiempo, lisonjee la Parca,
| la beldad desta octava maravilla,
| los años deste Salomón segundo.
|
FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)
A APOLO, SIGUIENDO A DAFNE Bermejazo platero de las cumbres, a cuya luz se espulga la canalla la ninfa Dafne, que se afufa y calla, si la quieres gozar, paga y no alumbres. Si quieres ahorrar de pesadumbres, ojo del cielo, trata de compralla: en confites gastó Marte la malla, y la espada en pasteles y en azumbres. Volvióse en bolsa Júpiter severo; levantóse las faldas la doncella por recogerle en lluvia de dinero. Astucia fue de alguna dueña estrella, que de estrella sin dueña no lo infiero: Febo, pues eres Sol, sírvete de ella. SONETO Pierdes el tiempo, muerte, en mi herida, pues quien no vive no padece muerte; si has de acabar mi vida, has de volverte a aquellos ojos, donde está mi vida.
Al sagrado en que habita retraída, aun siendo sin piedad, no has de atreverte; que serás vida, si llegase a verte, y quedarás de ti desconocida.
Yo soy ceniza que sobró a la llama; nada, dejó por consumir el fuego, que en amoroso incendio se derrama.
Vuélvete al miserable, cuyo ruego, por descansar en su dolor, te llama, que lo que yo no tengo, no lo niego.
A UN AVARIENTO En aqueste enterramiento Humilde, pobre y mezquino, Yace envuelto en oro fino Un hombre rico avariento. Murió con cien mil dolores Sin poderlo remediar, Tan sólo por no gastar Ni aun gasta malos humores. A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ Érase un hombre a una nariz pegado, Érase una nariz superlativa, Érase una alquitara medio viva, Érase un peje espada mal barbado; Era un reloj de sol mal encarado. Érase un elefante boca arriba, Érase una nariz sayón y escriba, Un Ovidio Nasón mal narigado. Érase el espolón de una galera, Érase una pirámide de Egito, Los doce tribus de narices era; Érase un naricísimo infinito, Frisón archinariz, caratulera, Sabañón garrafal morado y frito. PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO Madre, yo al oro me humillo; él es mi amante y mi amado, pues, de puro enamorado, de contino anda amarillo; que pues, doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero. Nace en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña; viene a morir en España, y es en Génova enterrado. Y pues quien le trae al lado es hermoso, aunque sea fiero, poderoso caballero es don Dinero. Es galán y es como un oro, tiene quebrado el color, persona de gran valor, tan cristiano como moro. Pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero, poderoso caballero es don Dinero. Son sus padres principales, y es de nobles descendiente, porque en las venas de Oriente todas las sangres son reales; y pues es quien hace iguales al duque y al ganadero, poderoso caballero es don Dinero. Mas ¿a quién no maravilla ver en su gloria sin tasa que es lo menos de su casa doña Blanca de Castilla? Pero, pues da al bajo silla y al cobarde hace guerrero, poderoso caballero es don Dinero. Sus escudos de armas nobles son siempre tan principales, que sin sus escudos reales no hay escudos de armas dobles y pues a los mismos robles da codicia su minero, poderoso caballero es don Dinero. Por importar en los tratos y dar tan buenos consejos, en las casas de los viejos gatos le guardan de gatos. Y pues él rompe recatos y ablanda al juez más severo, poderoso caballero es don Dinero. Y es tanta su majestad (aunque son sus duelos hartos) que con haberle hecho cuartos, no pierde su autoridad; pero, pues da calidad al noble y al pordiosero, poderoso caballero es don Dinero. Nunca vi damas ingratas a su gusto y su afición; que a las caras de un doblón hacen sus caras baratas; y pues las hace bravatas desde una bolsa de cuero, poderoso caballero es don Dinero. Más valen en cualquier tierra [¡mirad si es harto sagaz!] sus escudos en la paz que rodelas en la guerra. Y pues al pobre le entierra y hace proprio al forastero, poderoso caballero es don Dinero. SONETO A GÓNGORA Yo te untaré mis obras con tocino, porque no me las muerdas, Gongorilla, perro de los ingenios de Castilla, docto en pullas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, que aprendiste sin christus la cartilla; chocarrero de Córdoba y Sevilla, y, en la Corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; aunque aquesto de escribas se te pega, por tener de sayón la rebeldía.
EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS CASTELLANOS, ESCRITA A DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES, EN SU VALIMIENTO No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente. silencio avises, o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? Hoy, sin miedo que, libre, escandalice, puede hablar el ingenio, asegurado de que mayor poder le atemorice. En otros siglos pudo ser pecado severo estudio y la verdad desnuda, y romper el silencio el bien hablado. Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda, que es lengua la verdad de Dios severo, y la lengua de Dios nunca fue muda. Son la verdad y Dios, Dios verdadero, ni eternidad divina los separa, ni de los dos alguno fue primero. REPRESÉNTASE LA BREVEDAD DE LO QUE SE VIVE Y CUÁN NADA PARECE LO QUE SE VIVIÓ «¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado. En el hoy y mañana y ayer, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto. SONETO AMOROSO Osar, temer, amar y aborrecerse, alegre con la gloria atormentarse; de olvidar los trabajos olvidarse; entre llamas arder, sin encenderse; con soledad entre las gentes verse, y de la soledad acompañarse; morir continuamente; no acabarse; perderse, por hallar con qué perderse; ser Fúcar de esperanzas sin ventura, gastar todo el caudal en sufrimiento[s], con cera conquistar la piedra dura, son efetos de Amor en mis lamentos; nadie le llame dios, que es gran locura: que más son de verdugo sus tormentos. DEFINICIÓN DEL AMOR Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado; es un descuido que nos da cuidado, un cobarde, con nombre de valiente, un andar solitario entre la gente, un amar solamente ser amado; es una libertad encarcelada, que dura hasta el postrero parasismo; enfermedad que crece si es curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¡Mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo! AMOR MÁS ALLÁ DE LA MUERTE Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía hora a su afán ansioso lisonjera; mas no, de esotra parte, en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa. Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651-1695)
(REDONDILLAS)
Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual solicitáis su desdén, por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis para prentendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien  |