Taller de Lectura y Escritura






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INSTITUTO DE ESTUDIOS INICIALES

Taller de Lectura y Escritura

TEXTOS

y

ACTIVIDADES

PARA LA PREPARACIÓN

DEL

EXAMEN FINAL

julio – agosto de 2015

INFORMACIÓN GENERAL PARA LOS ESTUDIANTES

Este módulo está organizado en dos bloques:

* La primera parte (entre las páginas 3 y 9) está compuesta por 3 textos que son los mismos que se van a tomar en el examen final del Taller de Lectura y Escritura en el turno de julio-agosto de 2015. Es decir, el examen final -que apuntará fundamentalmente a la comparación entre las fuentes-, estará diseñado en base a estos mismos textos. Los estudiantes deben consultarlos en el momento del examen final.

* La segunda parte (de la página 10 en adelante) consta de una serie de actividades pensadas como guía para la lectura y la comprensión de los tres textos. La realización de estas actividades no es obligatoria, pero sería deseable que los estudiantes las efectúen como forma de preparar el examen final. Van a ser revisadas y discutidas en las clases de apoyo destinadas a tal fin. No podrán contar con ellas en el momento del examen.

TEXTOS

TEXTO Nº 1

América Latina en el espejo de la globalización

China capta 30% de la inversión privada del mundo en desarrollo, mientras que Brasil apenas accede a 7%. Desde 1990, América Latina redujo la pobreza de 48,3% a 35,1%, mientras que en China no llega a 17%. Pese al crecimiento económico y los avances sociales de los últimos años, América Latina está lejos de encontrar un camino adecuado para insertarse eficazmente en la globalización. El artículo sostiene que esto se debe a las visiones equivocadas, teñidas de nacionalismo y populismo, que prevalecen en la región

Carlos Malamud*

[1] Vista desde ciertas partes de América Latina, la globalización aparece como una imposición de los países más ricos a los más pobres con el único fin de esquilmarlos. A esto se añade la idea, sumamente extendida en algunos medios y entre ciertos intelectuales, de que hay una única globalización, que esta es unidireccional y está impuesta desde arriba, especialmente por las empresas monopólicas transnacionales. Desde esta perspectiva, la globalización se expresa básicamente a partir de las relaciones con Estados Unidos y Europa y con los organismos financieros multilaterales, con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) a la cabeza. Esta lectura es, en cierto modo, consecuencia de la fuerte impronta nacionalista existente en las mentalidades latinoamericanas y del peso que todavía sigue teniendo en ellas la idea del imperialismo o del «imperio», como se lo llama ahora. Un imperio que mantiene el apellido «yanqui» y que, de la mano de algunos líderes populistas, sigue agitando viejos fantasmas.

[2] Es que, a la hora de analizar los efectos de la globalización, predomina la vieja costumbre latinoamericana de mirarse profunda e introspectivamente el ombligo. Así, solo cuentan los efectos derramados sobre los propios países, sobre la realidad más inmediata, y la consideración de los aspectos negativos. Desde esta perspectiva, la globalización es la causante directa de las crisis financieras y los shocks externos y la responsable de buena parte de las plagas que se han abatido –y aún se abaten– sobre la región. Por el contrario, a la hora de valorar el empuje alcista en los precios de las materias primas, propiciado por cinco años de crecimiento económico ininterrumpido en todos los países latinoamericanos, el acento se pone en el empuje de la demanda de China y la India, y no en la globalización. Poco o nada se dice acerca de los motores del crecimiento asiático –la apertura económica, la inversión en tecnología, el cierre de la brecha digital–, que son en buena medida resultado de la globalización, que también ha contribuido a la impresionante reducción de la pobreza en Asia Oriental, más allá del debate académico acerca de los métodos estadísticos utilizados.

[3] Hay en los estilos y los ritmos de crecimiento una cuestión de fondo: la actitud frente al capital extranjero y a la inversión extranjera directa (IED). Algunos países latinoamericanos son bastante refractarios al papel que debe, o puede, jugar la IED en el crecimiento económico. Esta postura no es patrimonio de la izquierda latinoamericana. Una parte de la derecha, envuelta en un fuerte nacionalismo, se expresa de la misma manera. En la izquierda, la principal excepción frente a tanta cerrazón son los socialistas chilenos, cuyo discurso demuestra que han captado la importancia que los flujos externos de capital tienen a la hora de crear empresas y empleos. Es que, como no se cansa de repetir el ex-presidente del gobierno español, Felipe González, para repartir riqueza primero hay que crearla.

[4] Los números son elocuentes. Según el BM, mientras China captó casi 30% de la inversión internacional privada recibida por todos los países en desarrollo en 2003, América Latina obtuvo mucho menos: Brasil, el principal receptor de IED de la región, atrajo 6,73%, seguido por México, con 4,78%. Los demás países obtuvieron porcentajes aún menores.

[5] Por su parte, el crecimiento económico reciente ha tenido mucho impacto en el proceso de reducción de los índices de pobreza, aunque ha sido inferior al registrado en otras regiones del planeta. Si América Latina ha crecido en los últimos cinco años a tasas importantes, solo equiparables a las de las décadas de 1960 y 1970 o a la edad dorada de las exportaciones del siglo XIX, su performance ha sido menos exitosa que la de la mayor parte de sus rivales del mundo en desarrollo. En 2007, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), América Latina creció 5,6%; China 11,4%; la India 8,5%; el resto de Asia 7%; los países del antiguo bloque soviético 8,1%; e incluso África 5,8%. En suma, América Latina crece, pero mucho menos que el resto de sus competidores. La respuesta a este desfase no se encuentra en la macroeconomía, donde por lo general todos los países de la región hacen buena letra, sino en la micro, en la creciente intervención del Estado, la falta de seguridad jurídica y las deficientes estructuras fiscales o impositivas.

[6] En buena parte de América Latina se sigue esperando la llegada del Mesías, de ese caudillo liberador que acabe mágicamente con todos los males nacionales. Solo esto explica las amplias mayorías con las que Evo Morales o Rafael Correa llegaron al poder. Las esperanzas, prácticamente todas las esperanzas de los pueblos, puestas en una persona. El problema es que el peso de la esperanza –y, de algún modo, también el peso de la utopía– descansa en líderes populistas en lugar de apoyarse en las instituciones. En América Latina hay una tendencia secular, casi compulsiva, a reinventar la rueda de forma recurrente, como lo prueban las constantes reformas constitucionales, realizadas prácticamente desde el inicio republicano, así como la práctica de hacer tabla rasa con el pasado, lo que impide acumular capital físico, capital social y capital humano, y más aún construir instituciones sólidas y estables. Por eso resulta natural que América Latina no logre aprovechar el tren de la globalización, siendo, como es, incapaz de atrapar su propio destino.

*Carlos Malamud: historiador español, profesor titular de Historia de América en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) e investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano

Texto extraído y adaptado de Revista Estudios Sociales. Segundo semestre de 2007. Santa Fe, N° 33. Disponible en

TEXTO Nº 2
Clarín.com >> Domingo 15 de agosto de 2004 >> Económico

EL MUNDO › OPINION
PRIMER NIVEL

Globalización e integración económica


La globalización podría convertirse en una oportunidad relevante en el proceso de integración. En este sentido, según el autor, los países latinoamericanos tienen actualmente una oportunidad histórica única. Existen muchos países, pero no "naciones", ya que la región posee una gran homogeneidad cultural que puede convertirla en un mercado continental.
Rodolfo González*


[1] La globalización y el acceso a los mercados. Las barreras aduaneras y los intereses supuestamente contrapuestos. Discusiones políticas y diplomáticas. Las diferencias que asoman entre los países del Cono Sur, en relación a su integración regional económica, aparentan ser muchas. Así, en estos años hubo muchas voces que hablaban de la inconveniencia o del perjuicio que supuestamente representaba para los países del Cono Sur la globalización.


[2] La pérdida de posibilidades económicas, el incremento de la brecha entre pobres y ricos, 
la disolución de la identidad como región frente a un mundo en el cual América del Norte, Europa y Asia, conformaban bloques supuestamente inexpugnables.


[3] Pero la globalización 
es una gran oportunidad. Porque por primera vez en la región los intereses económicos y los intereses profesionales —es decir toda la economía de la América del Sur en su conjunto—, confluyen en la misma dirección que sostenían algunos estadistas, líderes políticos, intelectuales, soñadores, artistas y poetas.

Oportunidad especial


[4] Es tiempo de tomar decisiones estratégicas: por primera vez en 200 años, América latina en general, y los países del Cono Sur en particular —los que integran el Mercosur como socios plenos o como adherentes, es decir Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, además de Chile, Bolivia, Perú, México y Venezuela—, tienen una oportunidad histórica única.


[5] Tiempo atrás, los grandes líderes continentales como San Martín, Bolívar, y otros, impulsaban la unidad latinoamericana, es decir la conformación de una única Nación americana a través de todos los Estados independientes que se habían constituido. Pero esto fue quedando como una utopía de lejana, o tal vez imposible, realización.



[6] Ahora, la globalización está permitiendo a los países del hemisferio sur en general y del Mercosur en particular, 
transitar un camino de integración como hicieron los países de la Unión Europea, oportunidad para reafirmar identidad, y para utilizar la cultura como elemento integrador de la creatividad regional.
[7] En diversos encuentros con representantes de los países de la región, tanto empresarios, como intelectuales y profesionales, sin distinción de posiciones ideológicas o políticas, han coincidido en la necesidad y la conveniencia de construir una entidad regional que no implique confrontación contra alguien —ni contra el ALCA ni contra el Norte— sino simplemente la reafirmación y consolidación de lo propio, junto con la ampliación del mercado interno regional.


[8] En este sentido, todas las nacionalidades de los Estados constituidos en la región van camino a ceder un poco de la que hasta ahora fue su soberanía individual, en función de una soberanía compartida, supraestatal. América Latina tiene muchos Estados, pero no muchas "naciones", pese a sus variedades culturales, porque
 es el único continente con un trasfondo cultural unificador fuerte, con pocas diferencias idiomáticas y raciales.


[9] Así, es una suerte y un orgullo tener muchas culturas, y llegó el momento de terminar con esa ambición de homogeneizar destruyendo lo que queda de las culturas minoritarias. Ha llegado el momento de practicar la interculturalidad y beneficiarse de ella: la cultura mayoritaria de origen europea mestizada en América, más la cultura afroamericana y de las distintas etnias o naciones anteriores a la conquista. Es decir, toda la variedad cultural que tiene América latina.



Cultura y mercados


[10] Esa diversidad cultural permitirá a la región Latinoamericana presentarse ante el mundo, de la misma manera que lo han hecho las regiones de Europa, o de Asia, con una variedad y con una personalidad, y con una diferenciación tal, que va a favorecer su posición en todos los mercados globales.


[11] De esto 
resultará una región más sólida, y si se actúa con inteligencia también el hemisferio norte del continente americano se verá favorecido. Las mentes más lúcidas de Estados Unidos observan con claridad que una América Latina ordenada es un socio estratégico importante y una América Latina anárquica, debilitada y empobrecida, representa para ellos como nación, el mismo riesgo que los sectores marginados de la sociedad representan para los sectores que aún mantienen un cierto standard de vida y de trabajo.


[12] Por primera vez
 los empresarios están en la misma dirección. Porque han comprendido que la ampliación del mercado nacional a un mercado regional genera una identidad que posibilita no sólo desarrollo sino también la creatividad de su empresa. Existe una confluencia de intereses que poco a poco van dejando atrás las suspicacias, los recelos, las dificultades, y van privilegiando lo concreto, lo real, sobre las superestructuras ideológicas.
[13] Por otra parte, es fundamental -como lo ha señalado el ministro de Educación Daniel Filmus-, que gradualmente se tienda a lograr acuerdos que permitan ir diseñando una formación educativa que tenga cada vez más ejes en común. Tanto la educación primaria como la secundaria son fundamentales, porque la universidad no puede recomponer todo lo que no se forma antes. Esta política tiene que darse en los tres niveles educativos. 
[14] La decisión estratégica pasa tanto por ampliar mercados económicos como espacios laborales y profesionales. Es decir, la integración es todos sus matices.


[15] Así, 
la cultura y la educación son el cemento integrador de la producción económica de nuestra región. Es la base para pensar el proceso central. Es la primera vez que sucede en doscientos años. Es la oportunidad para entrar en la globalización en forma activa y no en forma pasiva.
*Periodista del diario Clarín
Disponible en

TEXTO Nº 3

EL PAÍS, 29 de mayo de 2015

AMÉRICA LATINA: LOS DESAFÍOS »
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